sábado, 23 de marzo de 2024

El sentido de la vida

Siendo pequeño tuve la ocurrencia de lamer la punta de mis dedos índice y mayor antes de pasarlos por sobre un tomacorriente para ver qué se sentía. Esperaba algo como una recarga automática de mis energías, porque ese día estaba muy cansado, o que todo lo que aprendiera en la escuela cobrara algún sentido, tal vez que mi sangre fluyera en la dirección contraria o ver a través de las paredes. Esperaba, en fin, que ocurriera algo que finalmente no sucedió porque los tomacorrientes son cada vez más seguros y la vida doméstica cada vez más aburrida.
    Habría continuado más o menos igual por el resto de mis días de no haber sido porque, de casualidad mientras hacía otra cosa, encontré el sentido de la vida. Eso que atormenta a los filósofos desde el inicio del pensamiento, eso para lo que se han pensado tantas respuestas con mayor o menor sentido, eso que muchos omiten pensar para no amargarse al descubrir su incapacidad para pensar algo con cierta coherencia, eso que muchos responden como queriendo sonar graciosos “hacia la derecha” o “hacia la izquierda” o “hacia allá” y señalan en cualquier dirección con la mano. En definitiva, por pura y mera casualidad, acababa de encontrar eso mismo.
    Dejé lo que estaba haciendo en ese momento, que pasó a tener una importancia cercana a la nulidad, para anotar la fórmula de la felicidad, la respuesta a esa cuestión milenaria, que me haría conocido a nivel humanidad una vez que todos conocieran y aceptaran mi mensaje.
    Estaba tan feliz que olvidé el resto de mis deberes correspondientes al turno de trabajo obligatorio. Esto llamó la atención del encargado de la sección en la que me encontraba esa semana, quien rápidamente se apersonó en el habitáculo. Me encontró, según su recuerdo, apenas cubierto con unos calzoncillos no del todo limpios, apestando como un jabalí ―lo busqué en un diccionario y resulta ser alguna clase de animal que, al parecer, apesta―, de pie y con la mirada perdida balbuceando incoherencias mientras escribía frenéticamente sobre una servilleta de papel. Cuando logré salir de mi estado de exaltación le expliqué lo que acababa de sucederme, el descubrimiento al que recientemente llegara y como ya no podía seguir ocupado en mis tareas sino que debía ser relevado de ellas para poder escribir sobre mi descubrimiento.
    El encargado de la sección se sorprendió porque no sabía que yo supiera escribir, conocimiento innecesario para la realización de las tareas que se me asignaran, según dijo. Luego me pidió que le explicara cuál era el descubrimiento del que hablaba.
    Le mostré mis notas originales, manchadas de sudor y grasa de la pizza aceitosa que nos dieran de almuerzo, sin intentar reprimir mi sonrisa, mi alegría cercana al éxtasis porque era incapaz de algo como eso.
    El encargado miró el papel durante un largo rato, leyó y releyó mis notas sin que su expresión de perplejidad se modificara en lo más mínimo, podía percatarme de esto por el movimiento de sus ojos aunque yo no sabía que él supiera leer. Pero se demoraba en aceptar mi descubrimiento y mi ansiedad era mucha.
    ―Esto podría cambiar a la humanidad, es un paso adelante hacia la realización de la especie. Como el descubrimiento del fuego, la sopa con pan, el sexo por placer y el helado que no engorda. ¿No le parece?
    ―No ―respondió secamente. Y si en lugar de su respuesta me hubiera golpeado la nuca con una barra de hierro, el golpe me hubiera dolido menos.
    ―Pero… ―intenté defenderme de alguna manera sin saber cómo.
    ―Usted no entiende. Por eso está destinado a tareas manuales y no en los niveles intelectuales. Estas cuestiones están por fuera de sus capacidades, de sus posibilidades.
    ―No entiendo.
    ―Es lo que acabo de decirle en la línea de diálogo anterior: Usted no entiende. Ya nadie pierde el tiempo buscando repuestas a estas cuestiones vacías e innecesarias.
    ―Al contrario, creo que es algo muy importante.
    ―Ya no lo es.
    ―Pero, ¿por qué? ―dije sintiendo que mi esfuerzo, mi vida, mi ser, había sido y era en vano y que, además de eso, se acumulaban las tareas pendientes.
    ―Es sencillo, aunque no lo entenderá. Se lo diré y luego dejará de perder tiempo para volver a trabajar ―dijo guardando la servilleta en uno de los bolsillos―. El sentido de la vida es que la vida no tiene ningún sentido.

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En el N°97 de la Revista digital El Narratorio, se publicó el relato No se gana sin antes haber perdido.

Pueden pasar a leerlo.

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26 comentarios:

José A. García dijo...

Pero al menos tiene sentido... ¿no?

Saludos,
J.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Lo tiene.
Un descubrimiento como ese puede perjudicar a cierta gente, entre la que, seguramente, se encontraba el encargado.
Saludos.

Hola, me llamo Julio David dijo...

Algún sentido le habrá encontrado, o no se habría guardado la servilleta para sí. Digo yo, no sé.
Va un abrazo, José.

Maia dijo...

