domingo, 15 de octubre de 2023

Museo

La lluvia fue lo que me llevó hasta el Museo, en cualquier otra situación lo hubiera evitado sin más, como tantas otras veces. La inesperada lluvia, tal vez anunciada, tal vez no, cambió mis planes y aquí estoy. Encontrándome junto a la puerta del Museo descubrí que se trataba del único día en la semana en que se lo puede visitar gratuitamente; recorrí las salas que sin dudas tenían algún orden y sentido, pero este escapaba a mis siempre limitadas capacidades de interpretación. Pude así ver vitrinas en mayor o menor estado de ordenamiento y limpieza, objetos expuestos sobre pedestales y columnas, cuadros contra las paredes, polvillo en el suelo, las cosas habituales en cualquier museo. Luego de mi visita, no me quedaron dudas de que podría haber continuado con mi vida sin nunca haberlo conocido ni sentir pena por ello.
    Comprenderán entonces que si me detuve a escribir esto que ustedes están leyendo ahora es porque algo sucedió, algo importante tuvo lugar en el Museo. Algo con tanto significado para mí que no he vuelto a ser el mismo. De otro modo no tendría sentido que perdiéramos el tiempo de esta manera, ustedes leyendo, yo sentido como me duele la mano por el esfuerzo de sostener una lapicera luego de tantos años (¿décadas?) sin utilizar una de estas cosas.
    En el centro de una de las salas, quizá la principal aunque no estoy seguro, me encontré con uno de esos pequeños carteles indicativos en el que se leía “Alegoría del fracaso”, debajo de lo cual había una flecha que señalaba en una dirección específica. Me acerqué entonces a la esquina de la sala; allí encontré otra flecha, más pequeña y pintada de un blanco que apenas se distinguía del blanco menos blanco de la pared en que estaba pegada, indicando hacia abajo, hacia el suelo. Miré y me pareció ver un rectángulo de apenas unos centímetros de lado pegado o adosado en el sócalo, no parecía tratarse de la pieza de alguna otra cosa que se hubiera soltado o caído, sino que aquel era el lugar pensado para exponerlo. Un sitio por demás incómodo si me lo preguntan (cosa que nadie hizo). De pie no podía ver bien lo que era aquello, por lo que me acuclillé escuchando quejarse a mis rodillas. En esa posición podía identificar un poco mejor aquel objeto, aunque todavía no lo veía en detalle, para poder hacerlo debía prácticamente acostarme en el suelo. Miré a mi alrededor, no había nadie en la sala que me impidiera o impulsara a hacer lo que terminé haciendo, acabé echándome cuerpo a tierra para apreciar aquella diminuta “Alegoría del fracaso”.
    Era yo. Una fotografía, sumamente reciente de un rabioso primer plano de mi rostro, ocupaba hasta casi sobresalir el pequeño rectángulo pegado o adosado en el no tan blanco sócalo. Mi sorpresa no lograba explicar cómo habían conseguido esa fotografía. Pensé en alguna cámara oculta en la puerta del Museo, incluso en la misma sala en la que me encontraba, con un mecanismo tan complejo para que el pequeño objeto supiera quién se acercaba a él para que no hubiera confusión con las imágenes que se mostraban (o tal vez en el cartel indicador). Era inaudito, me sentía violentado por aquel uso inconsulto de mi imagen. Esto para no decir que se me veía con el cabello desalineado, la mirada extraviada, el cuello de la camisa húmedo por el chubasco que me empujara hacia ese lúgubre sitio, las ojeras permanentes resaltando mis ojos, los labios resecos que rápidamente humedecí con la lengua y que la imagen hizo en ese mismo instante.
    Comprender fue como recibir un golpe tan inesperado como certero, y a traición, como suele ser todo lo inesperado en esta vida. Un golpe doblemente doloroso.
    Me levanté intentando no llamar la atención más de lo que ya lo había hecho echándome de esa manera en el suelo, sacudí y acomodé mis ropas y mi cabello. Luego, con un paso que pretendía ser tranquilo y comedido, me alejé de la sala en dirección a la salida de tan horrendo museo no sin antes propinarle un merecido puntapié al maldito espejuelo, por haberme recordado quién era.

29 comentarios:

José A. García dijo...

Seguramente yo hubiera hecho lo mismo.

Saludos,
J.

María dijo...

jajaj está claro que el museo que has visitado era de el arte contemporáneo jajaja desde luego el título de tu obra es precioso....
"alegoría de un fracaso" sin embargo pienso, que de fracaso nada, ha sido un éxito rotundo ¿cual es el fin de un artista? impactar en el espectador... a ti te impactó de lleno, como a nosotros tus letras : )

Abrazo fuerte!

Citu dijo...

Me gusto y me hiciste sonreír con el final. Te mando un beso.

Alís dijo...


Jajajajajaja

Es muy buena idea. Y es que la curiosidad es superior a nosotros. Lo de titularlo "alegoría de un fracaso" es mala leche, eso sí.

