domingo, 22 de diciembre de 2024

La tortuga

La vi masticar bajo el sol de la tarde con suma tranquilidad, casi que con parsimonia, algo que le diera su cuidador; un pepino tal vez, u otra cosa que no se distinguía a la distancia. La tortuga movía apenas el cuello hacia abajo y hacia arriba con cada mordisco, al masticar y al tragar. El vidrio tenía restos de tierra, salpicaduras de las últimas lluvias sin dudas, de ese lado, los cuidadores no atendían a esos detalles, solo el quelonio les importaba, por lo que el vidrio era algo más de lo que no hacer caso. Por eso, y por mi miopía, no estaba seguro de que era lo que masticaba la tortuga; no es que fuera algo relevante, incluso me daba igual, era apenas un detalle. Tampoco sabía si ella podía verme del otro lado de ese vidrio mirándola, masticar con toda la paz de su naturaleza, aquella cosa verde que alguien dejara junto a su cabeza junto a un cuenco que sin dudas contendría agua.
    Había otras personas de este lado del vidrio, pasaban, leían los carteles informativos, miraban un rato al animal, intentaban sacar una fotografía, desistían de pretender entender lo que veían y continuaban su recorrido. Solo yo permanecía mirando, analizando cada gesto, cada lento movimiento de la tortuga. No estaba seguro aún de si lo haría o si continuaría caminando hacia un costado siguiendo el recorrido, mi decisión flaqueaba y no podía demorar mucho más en llegar a una resolución. Tenía que ser en ese momento, con el pasillo despejado casi por completo, o ya no sería.
    Con rápidos y ensayados movimientos saqué de mi morral el martillo neumático a batería y rompí el vidrio templado que separaba a los visitantes de los animales. La alarma comenzó a sonar de inmediato, tenía solo unos segundos para llegar hasta la tortuga y romperle la cabeza, partir su caparazón, embadurnarme con su sangre, sus órganos, sus huesos y gritar de placer, luego llegarían los guardias.
    Corrí escuchando que el vidrio seguía rompiéndose y cayendo junto con los gritos de las pocas personas cercanas, sentí la sangre en mi mano, algunas astillas se habían clavado en mi palma. Corrí sin detenerme ni soltar el martillo neumático.
    Los pocos metros que me separaban de la tortuga se consumieron rápidamente, en mi urgencia no entendía cómo era posible que al acercarme no aumentara su tamaño ni diera muestra alguna de sorpresa cuando ya debía de haberme visto, o al menos oído.
    Mi cabeza sonó como un gong cuando chocó contra algo que no esperaba encontrar mientras corría inclinado hacia adelante para reducir la resistencia del viento y dejar menos de mi cuerpo expuesto a posibles disparos. Como lo único que veía era a la maldita tortuga, el golpe fue sorpresivo, inesperado y sumamente violento y repercutió en todo mi cuerpo.
    Caí hacia atrás y un poco de costado, solté el martillo y me llevé las manos a la cabeza, luego extendí una de ellas hacia adelante y toqué aquello contra lo que acababa de chocar: otro vidrio. Una nueva barrera, de la que nada sabía, se erigía separándome de mi víctima. Aunque bien mirado, ese vidrio era una gigantesca pantalla, por lo que la tortuga estaría en algún otro lugar, lejano o cercano, oculta y fuera de mi alcance.
    Cerré los puños y golpeé la pantalla sintiendo que la desolación me inundaba.
    Los pasos de los guardias se acercaron a mi espalda, las pesadas botas aplastaban la tierra acercándose. Puede verlos reflejados en la pantalla, traían sus armas desenfundadas, preparadas, como lo había previsto. No me resistí, no podía ni tenía nada con qué hacerlo. Sabía que el castigo por atacar a cualquiera de los animales del refugio era la ejecución sumaria, eso formaba parte de mis planes al igual que todo lo demás, bueno, casi todo, ya que no contaba con la existencia de esta pantalla.

¿Qué estás mirando?

25 comentarios:

José A. García dijo...

El odio puede tomar múltiples formas, más cuando implica a otros seres vivos.

Saludos,
J.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Diría que no era el primero que intentaba hacerlo. O que en ese contexto, las tortugas escaseaban.
Saludos, colega demiurgo.

Gabiliante dijo...

Seguro que hace siglos que las tortugas se extinguieron.
Hace poco vi un documental que explicaba que en la edad media, por el centro de Europa se extendió la costumbre de que cuando una mujer ( hablaban siempre de mujeres, no sé pprque) quería suicidarse, para evitar el infierno mataba a un niño. Como los niños son inocentes irían al cielo. A ella la ejecutaría la justicia, y ya no es suicidio. Todos contentos. Un win-win.
AbrZooo

José A. García dijo...

Demiurgo: diría ambas cosas.

