domingo, 8 de abril de 2018

Una pinturita


Lo que más me llamó la atención del anuncio fueron las continuas aclaraciones sobre el estado en el que se encontraba. Como si fuera extremadamente necesario dejar por sentado que nada malo había sucedido; que aun cuando los años habían transcurrido, y muchos caminos habían sido recorridos, lo que verdaderamente importaba seguía imperturbable. El mundo podría haberse derrumbado una o dos veces en todo este tiempo pero poco importaba, las cosas podían ser, al menos por el instante que tomaba recorrer cada una de las palabras del anuncio, iguales.
            El impulso por verlo, por saber en qué porcentaje el anuncio mentía, porque todos los anuncios mienten de una forma u otra, resultó irrefrenable. Aun sabiendo que carecía del dinero y que, en verdad, la curiosidad era el único motor que continuaba funcionando para mí.
            Por eso pasaba los días leyendo los anuncios clasificados, buscando algo por lo que valiera la pena salir y acariciar, con la mirada, aquello que nunca sería mío, ni tampoco me interesaba que lo fuera. Algo que me motivara a salir del quietismo en que me sumiera luego de los últimos fracasos; esos que después de un tiempo dejamos de numerar, pero nunca de recordar y nos asaltan por sorpresa cuando pretendemos dormir; esos pensamientos que nos arrastran poco a poco hacia el insomnio y algunas cosas peores.
            Lo cierto es que nunca me había preocupado por aprender a conducir, el transporte público, la bicicleta, o mis piernas, siempre me llevarían allí donde quisiera ir, creía con cierta cuota de ingenuidad aún cuando había sido de ese modo que desarrollara mi existencia.
Esa tarde, por un leve instante, que duró lo mismo que un breve suspiro de alivio, deseé haber hecho con mi vida algo por completo diferente. Algo que no me hubiera llevado a convertirla en una sucesión de quejas, proyectos inconclusos, ideas grandilocuentemente abandonadas, y soledades mal disimuladas.
Claro que, para qué negarlo, resultaba demasiado tarde intentar otra cosa.
Todos sabemos que ese refrán que comienza diciendo: Nunca es tarde para… y deja es espacio libre sobre los puntos suspensivos para colocar allí cualquier acción y/o verbo, es por demás falso. Al contrario, siempre es tarde para algo, siempre es demasiado tarde para otras cosas, y la verdad es que ya ni importa para otras.
Caminé hasta el lugar señalado por el anuncio y allí lo vi.
Flamante como si en verdad recién acabara de salir de la línea de montaje; reluciente en casi todos sus detalles; con señales de uso pero apenas perceptibles, como esas arrugas que se marcan en la comisura de boca cuando olvidamos qué era eso de sonreír; y un dueño dispuesto a venderlo aguardando sin impaciencia a que apareciera el comprador indicado que, por supuesto, no era yo.
No hubo necesidad de engaño, supo al verme que no venía a quitarle de las manos su máximo tesoro, sino que me contentaría con mirar, desde lejos, algo que se encontraba tan fuera de mi alcance, por no decir de mi interés, como el sol y la luna.
—Tenía razón con el anuncio —dije rompiendo el silencio—, es una pinturita.
—Yo nunca miento —respondió sin mirarme y sonriendo apenas mientras me alejaba.


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Continuación del espacio publicitario:
Debido a las dificultades en la redacción señaladas en la publicación anterior, así como el hecho de que no se comprendiera hacia dónde se dirigía la historia, revisé algunas partes de lo escrito, modifiqué otras, quité frases, etc.
En definitiva, espero que puedan volver a leer esa historia y comentar al respecto si las dificultades continúan.
Me refiero al texto de la serie Árboles, que se titula Roble (Aquí).

10 comentarios:

José A. García dijo...

Pensándolo bien, tampoco interesaba tanto...

Saludos,

J.

lunaroja dijo...

Muy buen relato! Me encantó el desenlace!
Un abrazo!

ოᕱᏒᎥꂅ dijo...

hay publicidades de todo tipo, desde el más puro realismo, hasta la estafa más gorda...
y no conduces? espero que sea solo un recurso literario... porque es uno de los grandes placeres.... conducir y la sensación de libertad que da
un beso

EvaBSanZ dijo...

Me gusta, es realista y actual.

Un beso J ♡

Recomenzar dijo...

Se mide la inteligencia de un individuo por la cantidad de incertidumbres que es capaz de soportar
Y como siempre te he traido azúcar de la buena Saludos muchacho

mariarosa dijo...

Una joya, nunca taxi. Te venden lo mejor y si lo es...¿por qué lo venden?

Fui una de las que no entendió la entrada anterior, voy a leer de nuevo.

Muy buen semana.

mariarosa

TORO SALVAJE dijo...

Me ha gustado el relato.
Capta la atención del lector desde el principio y mantiene el interés hasta el final.
Lo has resuelto muy bien.

Saludos.

taty dijo...

Un fracasado impecable enmarcado en el contexto justo.

Saludos.

unjubilado dijo...

Me ha gustado el relato.
Saludos.

P.D. Ignoro si ya te lo han comentado, cada vez que entro en tu blog a tratar de comentar me aparece una nueva ventana con publicidad de Amazón, he hecho la prueba en dos ordenadores totalmente distintos, por si alguno de ellos no tuviera una buena protección, pero en ambos me ha salido la nueva ventana, cosa que no me ocurre con ningún otro blog.

José A. García dijo...

Luna Roja: Gracias!

Marie: No, no sé conducir, tampoco tengo intenciones se aprender por lo pronto. Son gustos y/o estilos, no lo sé.

Eva: Gracias por la visita.

Recomenzar: Vivimos en un mundo de incertidumbres, tal vez aprender a sobrevivirlas sea la nueva evolución.

María Rosa: La base de la publicidad siempre es la mentira.

Toro Salvaje: Gracias por tus palabras, parece que logré lo que pretendía.

Taty: ¿Y qué no somos algunos de nosotros sino fracasos mal aceptados? Gracias por volver.

Un Jubilado: Es un problema con el servidor y no lo estoy pudiendo solucionar. De todas formas gracias por el aviso y la lectura.


Saludos para tod@s!

J.