La vidriera mostraba tres
maniquíes luciendo los colores del verano. El de la izquierda lucía una piel
blanca que se veía tersa y suave; le habían colocado, también, un par de botas
color melocotón y las pupilas anaranjadas que hacían juego. El del medio era
moreno, con el pelo enrulado hasta la media espalda, el turquesa del encaje
resaltaba el verde de los ojos. El tercero, el más caro, lucía un azul cielo
profundo combinado con el mismo color de ojos que la última película de esa
actriz de renombre había puesto de moda.
A la mujer que
los contemplaba desde la calle el precio le resulta excesivo para algo que
terminaría como trapo de día de lluvia en poco tiempo; pero los colores eran
tan preciosos, tan llamativos, tan personales, que decidió entrar.
Cuando la
vieron junto a la puerta, una vendedora se le acercó inmediatamente.
—¿Puedo ayudarla
en algo?
—Quería saber
de qué es el traje azul de la vidriera —respondió la mujer.
—Ah, es
natural. No trabajamos nada sintético, nos parece artificial.
—¿Viene en
todos los talles?
—Es unitalle.
Pero se adapta al cuerpo. ¿Quiere probárselo?
—Por favor.
La vendedora
sacó un taje similar al del maniquí de una estantería cercana y le señaló donde
se encontraban los probadores ocultos detrás de un grueso cortinado para mayor
privacidad de los clientes.
La mujer entró
en el primero que encontró desocupado; se desvistió frente al espejo doblando
cada prenda como si fueran obras de arte preciosas para guardarlas dentro de su
bolso. Ya desnuda se despojó con extremo cuidado de la funda de piel color
suave que la cubría, sintió el frío del lugar antes de cubrirse con la nueva
funda azul, que se adaptó a su cuerpo como si hubiera nacido con ella. Por
último, luego de volver a vestirse, colocó los lentes de color sobre sus ojos y
contempló el reflejo en el espejo asegurándose que no hubiera arrugas visibles.
Cuando quedó
satisfecha ante su nuevo aspecto, salió del probador; al verla la vendedora se
le acercó nuevamente, sorprendida ya que la gente no solía salir vestida con
las nuevas prendas directamente del la tienda a la calle.
—Le queda
perfecta, como si hubiera nacido con ella —dijo.
—No sé de qué
habla —respondió la mujer con verdadera cara de sorpresa.
—El azul
—respondió la vendedora.
—Es mi color
natural. Nunca aceptaría usar otro —dijo caminando hacia la salida sin
detenerse.
—Señorita
tiene que pagar por esa funda de piel —exclamó la vendedora.
—¿Qué dice? Me
está faltando el respeto —dijo en voz alta sabiendo la escena que provocaría su
reacción—. ¿Por qué debería de pagar por algo que me pertenece?
—Pero, es que
usted vino con una de color suave —dijo la vendedora tartamudeando.
—Voy a pedirle
que no mienta. Si lo que le interesa es la comisión por las ventas, esta es la
peor forma de atraer clientes —continuó subiendo aún más el tono de voz.
Una tercera
mujer, vestida de guardia de seguridad, se acercó.
—¿Qué sucede?
¿Por qué grita señorita? —preguntó a la clienta.
—Aquí la
vendedora presente me acusa de querer irme sin pagar.
—Se lleva la
funda azul sin pagarla —explicó la vendedora en voz baja.
—Tendré que
revisarle el bolso señorita.
—Por supuesto,
aquí lo tiene. Para culminar de una buena vez con todas estas calumnias que se
me imputan.
La mujer
entregó el bolso, las otras lo abrieron, desentendiéndose momentáneamente de la
mujer, del interior sacaron la funda de piel de color suave que intuía
encontrarían allí.
—¿Cómo explica
esto? —preguntó la guardia mostrando la
funda de piel al vacío.
La mujer,
vestida con la nueva piel color azul a la moda, no se encontraba en el lugar ni
se la veía por ningún lado.
7 comentarios:
Hay gente que se arriesga para tener lo que quiere... y otros que simplemente no se dejan llevar por la moda.
Suerte
J.
Ahora hasta mi propio blog me asegura que no soy un robot.
Está claro que no sos un robot, sos un demiurgo.
¿De que están hechas las pieles que usan de cobertura? ¿Por que se usan?Todas las explicaciones que se me ocurren pensar son inquietantes.
Espeluznante relato. Te felicito.
Un saludo o dos.
Curiosamente estábamos leyendo Nologo, de Naomi Klein, y nos encantó que la protagosnista de su relato se largara sin pagar, toda azul, vestida con la piel que el escaparate proyectaba como suya. Salud.
!Hay que tener coraje ,para desmentir lo que se ha hecho,siendo evidente!!!!!Yo vi cosas parecidas en el legendario "Hogar Obrero"Cariños Martha
No sé bien por qué, no quiero caer en debates morales, pero me alegra que la heroina se saliera con la suya :)
Abrazos!
Las pieles mutan... De metamorfosis somos -y la literatura, desde Ovidio al gran Kafka y aquí, García-.
Gracias por el resplandor.
Saludos!
Daniela
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