domingo, 14 de septiembre de 2025

Todo lo que pienso


—Hola —digo cuanto te veo, porque es lo más fácil y porque es lo primero que se me ocurre.
    —Hola —respondés vos y te quedás ahí, mirándome, esperando algo más, segura de lo que tiene que ocurrir a continuación. Sí, veo en tu seguridad, en tus ojos, en tus gestos, en tu pose, que vos sí sabés lo que tengo que hacer ahora. Yo no, yo dudo, yo solo sé dudar.
    Dudo de lo que debería decir porque nada me parece estar a la altura del momento, nada tiene sentido, todo me suena a hueco, vacío, a cosa ya dicha que poco agregaría. Te miro, es todo lo que puedo hacer y sé que es extraño, mi aspecto es extraño, mi expresión lo es, mis ojos un tanto saltones, mi nariz un poco desviada desde que me caí de la bicicleta cuanto estaba en la escuela, caída que me dejó esta cicatriz en la barbilla, mi barba poco y mal crecida, mis ojeras. Todo en mí resulta extraño, contrahecho, olvidable. Me lo dicen siempre, lo tengo asumido.
    El tiempo corre y sigo sin decir nada.
    Es como si estuviera en un juego de espejos opuestos y lo que veo me resulta maravilloso. Tus ojos luminosos, tus pestañas rizadas, tus pómulos altos, tu boca invitándome a besarla, tu sonrisa que apenas se asoma como si esperara una invitación a mostrarse completa, tu piel que imagino suave no solo en tus mejillas, tu pelo cae en una línea perfecta escondiendo tus orejas y se ve fuerte, como si estuviera vivo y alegre como el resto de vos.
    El tiempo corre y sigo sin decir nada.
    Me gustaría, pienso, no lo digo. Me gustaría que pudiéramos saltarnos todas las preliminares, todos esos pasos en los que vamos conociéndonos, los juegos con los que vamos sabiendo más el uno del otro, en los que aceptamos que la perfección es solo idealización y que está bien que así sea. Evitar esos momentos de tensión, real o no, en los que lo que uno quiere choca con lo que el otro espera o está dispuesto a dar o le es posible hacer. Saltarnos todos esos pasos y llegar a ese punto inevitable en el que ya nos conocemos tanto, ya lo vivimos casi todo, y entonces comenzamos a odiarnos, a despreciarnos, a creer que lo mejor hubiera sido nunca conocernos, que nunca tendrías que haber respondido mi saludo o aceptado la invitación a cenar de aquella vez, lo que sea. Ese momento, que siempre existe, en el que lo único que queremos es también lo único que no tendremos, y eso es poder olvidarnos el uno del otro. Pero no, es imposible, no se olvida nada después de tanto, no después de todo.
    El tiempo corre y sigo sin decir nada.
    Me decido. Ya tengo algo más para decir. Ya no estás aquí, a dos pasos de mí, estás un poco más lejos. Te veo en el reflejo de los espejos haciendo tus ejercicios mientras yo sigo acá, inclinado sobre las mancuernas como pensando cuál debería levantar cuando en lo único en lo que pienso en lo que bien que te verías por las mañanas, sin maquillaje, con cara de dormida, un poco despeinada, sonriendo. Eso es algo que nunca sabré.
    El tiempo corre, mejor no decir nada.
    Las de diez kilos están ocupadas, tendré que intentarlo con las de doce y medio.



5 comentarios:

José A. García dijo...

Sin lugar a dudas, el mal de la época es pensar demasiado las cosas.

Saludos,
J.

Gabiliante dijo...

Bueno... Tampoco estaba tan buena.
Ese siempre es el último pensamiento.
Bueno no... siempre queda: Podía haber tomado ella la iniciativa
Abrazooo

Tot Barcelona dijo...

¿y si le guñas un ojo?...Prueba¡¡¡ nunca se sabe ¡¡

lunaroja dijo...

Cuántas veces no tenemos esos soliloquios internos donde entramos en esos bucles mentales y que de repente por algún motivo externo,algo nos trae a la realidad y nos damos cuenta de lo más llano y banal.
Tener que levantar pesas de más kilos por ejemplo :)
Me encantan tus relato.
Un saludo.

José A. García dijo...

Gabilante: Ese es el pensamiento del derrotado.

Tot Barcelona: Tal vez el personaje también era bizco ...

Luna Roja: He llegado a considerar que somos seres banales el 99% del tiempo. Aunque no tengo ningún estudios científico respaldatorio de esto...

Saludos,
J.