sábado, 6 de abril de 2024

Intento N° 37

Le estaba llevando más tiempo del que había pensado, porque no tenía las herramientas necesarias, la fuerza para llevarlo adelante ni la voluntad de terminar con eso que en verdad ya no tenía sentido. Hacer el pozo con una pala de punta hubiera sido más fácil y rápido, incluso en esa tierra reseca y dura que a los pocos centímetros se volvía como una piedra. Al menos había entrado en calor por primera vez en todo el largo y penoso invierno, pero no era suficiente, ya tendría que saber cómo hacer las cosas, como hacerlo todo por su cuenta. En lugar de eso seguía siendo el mismo inservible de siempre. Ni siquiera se le había ocurrido conseguir una pala de punta para hacer el maldito pozo, todo sería diferente si hubiera pensado antes de empezar.
    Miró el cielo gris, cerrado por una única nube de un tamaño imposible de definir porque llegaba más allá de dónde podía ver, lo que no era mucho, por la miopía. Miró el cielo buscando algo diferente al gris y no lo encontró, como sabía que sucedería. No se sorprendió. Intentó clavar la pala en la tierra y apenas se hundió un par de milímetros, la pisó, se paró sobre ella e hizo fuerza sin la menor suerte. Al hacer palanca con el mango de la pala con suerte logró desprender un puñado de esa tierra dura que no se rompía, no se abría, no se dejaba mover.
    Le dolía el hombro, la muñeca, el pie, ya no tenía ganas de seguir con eso, ya no quería hacer nada de lo que tenía que hacer, prefería abandonarse sin más a lo que quisiera ocurrir y lo haría, sin dudas, si supiera que eso no adelantaría ni retrasaría el final. El no saberlo era el único motivo para continuar. Claro que si tuviera una pala de punta sería más fácil.
    También podría esperar al verano, suponiendo que volviera a haber verano en los próximos meses o años y que llegara a verlo. Otra vez lo mismo, no era por ahí por donde tenía que ir, lo mejor era seguir. Y si no terminaba el pozo ese día volver a intentarlo al siguiente, o al día que siguiera después de ese. Con la pala de punta sería más fácil, lo sabía, pero no, se había quedado con la otra, la mejor decisión de su vida, sin dudas.
    Intentó clavarla una vez más dando un golpe con toda la fuerza que podía con su cansado cuerpo, pisó la pala para hundirla un poco más, hizo palanca para que la tierra saltara y volvió a empezar. La tarde se terminaba, la coloración un poco más oscura de las nubes, apenas imperceptible para quien no conociera aquel manto imperturbable, así se lo decía.
    También el aire cambiaba, esa brisa apenas perceptible era suficiente para enfriarle el cuerpo. Debía cubrirse si no quería volver a enfermarse, y aunque lo quisiera, primero tenía que terminar el pozo, si no era ese pozo sería algún otro, el que tal vez comenzara mañana, o el del día siguiente, daba lo mismo, con que terminara alguno de los pozos sería suficiente.
    Decidió que ya había hecho bastante.
    Se alejó arrastrando la pala detrás de sí a lo largo del que fuera el jardín de la casa esquivando los otros pozos a medio terminar y otros que apenas eran un esbozo. Dejó la pala en el cobertizo de las herramientas, en la oscuridad del interior le pareció ver una pala de punta y el pico. Si al día siguiente, o al día que siguiera después de ese, lo recordaba, volvería a mirar. Si era así podría, por fin, hacer el pozo del tamaño adecuado y por fin descansar sabiendo que ya estaba lista su futura tumba.

23 comentarios:

José A. García dijo...

Siempre habrá otro día para intentarlo, hasta que ya no lo haya.

Saludos,
J.

Coŋejo pestilente dijo...

Siento que muchos viejitos hacen eso sin que nos demos cuenta, como que muchos se abandonan y ya se quieren ir, es triste, hasta mi madre lo dice "pues ya si me muero no me va importar mucho después, no anden invitando a nadie, que me quemen y tiren mis cenizas donde quieran total ya ni me daré cuenta". En cierto modo es medio contagioso, yo también cuando me toque ya que me tiren a un vertedero de basura, no tengo familia ni amigos y no dono mi cuerpo a la ciencia, quiero que avance no que retroceda.

Maia dijo...

Quizás el no terminarlo mantiene teñida la esperanza de continuar vivo, quizás son esos juegos mentales que nos permiten no abandonarnos.
(Siempre rescato tus comentarios de la carpeta de spam, no sé por qué se van directo para allí)

J.P. Alexander dijo...

Un relato interesante. Tal vez el no desea morir a pesar de todo. O tiene miedo de realizarlo Quien sabe. Te mando un beso.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

¿La tierra tan dura es una señal de que todavía no morirá o sólo es una casualidad?
Saludos.

Nuria de Espinosa dijo...

Hola José, desde el principio tuve esa sensación de que estaba cabando su tumba. Y es que no es nada fácil. No me extraña que tuviera tantos agujeros son terminar en su jardín, quizás es una forma de alargar su vida. Un abrazo

José A. García dijo...

Conejo Pestilente: Es cierto, muchos se dejan estar sin preocuparse por lo más mínimo, no siquiera en lo que hacen sufrir a quienes quedarán cuando ellos ya no estén.