Gabilante: Es una excelente forma de salirse con la suya. Habría que recuperar más tradiciones medievales...

Saludos!
J.

lunaroja dijo...

Tremendo relato Jose, una realidad distópica que a veces no suena demasiado lejana.
Saludos.,

Beauséant dijo...

Creo que lo entendiste mal, las tortugas son capaces de generar campos de fuerza y manipular las simples mentes humanas. Ellas son las que gobiernan el mundo y han esclavizado a la humanidad. ¿lo que comía la tortuga?, supongo que sería el brazo de algún niño, es su plato favorito.

J.P. Alexander dijo...

Pobre tortuga. No le hizo nada. Te deseo una feliz navidad para ti y tu familia. Te mando un beso.

J. S. Vila dijo...

Bueno el relato es virtuoso tanto en su guión, como en su desarrollo, y en su desenlace. Aunque yo concretamente, no acabo de entender el porqué de la intención lesiva del protagonista de la historia hacia el pobre animalito.

Diré también, que curiosa la fotografía de esta gran y bella tortuga, que debe de ser una imagen tomada de las tortugas gigantes de las islas galapagos, que alcanzan la friolera de cuatrocientos años de vida.

Fijate, que si cambiamos la palabra tortuga, por la palabra humano, tenemos un relato casi profético de estos terribles hechos sucedidos hace poco en Alemania, donde lamentablemente, humano mata humano.

Abogo por la paz, y la concordia entre todas las personas del mundo entero.

Tu relato, apreciado amigo, me ha llevado a pensamientos intensos y profundos, referidos al defensor de la vida, y de las personas, en este mundo incierto en el que nos hallamos.

Guillermo Castillo dijo...

Siempre se ha dicho que la rabia, el odio, no dejan pensar; y más al calor de la tarde. Saludos.

Coŋejo pestilente dijo...

Se hace en la noche y con un patinete: https://www.youtube.com/watch?v=iU6i54V1VDU

gla. dijo...

Seguramente, quería borrar la sonrisa eterna que lleva la tortuga, como si se burlara de él
La locura tiene muchas formas de manifestase
Abrazos

Buscador dijo...

Feliz Navidad y muchos relatos que compartir. Ha sido un placer compartir contigo mis escritos.
Un saludo de Buscador.

Irene F. Garza dijo...

Hola, José.
Más que ejecutar a la tortuga creo que lo que pretendía era que lo liquidaran a él.
La mente a veces tiene comportamientos erráticos, y es capaz de cualquier cosa para hallar su fin, aunque el camino que se tome sea más sombrío e inexplicable.
Un fuerte abrazo.

Jose Casagrande dijo...

Me ha encantado la idea de que la pantalla es remota, quizas nunca han existido tortugas, pero hacen creer que existieron al mostrarlas como si fueran seres reales y naturales.

Los dueños de las pantallas son bastante poderosos.

carlos perrotti dijo...

Nadie podrá nunca siquiera imaginar lo que en determinadas circunstancias podría de uno salir...
Abrazo!!

Cabrónidas dijo...

Como es de esperar, yo me alegro por la tortuga. Siempre digo que si un humano quiere matarse matando, debe elegir a otro humano.¡Pues no hay humanos a los que pasar por la piedra!

Alfred dijo...

¡Qué angustioso!
La tortuga tendrá otra Navidad.
Felices Fiestas.

lanochedemedianoche dijo...

Esa tortuga merece lo mejor, Excelente José. Lo que yo veo cuando abro mi computadora es tu página de comentarios, y no la puedo sacar de ahí. Feliz Navidad y próspero año nuevo
Abrazo

Dyhego dijo...

José:
Muy extraño. Si las tortugas están tan tranquilas en sus meditaciones...
Salu2 y feliz Navidad.

Nuria de Espinosa dijo...

He sentido lástima por la tortuga. Un abrazo. Felices fiestas

BEATRIZ dijo...

Hay cosas invisibles con las que no contamos, capas sobre capas, y quizá sea por la misma razón.
Me dio escalfrío el nivel de locura, no de odio, sino de locura. También recordé esa sensación de hastío en el verano. Nosotros estamos en invierno.
Saludos, José A.

BEATRIZ dijo...

No veo mi comentario anterior.

Hola, me llamo Julio David dijo...

José. ¿Te imaginas se hubiese llegado a enterar la tortuga? Le habría respondido en formato novela 57 años después. Eso, si hubiese estado muy encabronadísima.
Más saludos.

Etienne dijo...

No hizo buena inteligencia previa; tal vez no tenía presupuesto para pagar la entrada al lugar tantas veces...

Frodo dijo...

Al menos es una muerte no tan estúpida como la de Esquilo, que también involucra a una involuntaria tortuga.

Abrazos, herr J