sábado, 26 de octubre de 2024

Tu silencio

Por más que lo intentara, cuando estaba contigo no podía callar. Hablaba y hablaba como si pretendiera ocupar el silencio; para que no quedara un único espacio, por mínimo que fuera, en el que el vacío nos rodeara y señalara que allí, en ese mismo lugar, en ese mismo momento, no tenía sentido que permaneciera. Aunque lo sabía muy bien, y a pesar de tener todas las indicaciones y muestras de lo que convendría hacer, insistía, continuaba intentándolo como si mi vida dependiera de ello.
    Entonces hablaba y hablaba repitiéndome, contando una misma anécdota una y otra vez agregando detalles que antes no estaban ahí, colores, sabores, sonidos, sensaciones, describía lo mismo con otras palabras. Como si fueran recuerdos, revivía cuanto decía con tanto ahínco que podrían pasar por nuevas experiencias, pero no lo eran. Yo hablaba y hablaba, tú me escuchabas en silencio, sin decir nada, sin un solo gesto de aceptación, de alegría, fastidio o cansancio, nada.
    En mi tenaz empeño de hablar por hablar no me percataba de lo que sucedía a nuestro alrededor; tampoco separabas tu mirada de mí, lo sé porque además de hablar miraba, te miraba para aprender los detalles de tu expresión, de tu rostro, la forma en que caían tus ojos, la comisura de tus labios, ese rulo rebelde que caía como al descuido sobre tu frente, la fragancia a madreselva que nos rodeaba cuando estábamos tan cerca que habría podido besarte si me lo hubieras pedido. Hablaba y miraba, miraba y hablaba, día tras día, tarde tras tarde, sin descuidar-te un único instante.
    Pensé que tal vez debería de haber buscado otras formas de comunicarme contigo, pero mi imaginación nunca fue lo que se dice fructífera en cuestiones como las relaciones interpersonales, por lo que hablar era mi única opción. Recordaba lo que decía en cada uno de nuestros encuentros, al menos la mayor parte, regresaba a lo mismo luego de dos o tres días, cuando creía que todo había caído en el olvido si en verdad había sido escuchado, como comenzaba a sospechar. Y como no tenía manera de saber si era cierto que me escucharas, me veía buscando tu fastidio ante mis palabras repetidas. Pero ni siquiera esto me era dado, ni siquiera una mínima muestra de desprecio. Nada.
    Miraba tus ojos siempre al parecer atentos, tus manos reposando sobre tus rodillas siempre juntas debajo del vestido, el mismo o uno muy similar al que usabas en cada encuentro, ya sea que hiciera frío o calor. Tal vez sí se trataba del mismo vestido y eso debería de haberlo interpretado como un signo de algo que no sabía qué cosa podía ser. Nos veíamos siempre en el mismo banco, el más alejado del parque, oculto entre los árboles y los setos, en un sendero poco recorrido de no ser por dos o tres paseadores de perros matutinos, como si no nos estuviera permitido mostrarnos juntos en otro momento ni en otro lugar. Siempre llegaba y tú ya estabas allí, esperándome; me retiraba y permanecías sentada, diría que en la misma postura, durante horas, hasta que definitivamente tenía que irme y ya no sabía qué harías.
    Eran señales demasiado claras que ahogué con mis palabras, con mi deseo de que una vez, solo una vez, me interrumpieras. Pero nunca lo hiciste, ni siquiera aquella tarde en la que me quedé sin palabras y aunque te sabía allí, esperándome en el mismo lugar, en nuestro banco compartido, no regresé a descansar mi cabeza sobre tus rodillas, no regresé a tus manos siempre quietas, a tus ojos que solo sabían mirar hacia el frente, a tu rulo rebelde escapando de tu peinado. No regresé a mis palabras, a tu silencio ni a tu piel cual mármol, eternamente fría.

36 comentarios:

José A. García dijo...

Claramente, no todos estamos todo lo bien que creemos estar.
Al menos podría haber dicho una palabra...

Saludos,
J.

lunaroja dijo...

A veces la soledad, busca donde sea una compañia que aunque sea muda, nos escuche, aunque sea de mármol, nos invite a apoyar la cabeza en sus rodillas.
Me encantó tu relato.
Un abrazo

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

¿Ella era real, estaba viva, era una estatua?
Queda para diversas interpretaciones.
Saludos, colega demiurgo.

Gabiliante dijo...

yo me hubiera liado a puñetazos. No sé puede soportar tanto desprecil . Peor aun , indiferencia
Abrazooo

Maia dijo...

Tal es la soledad no deseada que hacemos de la frialdad una compañía. Sí en esa alternativa se es feliz qué mejor que seguir así .
Buen fin de semana, J.

Anónimo dijo...

