sábado, 28 de octubre de 2023

Frente a mi ventana

El mundo, mi mundo, el mundo, pasa frente a mi ventada. Un espacio privilegiado que, desde el momento en que debí aquedarme aquí dentro, aislado, protegiéndome y protegiendo a los demás, se transformó en mi único vínculo con el exterior. Por esta ventana puedo ver lo que está muy cerca, como esa fila de hormigas que suben y bajan a lo largo del alfeizar, el gorrión que ha hecho su nido desde la nada en la horqueta de las ramas de aquel árbol y que se pasa las tardes yendo y viniendo buscando su alimento. Puedo ver también lo que está un poco más lejos, a media distancia diría, en la esquina y la otra calle, donde es un acontecimiento ver pasar alguno de los pocos automóviles que todavía funcionan en medio de los drones de traslado de tropas y contingentes de civiles desplazados. Puedo ver, un poco más lejos aún, el cielo, la mayor parte del día rojizo por la ceniza que continúa flotando en la atmósfera, las nubes siempre negras y sin tormentas tanto al amanecer como al atardecer, y por las noches, las veces en las que el viento logra romper ese manto imperturbable, puedo distinguir alguna estrella cuyo nombre desconozco. El mundo, mi mundo, el mundo, pasa frente a mi ventada.
    Poco queda con lo que entretener la espera, con lo que volver más rápido el paso de las horas hacia el inevitable final. No me quedan libros que volver a leer, y cada cosa que intento se torna repetitiva y aburrida repitiéndose igual a lo que ya fue antes. Pensar es un círculo que me regresa a las mismas ideas, a las mismas premisas, como el gorrión que vuela alejándose de su nido para siempre regresar a él, como el caminar de las hormigas hacia adentro y hacia fuera de su hormiguero del que sin dudas conocen cada recoveco. Si el pensamiento se repite no me queda otra cosa que distraerme mirando el mundo, mi mundo, el mundo, que pasa frente a mi ventana.
    Todavía pienso en esa persona que días atrás atravesó la esquina de la otra calle con paso veloz, casi como si corriera. Pienso en lo que habrá sido de ella porque no llevaba traje alguno de protección, sino ropa de entrecasa, como si hubiera salido a hacer una diligencia a un lugar cercano sabiendo que pronto regresaría. Pero nadie puede hacer eso, nadie puede salir a la calle, no sin permiso, no sin autorización, no sin un motivo para ello. Mucho menos, no sin protección. Al pasar frente a mi ventana, esa persona solitaria y veloz, atravesó el mundo, mi mundo, el mundo.
    Pensar en ella es lo único diferente en estos días. Pensar en qué podría haberla llevado a salir de su aislamiento. Pensar en qué sería tan importante como para arriesgarse, para dejar la seguridad que nos proveen y nos permiten continuar viviendo de esta manera, siempre mirando por la ventana en mi caso, sin pedirnos mucho más. Pensar en qué la habrá llevado a hacer eso se vuelve poco a poco parte de mi rutina, de mi círculo de ideas y pensamiento. Pensar, solo pensar, en ella y en si sería capaz de algo semejante cuando el peso del aburrimiento finalmente se torne insoportable.

25 comentarios:

José A. García dijo...

Qué suerte es tener una ventana que no mire a la pared sucia de humedad y abandono del edificio lindero.

Saludos,
J.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Parecía alguien que miraba una realidad cotidiana y actual. Pero era una distopía. No tanto por los drones, que existen en la actualidad.
Lo curioso que el gorrión construyó su nido y diariamente busca su alimento, no necesitando protección.
Como tampoco parecía necesitarlo esa mujer desconocida.
Saludos.

Citu dijo...

Me encantó este relato. Me gustaría que continuara y que el pudiera volver a verla. A veces solo nos queda mirar a la ventana. Te mando un beso.

gla. dijo...

Pues es una gran suerte, después de lo que leí.
Abrazos

Alfred dijo...

Los animales no parecen afectados, hacen sus rutinas diarias sin aparentes problemas. La persona que escapa a la calle, quizás lo haya observado y eso le haya animado a romper con el confinamiento.
El mundo, su mundo, está limitado por los confines de una ventana.

Saludos.

Tot Barcelona dijo...

Recordar que todos sueñan con quien no duermen, este es otro caso similar.
Salut

Sergio Munari dijo...

Relato muy logrado y claustrofóbico. Distopía y recuerdos muy palpables, en cambio, de los confinamientos, que en la Argentina debieron traducirse en melancolía y a ratos en paroxismo, por ser según dicen, los más largos del mundo. Me ha traído la imagen de ella, algunos pasajes del Nosotros de Zamiatin, cómo una mujer puede revolucionar nuestras certezas. No sólo sexo que se hace limpio, sereno en la obra del genial ruso, siempre que no se involucren los sentimientos. También me ha recordado al Romance del prisionero, al que la avecilla le alegraba de su reclusión hasta que un cazador, aventó cualquier ilusión. Un saludo, J., y mi enhorabuena.

