sábado, 14 de diciembre de 2024

Gritar

Llevaba un largo rato ya, al menos varios minutos, escuchando esos gritos sin saber lo que podrían significar, si tenían algún sentido o si estaban dirigidos a alguien en particular. Tan abstraído en su interior, tan “disociado”, como está de moda decirlo en estos días, le era imposible asumir que podían estar dirigidos a él, además, no conocía a nadie que pudiera recurrir para llamar su atención a algo semejante, a gritos desaforados y por completo fuera de lugar. Él siempre tan circunspecto, tan cauto, receloso y silencioso, nunca se asociaría, ni siquiera momentáneamente con un alguien tan escandaloso.
    La insistencia, la continuidad de los gritos lo arrancaron de su ensimismamiento. Regresó de las oscuras cavernas de su pensamiento, donde parecía reflexionar y pensar en los problemas que lo aquejaban o en la búsqueda de soluciones para los defectos de la humanidad, pero que en realidad era un lugar vacío en el que podía “apagar” cualquier sonido proveniente de su interior. Regresó y miró sin reconocer el lugar, la imagen que lo recibió al abrir los ojos chocó contra la que guardaba en la memoria. La sorpresa sería mayor si fuera la primera vez que sucediera algo semejante. Aunque tampoco era algo de todos los días, o de día por medio, sino algo que le ocurría cada tanto, sin que hubiera un tiempo determinado a partir del cual saber que esto podría suceder; pero no había forma, no había motivos, pasaba y tenía que vivir con ello.
    Ya vuelto en sí miró a los lados buscando el origen de los gritos, que no se habían detenido, para asegurarse si se dirigían a él o no. Eran varias voces que llegaban desde múltiples direcciones; solo al asomarse por la ventana, que daba a un pequeño balcón, pudo ver las manos alzadas, los dedos que lo señalaban, las expresiones cercanas al terror, el miedo y la desesperación. Sintió la angustia y otras emociones que no sabría descifrar aunque las sentía en su propio cuerpo como un dolor sin un origen pero también si un final. Un dolor que se posa sobre nuestros cuerpos y late al ritmo del corazón, como un constante recordatorio de que allí está.
    Miró, los miró a todos, tampoco eran tantos, aunque los rostros deformados suelen ser más difíciles de reconocer. Los miró buscando algo que explicara porqué lo miraban a él de esa forma, qué gritaban, qué señalaban. Miró sin entender. Se sabía fuera de lugar, lo que no entendía era porqué lo estaba, cómo corregirlo, cómo volver a estar en su centro, cómo regresar al vacío, al silencio.
    Continuaban gritando y señalándolo, por lo que hizo lo único que se le ocurrió en ese momento. Inspiró llenándose de aire y también él comenzó a gritar antes de señalar a quien tenía más cerca. Lo vio caer, desmoronarse exánime. Siguió gritando, miró y señaló a otro de los que le señalaban, también se desmoronó. Sin dejar de gritar continuó señalando a quienes lo rodeaban, ahora con las dos manos, viendo caer al doble de ellos retorciéndose en el suelo hasta acabar secándose cual pasas de uva. Cada uno de los que caían era una voz menos que le gritaba, porque aunque no entendía cómo sucedía, continuaría haciéndolo hasta acallar todas y cada una de esas voces, hasta que solo quedara un único grito, el suyo y solamente el suyo, o moriría en el intento, pero sin dejar de gritar.

28 comentarios:

José A. García dijo...

El silencio es un bien escaso y extremamente necesario, sin lugar a dudas.

Saludos,
J.

J.P. Alexander dijo...

Me encanto tu relato. Sientes la desesperación del protagonista. Te mando un beso.

José A. García dijo...

Como para no desesperarse con tanto grito.

Gracias por el comentario.

Suerte!
J.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Y que el personaje no llegue a comprender lo que pasa aumenta lo exasperante de su situación.
Saludos.

Guillermo Castillo dijo...

"¿Sabes qué se hace cuando no se puede más? Se cambia", dijo Alberto Moravia. Saludos.

Coŋejo pestilente dijo...

No.

Gabiliante dijo...

Acabo de ver un video en que usaban las pasas como termino de comparación ( esta vez con un gato sphynx), y ayer un relato de uno que no para de escuchar gritos.La finalidad esta clara y el medio, supongo que llevaba una pistola en cada mano ( con silenciador , por supuesto).
Abrazooo

Dyhego dijo...

José:
igual pasa en esas tertulias de gente tan inteligente que ponen por la tele, el que más grita es el que gana...
Salu2.

Sara O. Durán dijo...

Un delirio realmente angustiante.
Saludos.

carlos perrotti dijo...

El silencio es eso que nadie puede callar...
Abrazos!!

Beauséant dijo...

Las personas deseamos ser masas, disolvernos en el anonimato, no pensar dejarse llevar, si toca gritar, gritemos como el que más...

Fackel dijo...

Combate contra el grito de otros, y al final resulta que el propio grito pudo acabar con él.

