domingo, 30 de septiembre de 2018

Silencio, por favor


Los discursos de los distinguidos y honorables representantes de la administración pública habían sido más que claros. Todo se había pensado, en la medida de lo posible, para beneficiar a los ancestrales habitantes de las tierras que próximamente comenzarían a ser explotadas. Reconocían sus derechos pues así lo decía la letra muerta de la ley, resultaba políticamente correcto, lo señalaban las campañas de concientización de las redes asociales y sumaba puntos en las estadísticas mirando hacia las próximas elecciones.
            Palabras rimbombantes, promesas vacías que nadie pretendía cumplir, falacias históricas repetidas hasta el hartazgo, insultos al sentido común, con formas de obras que beneficiarían a la comunidad, traerían crecimiento económico a la región y posicionarían al país a la vanguardia en la nueva industria en auge del ecoturismo. Nadie se había preocupado por preguntar si aquello era lo que la comunidad realmente quería, pues todos saben que las comunidades son un resabio del pasado, solamente piensan en sí mismas y se oponen al progreso inevitable; la historia se encargaba de demostrarlo.
            Los bosques a arrasar para construir las rutas, caminos y puentes que conectarían al resto del país con ese territorio ancestral, perdido en la lejanía, tenían poca importancia, aun cuando era por ellos que el ecoturismo tenía cierto sentido. Las dificultades de conexión y la falta de señal de wi-fi se solucionarían a la brevedad, cuando terminara la construcción de los complejos hoteleros con vistas a las montañas y que obstruían cualquier posibilidad de contemplarlas desde cualquier otro punto que no fueran sus propias ventanas pagas. Las imágenes subidas a las redes servirían de promoción más que suficiente que recuperar, en poco tiempo, las inversiones iniciales. El paisaje humano, ordenado, medido, esperable, reemplazaría cualquier atisbo de azar, caos y maravilla de la naturaleza.
            Los primeros en llegar a conocer la zona serían visitantes pagos, influenciadores de la opinión pública y gente sin contacto con la realidad que les rodea más allá de la mediatización de una pantalla del tamaño de la palma de su mano. La falta de preocupación, la felicidad autoexigida, la iluminación artificial y las sonrisas forzadas a toda hora, harían el resto.
            Abundarían los trabajos para la gente contratada directamente en la ciudad, no para los incapaces residentes de zonas tan atrasadas; esos que todo el mundo sabe que desconocen la noción del cumplimiento de un horario, de dar un servicio siempre instantáneo, de ofrecer siempre algo más, y de responder automáticamente de manera positiva como lo exige cualquier contrato laboral. Para ellos quedaba aportar un poco, que no demasiado, de color local buscado por los turistas para sus fotos de temáticas sociales. Así como, tal vez, lograr vender alguna baratija, una artesanía, un souvenir o un recuerdo sin importancia, que en poco afectara la economía de los capitalistas que acaban de descubrir que también de ese lugar inhóspito podrían extraer algo de valor.
            Las partes estaban de acuerdo. A nadie interesó preguntarle a quienes se verían afectados directamente por tan importantes decisiones.
Para ellos quedaba, como tantas otras veces, el silencio.



13 comentarios:

José A. García dijo...

Guardar silencio no significa, necesariamente, no tener nada para decir.

Nos leemos,

J.

Yolanda Gil dijo...

Hola, José A., me he permitido nominar tu blog para el Blogger Recognition Award 2018 como podrás leer en mi blog http://elarcondelasmilcosas.blogspot.com/2018/10/nominada-al-blogger-recognition-award.html
Saludos

gla. dijo...

Está muy excelente tu escrito
Retratando una realidad con letras

Felicitaciones

Un abrazo

Lua Seomun dijo...

Que triste... es una realidad, porque desgraciadamente es algo que pasó, pasa y pasará. Las personas afectadas, nunca se tienen en cuenta cuando hay dinero de por medio. Los hombres de negocios, solo entienden de eso. Y ya no vamos a tener un trocito de montaña, de tierra o de bosque, que no sea privado y bajo pago.

Un beso José, la fotografía habla por si sola.

Cayetano dijo...

La historia que se repite con todos sus pérfidos mecanismos desde tiempos inmemoriales. La palabra es colonización y los bonitos discursos, incluso los más filantrópicos, solo son papel mojado.
Un saludo.

ოᕱᏒᎥꂅ dijo...

sobre política no me pronuncio,
y lo que es innegable es el avance del progreso, aunque no se hasta que punto avanzamos o retrocedemos...
besos

EvaBSanZ dijo...

El silencio que se nos queda a la multitud por la política es de impotencia. Maravillosa narración.

Un beso

BEATRIZ dijo...

De acuerdo, siempre hay algo que decir, pero están las consecuencias de las palabras emitidas y a veces no podemos con su peso.

Buena narración.

Saludos. Nos leemos.

Amapola Azzul dijo...

El silencio como medio de expresión.


Besos.

mariarosa dijo...


¿Quién se beneficiaría con ese nuevo lugar turístico?

Parece un Disneyword local. Todo fantasía para unos pocos.

mariarosa

Frodo dijo...

Tan actual y tan real que asusta mi viejo.
Me pregunto si Natura y todos aquellos que quedan en silencio algún día tendrán su revancha, o solo le queda la estrategia de guerrilla... cada tanto contraatacar

Tal vez ni vos ni yo veamos otra cosa que solo eso.

Buen relato, buena imagen
Abrazo!

José A. García dijo...

Gracias por todos sus comentarios.
Como no me canso de repetir, son lo que hacen interesante este blog.

Saludos y suerte,

J.

Ginebra dijo...

Esto que describes tan bien es lo que los poderes describen como “progreso”, pero a un coste ecològico y humano demencial. Un muy buen post. Felicidades. Saludos