Pero si estamos solos, nos volvemos más solitarios, o eso es lo que se cree. Salud-o

J.P. Alexander dijo...

El silencio pude ser cruel y duro. Genial relato. Te mando un beso

Beauséant dijo...

Una buena metáfora del mundo actual, relaciones virtuales, vidas ficticias, todo ocurre al otro lado de una pantalla. Al final nos acabamos desahogando con inteligencias artificiales que fingen ser amigas nuestras porque han sido diseñadas para eso.

Joaquín Rodríguez dijo...

Has capturado con precisión la angustia y la vulnerabilidad de alguien que anhela conexión pero enfrenta el muro del silencio. Transmites una potente carga emocional, pintando una escena con palabras que no solo describen una situación, sino que también la hacen sentir. Me ha conmovido tu escrito y cómo logra transportarte a esos momentos de introspección y desesperación, con gran habilidad para plasmar las sutilezas de la comunicación y la desconexión. Gracias

Lucy Feя dijo...

¡Uf, qué intenso! 😅 Me encanta cómo vas contando todo con ese nivel de detalle, como si se pudiera ver cada gesto y sentir el silencio, vaya. Es como una obsesión suave y silenciosa, pero al mismo tiempo, super frustrante. Eso de repetir lo mismo esperando una reacción que nunca llega... ay, quién no ha estado ahí. 🙃

Lucy Ferr 🧙‍♀️

María dijo...

Eres un artista manteniendo el ritmo trepidante de relatos en los que aparentemente no suele ocurrir nada o poca cosa, e incluso así, consigues sorprender siempre al final.. eso es algo dificilísimo y tú lo consigues siempre.. la soledad es terrible.. te cuento una cosa? sobre todo en mi adolescencia era muy tímida, pero al contrario que la mayoría a mi, mi nerviosismo no me permitía parar de hablar cuando me encontraba con alguien, hablaba y hablaba, como tú dices, como si tuviera alguna obligación autoimpuesta de aniquilar el silencio, el caso es que a medida que pasaban los minutos hablaba más y más rápido, hasta que nadie me entendía nada de lo que decía jajaja cuando llegaba ese instante, salía corriendo con cualquier disculpa.. menos mal que con el tiempo se me fue pasando la timidez, aunque no del todo y me fui controlando.. eso sí, sigo hablando muchísimo, espero que se me entienda un poquito mejor : ) Me ha gustado mucho, muchas gracias, un abrazo fuerte.

gla. dijo...

Quizás la estatua representa algo que en él despierta
Abrazos

Coŋejo pestilente dijo...

Ah, jugando a ser difícil de conseguir eh, me gustan los retos.

silvia de angelis dijo...

Il silenzio può essere unico, e prezioso, a seconda dei momenti della nostra vita.
Un caro saluto

Jose Casagrande dijo...

Al menos me parece NUNCA la vio con otro. Era una dama muy fiel. Eso si, consiguio un parlachin de compañia y creo que por toda la eternidad. Puede ser un castigo infernal.

Cabrónidas dijo...

Bueno, también hay quienes acaban hablando con sus plantas y sus flores. No hay mucha diferencia, a fin de cuentas.

Alfred dijo...

Al menos escuchaba pacientemente, en su fría e impersonal presencia.

Saludos.

Carlos augusto pereyra martinez dijo...

Es una situación que se da frecuentemente, sin explicación, absurda pero sucede. Un abrazo. Carlos

Dyhego dijo...

José:
¡no me extraña nada que la señora se convirtiera en piedra! ¡No hay nada más aburrido y desesperante que escuchar a esos charlatanes que no paran de hablar y no dejan hablar a los demás!
Salu2.

carlos perrotti dijo...

El silencio es eso que no para de hablar...
Muy inspirador relato. Abrazo!!

mariarosa dijo...

¡¡¡Muy buen cuento!!!
José me ha encantado este final que presentí, pero no adivine, me sorprendiste.

mariarosa

Alís dijo...

Desde luego, qué poco considerada! jeje. En eso, la IA sí hace un aporte: es la misma frialdad la que escucha lo que decimos, pero al menos responde como si fueran humanos. Me refiero a estos aplicaciones de relaciones virtuales.

Quizás porque estamos en octubre, iba leyendo y pensé en algo más truculento. Si no hubiera sido por la fotografía, la habría imaginado muerta incluso al final.

Muy bueno tu relato

Un abrazo

SÓLO EL AMOR ES REAL dijo...

Todos buscamos a alguien, aunque sea un oído compasivo que nos escuche... al menos

Paz

Isaac

Chafardero dijo...

El silencio de las estatuas es mucho más digno que la verborrea humana, pero también más frustrante para sus interlocutores

DULCINEA DEL ATLANTICO dijo...