Lo tiene, pero, a quién afectaría?
Eso del "helado que no engorda", bueno, que no te hace engordar, me lo apunto si logra descubrirse, J.
Excelente noche de sábado.

Sergio Munari dijo...

Además de que el protagonista es un tipo corriente, por su querencia a los enchufes, tu relato no lo es. Muy al contrario, nos va envolviendo hasta ese final de un jefe sumamente escéptico, que nos coloca el mensaje final o que por lo menos nos permite cavilar.

En mi experiencia, no hay un único sentido de la vida. Sino varios, que hay que buscar en cada momento. La vida es una continua búsqueda en la que la mayor parte de nuestras cuitas no tienen respuesta. Pese a que como seres racionales, nos cueste aceptarlo, si somos capaces de entenderlo, quizá consigamos esa serenidad que a veces nos es esquiva. También esa incertidumbre, ese agitamiento intelectual nos ha permitido salir de las cavernas. Un saludo,J.

Tot Barcelona dijo...

La vida tiene sentido, sólo hay que buscárselo.
Salut

Joaquín Rodríguez dijo...

Hay tantos sentidos o sintentidos para la vida como personas que conjugan el verbo vivir en primera persona de indicativo. Buen cuento (A mí si me dio una descarga eléctrica y. lo pasé mal pero que muy mal)😉

gla. dijo...

Es verdad
La vida tiene sentido
Para cada uno diferente
Tiene un sentido para todos
Si lo buscamos lo encontramos
Pero también es verdad que, los que dominan el mundo, nos quieren ignorantes, idiotizados, haciéndole la sopa gorda a ellos
Abrazos

Nuria de Espinosa dijo...

Estupendo relato. Pero hay algún helado que no engorde? Ojalá. Buen texto y enhorabuena por la publicación, también han publicado el mío. Un abrazo

BEATRIZ dijo...


El sentido de la vida puede que sea particular, de cada vida. Si acaso existe el sentido como tal.
Este texto narra una situación cotidiana para los que escribimos.

Saludos, feliz domingo, Jose.

Beauséant dijo...

El sentido de la vida es el que te hayan dicho. Imagina que empezamos a seguir cada uno sus sueños y dejamos sin manos la cinta de montaje...

Me has recordado a la versión sucia de un mundo feliz. Enhorabuena...

J.P. Alexander dijo...

Tienes razón la vida no tiene sentido pero nos toca vivirla y disfrutarla de ser posible. Te mando un beso.

la MaLquEridA dijo...

Cuando le encontramos sentido a la vida es cuando inevitablemente estamos en el umbral de la muerte.


Un abrazo

Cabrónidas dijo...

No tiene ningún sentido buscarle sentido a la vida, de eso estoy seguro.

Anónimo dijo...

Si la vida no tiene sentido todo vale, luego, hagamos para que valga la pena vivir.
Chafardero

Manuel dijo...

Estimado profesor, dicho con todos mis respetos, he tenido que leer tu artículo y releerlo, para intentar encontrar ese sentido a la vida del que tu nos hablas.
Dicho esto...lo voy a volver a leer otra vez, a ver si a la tercera va la vencida. jeje.
Bromas aparte me ha gustado mucho.
Un fuerte abrazo, amigo.

Jose Casagrande dijo...

Parece ser que el sentido de la vida esta en establecer jerarquias sociales, apenas los humanos pudieron ya habian jefes, reyes, gerentes....

siempre el que tiene algo mas de fuerza se vuelve un "superior"

Fackel dijo...

Por supuesto que la vida no tiene sentido. Tiene objetivos que se marcan los humanos -pero esta es una parte del concepto vida- y tiene sobre todo su propia inercia, la acepten o no los humanos. Como para todas las especies. Eso, sí, la vida hay que vivirla con la máxima dignidad posible y con la actitud más satisfactoria. Algo para lo que no se necesita ni un dios mental ni intermediarios que actúen en nombre de su particular dios y negocio.

carlos perrotti dijo...

...porque lo va adquiriendo paso a paso, verso a verso...
Abrazos!!

Sor Austringiliana dijo...

No tiene sentido pero la busca nos orienta en el caos.

Carlos augusto pereyra martinez dijo...

Hasta dónde puede haber una crítica a la filosofía o el hecho de pensar, que desvela a un totalitarismo
Un abrazo
Carlos

Gus. dijo...

Creo que la felicidad de el acto creativo se parece mucho a un buen motivo para darle sentido a la vida. Pero eso depende de la educación en general. Si disfrutas del amor y del trabajo que haces seguro estarás cerca de ese sentido. Es posible que no sea el mensaje del relato pero el personaje si conoce el estasis de una revelación.

lanochedemedianoche dijo...

El sentido de la vida es vivir, y saber hacerlo, lo más difícil.
Abrazo

Etienne dijo...

Tiene tantos sentidos como los que querramos encontrarle. Y todos serán válidos y acertados.

Dyhego dijo...

José:
¿es posible que nos planteemos esa pregunta cuando tenemos las necesidades primarias cubiertos, por lo menos y sobre todo la comida?
Salu2.

Frodo dijo...

Una paradoja interesante, a la que de llega en un nivel superior al de la media.
La mayoría de los mortales vive sin asomarse a esa paradoja

Lo felicito por invitar a espiar.
Abrazos, herr