Sinceramente, y por supuesto, en un primer
momento pensé que se trataba de un método más de conquista. Uno que hasta ese
momento nunca había visto en práctica, ni sobre el cuál hubiera escuchado nada
en ninguno de los bares para noctámbulos que comenzara a recorrer en los
últimos meses.
Entre
tantas máscaras a la moda,
pieles de colores,
actividades que sólo se realizaban por un tiempo, transmisiones de datos,
besos por celular, orgasmos por email y likes
a cambio de sexo, solo en los lugares más oscuros era posible hallar algo
similar a la paz. Lugares a los que pocos se atreven, antiguos y olvidados
búnkeres de la cuarta guerra lunar, en los que las señales apenas sí podían
atravesar alguna pared, y en donde eran nulos los efectos de las máscaras, los
maquillajes y las alucinaciones de las feromonas artificiales.
El
lugar ideal, entonces, para buscar, que no es lo mismo que encontrar, un poco
de sinceridad en un mundo tan brutalmente falso como el nuestro. Suponiendo que
no hubiera que explicarle a la otra persona el significado de tal término.
Además, allí las bebidas eran más económicas que en la superficie, aun cuando
podrías arriesgarte a un poco de disentería, sino algo peor.
Allí
fue, como dije, donde la encontré.
Una
aclaración, necesaria quizás, antes de continuar. No me encontraba allí
buscando el amor, si es que algo semejante aún existe. Ni siquiera una aventura
pasajera, aun cuando no me negara a tales artes. Estaba allí porque era el
único lugar en el que podía dejar de ser todos los que los demás esperan que
sea y ser, para variar, quien yo quería ser. Ni siquiera pretendo que se me
comprenda, carece de sentido ahora, carece de sentido después de ella.
Se
acercó a mí, en medio de la oscuridad, por la espalda, susurrando en mí
implante coclear.
—Eres
el Autor,
¿Cierto?
La
pregunta era, más que nada, para confirmar lo que ella ya sabía.
—Algunas
veces, sí. En algunas oportunidades puedo ser algo más —dije sonriendo a su
sombra—, en otras algo menos.
—Adoro
tu voz —susurró de una manera tal que sentí que fuera la primera vez en que me
decían algo semejante. Con esas tres palabras, con esas únicas tres palabras,
logró que me entregara a lo que deseara sin pérdida de tiempo, sin oponer
resistencia y con un batallón de frases hechas y lugares comunes de la
literatura mediocre—. ¿Vendrías conmigo por ésta noche?
—¿Sólo
por ésta noche? —pregunté sabiendo que haría cualquier cosa que me pidiera, que
mis barreras se habían desmoronado y nada me parecería excesivo. Al menos
mientras continuara susurrándome de esa manera.
—El
tiempo dirá —respondió sin que me molestara, en sus labios, en sus palabras, en
sus susurros, un lugar común más.
Como
dije, realmente pensé que estaba seduciéndome, que pretendían algo más allá que
lo que finalmente sucedió al llegar a su microambiente en el distrito para solteras.
El único mobiliario diferente, porque no se encontraba adosado a la pared, era
una gran cama, con un colchón sumamente confortable, como descubrí con sólo
mirarlo. El resto era más de lo mismo. Esa cama era su único lujo, me dijo.
Sonriendo
dolorosamente, pues sentía esos músculos de mi rostro estirarse como llevaban
tiempo sin hacer, me volví para mirarla. Allí estaba ella, menos de un minuto
luego de que entrara al minúsculo baño, cubierta apenas por un diminuto
babydoll negro, cargado de encajes y sugerencias inclinándose sugestivamente
sobre la cama.
Comencé
por quitarme el abrigo sin poder dejar de sonreír, acostumbrándome al dolor y
fingiendo que aquello no era lo que tanto esperaba. Mis ojos nada descubrieron
al recorrer su piel, ningún implante, ningún tatuaje, nada parecía fingido.
Volvió
a mirarme, su mirada detuvo mis movimientos cuando mis dedos luchaban con los
botones de la camisa. Tenía uno de mis libros en sus manos, uno de los
aburridos y me miraba.
—¿Qué
sucede? —pregunté.
—Nos
acostaremos, sí —dijo—. Uno junto al otro, sí. Me giraré hacia un lado, cerraré
mis ojos y usted leerá para mí.
—¿Qué…?
—Durante
el tiempo que usted lea podré dormir. Pero, en cuanto se detenga despertaré automáticamente.
Necesito dormir, y sólo lo consigo cuando alguien lee para mí. Hay mucho
silencio aquí dentro —dijo como si hubiera algún espacio libre allí dentro.
—¿Eso
es todo? —pregunté—. ¿Qué hay de mí?
—Usted
estaría a mi lado —dijo finalmente acostándose y moviéndose como si me invitara
a acompañarla a un lugar mucho mejor que aquel microambiente—, escuchándose.
¿Necesita algo más? —preguntó apoyando la cabeza en la almohada—. Comience
cuando quiera.
Media
docena de insultos diferentes cruzaron por mi pensamiento, reacciones violentas
de todo tipo, más insultos y la necesidad de irme de aquel lugar sin pronunciar
palabra.
Podría
haber hecho cualquiera de todas esas cosas, algunas de ellas mucho más agresiva
pero esperables en esa situación, se entiende. Sin embargo, lo único que atiné
a hacer fue a recostarme a su lado y comenzar a leer, en voz alta, mi propio y
aburrido libro, sintiendo como se adormecía junto a mí.
10 comentarios:
Saber cuándo detenerse Esa es la cuestión realmente importante aquí.
Nos leemos,
J.
Es lo que si dice un giro argumental. Desafortunado para el narrador personaje. Aunque ella solucionará su problema para dormir, la expectativa del autor se verá dolorosamente decepcionada.
Bien contado.
Saludos.
Híjoles que digan que un libro escrito por ti es aburrido es más feo que quedarse sin sexo digo yo. No me creas yo no sé nada.
:P
Vaya, en el ser humano nunca se sabe cómo puede reaccionar. Alguna ventaja debe tener ser humano, ¿Ah?
Libros, siempre han sido motivo de discusión...
¡SALUDOS!
Me ha gustado el final...algo fuera de lo normal...de lo esperado
Abrazos
No la encuentro taaan terrible esta situacion
Muy bueno.
Tal vez te haya surgido un nuevo trabajo: "Lector para mujeres insomnes"
Quién te dice, puede resultar beneficioso.
mariarosa
Pues a mí me gusto la historia. En estos tiempos es muy raro que suceda este tipo de situaciones. Todo es rápido y fácil. Leer para alguien es una manera distinta y agradable, viéndolo desde otro punto de vista.
Saludos.
Es ideal dormirse mientras te cuentan una historia, me parece increiblemente hermoso :)
El pobre hombre puede preguntarle cuando el libro se acabe por un retozo, jajaaja!
Un abrazo y tu cafelito.
Verónica
Mis felicitaciones J., muy bueno y has retomado ese clima apocalíptico fuera de toda esperanza, marca registrada.
Sorprende el vuelco que da el relato
¿Viste la película The Reader? Tiene algo interesante
Abrazo!
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