Dos o tres semanas después de mi llegada, cuando frío y humedad era todo lo que tenía, perdió sentido contar los días pasados en la cabaña junto con los dolores en las articulaciones, los de la espalda, la llovizna que calaba y daba más frío del que ya sentía, la leña siempre húmeda que tardaba en arder, el fuego prácticamente ausente. Me habían adelantado cada uno de estos detalles, pero no fue hasta que estuve allí, hasta que los viví y fueron parte de mí, que no entendí las advertencias, mi falta de preparación y la persistencia de mi terquedad. Tampoco ayudaba el que por las mañanas el sol apenas iluminaba un poco más las nubes que ocultaban el cielo, mientras que por las noches el resplandor de esas mismas nubes me mantenía despierto hasta bien entrada la madrugada imaginando días de calor, de playa, de un verano tan lejano como irreal, como uno de esos recuerdos que nos inventamos para intentar para creer que alguna vez fuimos felices.
Los primeros días pretendí hacer algo de calistenia para entrar en calor y mantener el cuerpo más o menos flexible. Desistí al sentir crujir mis articulaciones como bisagras viejas faltas de lubricación. Desistí también de continuar con mis estudios, razón por la que había huido a ese solitario y aislado refugio en medio de tantos otros similares y vacíos, porque había otras cabañas como la que ocupaba en las cercanías, todas igualmente vacías, frías y húmedas por estar fuera de temporada. Entre todo ese frío apenas podía concentrarme lo suficiente para ir de la cama al sillón al amanecer y del sillón a la cama al anochecer. Pensar en mi situación, en lo que tenía que leer, fichar, los datos que necesitaba buscar y encontrar para corroborarlos luego, y lo que me faltaba por escribir, estaba más allá de mis posibilidades, solo permanecía allí contemplando como amarilleaba poco a poco mi cuaderno de notas. Una de esas mañanas, aterido de frío, intenté sostener una de las plumas entre mis dedos trémulos y no pude hacerlo.
Me sentía vacío, sin ideas, sin pensamientos, sin sueños. Vacío, pero no desesperado, al menos aún no había llegado a ese punto. Me asomaba a la puerta de la cabaña, daba lo mismo si la dejaba abierta o la cerraba porque el frío apenas variaba adentro o afuera, y contemplaba el paisaje. El cielo siempre igual aunque las nubes fueran otras, los árboles que anhelaban la primavera y yo allí, mirando impunemente. Cuando una de esas tardes me encontraba junto a la puerta, un animal pasó por entre los árboles más cercanos paseándose en medio del frío como si en nada le afectara. Tal vez haya sido un zorro, un lobo o algo parecido, la biología nunca fue lo mío aunque a los ocho años podía recordar y repetir los nombres de unas doscientas especies diferentes de dinosaurios, esa habilidad se había quedado en el tiempo. En silencio miré pasar al zorro, al lobo, a lo que fuera, pero algo debió de delatarme porque el animal se detuvo, olfateó el aire y me miró. Nos miramos lo que dura la eternidad, es decir, cerca de un minuto, luego siguió caminando hasta perderse entre los árboles. Esa noche tranqué la puerta, por las dudas, me dije, solo por las dudas, repetí.
Tras ese encuentro ya nada fue lo mismo. Había organizado una breve rutina para mis días: sabía cuando dormir, cuando comer, cuando intentar encender un fuego, cuando ir al baño, cuando asomarme por la puerta, cuando fingir que avanzaba con mi tesis, cuando creer que era feliz estando allí, cuando volver a la cama, cuando quejarme por el frío, por la humedad, por la llovizna, por la niebla, por las huellas extrañas que aparecían en el barro frente a la puerta de la cabaña. Podría haber continuado de la misma forma por el resto de mi vida, pero no fue así. No podía serlo porque todo en algún momento cambia, todo se modifica, todo pierde su sentido. Sabía que ese momento llegaría aunque esperaba que se demorara todavía un poco más, tal vez días, semanas, meses o quizás años, pero fue hoy, esta mañana, hace unas pocas horas noté que cuanto pretendiera construir comenzaba a derrumbarse y que cada una de mis ideas, cada cosa que quise decir, cada cosa que nunca dije ni llegué siquiera a escribir, cada cosa que quise ser y cada cosa que nunca fui, carecía de sentido. Lo entendí en el exacto en que el primer café de la mañana no me supo a nada.
