domingo, 13 de agosto de 2017

Adormecida junto a mí


Sinceramente, y por supuesto, en un primer momento pensé que se trataba de un método más de conquista. Uno que hasta ese momento nunca había visto en práctica, ni sobre el cuál hubiera escuchado nada en ninguno de los bares para noctámbulos que comenzara a recorrer en los últimos meses.
            Entre tantas máscaras a la moda, pieles de colores, actividades que sólo se realizaban por un tiempo, transmisiones de datos, besos por celular, orgasmos por email y likes a cambio de sexo, solo en los lugares más oscuros era posible hallar algo similar a la paz. Lugares a los que pocos se atreven, antiguos y olvidados búnkeres de la cuarta guerra lunar, en los que las señales apenas sí podían atravesar alguna pared, y en donde eran nulos los efectos de las máscaras, los maquillajes y las alucinaciones de las feromonas artificiales.
            El lugar ideal, entonces, para buscar, que no es lo mismo que encontrar, un poco de sinceridad en un mundo tan brutalmente falso como el nuestro. Suponiendo que no hubiera que explicarle a la otra persona el significado de tal término. Además, allí las bebidas eran más económicas que en la superficie, aun cuando podrías arriesgarte a un poco de disentería, sino algo peor.
            Allí fue, como dije, donde la encontré.
            Una aclaración, necesaria quizás, antes de continuar. No me encontraba allí buscando el amor, si es que algo semejante aún existe. Ni siquiera una aventura pasajera, aun cuando no me negara a tales artes. Estaba allí porque era el único lugar en el que podía dejar de ser todos los que los demás esperan que sea y ser, para variar, quien yo quería ser. Ni siquiera pretendo que se me comprenda, carece de sentido ahora, carece de sentido después de ella.
            Se acercó a mí, en medio de la oscuridad, por la espalda, susurrando en mí implante coclear.
            —Eres el Autor, ¿Cierto?
            La pregunta era, más que nada, para confirmar lo que ella ya sabía.
            —Algunas veces, sí. En algunas oportunidades puedo ser algo más —dije sonriendo a su sombra—, en otras algo menos.
            —Adoro tu voz —susurró de una manera tal que sentí que fuera la primera vez en que me decían algo semejante. Con esas tres palabras, con esas únicas tres palabras, logró que me entregara a lo que deseara sin pérdida de tiempo, sin oponer resistencia y con un batallón de frases hechas y lugares comunes de la literatura mediocre—. ¿Vendrías conmigo por ésta noche?
            —¿Sólo por ésta noche? —pregunté sabiendo que haría cualquier cosa que me pidiera, que mis barreras se habían desmoronado y nada me parecería excesivo. Al menos mientras continuara susurrándome de esa manera.
            —El tiempo dirá —respondió sin que me molestara, en sus labios, en sus palabras, en sus susurros, un lugar común más.
            Como dije, realmente pensé que estaba seduciéndome, que pretendían algo más allá que lo que finalmente sucedió al llegar a su microambiente en el distrito para solteras. El único mobiliario diferente, porque no se encontraba adosado a la pared, era una gran cama, con un colchón sumamente confortable, como descubrí con sólo mirarlo. El resto era más de lo mismo. Esa cama era su único lujo, me dijo.
            Sonriendo dolorosamente, pues sentía esos músculos de mi rostro estirarse como llevaban tiempo sin hacer, me volví para mirarla. Allí estaba ella, menos de un minuto luego de que entrara al minúsculo baño, cubierta apenas por un diminuto babydoll negro, cargado de encajes y sugerencias inclinándose sugestivamente sobre la cama.
            Comencé por quitarme el abrigo sin poder dejar de sonreír, acostumbrándome al dolor y fingiendo que aquello no era lo que tanto esperaba. Mis ojos nada descubrieron al recorrer su piel, ningún implante, ningún tatuaje, nada parecía fingido.
            Volvió a mirarme, su mirada detuvo mis movimientos cuando mis dedos luchaban con los botones de la camisa. Tenía uno de mis libros en sus manos, uno de los aburridos y me miraba.
            —¿Qué sucede? —pregunté.
            —Nos acostaremos, sí —dijo—. Uno junto al otro, sí. Me giraré hacia un lado, cerraré mis ojos y usted leerá para mí.
            —¿Qué…?
            —Durante el tiempo que usted lea podré dormir. Pero, en cuanto se detenga despertaré automáticamente. Necesito dormir, y sólo lo consigo cuando alguien lee para mí. Hay mucho silencio aquí dentro —dijo como si hubiera algún espacio libre allí dentro.
            —¿Eso es todo? —pregunté—. ¿Qué hay de mí?
            —Usted estaría a mi lado —dijo finalmente acostándose y moviéndose como si me invitara a acompañarla a un lugar mucho mejor que aquel microambiente—, escuchándose. ¿Necesita algo más? —preguntó apoyando la cabeza en la almohada—. Comience cuando quiera.
            Media docena de insultos diferentes cruzaron por mi pensamiento, reacciones violentas de todo tipo, más insultos y la necesidad de irme de aquel lugar sin pronunciar palabra.
            Podría haber hecho cualquiera de todas esas cosas, algunas de ellas mucho más agresiva pero esperables en esa situación, se entiende. Sin embargo, lo único que atiné a hacer fue a recostarme a su lado y comenzar a leer, en voz alta, mi propio y aburrido libro, sintiendo como se adormecía junto a mí.

10 comentarios:

José A. García dijo...

Saber cuándo detenerse Esa es la cuestión realmente importante aquí.

Nos leemos,

J.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Es lo que si dice un giro argumental. Desafortunado para el narrador personaje. Aunque ella solucionará su problema para dormir, la expectativa del autor se verá dolorosamente decepcionada.
Bien contado.
Saludos.

la MaLquEridA dijo...

Híjoles que digan que un libro escrito por ti es aburrido es más feo que quedarse sin sexo digo yo. No me creas yo no sé nada.


:P

Antoni dijo...

Vaya, en el ser humano nunca se sabe cómo puede reaccionar. Alguna ventaja debe tener ser humano, ¿Ah?
Libros, siempre han sido motivo de discusión...

¡SALUDOS!

gla. dijo...

Me ha gustado el final...algo fuera de lo normal...de lo esperado
Abrazos

Ningun Records dijo...

No la encuentro taaan terrible esta situacion

mariarosa dijo...


Muy bueno.
Tal vez te haya surgido un nuevo trabajo: "Lector para mujeres insomnes"
Quién te dice, puede resultar beneficioso.

mariarosa

Marisa dijo...

Pues a mí me gusto la historia. En estos tiempos es muy raro que suceda este tipo de situaciones. Todo es rápido y fácil. Leer para alguien es una manera distinta y agradable, viéndolo desde otro punto de vista.

Saludos.

censurasigloXXI dijo...

Es ideal dormirse mientras te cuentan una historia, me parece increiblemente hermoso :)

El pobre hombre puede preguntarle cuando el libro se acabe por un retozo, jajaaja!

Un abrazo y tu cafelito.

Verónica

Frodo dijo...

Mis felicitaciones J., muy bueno y has retomado ese clima apocalíptico fuera de toda esperanza, marca registrada.
Sorprende el vuelco que da el relato

¿Viste la película The Reader? Tiene algo interesante

Abrazo!