sábado, 24 de mayo de 2025

Ni tampoco hace falta

―Contame, no te quedes en silencio.
    Su voz, cansada, vieja, de hombre abatido por cuanto ha vivido, me llegó desde abajo. Miré y lo encontré, como ya sabía, junto al tronco del árbol. Una mano apoyada en él, para saber dónde estaba, la otra cerrada sobre su pecho, donde se supone que se encuentra el corazón.
    ―Falta poco ―dije. Moví algunas ramas para que pareciera que aún seguía subiendo, aunque me quedé en la misma horquilla de siempre. Esperé un poco antes de avisarle que ya estaba listo.
    ―Bueno, dale ―La ansiedad mayor que antes ―. Contame.
    ―Del otro lado del paredón el sol cae justo sobre la fuente, casi es la hora.
    ―Sí, claro, cuando cae el sol.
    ―La puerta de la casona está abierta, de seguro para que la brisa de la tarde refresque el interior. Las chicas ya están afuera.
    ―Qué bien, pero qué pena no solo no poder verlas, sino tampoco llegar a oírlas.
    No le respondo, continúo con la descripción.
    ―Una de ellas lleva la mesa plegable, otra lleva dos sillas. La tercera una bandeja con algo de comida. Las más pequeñas, las gemelas, ríen y caminan como bailando un poco más atrás.
    ―Las pequeñas ―repitió él allá abajo―. ¿Cómo van?
    ―Desnudas ―dije―, todas. Hay mucho sol y solo tienen una tela anudada en la cintura. Sonríen de alegría con sus pechos apuntando hacia el cielo.
    ―Ah, sí, como debe hacerse siempre…
    ―Juegan entre ellas.
    ―¿Cómo? ¿Ya están dentro del agua? ¿Tan pronto?
    ―Sí ―dije dándome cuenta de mi error―, pero no todas, solo las pequeñas. Las otras miran como si hicieran algo incorrecto, aunque no parecen enojadas, tal vez un poco sorprendidas.
    ―Claro, porque primero tienen que comer ―el viejo apoyó la frente contra el tronco del árbol y canturreó una melodía sin palabras que solo él conocía o recordaba.
    ―Acomodan las sillas y la mesa para dejar la fuente de la comida sobre ella. Ya se han sentado.
    ―Pero solo hay dos sillas.
    ―Las otras están sobre la hierba, extienden las telas que llevan en la cintura para eso.
    ―¡Desnudas por fin! ―su tono ya no es el de alguien que sonríe, era más profundo, como si pensara en algo oculto.
    ―Casi todas lo están. Ahora danzan ―continué sabiendo lo que el viejo quería escuchar―. Se toman de las manos formando una ronda y giran. Sus cabellos quedan libres a la brisa. El sol juega sobre sus cuerpos.
    ―Oh…
    ―Una de ellas acaba de caerse. Sus piernas se enredan y otra más cae sobre ella. A la que cayó primero la levantan entre las otras cuatro, la llevan hacia la fuente.
    ―Sí… oh, sí ―suspiró el viejo.
    ―La arrojan al centro del agua. No parece haber mucha agua porque queda allí sentada y el agua apenas la cubre hasta el pecho.
    ―¿Al centro? Pero allí… allí…
    ―Lo sé. Ellas lo saben también, porque se alejan rápido dejando sola a la que cayó al agua.
    ―No quiero seguir escuchando ―dijo el viejo separándose del árbol―, ya no.
    Demoré en bajar para que creyera que había subido tan alto como las primeras veces. Cuando llegué al suelo le toqué el brazo y comenzamos a caminar de regreso al pueblo.
    ―Estará bien ―dice. Asiento sabiendo que no podrá verme―. Es una suerte que ese paredón siga en su lugar. De lo contrario…
    ―Sí ―lo interrumpo―, es una suerte.
    No le digo que volteamos ese paredón hace años, que incendiamos la casona, que asesinamos a la mujer y a sus hijas, y que usamos sus cuerpos para por fin segar esa maldita fuente. No le digo que solamente el árbol que él solía usar para espiarlas antes de que la ceguera lo atacara continúa en pie. No le cuento nada de todo esto porque si nunca podrá verlo, ni tampoco hace falta que lo sepa.

28 comentarios:

José A. García dijo...

Además que de seguro ya lo sabía, pero prefería seguir creyendo lo contrario...

Saludos,
J.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

El narrador resultó bien siniestro.
Aunque evitó contarle algo que no necesitaba ni deseaba saber.
Saludos, colega demiurgo

J.P. Alexander dijo...

Me gusto tu relato me dejo con la intriga. Te mando un beso.

José A. García dijo...

Demiurgo: Todo narrador tiene algo de siniestro al fin de cuentas...

J. P. Alexander: Qué bueno que te gustó. Gracias.

Saludos,
J.

gla. dijo...

Siniestro si
Un poco menos cruel, después de todo
Me gustó
Abrazos

Tot Barcelona dijo...

Desde luego es intrigante ¡
Salut ¡

Gabiliante dijo...

O sea que es verdad que de hacer "eso" se queda uno ciego.
El material que usaron para cegar la fuente... no sé, no sé.
Anrszooo

lunaroja dijo...

Tremendo relatazo, no imaginaba ese final...pensé que quizás fuera un anciano demente, y el otro el que lo cuida. Pero no. Resultó ser todo más oscuro.
Brutal.
Un abrazo

Coŋejo pestilente dijo...

Carajo, en serio ¿de dónde saca tanta creatividad para escribir estas cosas?. Jamás, ni porque vovliera a nacer, podría escribir algo ni remotamente parecido a lo que usted publica, uf 10/10 .
Estos textos se sienten, sin llegar a la pretención literaria, es imperativo leerlas y el autor es buenísima onda y no muy gay.
Conejo crítico de arte.