31 comentarios:
El café marcará, siempre, la diferencia.
Saludos,
J.
Que el café de la mañana no sepa a nada es un comienzo poco propicio.
Saludos, colega demiurgo.
Carajo amé tanto mi facultad, quiero volver a hacer mi tesis.
La inspiración siempre se resiste, no hay manera de atraparla.
Salu2, José.
Vaya, un café amargo para el desarraigo diario. Saludos.
Los cafeteros de verdad lo toman sin azúcar; dicen.
Es que si el café ya no sabe igual, algo ha cambiado para siempre, es como "la hoja en blanco" que se nos resiste.
Un relato muy bueno.
Saludos
El texto transmite una sensación de monotonía y vacío a través de una rutina rígida, que el protagonista sigue en un ambiente opresivo. La pérdida de sentido se refleja cuando el café, símbolo de lo cotidiano, pierde su sabor, revelando que el control que creía tener se desmorona. Y es que el café y su sabor marcan. Un abrazo
Ese momento aterrado en que descubrimos que ya no tenemos en nuestras manos todo el tiempo del mundo, ¿verdad?
Es extraño, justo hace dos días me escribieron un mensaje con esas mismas palabras, todo se derrumba.
Poco a poco mi vida se derrumba.
Hace un año sentí que mi dedo meñique izquierdo perdía sensibilidad. No le eché cuentas, a mi edad es corriente que salgan goteras y que se duerma un dedo no es de una gran preocupación. Pasaron los días y los dedos de mi pie derecho también se duermen. Pasan las semanas y se me duerme una rodilla, pasan los meses y pierdo sensibilidad en la piel. Así como quien no quiere la cosa, fui al médico y me hizo un análisis de sangre que dio negativo pues todo estaba correcto. Me derivó al neurólogo y este, perdido en el diagnóstico, me dio cita para para un escáner en medicina nuclear. Sin embargo todo esta bien pero yo voy perdiendo facultades poco a poco y menos el índice de mi mano izquierda y derecha, los demás dedos han fallecido. Mis facultades han ido mermando como las hojas secas de los árboles en otoño. Especialistas de todo tipo se han interesado en mi caso pero no dan con el mal. Desde hace dos semanas no puedo hacer el amor y mi mujer ha pasado a ser una viuda en vida. Camino renqueando por la calle, mi cabeza no la puedo sujetar y la mandíbula se me ha quedado abierta sin poder comer correctamente y de todo esto, ya ha pasado un año. Mi cabeza funciona y los dos índices de las manos aun funcionan. A todo esto mi mujer se ve con un tipo a escondidas que entra por la madrugada en mi casa y yo lo se porque aun escucho desde mi cuarto acondicionado a mis facultades. Ayer se me cerró un párpado y temo ya por mi ceguera, mi voz también se apaga pero la fluidez con que pienso mejora cada día mas y mas para razonar como nunca lo hice...Tengo una enfermedad rara; de esas que no tienen cura ni historial médico pero mi mujer ya pasa de mi y de mi enfermedad. Espera a que me muera y la deje tranquila mientras la escucho fornicar al otro lado de la casa. Es menester ser cornudo y no poder hacer nada. La vida a veces es cruel.
Al día siguiente.
Llaman a la puerta de mi casa y entra un doctor al cual no conozco. Se le ve feliz pues trae noticias positivas ya que ha dado con el antídoto de esta enfermedad. A veces los milagros suceden y la flauta suena por casualidad. Yo aun veo por un ojo y mi mujer me mira llena de estupor pues sus planes de futuro fracasarán. En mi brazo derecho una enfermera conecta una vía para su ministrarme un suero y dice que en cuestión de una hora, volveré a ser quién era y en efecto así es. Al cabo de una hora salto de la cama como los niños inquietos que reciben regalos por Reyes Magos y me lanzo al cuello de mi mujer que corre por toda la casa dando gritos. Las visitas no terminan y a mi casa también llama la justicia para decirme que han intentado envenenarme y que muy probablemente es mi mujer. Ella, sumida en un llanto, se declara culpable porque dice que es insufrible vivir conmigo. A todo esto entran mis padres, mis hermanos, mis suegros y los vecinos de la calle que a su vez dan paso a la televisión local para hacer un reportaje sobre mi extraño caso...En directo y yo en camisón sin ropa interior, mi mujer me pide perdón. Todo se hace silencio cuando del cuarto trastero que hay dentro de la casa, sale el amante de mi mujer que se había escondido. Parece como ido y sin movilidad alguna pues se ha suministrado el veneno que me daban viéndose perdido. Allí muere con espasmos por una dosis alta. Nada se puede hacer por el ni por mi mujer que se desploma en el suelo y pierde el sentido.
