El día en que moriste supe que ese lugar común, esa frase tan trillada, de que también un poco de mí había muerto, dicha por quien sobrevive, y que siempre me había parecido tan vacía, tan inoportuna, sí tenía sentido. Esa frase oculta, también, una verdad en la que antes no pensara. Así que era cierto, era verdad que el día en que moriste también yo lo hice, aunque fuera solo un poco. Tu muerte dejaba en claro que no todas las muertes duelen por igual, ni en ese momento ni mucho después, cuando el dolor es una constante a la que ya no atendemos.
Los planes que habíamos hecho, las ideas, los proyectos y las propuestas que pensáramos, todo aquello que no había sido pronunciado, se perdió para siempre. Claro que puedo intentar hacer algo de todo eso con alguien más, pero la idea original nació contigo. Podría aparentar ser lo mismo o casi lo mismo, o algo muy similar, pero no lo sería. No podría serlo, no debería serlo.
Después de un terremoto, de un incendio, de una inundación, de una guerra, de una peste o de cualquier otro desastre, nos ponemos de pie, salimos adelante; el humano tiene la capacidad de volver a intentarlo una y otra vez. Así como los árboles y cualquier otra planta vuelven a crecer desde la raíz, nosotros nos reconstruimos desde nuestros restos. Al menos lo hacemos hasta que la muerte marca ese final definitivo, ese ya no volver a ser, ese ya no será. De todo lo demás puede volverse o salirse, de la muerte, de ese punto, de ese límite, nada regresa. Lo anhelamos, desearíamos que así fuera, hay miles, tal vez millones de relatos hablan sobre esta posibilidad, casi tantos como los que apuntan hacia el imposible deseo de la inmortalidad, pero nada regresa de la muerte ni nada es para siempre. Con la muerte todo nos deja, de todo nos separamos, solo la soledad permanece, esa única cosa que no queríamos, que no deseábamos ni anhelábamos, esa sí nos llega y se adhiere a nuestra piel como una capa más de mugre, de sudor, de experiencia, como una envoltura más, como la tierra arrasada luego de la peor de todas las batalles: la vida misma.
―Señor ―dijo alguien a mi espalda. Odié a esa persona por haberme llamado señor aun antes de verla.
Salí de mi ensimismamiento y enfoqué la mirada. Me vi reflejado en el cristal, viejo, cansado, aburrido, con ojos de noches sin dormir, con una vida que debía continuar aunque no quería porque todo lo que importaba estaba siendo consumido por las llamas que crecían del otro lado de ese cristal.
―¿No quiere sentarse? ―preguntó el empleado del crematorio―. El proceso llevará todavía un tiempo más. Tal vez, lo mejor sea…
Lo miré en el reflejo, sin girarme, sin hablarle, no fue necesario ninguna de las dos cosas. Se retiró dejándome solo frente al cristal. Me vi reflejado sobre las llamas, vi rostro rodeado por las llamas, esas llamas eran mis ojos, las mismas llamas que lamían la madera y que seguirían luego con lo que se guardara en su interior, y a pesar de todo lo que ardía sentía frío allí parado frente al cristal, frío y solo frío.
26 comentarios:
Algunas veces pensar no es una opción.
Saludos,
J.
Conmovedor. Contagia ese frío
Un abrazo
Algunas frases parecen no tener sentido hasta que alguna experiencia, negativa en este caso, hace que la tengan.
Hay perdidas que son dolorosas. Y el mundo sigue, impertubable.
Saludos.
El dolor pesa, y el frío también. cuando el dolor mengua, la soledad viene a tomar el relevo, y también pesa. Ayudan también rencillas familiares, problemas económicos, y amistades estúpidamente perdidas. Todo pesa hasta que no podemos mover la carga, y viene a salvarnos wuien ya sabemos. Es un mecanismo perfectamente engrasado wue nunca falla.
AbrZooo
Me encantó tu relato, me sentí así de vacía con algunas pérdidas muy importantes en mí vida... Duele y si que duele y el mundo sigue avanzando pero uno queda detenido por un tiempo en ese momento... Siempre se puede volver de la oscuridad y el frío ese que describes... Besos por ahí!!!
Un saludo.
Buena narración.
Salut
Helado te quedas, cuando reflexionas ante esa ceremonia.
Un abrazo.
El sentimiento de la pérdida de lo que queremos es incomprensible, no puede reducirse a razones, porque es irreversible y deja una sensación de radical injusticia
Qué texto tan interesante y precioso.
Y asociando ideas a medida que leía he recordado una frase que escuché alguna vez que otra de gente dura en tiempos duros, cuando alguna persona no se portaba bien en asuntos de calado que pudieran perjudicar a otro, sobre todo si este era un irascible que se sentía maltratado. Este decía al otro en plan amenaza velada, o no tanto: "De la cárcel se sale, de la tumba no"
El frio retando al fuego, la muerte sobre el cristal. Sentido texto como la perdida misma.
