En algún momento los golpes de los martillos contra el metal adquieren mayor peso, una presencia más intensa, se vuelven reales, entonces sé que ya estoy despierto. Los golpes no se detienen nunca, solo dejo de oírlos cuando el cansancio es mayor. Me remuevo incómodo en el saco de dormir intentando que los últimos instantes del sueño no se me escapen, no me abandonen. Los golpes son más fuertes, es tiempo ya de que me levante por mi cuenta y antes que alguien más venga por mí.
Salgo de la carpa mirando el suelo, no quiero que me pase otra vez eso de clavarme algo en el pie por andar descalzo y que la herida se infecte llevándome a la fiebre y el delirio. Una vez es más que suficiente para aprender a evitarlo, pero no para recordarme el llevar el calzado adecuado. El pozo está cerca, el olor acre es fuerte, alguien debe de haberlo usado hace poco. Pronto habrá que cavar uno nuevo, este ya lleva demasiados días abierto. Ese olor se mezcla con el del humo, con el de lo que están fritándose por allí cerca, con el del sudor, con el de la mierda de los caballos, y los golpes continúan.
Levanto la mirada. El cielo está gris, si por las nubes o el humo no lo sé, no me importa. Por entre los golpes de todos esos martillos llegan las voces, los quejidos, los gritos, los gemidos y suspiros de agotamiento desde las fraguas cercanas, y eso solo porque no hay viento que se trague los ruidos de los que están un poco más allá, del otro lado de la montaña.
Siendo tan temprano, hay poca gente en esta parte del campamento, debe ser día de entrega. No recuerdo cómo estaba la Luna anoche, el cansancio ni siquiera me dejó mirarla. Es posible sí sea día de entrega y que la mayoría estén preocupados. Yo también lo estaría de no ser porque ya cumplí y superé mi cuota. Aun así, sé que debo ir a la fragua y trabajar como si fuera el primer día del ciclo y seguir forjando el hierro hasta el cansancio. Trabajamos sin saber porque lo hacemos, solo sabiendo que debemos hacerlo; sin saber para quién lo hacemos, solo sabiendo que alguien vendrá a buscarlo; sin saber cómo lo hacemos, solo sabiendo hacerlo y sin hacer demasiadas preguntas; sin decir nada en verdad.
Rebusco entre la arena debajo del saco de dormir hasta encontrar mi martillo. Si alguien llegara a robármelo, si alguien me lo quita y no tuviera forma de recuperarlo, estaría perdido, formaría parte de la siguiente entrega, como tantos otros, por eso lo mejor es esconderlo y a la vez tenerlo cerca.
Con mi martillo, y las sandalias bien ajustadas en las pantorrillas, camino hacia la fragua más cercana. Me conocen, lo sé por la forma en que me miran, con aprecio, con resentimiento, con odio, con desprecio por lo que yo puedo hacer y ellos no, por lo que ya he hecho y ellos nunca lograrán, por el tiempo que seguiré haciéndolo cuando ellos ya estén muertos. Sin decir una palabra sumo mi martillo, mi fuerza, mi destreza a los golpes débiles y sin ritmo de los demás. Poco a poco, más pronto unos, un tanto más tarde otros, se acomodan a mí, siguen mi ritmo, mis indicaciones. Me odian, lo sé tan bien como saben ellos que sin mi hace varias Lunas que se habrían ido junto con el resto de las entregas.
Esa noche, cuando se escuche el cuerno de llamada, otra vez estarán salvados y deberán agradecérmelo. Lo saben, lo sé. Y me odian. Y me encantan. Y mi martillo, y los suyos, no dejarán de golpear una y otra vez, eternamente, hasta el fin.
23 comentarios:
Siempre habrá quien se enoje por la ayuda recibida...
Saludos,
J.
Es un relato en que el protagonista sabe lo que hace y tiene expectativas sobre el futuro.
Saludos.
Dos consideraciones dejo: Una, si la única herramienta que se tiene es un martillo, se podrá pensar que cada problema que surge es un clavo. Dos, mientras seas el martillo, dale duro. Saludos.
Me gusto tu relato uno tiene que afrontar las cosas con las herramientas que tiene. Te mando0 un beso.
A sísifo le han cambiado de trabajo. O a nosotros.. bueno , nosotros sí podemos preguntar, aunque la respuesta es la misma. Y podemos cambiar de trabajo y mañana mismo empezar a empujar una piedra.
Estamos mejor que queremos
Abrszooo
Martillo y yunque, a veces hay que ser yunque y, a veces, actuar como martillo.
Salu2.
Brillante.
Puede haber un amotinamiento desarrollado a martillazos. Y solo sobrevivirá la mano que sea más certera dándolos.
Como siempre,a lo que nos tenés acostumbrados.
Excelencia narrativa, y como siempre también, el desasosiego.
Un abrazo
No hay forma de que esto termine bien; una revuelta, un motín, una estampida o un arrasar con todo. El personaje bien puede ser un lider, aunque aparentemente no tiene consenso.
Por lo demás, hay que seguir dándole al martillo.
Los líderes deben soportar muchos golpes para ser bien forjados...
Abrazo!!
Normalmente no hay nada que enfurezca más a la gente que el hecho de que algún otro sepa más de algo
Paz
Isaac
Ah, entonces en esto trabaja Thor: en no saber qué hace, pero hacerlo de puta madre. Va un abrazo, José.
Triste destino de esta comunidad del martillo que no sabe para qué martilla. Si lo llegaran a saber se rebelarían. Un abrazo. Carlos
Supongo que deberíamos aceptar la ayuda del otro con más frecuencia
Despojarnos de esa soberbia que no nos sirve para mucho
Ahora...porqué y para qué martillan, no se
Abrazos
Quien posee ese martillo en especial se vuelve la voz cantante, no es la persona la especial sino el objeto, por eso quieren robarlo.
Hoy me costó entenderte, debe ser la lluvia. Buen domingo.
mariarosa
Ese sentimiento del obrero, logras expresarlo bien aquí.
Saludos, José A.
Relato bárbaro y apocalíptico, muy bueno. Bien pudiera ser uno de los círculos del infierno de Dante
Como siempre da gusto leer tus narraciones, un enorme abrazo!
Para mí, este cuento está ubicado en la llamada REVOLUCIÓN CULTURAL, cuando a los campesinos chinos se los obligó a forjar su propio hierro y eso, además de acabar con los bosques, trajo una hambruna que ha sido la mayor en la historia de la Humanidad
El martillo tiene el poder. Tú texto me hizo pensar en las batallas vikingas, con esas armas tan abruptas como el martillo y el hacha, que menudas heridas dejarían, cómo para no tenerlos. Un abrazo
Misterioso, interesante.
Tiene el alma de los mitos paganos y, como ellos, se puede traspolar a la actualidad.
Hoy a la noche, domingo, pensaré en este relato antes de ingresar en mi saco.
Abrazos, herr J!
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