domingo, 8 de octubre de 2023

Heredero

Once años, sí. Esa edad tenía cuando mis tíos, el hermano de mi madre y su esposa, organizaron la fiesta de presentación en sociedad de su hija, mi prima. Esas cosas ya nadie las hacía, sin embargo, ellos quisieron marcar una diferencia, decían querer regresar a las tradiciones. Nos invitaron a todos. Ella, mi prima, tenía quince años recién cumplidos; al verla con aquel vestido, con ese peinado, con esa sonrisa, me enamoré. Para ella no era más que el primero pequeño, el hijo de la tía que nunca tenía dinero para los regalos de cumpleaños, los de navidad ni para los huevos de pascuas. Ella resplandecía tanto ante mis ojos que me impedía ver cualquier otra cosa.
    Rápidamente nuestros caminos comenzaron a distanciarse. Ellos se trasladaron a una ciudad donde su dinero los volvía algo de valía, personas de importancia. Nosotros nos quedamos en el pueblo, viviendo y ya. Al menos hasta que llegaron las tragedias que, como se sabe, siempre que llegan lo hacen de tres en tres. Tuve un accidente en el campo, me amputaron la pierna izquierda antes de llegar a los dieciocho años y aunque sobreviví, pero desde ese día el sol brillaba un poco menos para mí. La segunda de las tragedias fue un incendio, voraz, imprevisto e incontrolable, que se llevó la casa de los tíos, y a mí tía y a mi prima con ella. Por último, antes de que se cumpliera un año de todo esto, mis padres enfermaron en la última pandemia. Bueno, no, no fue en la última pandemia, fue en la anterior a esa, antes de la aparición de las vacunas milagrosas, por lo que la enfermedad se los llevó.
    Mi tío se volvió mi única familia, pero también a la inversa, yo me volví su única familia. Sabiéndolo, y pesar de todo, no volví a hablar con él durante los siguientes veinticinco años. Era como si el uno no existiera para el otro, algo que para nada se sentía como algo malo. Ni siquiera intercambiábamos tarjetas virtuales en navidad, una llamada telefónica, un mensaje directo en alguna red asocial, una epifanía ocasional, nada. Y estaba bien que así fuera, yo tenía mi vida, él tenía la suya, tan lejos la una de la otra que no me enteré de nada de lo que le pasaba porque no tenía por qué hacerlo. Éramos dos perfectos desconocidos.
    Podría haber continuado de la misma manera de no ser porque el aviso radiofónico que recibí hace unos días y en el que se me anunciaba tanto su muerte como mi nombramiento como su heredero, por lo que recibiría su herencia. Ignoraba si algo semejante podría ser real o si se trataba de una simple burla. Lo único que esperaba es que no fueran más deudas porque, si apenas era capaz de afrontar las propias, no podría hacerme cargo de las de los demás.
    El correo tradicional demoró varios días en traer un paquete, uno apenas más grande que una caja de zapatos para niños varias veces remendada. La caja guardaba en su interior una colección de fotografías, impresas, en papel, eso que pocos saben lo que son debido a la escasez de papel y su precio prohibitivo para la mayor parte de las personas. Ya ni siquiera los documentos oficiales ni el diario utilizaban papel real, todas esas cosas son ahora parte de la ficción digital. La pequeña caja estaba llena de fotografías en las que siempre, invariablemente, aparecía mi prima, sonriendo, seria, distendida, concentrada, mirando de frente, de perfil, tres cuartos de perfil, de espaldas, sentada, de pie, saltando, bailando, nadando, estudiando, riendo, leyendo, jugando, en la casa, en la playa, en la calle, en su habitación, en la cocina, en un sillón, en cada una de sus vacaciones, mirando una pantalla, había también fotografías de aquella fiesta a los quince años, así como de otras tantas a las que no fue invitado; todas estaban ordenadas cronológicamente desde su nacimiento hasta las semanas previas al incendio de la vieja casa de mis tíos.
    Mi prima estaba en todas y cada una de las fotografías. Ella y solo ella. En esas fotografías se había consumido la riqueza de mi tío supiera acumular. Esas fotografías, que eran su tesoro, esas fotografías, que eran únicas, eran ahora mías, solo mías, y para siempre.

23 comentarios:

José A. García dijo...

Aquí pondría alguna frase o pseudo-reflexión sobre el texto para darle otro sentido o un matiz diferente, pero no se me ocurrió nada. Les dejo esa posibilidad.

Saludos,
J.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

El personaje ha sido duramente golpeado. Perdió una pierna, a sus padres. Y hasta perdió, que era su ilusión, aunque fuera inalcanzable.
Y ese es el sentido de la herencia, ahora la tendrá en imágenes.

Saludos.

María dijo...

