Lo que más me llamó la atención del anuncio fueron
las continuas aclaraciones sobre el estado en el que se encontraba. Como si
fuera extremadamente necesario dejar por sentado que nada malo había sucedido;
que aun cuando los años habían transcurrido, y muchos caminos habían sido
recorridos, lo que verdaderamente importaba seguía imperturbable. El mundo
podría haberse derrumbado una o dos veces en todo este tiempo pero poco
importaba, las cosas podían ser, al menos por el instante que tomaba recorrer cada
una de las palabras del anuncio, iguales.
El
impulso por verlo, por saber en qué porcentaje el anuncio mentía, porque todos
los anuncios mienten de una forma u otra, resultó irrefrenable. Aun sabiendo
que carecía del dinero y que, en verdad, la curiosidad era el único motor que continuaba
funcionando para mí.
Por
eso pasaba los días leyendo los anuncios clasificados, buscando algo por lo que
valiera la pena salir y acariciar, con la mirada, aquello que nunca sería mío,
ni tampoco me interesaba que lo fuera. Algo que me motivara a salir del
quietismo en que me sumiera luego de los últimos fracasos; esos que después de
un tiempo dejamos de numerar, pero nunca de recordar y nos asaltan por sorpresa
cuando pretendemos dormir; esos pensamientos que nos arrastran poco a poco
hacia el insomnio y algunas cosas peores.
Lo
cierto es que nunca me había preocupado por aprender a conducir, el transporte
público, la bicicleta, o mis piernas, siempre me llevarían allí donde quisiera
ir, creía con cierta cuota de ingenuidad aún cuando había sido de ese modo que
desarrollara mi existencia.
Esa tarde, por un leve instante, que
duró lo mismo que un breve suspiro de alivio, deseé haber hecho con mi vida
algo por completo diferente. Algo que no me hubiera llevado a convertirla en
una sucesión de quejas, proyectos inconclusos, ideas grandilocuentemente
abandonadas, y soledades mal disimuladas.
Claro que, para qué negarlo,
resultaba demasiado tarde intentar otra cosa.
Todos sabemos que ese refrán que comienza
diciendo: Nunca es tarde para… y deja
es espacio libre sobre los puntos suspensivos para colocar allí cualquier
acción y/o verbo, es por demás falso. Al contrario, siempre es tarde para algo,
siempre es demasiado tarde para otras cosas, y la verdad es que ya ni importa
para otras.
Caminé hasta el lugar señalado por
el anuncio y allí lo vi.
Flamante como si en verdad recién
acabara de salir de la línea de montaje; reluciente en casi todos sus detalles;
con señales de uso pero apenas perceptibles, como esas arrugas que se marcan en
la comisura de boca cuando olvidamos qué era eso de sonreír; y un dueño
dispuesto a venderlo aguardando sin impaciencia a que apareciera el comprador indicado
que, por supuesto, no era yo.
No hubo necesidad de engaño, supo al
verme que no venía a quitarle de las manos su máximo tesoro, sino que me
contentaría con mirar, desde lejos, algo que se encontraba tan fuera de mi
alcance, por no decir de mi interés, como el sol y la luna.
—Tenía razón con el anuncio —dije
rompiendo el silencio—, es una pinturita.
—Yo nunca miento —respondió sin
mirarme y sonriendo apenas mientras me alejaba.
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Continuación del espacio publicitario:
Debido a las dificultades en la redacción
señaladas en la publicación anterior, así como el hecho de que no se
comprendiera hacia dónde se dirigía la historia, revisé algunas partes de lo
escrito, modifiqué otras, quité frases, etc.
En definitiva, espero que puedan volver a leer
esa historia y comentar al respecto si las dificultades continúan.
Me refiero al texto de la serie Árboles, que se
titula Roble (Aquí).
10 comentarios:
Pensándolo bien, tampoco interesaba tanto...
Saludos,
J.
Muy buen relato! Me encantó el desenlace!
Un abrazo!
hay publicidades de todo tipo, desde el más puro realismo, hasta la estafa más gorda...
y no conduces? espero que sea solo un recurso literario... porque es uno de los grandes placeres.... conducir y la sensación de libertad que da
un beso
Me gusta, es realista y actual.
Un beso J ♡
Se mide la inteligencia de un individuo por la cantidad de incertidumbres que es capaz de soportar
Y como siempre te he traido azúcar de la buena Saludos muchacho
Una joya, nunca taxi. Te venden lo mejor y si lo es...¿por qué lo venden?
Fui una de las que no entendió la entrada anterior, voy a leer de nuevo.
Muy buen semana.
mariarosa
Me ha gustado el relato.
Capta la atención del lector desde el principio y mantiene el interés hasta el final.
Lo has resuelto muy bien.
Saludos.
Un fracasado impecable enmarcado en el contexto justo.
Saludos.
Me ha gustado el relato.
Saludos.
P.D. Ignoro si ya te lo han comentado, cada vez que entro en tu blog a tratar de comentar me aparece una nueva ventana con publicidad de Amazón, he hecho la prueba en dos ordenadores totalmente distintos, por si alguno de ellos no tuviera una buena protección, pero en ambos me ha salido la nueva ventana, cosa que no me ocurre con ningún otro blog.
Luna Roja: Gracias!
Marie: No, no sé conducir, tampoco tengo intenciones se aprender por lo pronto. Son gustos y/o estilos, no lo sé.
Eva: Gracias por la visita.
Recomenzar: Vivimos en un mundo de incertidumbres, tal vez aprender a sobrevivirlas sea la nueva evolución.
María Rosa: La base de la publicidad siempre es la mentira.
Toro Salvaje: Gracias por tus palabras, parece que logré lo que pretendía.
Taty: ¿Y qué no somos algunos de nosotros sino fracasos mal aceptados? Gracias por volver.
Un Jubilado: Es un problema con el servidor y no lo estoy pudiendo solucionar. De todas formas gracias por el aviso y la lectura.
Saludos para tod@s!
J.
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