domingo, 2 de junio de 2024

Todo va a estar bien

―Todo va a estar bien ―repitió cerrando la puerta. No tenía certeza alguna de lo que significaban esas palabras, si lo decía para convencerse de que lo que acababa de pasar era lo que tenía que pasar, si no quedaba otra opción para él o si lo decía para reconfortarla―. Todo va a estar bien ―murmuró, como se dice, entre dientes.
    Esas cinco palabras acabarían volviéndose un mantra que, como todo mantra, al poco tiempo serían palabras vacías, sin sentido, sin valor, sin voluntad. Más o menos lo mismo que él en ese momento.
    Cruzó la calle en diagonal entre el tránsito, como siempre hacía y que ella tanto odiaba.
    ―Un día te van a pisar, a atropellar, a pasar por arriba, llevar puesto ―decía y él sonreía sabiéndose inmortal mientras esa preocupación continuara intacta.
    Ahora, que ya no la tenía con él, cruzó de todas formas en diagonal ignorando los bocinazos y todo lo demás. Esquivó también al ciclista en contramano, no era él el único que hacía las cosas mal en la ciudad.
    Desde la otra vereda miró hacia la puerta, seguía cerrada, como ya lo sabía, aunque asegurarse no estaba de más. Algo que podría confundirse con la sensación de nostalgia lo empujó a no alejarse, a regresar, a intentar solucionar los problemas que llevaran a ese instante. Lo sabía inútil, que también era la forma en la que se sentía, como un inútil. Palabra tan repetida en la última discusión, en las últimas semanas.
    ―Todo va a estar bien ―repitió antes de doblar en la esquina. Alguien se giró para mirarlo porque lo había dicho en voz alta. No le importó, quizás ese alguien también necesitaba escuchar esas palabras.
    Pero para lograrlo, para que todo estuviera bien, primero tenía que caminar. Caminar le despejaba y ayudaba a pensar. Caminar siempre sirve, durante horas, kilómetros invisibles en una ciudad que nunca se termina. Caminar era más rápido que ir en ómnibus, en automóvil, en motocicleta, en bicicleta. Caminar era estar consigo mismo, solo, sin compañía. Incluso en esas pocas veces en las que salieran a caminar de la mano, cada uno caminaba solo, juntos, sí, pero cada uno solo.
    Caminar lo llevaba a encontrar soluciones, a resolver lo que no comprendería si se quedaba quieto y encerrado en las paredes de la casa, en los recovecos de su cabeza, entre las palabras nunca pronunciadas y los gestos nunca vistos. Caminar hasta caer agotado, casi que en el umbral del sueño, para dar con la respuesta, la forma correcta, la conjunción indicada y olvidarla porque nos dormimos y ya nunca más podremos recuperarla. Caminar hasta que los pies duelan, al igual que las piernas, las rodillas, la espalda, hasta que el hambre o la sed sean innegables. Caminar hasta que volver sea más difícil que seguir adelante y entonces, aunque quisiéramos volver, solo podríamos seguir adelante, porque no hay adonde volver, no hay adonde regresar, como tampoco hay adonde llegar, adonde por fin detenerse y ponerle fin a tanto caminar, a tantos pensamientos, ponerle un fin y ya a tanto ser sin ser.
    ―Todo va a estar bien ―escuchó que alguien decía a media voz. No se lo decía a él, no se lo decía a nadie, solo lo decía.
    Se sentó en el borde de la acera, entre la tierra y el pasto mal cortado, un hilo de agua de un color imposible de identificar corría junto a sus pies y la basura se acumulaba unos metros más allá. Podría haber elegido otro lugar en el cual sentarse, pero ya estaba allí y allí se quedó.
    ―No ―dijo―, no va a estar todo bien.
    Sintió, supo, que sus palabras sonaban ahora tan definitivas como verdaderas.

30 comentarios:

José A. García dijo...

Repetirlo hasta el cansancio no lo vuelve real.
Lo sé, ya lo comprobé.

Saludos,
J.

Gabiliante dijo...

Pero casi. Si lo repites mucho, quien no se ve afectado , afectado de verdad, afectado físicamente, se lo puede creer todo. Pero si te afecta físicamente la cosa cambia, aunque también a eso hay excepciones.
Abrazoo

lunaroja dijo...

La ausencia necesita su duelo también.
Y es cierto,a veces no todo va a estar bien.
Saludos!

Tot Barcelona dijo...

Tampoco es necesario que esté todo bien, conque esté, ya es suficiente.
Salut

Maia dijo...

A fuerza de repetición por momentos lo crees, pero el peso de la realidad te demuestra más tarde o más temprano que no lo estará.
Conocí a alguien que, con solo verme me preguntaba ¿qué pasa?, no sé cómo se daba cuenta que estaba mal, pero lo hacía; y esas dos palabras me llenaban, porque me confirmaban que me veía, me sentía, también me decía, "tranquila, lo resolveremos"; y me llenaba de confianza y seguridad. Y esas personas no se olvidan; y se añoran.

Maia dijo...

-No estoy segura si fue arrollado-, lo intuyo pero no lo veo.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Repetirlo hasta el cansancio no lo convierte en real. Sólo en algo repetido.
Saludos.

