domingo, 22 de septiembre de 2024

La casilla

Acercándose con paso lento, pero decidido hacia la casilla del fondo de la propiedad recordó el momento en que había tenido la idea de construirla. Recordó cómo comenzara a juntar maderas, tablas, varillas, listones, que encontraba en la calle y que la gente descartaba por inútiles e innecesarias ―las maderas, aunque sin dudas también lo eran las personas mismas ―, él iba juntándolas hasta que tuvo suficientes. Alisó y peló esa parte del terreno, unos metros antes de la pared que marcaba el fin de la propiedad, luego cavó los pozos para los postes que sostendrían el resto de la estructura y comenzó a clavar los primeros listones de las paredes. Sabía que el suyo no era un trabajo perfecto, pero estaba orgulloso de lo que había logrado con sus propias manos, usando algunas de esas herramientas por primera vez. Cualquier hombre ante cualquier cosa lograda por sí mismo estaría igual de orgulloso.
    Aunque la casilla no era muy grande, solo dos metros de lado y otros dos de altura, le llevó varias semanas completar las paredes laterales y la del fondo. La frontal le tomó más tiempo por la cantidad de cortes que requería en la madera ya que llevaría la puerta. Si bien pensaba que el techo sería lo que más se le complicaría no le resultó tan demandante, tenía varios tablones de las medidas casi justas, por lo que solo tuvo que ir uniéndoles una vez que lograba colocarlos con una leve inclinación para que no se acumulara el agua de la lluvia. La pintó por dentro y por fuera, de blanco, para proteger la madera de la humedad y el sol del verano que apenas llegaba a tocarla.
    Limpió el resto del terreno quitando yuyos, plantas mustias, piedras, ladrillos viejos, esas cosas que se acumulan sin una razón en los patios de las casas y pretendemos olvidarlos hasta que se vuelven una molestia. La casilla de madera quedó como único punto diferente en medio de la tierra arrasada en la que nada crecía ni debía crecer, los altos muros que separaban las propiedades vecinas la ocultaban de miradas curiosas. Lucía pequeña, pero tenía el tamaño perfecto, era justo lo que necesitaba. Colocó un cerrojo que solo podía abrirse o cerrarse desde afuera y quedó casi completa. Solo faltaba un único aunque necesario detalle.
    Llegó hasta la puerta de la casilla, luego de cerciorarse de que nadie miraba desde las medianeras manipuló el cerrojo y tiró de la puerta hacia afuera abriéndola. Se colocó ocupando la mayor parte del umbral con las manos en la cintura y una sonrisa. Aspiró llenándose del delicioso aroma de la humedad, madreselva, orina y bestia enjaulada. Estiró la mano para tomar la barra de hierro apoyada del lado de afuera de la puerta y dio un paso hacia el interior.
    ―Por favor ―dijo con un sollozo la voz de la figura acurrucada en las sombras de una de las esquinas de la casilla―. No más, por favor.
    Sonrió sin disimularlo cuando descargó el primer golpe.
    Y siguió, sonriendo y golpeando, hasta que la figura en las sombras dejó de gimotear, se desmayó o tal vez ahora sí se había muerto, le daba igual. Lo único que le molestaba era que ya no gritara como en las primeras veces, limitándose a gimotear y poco más. Eso no tenía gracia.
    Cerró la puerta sintiendo el sudor sobre el cuerpo y la fría brisa secándoselo. Sabía que iba siendo hora del descarte, pero esta vez tendría que ser él quien cavara la fosa, la cosa dentro de la casilla ni siquiera tenía fuerzas para defenderse.
    ―Que desperdicio ―murmuró caminando de regreso a la casa pensando en la larga y caliente ducha.

32 comentarios:

José A. García dijo...

La carpintería no es un hobby para cualquiera.

Saludos,
J.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Todo un giro argumental, no era un lugar precario para vivir, subsistir. Ni para almacenar algo.
Sino para algo siniestro.
Bien contado, colega demiurgo.

José A. García dijo...

Todos somos más o menos siniestros, aunque lo neguemos con fuerza.

Saludos,
J.

BEATRIZ dijo...

No sé, pensé en eso de que cuanto más intensas se buscan las experiencias, más insensibles se vuelve la gente.
Buena narración.

Saludos, y feliz inicio de semana, José A.

gla. dijo...

Una historia de miedo
Muy bien logrado
Me encantó
Abrazos

Jose Casagrande dijo...

