En la luna vive un niño, sin madre ni padre,
sin hogar. Ignoro cómo logra sobrevivir en esas alturas inconmensurables, en
medio de tanto frío y dolor. Así como ignoro por qué soy la única persona que
lo ve. Me llaman loco. Me dicen desquiciado. Me creen artista. Me suponen fabulador.
Me señalan como soñador. Pero, sin dudas, el peor de epítetos que han usado
conmigo, fue decirme mentiroso.
Pero
no miento. El niño de la luna existe. El que sólo pueda verse cuando la luna se
acerca a su fase de plenilunio, así como algunos días antes y algunos días
después, no lo vuelve menos real.
Imposible
ver algo en la luna nueva que no muestra su rostro en el cielo; eso lo sabe
hasta el más crédulo de los tontos.
Lo
veo jugar entre las rocas grises y azules que simulan ser agua y edificios
bajos, mal construidos, como castillos de arena que se desmoronan con el menor
viento. No se fija en esos detalles, el niño de la luna parece siempre ser
feliz retozando solo en su inmenso dominio, ignorando, quizás, el hecho de que
yo, y tal vez otros como yo, podamos verlo. Tal vez, no le importe.
Ansío
que llegue la noche, cada día lo vivo como un infinito prólogo a ese nuevo
capítulo que me deslumbra. El niño de la luna crece poco a poco mientras yo
envejezco sin darme cuenta, sin poder detenerlo.
Ha
de ser terrible su soledad en esas infranqueables alturas; yo sólo debo mover
un poco mi cuello y mirar hacia los lados para encontrarme con otros hombres
grises. Él no puede hacer nada como esto, expuesto en su desnudez y su
inocencia de hombre que alcanza su primera juventud.
Jamás
se construyó un techo bajo el cual ocultarse, jamás cubrió su cuerpo, al que
nunca vi que ejercitara y, sin embargo, lo mantiene en perfecta forma.
Jamás
lo vi alimentarse, aunque no sé qué hará durante el día, cuando nadie lo ve.
Lo
más terrible, lo que más me molesta en estos días, que quizá sean los últimos
de mi peregrinar, es nunca haber visto si, en el otro lado de la luna, existen
otros como él; así como nunca supe si más allá de las murallas del jardín de la
clínica, existen otros como yo.
Aunque
dudo que, más allá de los muros, exista, realmente, algo.
7 comentarios:
El niño de la Luna, algún día, se transformará en el Hombre de la Luna.
Esperemos a ver qué ocurre entonces...
Saludos
J.
Los selenitas que nos sueñan tienen pesadillas...
Salud.
quedate siempre de éste lado del muro, estarás protegido....los del otro lado ven cosas mas peligrosas.
Si existe, tal vez no esté solo. Tal vez el narrador no ve a quienes lo acompañan.
Y algo puede verse sin existir. Las constelaciones no existen, aunque pueden servir como guía.
¡Muy bueno! Me dio una sensación muy linda al leerlo, como quien, aunque encerrado, puede ver un poquito de luz y ansía la libertad más que nadie.
No es una interpretación lineal, pero es lo que se me vino a la mente mientras leía.
Abrazo lunar!
Me recordó al Principito y a la canción hijo de la luna de la banda española Mecano
Gracias a tod@s por sus comentarios. La verdad, empezaba a dudar de que alguien siguiera leyendo por aquí...
Saludos
J.
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