La riqueza es tan efímera como la vida, lo único realmente valioso de la vida es... vivirla. Quizá tu tío te envió la caja llena de fotografías de la vida de tu prima, para q vivieras un poco su vida, al haberse ido la suya, antes de q se fuera la tuya ; )
Abrazo fuerte!

Alfred dijo...

La herencia de lo único que tenía valor para su tío y sabía que era compartido con él.

Saludos.

Tatiana Aguilera dijo...

¡Qué vida más dura tuvo el personaje! y, máS encima recibe de regalo una caja con fotografías de la vida de su gran amor. No estoy segura si aquello es un regalo hermoso o, una forma de tortura, porque las verá todos los días y, no podrá avanzar y dejar atrás el pasado para ser feliz.
Abrazos José

Sergio Munari dijo...

Una vida azarosa, casi sin respiro, llena de desgracias. Y unas relaciones familiares distantes y en las que lo más íntimo se revela, a través de las fotografías, en el postrer acto. Incluido ese amor que nunca fue.

Tot Barcelona dijo...

Las narraciones cortas son complejas. Construir una buena trama y un desenlace eficaz está a la mano de no muchos "escribidores", y esta narración está bien tramada.
Me ha gustado mucho.
salut ¡

unjubilado dijo...

Mísera herencia o quizás por contra, un rico legado pudiendo ver siempre a su amada en plenitud de facultades, la vida es tan incierta que no sabemos que pudo llegar a pensar.
Saludos

Joaquín Rodríguez dijo...

Un cuento tremendista en un futuro cercano y algo distópico, sí que le pasan tragedias al personaje. Las fiestas de 15 años deben ser un momento mágico para las afortunadas. Me gusta como has mezclado la tradicion con un mundo imaginado donde imprimir una foto es lo más parecido a un lujo. Un abrazo

Chafardero dijo...

Esos amores dormidos, que unas simples fotos despiertan, son sin duda herencias que perduran

Cabrónidas dijo...

Es una herencia con claroscuros, siempre dispuesta al uso en función del estado anímico del heredero. El tiempo dictará una vez más las directrices.

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Vale más una foto que un arcón lleno de monedas. Así me salió. Un abrazo. Carlos

gla. dijo...

Esas secuenicias en fotografía era lo mas apreciado para el tío y él sabía que para el sobrino también
Por alguna razón lo sabía
En cuanto a la edad cronológica y la edad tenemos adentro nunca está de acuerdo a lo que se supone que debe ser
Abrazos

Gabiliante dijo...

si aún pensaba en ella es un buen regalo.
Las fotos ya no son lo que eran, aunque en este caso si hubieran sido digitales podría haberse añadido a si mismo al lado de la chica en cada una de las fotos.
En cualquier caso, si esta mejor que antes de recibirla, pues bien, y no tiene rollos de abogados notaroios e impiestos
abrazooo

Gildardo López Reyes dijo...

Impredecible tu relato José. Imaginé varias veces que iba hacia otro lado. Me deja pensando en esa extraña herencia.
Abrazos

Luiz Gomes dijo...

Boa Noite de terça-feira. Obrigado pelo carinho e comentário.

Etienne dijo...

Valor relativo, seguramente el personaje se habrá sentido más rico que antes de abrir la caja. Tenía un tesoro invaluable de momentos irrepetibles entre sus manos. Menos mal que no eran títulos de deudas...

Jose Casagrande dijo...

Si recuerdo que hubo fotos en papel, pero se van como deteriorando con el paso del tiempo.

La gente se borra, se desparece de ellas.

Diria yo que es una buena herencia.

Las fotos de familia, mas si son en papel, son tesoros inapreciables.

Frodo dijo...

Pienso que antes tenías 12, 24 o 36 chances de hacer buenos disparos, y luego el tiempo de revelado con viento a favor, teníamos 4 o 5 buenas fotos.
Hoy, digital, podemos sacar 4000 millones de fotos y guardardarlas en varios discos duros o subirlas a "la nube" pero nadie verá ni siquiera esas 4 o 5 buenas.

Pity cantaba:
"El sueño de algunos puede ser
Cambiar el auto o tener una casa de fin de semana
El sueño de otros puede ser solo tener una guitarra
Para tocar esta canción que escuchas."

Abrazos, herr J

Alexander Strauffon dijo...

Hacía mucho que no oía el término; sobre esas fiestas de "presentación en sociedad". La raíz u origen remoto de las de XV años, Sweet Sixteen, y cosas así.

Alís dijo...


Curiosamente, es el heredero perfecto para ese tesoro.

Un abrazo

Laura dijo...

El otro día pasé la tarde ordenando mi vieja caja de zapatos con toda mi vida dentro.
Fue una tarde mágica.
Besos.

Dyhego dijo...

El recuerdo de un hijo desaparecido debe ser terrible.
Salu2, J.,