Enca Gálvez dijo...

La soledad bien gestionada siempre es un gran aprendizaje me quedo con tus palabras: "Caminar era estar consigo mismo"...Encantada de leerte de nuevo.
Un abrazo

Sergio Munari dijo...

Esas tocatas y fugas, con las que buscamos algo de aliento, y en el anonimato de la masa, quizá tampoco nos encontremos a nosotros mismos. Entiendo que a tu personaje, J., el azogue le consuma y por supuesto, no todo le parezca que va a estar bien. Me ha intrigado mucho tu historia, con ese vuelco final.

Coŋejo pestilente dijo...

"...Podría ser peor."

Frodo dijo...

Empiezo a sospechar que no debería pasar por Proyecto Azúcar los domingos melancólicos por la tarde.
Me lo diré en voz alta los próximos domingos

Abrazos

Fackel dijo...

Caminar aunque no sea hacia ninguna parte. Por inercia, por dejarse llevar por los pies, por huir, por olvidar, por alejarse, por cambiar, porque sí...pero uno odia los mantras. Más desde que supo de aquel que decía: preferiría no hacerlo. ¿Recuerdas?

Etienne dijo...

Eso mismo les digo a mis hijas, que se crean lo real, no lo que les pueden llegar a decir.
A mí me suena como frase de auto convencimiento, pero es difícil que esas palabras puedan modificar una realidad contundente.

J.P. Alexander dijo...

Me gusto el relato a veces tratamos de pensar que las cosas están bien aunque no sea así. Te mando un beso.

María dijo...

Depende el cerebro que tengas. La mayoría se creen lo que les repetimos en positivo y negativo ; ) El cerebro no diferencia lo real de lo imaginario, reacciona frente a los estímulos, nada más. Si tu personaje después de esa caminata inmensa, se siente extenuado y se automotiva.. ¡venga, tú puedes! ¡ ya falta poco! ( aunque sea mentira y falte 1 km.) podrá seguir caminando, un paso más y otro y otro más hasta llegar a donde deba llegar..si se sabotea como hace en esta historia, caerá redondo sin poder levantarse y fin... De hecho, es lo que le ha ocurrido. Además, no tiene por qué estar todo bien, el asunto es llevarlo lo mejor posible, aunque no lo esté y para ello seimpre es mejor autoanimarte, que sabotearte. Un abrazo fuerte!

Beauséant dijo...

Hubo una época en que sólo necesitaba que alguien pasase su mano sobre mis cabellos y me dijese que todo saldría bien para que fuese feliz. Hubo una época, cierto, pero ya no, cuando comprendes la mentira ya no puedes volver a creer en ella.

Alfred dijo...

Los mantras se repiten hasta embotarte el cerebro, entonces ya todo da igual.

Saludos.

Cabrónidas dijo...

De eso saben mucho las instituciones políticas y los poderes fácticos. Repiten la mentira tantas veces que se vuelve verdad. Ergo hacen falta los crédulos y los ignorantes para que suceda, claro.

Luiz Gomes dijo...

Boa tarde. Uma excelente terça-feira. Infelizmente a mentira, tem geralmente, mais força que a verdade.

lanochedemedianoche dijo...

Caminar ayuda cuando no todo está destruido, al final nada más que pensar sin sentido nada se logra.
Abrazo

Guillermo Castillo dijo...

Tanto vas a cierto lugar, que terminas siendo parte de él. Digo yo.

BEATRIZ dijo...

Quizá no, pero acaba uno por creerlo y eso basta, pues dicen que la realidad es la perspectiva que cada uno logra para conectarse con el entorno.

Yo tampoco quiero dejar de moverme.

Saludos José.

Hola, me llamo Julio David dijo...

Caminar como quien fuese un turista en sus propio barrio, y un turista en sus propios pensamientos: maravillarse, asustarse, impregnarse de ese algo exótico para bien o para mal (y si acaso aprender algo de todo). Sacarle una foto. Sacarse el polvo de las suelas, y a a seguir adelante enriqueciéndose con lo ya visto y sabemos que viene.
Va un abrazo, José.

Anónimo dijo...

Hay que pasar a la acción, solo con desearlo no funciona, por muchos kilómetros que andes
Chafardero

Enca Gálvez dijo...

Tener pensamientos positivos, siempre nos ayuda en nuestro día, a día, como siempre un placer leerte. Besos

SÓLO EL AMOR ES REAL dijo...

Quizás no lo haga real, pero ayuda a vivir...

Paz

Isaac

JLO dijo...

Me gusta que siempre hay un plus al relato con tu primer comentario. Saludos master.

Jose Casagrande dijo...

Creo que la opcion opuesta es decir un mantra UNA sola vez.

Y nunca repetirla.

Claro eso hace que lo dicho caiga en el olvido.

Pero hay que correr el riesgo.

Nuria de Espinosa dijo...

He sentido verdadera angustia con tu relato. Resignación no queda otra. Un abrazo

Carlos augusto pereyra martinez dijo...

La vida se mueve en ese oscilar: estar bien y no estar, y nos complicamos, sacándola de su axiomático contexto. Un abrazo
Carlos