Sin duda el narrador, es alguien bastante laborioso y posee una propiedad con un espacio grande para construir la casilla, parece hubo que hacer bastante trabajo despejando y limpiando el área, lo cual indica que por un tiempo hubo algún tipo de descuido y vegetación y otras cosas crecieron afeando el panorama. Pero ahora veo que ya ha limpiado lo último que le molestaba.

Etienne dijo...

No se puede decir que no le dedicó tiempo, esfuerzo y trabajo al objetivo final.
Eso, y una ducha caliente. Qué más?

J.P. Alexander dijo...

Siempre es duro trabajar con las manos. Te mando un beso.

Coŋejo pestilente dijo...

"Hecho en México."

Recomenzar dijo...

Te analizan quebrándote en pedazos
Es bello lo que has escrito
Vete tu eres diferente a ellos Te envidian y critican

Hola, me llamo Julio David dijo...

Para consolarme, voy a ser contraintuitivo por medio de una opinión nada popular: ¿y si el villano, no, qué villano, ¡el hijo de la mismísima perra! era el ser golpeado? Va un abrazo, José.

Anónimo dijo...

Dura historia. Desde hoy desconfiaré aún más de esta gente amante del bricolaje
Chafardero

DULCINEA DEL ATLANTICO dijo...

Complicada situación la del que tiene que construir esa casilla con su esfuerzo y tiempo limpiando además de todo tipo de escombro para poder así reconfortarse con el mismo
Un saludo Jose A
Puri

Beauséant dijo...

Las diversiones siempre duran poco.. sí, eso, claro, hablo de la carpintería ;)

Cabrónidas dijo...

Todos tenemos nuestro lado oscuro...

Nuria de Espinosa dijo...

Qué agónico he inquietante José. Un hobby diabólico, jajajaja. Un abrazo

SÓLO EL AMOR ES REAL dijo...

Cruel, crudo, pero siempre brillante y con tu humor negro característico

Paz

Isaac

Mari dijo...

Te pone los pelos de punta, tremendo y escalofriante... Muy bien narrado y con ese final desgarrador! Besos por ahí!!!

Irene F. Garza dijo...

Hola, José.
Qué final, sorprendente como poco. Deja eso sí, los pelillos de punta. A medida que vas leyendo, consigues crear una atmósfera apacible, y con eso nos engañas, vaya que sí, para terminar rompiendo con todo lo esperado.
Muy bueno.
Un abrazo.

Luiz Gomes dijo...

Bom dia e uma excelente terça-feira com muita paz e saúde José. Obrigado pelo maravilhoso texto.

Mara dijo...

Una historia terrorífica José, que por desgracia en algún caso ha confirmado la realidad.
Saludos.

carlos perrotti dijo...

Quién es qué.
Abrazo!!

Gabiliante dijo...

AHora, sin tener que perder tiempo el construir la casilla, podrá continuar combatiendo la superpoblación con mayor eficacia
Abrazooo

Rafael Humberto Lizarazo Goyeneche dijo...

Un apuerta que solamente abre por fuera, siempre encierra algo siniestro.

Un abrazo.

lanochedemedianoche dijo...

Lo imagino sin penas ni culpa por lo sucedido, hay muchas personas inestable y horrorosa en el mundo, muy bueno.
Abrazo

la MaLquEridA dijo...

Que miedo. Escena siniestra final.

Un beso

María dijo...

Muy buen relato, imagino la escena.

Un abrazo.

Buscador dijo...

Me has dejado pensativo. Esta tarde no se me ocurre ningún relato para escribir en tu blog y sin embargo me encanta este relato.
Un saludo

Anónimo dijo...

Una casa cuya puerta abre por fuera, es porque contiene inesperadas sorpresas. Saludo.

lunaroja dijo...

Hola! Recién te leo porque estuve fuera unos días.
Me dejó absolutamente desarmada el giro final.
Iba leyéndote sin apuro,intentando imaginar qué pasaría con la casilla...pero no esperaba esto.
Brutal.
Un saludo!

Carlos augusto pereyra martinez dijo...

Bien logrado el suspenso con es casilla que nadie se imagina su real destino. Un abrazo. Carlos

Frodo dijo...

Todos tenemos una de esas hecha para nosotros, esperándonos; aunque lo disimulamos viajando, escribiendo o trabajando en la aduana.

Abrazos herr J