Muy bueno

Un abrazo

Tot Barcelona dijo...

jejejeje...Aquí con María...éxito total ¡¡¡
jajajaja

unjubilado dijo...

A mi me pasa lo mismo en los museos, en todos los cuadros que visito y fotografío me encuentro en ellos, hasta que me doy cuenta de que es mi reflejo en el cristal de protección del cuadro. ¡¡Vaya fracaso con las fotos!!
Saludos

Tatiana Aguilera dijo...

Los museos de arte contemporáneo tienen esa particularidad de promover arte o, no sé, tengo mis aprensiones. Son facetas de expresión moderna y, varias veces me ha sucedido que me llevo muchas sorpresas…El título muy bueno “Alegoría de un fracaso”.

Abrazos José

Jose Casagrande dijo...

Si, recuerdo que el Capitan (que tambien era quimico), me dijo que cuando lo estuvieran velando en el funeral, quería poner al ataúd un espejo.

Asi cuando la gente se acercara a mirar el cadaver, se verian ellos mismos reflejados.

No se si logro hacerlo.

Pero mirarnos tal cual somos no es malo.

Quizás luego de ver el fracaso uno salga al otro lado, hacia lo opuesto.

O quizas no...

nunca se sabe.

Guillermo Castillo dijo...

Lo desconocido (en este caso, el museo) es el lugar donde se puede propiciar el descubrimiento o el autodescubrimiento. Saludos

Gabiliante dijo...

Apuesto a que los dias que se paga entrada no ponen esa obra.
es una obra exclusiva para pobres, y algún otro despistado o mojado.
Abrazoo

Sergio Munari dijo...

El relato nos hace reflexionar sobre qué podemos considerar fracaso o ser un fracasado. Como si solamente hubiera una dimensión en nuestras polifacéticas vidas. Y casi intrigado me agaché con el protagonista por si era yo....es broma. Un relato que excita nuestra curiosidad casi de forma morbosa. Grande,J.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

La patada final fue una reacción acertada.
Así es lo que se conoce como vanguardia, siendo una estafa de gente sin talento. Son los verdaderos fracasados, no quienes siguen las flechas, para ver de que se trata.
Y son tan fracasados que el protagonista llegó al museo sólo por protegerse de la lluvia.

Saludos, colega demiurgo.

SÓLO EL AMOR ES REAL dijo...

Una historia formidable.... Bueno, también el cartel hubiera podido decir, alegoría de la dicha y quizás, nos ahorramos la patada

Paz

Isaac

Cabrónidas dijo...

Cuando te demuestran en la cara que el arte deja de ser arte, la patada tiene que ser bien enérgica.

Nuria de Espinosa dijo...

Jajajaja, que bueno José, quién iba a imaginar que era un espejo. Menuda imaginación. Desde luego un relato fascinante que te atrapa desde el inicio. Te aplaudo. Un abrazo

Beauséant dijo...

te diría que el manos has logrado estar expuesto en un museo, no es algo que logre todo el mundo, ¿no?

Chafardero dijo...

La ciencia museística avanza una barbaridad, hasta los propios visitantes acaban expuestos. El protagonista dedería interesarse por el autor de la obra, quizás le pudiera informar de su inutilidad

lunaroja dijo...

Oh, a veces estamos tan desconectados que no nos damos cuenta ni siquiera de nuestro propio reflejo.
Excelente relato!
Saludos.

ODRY dijo...

Me ha encantado tu relato. Yo me habría tirado al suelo también, soy de naturaleza curiosa y aunque me gustaría que fuera diferente algo fracasada, pero con muy buen humor y energía para cambiar mi vida.

Un saludo y mil gracias por este regalo.

Laura dijo...

Qué menos por usar tu imagen sin consentimiento, aquí lo podrías hasta denunciar.
Besos.

lanochedemedianoche dijo...

Jajaja, lo que no depara el tiempo, ver menos y descubrirlo, muy bueno.
Abrazo

Susana Moreno dijo...

Es lo que nunca queremos reconocer. Un saludo

Ernesto. dijo...

Saludos José.
Buen finde.

Luiz Gomes dijo...

Boa tarde de sexta-feira e bom final de semana meu querido amigo.

mariarosa dijo...

¡¡Muy buen cuento José!!
Imagine que era un espejo, pero muy bueno haberlo dicho al final.

Saludos.

Dyhego dijo...

Jajajaja.ç
¡Qué postura tan indecorosa!
Hay museos que es mejor no visitar, sobre todos ésos donde se exponen "obras" que son un insulto.
Salu2, J.

LA ZARZAMORA dijo...

No creo que fuese el único...
Todos somos alegorías de algún fracaso y lo peor, sin ni siquiera ser reconocidos como obras de arte.
Saludos, J.A.

Carlos augusto pereyra martinez dijo...

No sorprendió al personaje. Lo encolerizó porque lo puso de cara a su ser de fracaso. Un abrazo. Carlos

Frodo dijo...

Seguramente Ben Stiller también hubiese hecho lo mismo.
jajaja

Abrazos, herr J