Saludos, nuevamente Jose A.
No sé qué decir pero sí dejo constancia de que leí sin tener chesco en bolsa. Algún día.
Seguimos adelante, siempre seguimos adelante, es algo que llevamos dentro, en los genes, en nuestro programación. Pero, cada vez que lo hacemos, lo hacemos perdiendo algo, el tiempo es una jauría de lobos que nos arrebata trozos de lo que somos a cada paso hasta que no queda nada de lo que fuimos.
En esta tarde ya oscura de otoño, te vuelvo a escribir. Casi ausente de la realidad me hablas por teléfono y me cuentas como te ha ido el día. Ya no puedes pasear sola sin el andador pero te empeñas en volver a tu casa para hacer la vida que hacías antes de caerte y cuando la razón aun te acompañaba. Eres fuerte, por eso aun no te has muerto...Pasan los días en tu centro de día para personas mayores. Me cuentas ilusionada de tus compañeros de clase y de lo bien que haces la rehabilitación para poder andar con soltura. A veces crees que estás en Rute en lugar de Antequera y quieres pasear por calles conocidas que ahora se vuelven fantasmas...
Hablas de tu muerte; de si caes enferma que no te llevan al Hospital Provincial donde tan malos momentos has pasado con papá y que tampoco te entierren en un ataúd en el cementerio que tan malos recuerdos da. Quieres que te quemen y que tus cenizas se esparzan en unos olivos que hace años papá sembró y así lo haremos. Pero vuelves una y otra vez a tu independencia para poder vivir en tu casa y eso ya no puede ser. Se resignas a veces y otras no. Siempre tienes la espiritualidad especial que te da tu Fe y creo que eres feliz. Visitas casi a diario la capilla de la Virgen del Rosario y yo sé de tu vida interior casi mística. Me miras como una niña cuando me escuchas, tienes palabras buenas con todo el mundo y a veces te enfadas cuando algo se te mete en la cabeza.
Cuidarte lleva a tu hija a muchos sacrificios porque te despiertas por las noches y eso mina la salud y el descanso cuando por la mañana Antonela tienes que trabajar si o sí para dar sus clases. No se cuanto tiempo te queda de vida pero estás cuidada al 100%. El día menos pensado llegará tu hora. Tengo por seguro que estás en paz contigo misma y con todos y que tus cenizas volarán entre olivares en lugar de pasarte la eternidad en el huevo oscuro de un nicho.
Nunca he asistido al proceso de cremacion, pero si a varios entierros, supongo es la misma sensacion de ... despedida.
O como una sensacion de que un dia uno sera el cliente de turno.... no lo se, la muerte es confusa.
La incineración es una buena opción. Cenizas, solo cenizas. Quizá en ellas también ve su final.
Uno no esta solo mientras se tenga uno mismo. Aunque hay veces que no se siente así . La despedida siempre es dura .
Qué distante se muestra el narrador de lo que, supondría yo, lo atormenta en ese momento, que es la muerte. Por lo menos lo que más ocupa espacio en su mente para reflexionar sobre ella y menos espacio en su corazón para sentirla. Para mí que asistió a la cremación de alguien que no le caía tan bien. Va un abrazo, José.
Bella y fría narración, tan bella y fría como la muerte
Solamente al pensar en eso, se me hiela la sangre
La soledad y el frío
La muerte de quién amas o la muerte, simplemente
Abrazos
No sé si el dolor duele siempre... como no sé si del todo se muere.
Abrazo!!
Es el paso que todos hemos de dar, pero cuando lo da alguien que amamos---es como si murieras tu tambien, agortunadamente la vida sigue. el tiempo suaviza y con el paso de este vuelves a reir...y te quedan los recuerdos, maravillosos recuerdos que nos ayudan a la lucha diaria
Fuerza....y a vivir con esperanza
Un abrazo
De golpe me sentí en un mundo en que vivimos y morimos sin pena ni gloria para el que mira y estudia, analiza y redacta conclusiones. Y mientras que para el individuo se acaba el mundo y debe lidiar con lo que siente, para el resto el show continúa.
José:
la muerte de una persona allegada y querida deja un rastro desolador, aunque haya que seguir caminando.
Salu2.
La muerte pensó… que debe ser como nacer, volvemos al estado anterior para regresar junto a Dios.
Abrazo
Suele pasar. La relación fuerte con otra persona nos,sacude porque con ella se comparten sueños
Un abrazo. Carlos
Si la tuviésemos tan clara no habría ni arte, ni religión, ni café en las casas de valatorios.
Abrazos, herr
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