Maia: Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, para no es así, pero bueno. En cuanto a lo de los comentarios, tal vez sea que una señal el que el sistema me detecte de esa manera. Nunca se sabe.

J. P. Alexander: Si el personaje no lo sabe, mucho menos lo sabe quien esto escribe. Al menos de momento.

Demiurgo: En invierno en ciertas zonas la tierra se endurece por las bajas temperaturas. Tal vez esa parte no se comprendió del todo bien.

Nuria: Es muy posible que no aún no se haya decidido del todo, es cierto.

Nos leemos.
Saludos,
J.

Sergio Munari dijo...

Este relato tiene mucho aliento propio, J. , como metáfora de los vagabundos de tareas, que iniciamos con ahínco diversos proyectos y los malbaratamos o no, por no llevar ninguno a término. Decía que tiene mucho aliento propio, porque también, J., me recuerda al Mito de sísifo de Albert Camus, y de la repetición de nuestros días y de la tarea ardua de sobrevivir. Esos pliegues ignotos de existencialismo, que Kierkegaard también intuyó, antes que los existencialistas franceses. Sin embargo, con el que más he encontrado parangón, es con ese magnífico relato de Roa Bastos, El pozo, donde la madre naturaleza se resiste a suministrar agua a pesar de que la excavación con potentes máquinas la infinidad de trabajadores, se hunde cada vez más en el terreno. De trasfondo, la terrible Guerra del Chaco, que nuestro Tot, conoce tan bien. Enhorabuena, a pesar de que brille en nuestras pupilas, una resma de desconsuelo. Quizá la magia que haya encontrado tú personaje, no sea tanto el resultado que es lo que evaluamos más en nuestras sociedades resultadistas, sin el camino y el proceso de excavar los pozos. Imaginemos que tú protagonista es el piloto extraviado que escuchó al Principito "Lo que embellece al desierto es que...guarda un pozo en cualquier lugar" Un saludo,J.

Dyhego dijo...

José:
en el fondo de su pensamiento no quiere hacer el pozo porque no quiere morir, por eso tanto intento y tanto olvidarse de la pala.
O quizás no termina de encontrar el lugar exacto para descansar durante toda la eternidad.

Fackel dijo...

Un texto con riesgo de contagiar alguna angustia. La diferencia: en un pozo hay profundidad pero se busca agua, con todas sus connotaciones necesarias para la vida, que podrá disfrutar el que cava. En la tumba puede haber cierta profundidad, pero no hay nada rescatable para un cuerpo sin vida. Naturalmente, los que creen en supercherías dirán que la tumba es el lugar de reposo y para la vida eterna. Tú me dirás qué necesidad de reposo ni de eternidad tiene lo que ya no existe, ni es, ni está. Etcétera.

lunaroja dijo...

A mi me parece un relato desasosegante, que logra el objetivo de ponernos en el lugar del protagonista,de esa sensación de incomodidad pero a la vez no poder parar de leer.
Estupendo relato.
Un saludo

Beauséant dijo...

También yo creo que en el fondo no quiere terminar el trabajo. Mientras cavas tu tumba sigues vivo, ¿no? Como el soplón que le cuenta su vida a los matones que van a matarle sólo para ganar tiempo...

Beauséant dijo...

También yo creo que en el fondo no quiere terminar el trabajo. Mientras cavas tu tumba sigues vivo, ¿no? Como el soplón que le cuenta su vida a los matones que van a matarle sólo para ganar tiempo...

Jose Casagrande dijo...

Puede ser que la tierra sea asi, especificamente dura, para mantener "ocupado" al penitente (o al ciudadano), que posiblemente muera sin tener tumba.

la MaLquEridA dijo...

Todavía no conozco a nadie que haya cavado su propia tumba.
Yo no tendré tumba, me dejaran volar con el viento en contra como siempre ha sido o no.


Un abrazo José

carlos perrotti dijo...

De a poco, como se vive, para morir en apenas un instante...
Abrazo. Muy bien escrito!!

gla. dijo...

Me ha gustado el cuento
Es raro
¿Qui´{en cava su propia tumba, a menos que te obliguen
Y si siempre habrá una próxima vez, aunque no la haya.
Abrazos

ODRY dijo...

Yo creo que no la quería terminar, ja ja ja
Bromas aparte, a veces nos cuesta mucho acabar algunas cosas, no sé si por pereza o por que, quizás, no se nos ocurra que más hacer...

Un saludo

El Sentir del Poeta dijo...

Amigo, me gusto tu relato, pienso que nadie cava su propia tumba, si quiere morir se tira de un octavo piso sin tanto trabajo.
solo se dio tiempo para desistir de esa idea.
Cariños y besos

Chafardero dijo...

Me recuerda a las mujeres de antaño que tejían la mortaja que llevarían en el ataud. Pero eran más constantes que el tipo de tu cuento

María dijo...

Interesante tu relato, me ha gustado volver a leerte, después de esta ausencia tan prolongada.

Yo creo que no quiere acabar su trabajo.

Un abrazo.

Carlos augusto pereyra martinez dijo...

Quería morirse realmente o dilataba su fin,? Un abrazo. Carlos

Frodo dijo...

Por supuesto! que este también se suma a la antología que nadie se anima a recopilar.

Espectacular, mi buen herr J.!!!
Un abrazo admirado