Un relato muy descriptivo de una situación de soledad y que busca el origen de ese silencio en la una fuente inmensa de tristeza.
Un saludo Jose A
Puri

Irene F. Garza dijo...

Hola, José.
Creo que el silencio muchas veces es el arma más mortífera. La indiferencia merma.
Y la soledad, ay, esa necesidad de rellenar huecos insalvables, terrible de verdad.
Estupendo relato, creas distintas perspectivas, por un momento pensé que era un fantasma, luego, una relación rota que el protagonista se niega a ver, y ya con la imagen todo cobra sentido.
Un abrazo.

Etienne dijo...

No sé qué habría pasado si me hubiera encontrado en esa situación, soy más bien silente y de buena capacidad de escucha, por lo que desde afuera hubiera parecido una guerra de esas que el que pestañea pierde.
Abrazo José!

Buscador dijo...


Olvidé mi paraguas en una cafetería y no lo eché en falta hasta que comenzó a llover. A veces me pierdo en mis adentros cuando algo me preocupa y ese día tenía además el cenizo del olvido.

El agua me calaba como el frío hasta los huesos y me dio por entrar en una iglesia para resguardarme. Me aseguré que no dieran misa para no interrumpir y tomé asiento en el último banco. La soledad y el recogimiento de la casa de Dios invadió mi silencio...Se respiraba esa paz que tanto buscaba. Nunca me dio por entrar después de pasar miles de veces por su puerta pero el azar y la lluvia me obligaron a hacerlo. Alguna madera crujió y su eco formaba una dimensión difícil de describir; casi infinita. Sentía como si algo me llamara o me observara; una voz como venida del silencio; algo extraño que me hizo pasear mi mirada por todo el templo y, allí estaba ella; la virgen mas hermosa que jamás vi en mi vida. Su mirada, alzada al cielo y sus manos suplicantes imponían a mi piel volverse de gallina. Algo maravilloso sucedía en ese momento cuando veo en su rostro una lágrima correr por la mejilla...¿Es cierto lo que veo? o es mi imaginación -me decía ante mi asombro- . Un miedo comenzó a crecer de forma imparable y tuve que salir de allí o no se qué pasaría cuando el pánico pudiera a mi voluntad.

Salgo a la calle con paso rápido huyendo de mi propio miedo. La imagen de la Virgen no se me va de la cabeza cuando me detengo en seco y quiero volver. La lluvia me empapa, la gente me observa preguntándose qué es lo que hago parado como un memo y doy media vuelta para regresar.

Mi valor iba en aumento. Antes de entrar tomo asiento en el mismo banco de la iglesia. Su mirada me invita a la oración y yo le hablo sobre mis problemas, mis angustias, mis soledades...Siento que me escucha y me comprende. Tengo por un momento ganas de llorar a sabiendas de que no estoy solo. Pasa un rato sin tiempo contado y salgo a la calle lleno de paz; como quién se quita un peso de encima y se siente ligero. A partir de ese momento visito cada día esa imagen de una Virgen de cuyo nombre ignoraba. Sueño con ella cada noche y hay madrugadas que me desvelo y necesito visitar ese templo ya cerrado tan sólo para sentirme cerca de ella...

Así pues, hermanos míos, concluyo mi sermón dominical. Después de estar diez años en misiones, soy el párroco que esta iglesia donde hallé mi Fe en Dios y en la Virgen...

lanochedemedianoche dijo...

Realmente ella no podía decirte nada, quizás no te comprendía, o solo porque ya no estaba quieta por desearlo, solo porque ahí la supieron ver siempre, me gusto.
Abrazo

Mari dijo...

Me encantó tu relato, me queda la duda de si ella era humana o si era una estatua? Las descripciones son muy buenas, el relato te va envolviendo y con el final te deja esa chispa de duda... Besos por ahí!

Hola, me llamo Julio David dijo...

Pensé que el giro iba a ser macabro y que te ibas a estar refiriendo a alguien embalsamado. Ahora veo que el giro es la soledad pura del protagonista. Que también tiene algo de macabro. Va un abrazo, José.

lichazul dijo...

A veces un silencio habla más que toda boca 😅
Buena jornada 👍

Frodo dijo...

Si hasta la estatua de Diomedes Díaz dejó a una mina embarazada...

Abrazos, diabólico y querido herr J

Guillermo Castillo dijo...

Un monumento al mutismo. Saludos.

la MaLquEridA dijo...

Quizás era sorda o muda o las dos.

Nuria de Espinosa dijo...

Refleja la frustración y el anhelo de un amor no correspondido. La repetida falta de conexión, a pesar de la cercanía, transmite un profundo dolor. La imagen del banco compartido y los gestos cotidianos resalta cómo las oportunidades se desvanecen en el silencio. Es una meditación sobre lo que se pierde cuando no se atreve a interrumpir el propio silencio. Un abrazo