De esta manera mi vida vuelve a comenzar. Soy conocido en todo el mundo y me gano la vida dando conferencias en las universidades pero mi pasado, ese pasado, me persigue como un fantasma en la oscuridad.
Cuando nada te importa todo se vuelve vació. Te mando un beso.
Quizás se aproximó a una realidad camusiana: la vida no tiene sentido. Un abrazo. Carlos
Pero sirvió para extraer de vos otro atrapante texto sin final...
Abrazos!! (a mí me gustó)
J., ¿qué son nueves?
"mientras que por las noches el resplandor de esas mismas nueves me mantenía despierto hasta bien entrada la madrugada "
Parece el final de su existencia, aunque no lo sepa aún, me sabe así.
Nueves son nubes pero mal escrito. Gracias, no lo había notado.
J.
El café supo, al menos, despertarlo. Elijo la opción más optimista, porque esa ausencia de sabor me hizo pensar en teorías mucho más pesimistas.
A menudo consideramos zona de confort una que en realidad no es nada confortable y podemos permanecer en ella por mucho tiempo sólo por no hacer el esfuerzo de cambiar. Hasta que algo nos "despierta"
Un abrazo
Las papilas gustativas son un buen chivato de que el mundo ha dejado de importarte.
Chafardero
Quiero ver como sigue, lo siento en las letras, es mentira el derrumbe, se cae todo, si, pero lo siento al leerte, es el principio nada más, quiero leer más sobre tu conquista.
Hola José! Cómo siempre un placer leerte! La rutina ha empezado a apoderarse de su ser, en el momento que el café perdió su sabor, se siente como que la vida perdió su sabor... Alguien debería sacarlo de allí o debería irse de allí... Me gustaría saber cómo termina ese relato si continuará🤔 jaja Besos por ahí!
No te preocupes. lo que no te mata te hace más fuerte. la décima vez que vuelvas ahí de vacaciones, ya tendrás el cuerpo de Swarzenager. A no ser que el café esté envenenado.
Abrazooo
Si se pierde el sabor del café es que realmente estamos en problemas
Paz amigo
Isaac
Si, creo que hay que saber LEER los signos y señales de la existencia:
Parece ser que son pequeños detalles o conveniencia que de repente cambian de significado.
Como uan especi de bandera en el derby: Un cafe que ya no sabe a cafe..... claro es un punto de quiebre ademas de ser punto de NO RETORNO.
Lo interesante es entender que ese es el inicio de algo nuevo....
lo grave seria tomar el cafe que no sabe a nada y no notarlo siquiera.... porque ya se ha perdido TODO lo demas.
Supongo que debe haber un evento que marque ese momento:
El punto en que uno no se da cuenta de que los cambios estan destrozando la poca humanidad que nos ha quedado.
Que bien tenerlo todo preparado y boicotearse uno mismo.
Es un placer pasar por aquí y leerte, J. Saludos
Escribir o fichar o hacer la tesis no era, claramente, el verdadero motivo de esa estadía. Para mi está escapando, queriendo aprender o simplemente castigándose por algo de lo que se arrepiente, no sé, tal vez haber derramado café en la mesada...
Me gusta esta clase de textos, que parece el fragmento de un sueño que roza el delirio o una verdad difícil de asimilar. ¿Cómo saberlo?
Va un abrazo, José.
Mientras haya cafe hay esperanza en el cambio de clima. Saludos y feliz fin de semana.
El café de ña mañana determina si aún vivimos
Un abrazo. Carlos
Al final todo es derrumbe , somos la resulta de millones de desmoronados y alijos de emociones
El café pero cortado 😅
Buen finde
¡Por las rastas de Bob Marley!
Le hablé del café en la entrada anterior, sin haber leído ésta.
Qué caualidad! ... o tal vez no.
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