Jose Casagrande dijo...

¿que sera aquello que no sabemos, pero nos lo cuentan de un modo especial a fin de no "incomodarnos"?

Guillermo Castillo dijo...

En el vasto campo de la narración, la intriga hay que saberla causar.: hasta las oscuras razones para asesinar sin expresarlas. Renovado saludo.

Joaquín Rodríguez dijo...

Me ha recordado algo a los misterios cósmicos de Lovecraft, algoq ue se intuye pero de tana terrador vale la pena mirar a otro lado y hacer como si no..... (silencio) Gran relato, sabes crear atmósferas inquietantes y a la vez cotidianas

Chafardero dijo...

Sí, me temo que el ciego sabía la verdad, pero a veces es mejor engañarse
Buen relato

Beauséant dijo...

qué extraños me resultan los asesinos con conciencia, ¿qué buscan?, la expiación??
El viejo lo sabe, claro que lo sabe, pero prefiere fingir que no.,. o quizás sólo quiera hacer pagar una penitencia.

Un gran relato, gracias

Anónimo dijo...

¿Acaso no hacemos lo mismo cuando se puede? arreglar un poco la realidad con tonos parecidos a los deseos más profundos, es comprensible.

Muy buena narrativa, José A.

Saludos,

Buscador dijo...

El fín se acercaba y el lo sabía. La maldición del destino se volvería a cumplir pues a cambio de la sabiduría, llegado un momento, debía de ofrecer su vida pero antes de todo eso, cuando era aún joven, tenía que matar y dar sus ojos para satisfacer al demonio...
El ciego tenía luz en su corazón. Tropezaba con todos los obstáculos y hasta se caía al suelo pero, su corazón tenía luz propia....Con mirada ciega, el horizonte de su corazón era inalcanzable y tan bello, que de su boca tan solo tan solo afloraba la poesía.
Alguien quiso saber de el para imitarlo. Jamás tropezaba y su vista era de águila pero su corazón se hería continuamente con padecimientos. Ansiaba tener la felicidad del ciego pero no encontraba respuestas. La envidia le corroía el alma pero, ¿cómo podía tener el Don de la poesía si para todo el mundo era la perfección de no tropezar con nada del mundo exterior?...Cansado de dar vueltas y mas vueltas decidió acabar con el ciego porque su ejemplo ya le molestaba...y satanás acudió a una nueva cita.
Lo enpujó al borde de un precipicio rocoso y el ciego murió asesinado. A partir de ese momento, las noches se llenaban de fantasmas y no podía dormir. El fantasma de la conciencia le carcomía el corazón y el de la locura le acechaba en cada rincón de su pensar...Se arrancó los ojos creyendo que así no tenía alucinaciones pero aquellas imágenes que se repetían y se repetían, jamás cesaban. De todos estos y más padecimientos, un día de sinceridad para sus adentros pudo tocar la bondad de su corazón. Jamás se separó de el y fué tal su visión interior, que tropezaba con todas las cosas que antes no tropezaba....

Llegó a ser sabio y viejo en edad pues de su boca tan sólo afloraba la poesía hasta que alguien, quiso ser como él sin saber como. El pasado le volvió a visitar arrastrando una pesada cadena cuando de un golpe de envidia, la historia se repitió y a ese alguien, el destino le volvería a pasar la misma factura...

El demonio acudió a otra cita...

Cabrónidas dijo...

Ninguna falta. Hay cosas que una vez hechas no se pueden deshacer.

Etienne dijo...

Me intriga saber lo que a la gente del pueblo perturbaba... Si el poder que esa fuente tiene (por más que no esté activa), si la desnudez de esas mujeres, si la libertad con que vivían...
Cualquiera de esas son causales de asesinato por parte de gente obtusa. Gran relato!

Nuria de Espinosa dijo...

Hola José. Al principio parece una escena nostálgica, donde alguien le describe a un viejo ciego lo que ocurre del otro lado de un paredón. Pero poco a poco se va sintiendo algo raro, inquietante. El final es un golpe durísimo: todo lo que el viejo cree ver es mentira, un recuerdo manipulado para protegerlo de una verdad horrible. Me gustó cómo juegas con la sensibilidad y lo siniestro sin que se note de entrada.
Un abrazo

Maia dijo...

Inclinarse a creer para evitar enfrentar la realidad.
Un asesino compasivo...
Saludos, J.

Manuela Fernández dijo...

A la conciencia le pasa como a la energía, que no se destruye, se transforma.
SAludos.

carlos perrotti dijo...

Los narradores siempre nos vuelven a los cómplices ciegos lectores al lugar de sus crímenes...
Abrazo. Excelente!!

SÓLO EL AMOR ES REAL dijo...

Cruel, crudo, pero hermoso

Paz

Isaac

Alí Reyes dijo...

Muy triste...de verdad

Laura Vicente dijo...

Muy buen texto, te va encogiendo el ánimo conforme lo lees. Aunque suelo ser partidaria de conocer lo que ocurre, a veces, dan ganas de mantenerse en la ignorancia (pero solo a veces).
Saludos.

mariarosa dijo...

Un asesino con sentimiento de piedad hacía el pobre ciego. Muy buen relato José.
Abrazo.

Frodo dijo...

Nosotros como lectores íbamos revoleando bastonazos en nuestra oscuridad.
Sobre el final se iluminó la cosa, o se oscureció aún más.

Abrazos, mein herr J

Carlos augusto pereyra martinez dijo...

Yo creo que sí lo sabía. Pero como estaba ciego llevaba la idea de que la muchachas persistan en sus desnudos para ellos, sus voyeristas. Un abrazo
.Carlos