También, perdón, me ha recordado a una historia que me contó un amigo esta semana. Trabajó en una planta petrolífera adentrada en el desierto. Antaño, casi no había convivencia, en las llamadas bases. Ahora se cuidan mucho más estos aspectos. Entonces, se sustituía a uno por otro, sin más. Solamente se asomaban al exterior a la ventana de la televisión con su antena parabólica. Sin embargo, alguno de ellos, como decía, perdió la cordura. No ver a gente, el desierto es tan monótono y esa ventana, redoma que es tan estrecha que es la televisión, no fue suficiente. Su relevo declaró que el compañero ingeniero le aseguraba que salía por las noches a bailar con sus amigos del desierto. Su mente recreaba imágenes y situaciones tan vívidas, que le quería convencer de que había estado acompañado todas las noches, más otras incoherencias, tan propias como los ojos idos de un orate. Su aterrizaje en la vida fue duro. Tuvo que readaptarse a convivir. Le perturbaba el choque con lo que le parecían las masas de una rúa, que derivaban en ansiedad por la infinidad de estímulos a la que su cerebro no estaba acostumbrado. Nuestra mente es un enigma.

lanochedemedianoche dijo...

Es por eso que tenemos que vivir la vida entre la naturaleza, sintiendo antes que llegue la esclavitud.
Abrazo

Cabrónidas dijo...

No tener una habitación con vistas debe ser claustrofóbico.

lunaroja dijo...

Un relato claustrofóbico que evoca mucho la "locura" de la realidad que nos toca vivir muy a nuestro pesar.

Leyendo el comentario de Sergio Munari, me quedo deslumbrada con el análisis tan certero que hace de tu magnífico relato. (Como siempre, a lo que nos tienes acostumbrados)
Genial.
Un abrazo

Gabiliante dijo...

No veo nada que no haya pasado ya cuando el confinamiento. Como te lean esto, al estar en primera persona identificarán L protagonista con el autor, y no te ficharán para policía social por no abroncar y denunciar al que iba por la calle sin mascarilla.
Abrazoo

Chafardero dijo...

El aburrimiento es muy atrevido, quizás empuje al espectador a cruzar la calle y convertirse en protagonista, aunque fuera por un instante fugaz.

Beauséant dijo...

Nuestros cerebros no lidian bien con las situaciones repetitivas y sin expectativas, necesitan alimento en forma de retos... A veces prendemos fuego al mundo sólo por aburrimiento, quizás no seamos tan diferentes de los gatos en eso :)

Me ha gustado el relato y el ambien que has creado, gracias.

Saludos

BEATRIZ dijo...

Una de las mejores cosas que hago, es ver por la ventana. La primera vista en la mañana le da significado a la luz y las formas del día, mi día. Anque, confieso que ese mundo que pasa por tu ventana, tu mundo, me parece familiar. Podría decir que es el mundo de todos.

Saludos, José-

Jose Casagrande dijo...

Si, conozco esa manera de vivir.

Lo más grave es cuando me di cuenta que alguien en otra ventana, me estaba mirando a mi.

Hay muchas ventanas que yo veo, por lo general no se asoma nadie, pero eso es grave que alguien estuviera desde su ventana, espiandome.

Ya ahora me da miedo asomarme, porque no quiero que alguien piense en mi

Manuela Fernández dijo...

Por fortuna siempre hay alguien que se arriesga a ser distinto, alguien que no se doblega y hace su propio camino.
SAludos.

Luiz Gomes dijo...

Boa tarde de segunda-feira, com muita paz e saúde meu querido amigo José.

Egle Nazarena dijo...

Considero que todos debemos asomarnos a mirar por la ventana de vez en cuando, incluso cuando lo que vemos nos parece un absurdo... saludos

Alís dijo...


Pensaba en el tétrico y patético mundo futurista que describes en tu relato, y luego recordé cómo se parece a lo que vivimos hace apenas tres años.

Un abrazo

Ernesto. dijo...

Saludos José.

Amapola Azzul dijo...

A pesar del dolor, está la luz de ésa estrella.

Besos.

Carlos augusto pereyra martinez dijo...

Se aburrió de vivir sin vivir
Un abrazo. Carlos

Jo dijo...

me gustó mucho lo descriptivo del texto. a mi también me dan mucha curiosidad las ventanas. hubo un tiempo que hasta tomaba muchas fotografías de ellas andando por la calle y me imaginaba alguna historia. todas las ventanas creo que guardan un misterio una historia, escondida.
. todo cuanto en la naturaleza hay de delicioso está dispuesto en una serie de pequeñas sorpresas,

Hay cosas de las que uno se cansa fácilmente si no está de humor adecuado para verlo, porque sabes o asumes que está ahi siempre en lo cotidiano y te pasas de largo por culpa del tráfico, por el día laboral, o por el cansancio diario
sigo mirando ventanas y a veces cuando camino también suelo mirar hacia arriba a ver cornisas o techos de los edificios.
:)

Frodo dijo...

No me acuerdo qué dice Otto en el dobleje latino (creo que dice "seguro no me alcanza" o algo así), pero estoy viendo algunos capítulos en el original y cuando los Simpsons ponen en venta la casa y Otto va a verla dice "Oh, ¡ventanas!".

Abrazos, herr J

Nuria de Espinosa dijo...

Es como si el protagonista tuviese una gran inquietud, que algo rasga su interior. Profundo texto. Un abrazo