Las primeras noticias causaron incredulidad, quizá porque contradecían todo lo que se sabía hasta ese momento sobre el universo, la física, la historia, la vida o cualquier otro conocimiento más o menos encumbrado como sagrado e incuestionable. Además de que nunca nadie podría creer algo como que la Luna estaba cayendo, porque en el espacio no existe arriba ni abajo, derecha o izquierda, más allá de un punto de referencia ocasional de un observador casual. Si no se podía creer que la Luna estaba cayendo, mucho menos se podía creer que caía sobre la Tierra, eso no tenía sentido.
Yo tampoco creí esa noticia amarillista y sensacionalista como todas las demás, como el calentamiento global, el derretimiento de los polos, la extinción de los osos panda, la contaminación del agua, las vacunas que curan enfermedades, que la energía atómica es una energía limpia, que la realidad es relativa a la experiencia de cada individuo, la existencia de los dinosaurios pero no de los dragones, el perdón de los pecados, la resurrección de los cuerpos, la vida eterna, la caída de la luna. No podía creer ni siquiera cuando los efectos de la supuesta caída de la Luna comenzaron a afectar a la Tierra.
El ciclo de las mareas fue lo primero que se desquició, junto con todo lo asociado a las aguas. Los animales y aves marinas estaban tan desorientados como esos autos pseudointeligentes cuando se les desactiva el gps. La cantidad de videos que se pretendían cómicos mostrando el sufrimiento de animales moribundos en playas inesperadas carentes de agua o en zonas inundadas por demás, era una señal más de nuestras falencias como la pretendida especie superior.
El aire se enrareció cuando la Luna penetró poco a poco en la atmósfera. El cielo ardió, los escasos árboles sobrevivientes en las diminutas protecciones selváticas desaparecieron envueltos en lenguas de fuego. Las figuras de Nazca brillaron como nunca antes lo habían hecho, los nativos australianos bailaron durante días muriendo uno a uno de puro éxtasis y extenuación. Las autoridades no tenían descanso. Varios gobiernos pretendían lanzar bombas contra la Luna para destruirla, pero solo en los momentos en los que esta, por efecto de la rotación de la Tierra que no se había detenido, se encontraba sobre los territorios de los supuestos enemigos. Todos los países con alguna pretensión bélica pensaban de la misma manera, pero ninguno dio el paso necesario por temor a que el resto de los países hicieran lo mismo a último minuto. El miedo anuló la capacidad de decisión y acción, esto no fue algo tan malo, pero dudo que haya sido bueno ya que solo retrasó nuestra extinción unos días más mientras había quienes continuaban la búsqueda de otras opciones.
Hubo suicidios, en masa y en solitario; violaciones; asesinatos de albinos y de otros colores según la región; ajustes de cuentas; robos; ultrajes; incendios de museos, iglesias, observatorios, computadoras, antenas de 9G; infanticidios por millones; orgías con y sin invitación; bailes de máscaras; tiroteos; intentos de invasión a nuevos territorios; aumentó el consumo de alcohol y otros tipos de drogas legales e ilegales. El mundo entero era una cacofonía (palabra horrenda, ya sea en español o en otros idiomas) de expresiones de sufrimiento imposible de silenciar, de negar, de hacer como que no existían, como cuando alguien interrumpe nuestro soliloquio interno para pedirnos algo para comer y miramos con distracción hacia otro lado.
Medio mundo estaba en llamas o bajo las aguas, el número de muertes no dejaba de crecer, la comida escaseaba y comenzaban a producirse actos de canibalismo en lugares inesperados. Todo llegaba a su irremediable final, pero a mí no me importaba. No me importaba porque todo aquello que realmente tenía valor para mí murió el día en te fuiste, el día en que me dejaste, el día en que decidiste seguir adelante sin mí. Después de eso, ¿podía importarme algo más?
24 comentarios:
Prioridades, dicen.
Saludos,
J.
Eso se llama " ocurrir algo en el momento justo" (ademas sirve tanto para el abandono como para la hecatombe). Debería estarle eternamente agradecido. Bueno, " eternamente..."; ya me entendéis...
abrazoo
Un mundo distópico, donde ocurren cosas inesperadas, y quizás en el momento en que tiene que ser.
Un abrazo.
No hay casualidades, fue una causalidad.
Salut
Gran y apocalíptico relato, casi un Armagedón, por esa Luna que danza en su equilibrio eterno con la tierra y decide zafarse de todas esas fuerzas. Todo es nada,cuando estás derruido por dentro, quizá el desamor azora a nuestro protagonista, para el que el mundo y el espectáculo de su destrucción no es más que fachada exterior.Nos has conseguido angustiar,J.
Cuando no estas con quien amas todo pierde sentido. Te mando un beso.
los que no sorprenden son los líderes mundiales, ciegos y perdidos en sus laberintos haciendo nada.
y obvio, no tienen ni pálida idea del amor.
¿Sería esta luna que entró en la tierra la quinta?.
Cada cual se rasca donde le pica.
Saludos.
Justo eso. No cambiamos nosotros, sino nuestras prioridades.
Dice la canción "Que se vuelvan anticuadas las sonrisas y se extingan todas las puestas de sol...Pero que me quedes tú"
¡Abrazos!
asumir lo que viene o patalear contra ello.. el resultado será el mismo, llegarás al mismo lado, pero más cansado...
Doloroso y profundo. Supongo que la prioridad cambia con el curso del tiempo. Un placer leerte como siempre. Un abrazo
José:
se ve que este señor quedó muy apenado por el abandono...
¡De tan apocalíptico, el relato me ha dejado sobrecogido!
Salu2.
Me ha hecho mucha gracia el final, inesperado. Y así se siente uno a veces.
Abrazos
Quién podía pensar ese cierre genial
Un abrazo. Carlos
Un saludo José A.
La lune SIEMPRE ha sido rebelde, no es la primera vez que choca con la Tierra y creo no sera la ultima vez.
Igual una vez morí o eso creí. Mi corazón dejó de latir. Pasaron unos días. Lueguito abrió un ojo y supo que no, que de amor nadie se muere.
Beso Carlos
Un hermoso escrito!! Lleno de tu humor negro, eso si
Y si, a veces ni la luna en caída sana los corazones rotos
Paz
Isaac
Sí y no, pero igual de increíble por su romanticismo, José. El impacto que una ida puede tener en el que se queda, podría ser de esa magnitud pero solo en intensidad.
Muy bien narrado, por otra parte me parece una historia con conexiones de actualidad muy interesantes.
Saludos, José.
Me encantó. Impecable.
Y entre tanta descripción apocalíptica y tragedia tiene unos sutiles y hermosos pasos de comedia.
Lo felicito, y disculpe si aún no le respondo por mail.
Abrazos
Vivir en un mundo en donde la precariedad obliga a estar reunido con quien no se quiere:
Me recuerda el vivir en una prision o carcel. O ser esclavo.
El placer del mate entonces es un privilegio del hombre libre
Después de eso, ya nada tiene importancia
Ya no estás conmigo
Ya todo puede pasar
Abrazos
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