Participo de la opinión de Beauséant, esa comodidad de delegar nos va a matar, somos ciegos.

BEATRIZ dijo...

Sobre todo en estas fechas festivas hay tantas voces para desmoronar, o desmoronarse.
Buen relato.

Saludos y buen inicio de semana, José A.

Buscador dijo...

Cada grito nace y pienso que el mayor de los gritos nos lo tragamos en el silencio. El dolor es traicionero en un desahogo que muchas veces se hace en silencio. Pienso que si pudiéramos gritar tantas cosas que callamos, sería como dejar caer un inmenso peso que siempre nos persigue sin una solución...Somos testigos en primera fila del dolor que callamos. Todo ello crea una guerra que muchas veces cambia el rumbo de nuestra forma de ser y he visto cosas que sin recibirlas directamente, he aprendido de ese dolor que alguien recibe y calla para sus adentros. Me siento frágil; expuesto al grito de la angustia que no cesa y expuesto también al silencio mas canalla. Hay quien grita lanzando al aire un peso porque no lo aguanta y hay quien nunca grita hasta erizarme la piel. Las aceras están llenas de gritos que pesan como cadenas. Unos las arrastran por pura maldad en su condena y los mas inocentes, por pura humildad...Mientras, el grito te engulle muchas veces sin saber su origen y otras, por callarlo, callas...

J. S. Vila dijo...

La verdad es que es un relato extraordinario, y sobrecogedor a la vez. Lleva al lector a un punto de sobrecogimiento intenso. Conseguir escribir así, y captar tan intensamente la atención del lector es fantástico.

Alís dijo...

Transmites muy bien cómo se siente el protagonista. Pude sentir su agobio, su incomprensión, su pánico... el pánico nos abstrae de nosotros mismos y desde él somos capaces de hacer, por puro instinto, cosas que no haríamos estando plenamente conscientes.
Y en una situación de o ellos o yo, el que toma el mando es el instinto de supervivencia.

Estoy de acuerdo en que el silencio es un bien escaso y extremadamente necesario. Por eso soy noctámbula impenitente.

Besos

Irene F. Garza dijo...

Hola, José.
Hay personas que disfrutan navegando en el conflicto, algo que nunca podré entender. Solo de pensar en mantener una relación que sea tan insana me provoca rechazo automático.
Has creado una ambientación estupenda, transmite justamente ese malestar, te vienen ganas de decir: amigo huye.
Un fuerte abrazo.

lichazul dijo...

La mente cuando grita, delirios y espasmos , todo un derroche de energía
Buena semana👍😊

Cabrónidas dijo...

El que grita está expresando una opinión, pero el que se decide por el silencio también. Me pregunto ahora mismo si el que calla de verdad otorga, o solo está haciendo gala de la mayor muestra posible de indiferencia.

Jose Casagrande dijo...

Si, pensamos UNA sola cosa cada vez.... (al menos yo), asi que supongo
antes de que un pensamiento se haga "manifiesto",
ha competido con otros hasta quedar como unico en la carrera.

Etienne dijo...

Me pareció injusto que él fuera el único que al señalar pudiera apagar el grito ajeno, tal vez sea la estrella de algún video juego con vidas infinitas o pelicula de apocalipsis en secuelas.
Así y todo, me ensordeció el griterío, me entorpece el proceso de pensar, pude ponerme en su lugar y también empecé a señalar a todos, quiero que se callen!

gla. dijo...

Desde un punto de vista diferente, los gritos provienen de él mismo
A medida que los va reconociendo, los calla para siempre
Al final queda un solo grito, él está solo.
Abrazos

Carlos augusto pereyra martinez dijo...

Lo del grito me hace traer a la memoria a los que son masa, y no saben por qué gritan. Un abrazo. Carlos

DULCINEA DEL ATLANTICO dijo...

Lo de gritar es algo que desespera y conduce a la falta de seguridad y de ahí al silencio solo hay paso.
Buen relato Jose A. Saludos
Puri

SÓLO EL AMOR ES REAL dijo...

Un escrito circular y extraño que me ha gustado bastante

Paz

Isaac

Frodo dijo...

Hoy el silencio debería valer en las casas de cambio más que el oro o que el dinar kuwaití.

Abrazos, herr J
Que andes bien por estas fechas

Nuria de Espinosa dijo...

Uff, tanto griterío me ha enmudecido. Qué agobiante dolor de cabeza. 😊 Un abrazo y feliz Navidad

Lucy Feя dijo...

Parece ser que una tendencia humana de la que poco se habla es en destacar a través de crímenes: Cuanto más horrendo, mayor la recompensa. En una película un personaje decía: "Matas dos tipos y te dicen asesino, matas dos millones y te llaman héroe". Al desollar la tortuga y al inmolarse haciéndolo, estamos evocando ese amor humano a los grandes criminales. ¿Efecto Mandela? Sí, Mandela mato a varios con una bomba. Matar la tortuga sería, pues la manera de llegar a ser Presidente de aquel país.