Capítulo 24 – Del adiós
Una fuerza imposible de negar, que los atraía
sin posibilidad de hacer nada, llevaba a los sobres de aderezo caducados en un
antiguo mes de abril, y en un olvidado mes de octubre, hacia un sector del
cosmos donde estrella alguna brillaba, donde el movimiento parecía ser cada vez
más lento pero más extenso; y, ellos, sólo podían esperar.
—Se
hace más fuerte por momentos —dijo el ketchup de abril.
—Y
más débil al siguiente, lo sé —respondió el otro sobre de aderezo.
—Nos
acercamos a algo inmenso, algo que no responde a nuestra realidad ni a nuestro
tamaño.
—Nada
de lo que hagamos ahora evitará que caigamos en él —dijo el ketchup de octubre
resignado y amargado como un tomate rancio—, aunque nunca hemos podido hacer
mucho, claro.
—¿Caer
en él? ¿Sabes hacia dónde nos dirigimos? —preguntó el ketchup de abril.
—Es
un agujero negro, el gran misterio del cosmos, donde el tiempo se condensa y el
pasado, el presento o el futuro confluyen en un mismo punto. Hacia allí nos
dirigimos.
—¿Estás
seguro? —preguntó el ketchup de abril con un dejo de tristeza en el tono.
—¿Sientes
como cada vez nos atrae con mayor intensidad? —preguntó el ketchup de octubre.
—Lo
percibo sobre mi envoltorio.
—Por
eso mismo, estoy seguro. Una vez dentro, nadie sabe lo que puede suceder. Tal
vez vayamos a morir, o a renacer, o a ser otro tipo de seres, en otra realidad.
—Ojalá
no nos condenen a ser humanos —dijo el ketchup de abril con verdadera
preocupación en su voz.
—No
lo sabremos hasta que no hayamos pasado por él; pero, creo, que el que tú
mencionas es un castigo demasiado cruel. Como sea, no creo que del otro lado
continuemos juntos —respondió el ketchup de octubre, ¿era pena lo que se oía en
su voz?
—Entonces
esto es una suerte de despedida —dijo el ketchup de abril.
—Quizá
para siempre, quizá por más tiempo —dijo el ketchup de octubre.
—Buena
suerte —dijo el ketchup de abril que apenas oía las palabras del otro sobre de
aderezo caducado ahora que la separación entre ellos crecía en distancia tanto
física como temporal.
—Buena
suerte para ti también —creyó responder el sobre de aderezo de octubre sin
tener la certeza de haber sido escuchado o, siquiera, de haber pronunciado
dichas palabras.
La
fuerza de atracción creció, el tiempo se concentró sobre ellos, fueron aderezo
y fueron tomates. Fueron planta y fueron semilla. Fueron la potencia de una
nueva vida y un sobre de plástico que los contenía. Fueron todo eso y más,
porque nadie, salvo ellos, sabe qué es lo que se encuentra del otro lado de un
agujero negro. Nadie.
3 comentarios:
Y tal vez en el horizonte de sucesos se transformaron en información.
Es lo poco que he podido entender de los agujeros negros. Cada vez entiendo menos de la nuevas teorías científicas.
Saludos, colega demiurgo.
Qué bueno ese volver atrás, aunque no sería lo mismo que renacer en realidad.
Estaría bien que la muerte fuera algo así.
¿Y ya está? ¿Ya no me contarán otro día sus divagaciones? ¿O están de camino a ninguna parte?
Oh.
No sé si dejarte el café, me quedé apenada, jajajaa.
Un beso y tu cafelito.
Sepa la bola que habrá del otro lado, ningún sobre ha regresado para contarlo.
Un saludo
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