domingo, 24 de septiembre de 2023

Danza

El humo, del incienso o de lo que fueran que estaban quemando, llenaba de lágrimas mis ojos. Además, sin importar en qué parte de la ronda me encontrara, el viento se empecinaba en atraer ese humo hacia mí. El ruido de los tambores, de los saltos, del chocar de los talones contra lo tierra reseca, sonaba desacompasado; algo no estaba bien. Si me preguntaba qué era aquello que no estaba bien, no sabría qué responder, pero a pesar de no saberlo me resultaba imposible negarlo: algo no estaba bien. Llevaba la mayor parte de la noche fingiendo que sí lo estaba, aunque lo sentía desde que, como las veces anteriores, nos despojamos de nuestras ropas de oficina, de hombres y mujeres respetables con trabajos normales, y nos adentramos en el barro y la arcilla.
    Luego del baño de barro y arcilla que nos liberaba de las impurezas de la vida cotidiana, que nos devolvía al mundo real del que formábamos parte, venían la fogata y la danza de la noche eterna, la bebida y los saltos, la comida y la ronda, el sexo y el humo, las máscaras y las risas para recuperar lo que somos, para no olvidarlo. Aquel no era mi primer retorno, no era pues incomodidad lo que sentía, no era esa falsa timidez de estar desnudo, no era el descubrir los cuerpos ya conocidos de los demás. Esta noche había otra cosa, algo que se negaba a ser como las veces anteriores. Ese algo tal vez fuera yo.
    Aunque quizá fuera la máscara de corteza de árbol que se negaba a ajustarse a mi rostro y que no me permitía liberarme de mis inhibiciones porque debía acomodar y volver a acomodar con cada nuevo giro y salto de la danza. Tal vez fuera el humo o el sentir que todos, en algún momento de la larga noche, me miraban con una mezcla de recelo y envidia, con un miedo y un amor que ninguna máscara jamás sería suficiente para disimular. No sabía quiénes eran los que me miraban porque aunque se repitieran las máscaras, nunca se repetía quiénes las elegían en cada danza. La máscara que eligiera esta noche se empecinaba en rechazarme sin importar cuanta cosa hiciera para volverme uno con ella. Sin importar cuánto comiera, cuando bebiera, cuando sexo tuviera o dejara tener, la máscara me rechazaba.
    Tan fuerte, tan innegable fue su rechazo que en medio de la noche, en medio de uno de los innumerables saltos y vueltas de la danza eterna, en medio del humo del incienso o lo que fuera que estaban quemando, la máscara de corteza de árbol se partió exponiendo el falso rostro que usaba todos los días. El silencio que siguió a la caída de las dos mitades de la máscara sobre la tierra reseca solo fue interrumpido por el crepitar del fuego, e incluso este pareció buscar la forma de dejarse oír lo menos posible en ese interminable momento.
    Retrocedí, lentamente, para salir del círculo de danzantes atónitos y mudos que se hacían a un lado para que no los tocara la desgracia en la que acababa de convertirme. Solo cuando me encontré fuera del círculo de la danza giré y comencé a correr, con desesperación, con horror, hacia el barro y la arcilla, para purificarme una vez más, para volver a ser quién debía ser.
    Corro, ahora, entre los árboles, queriendo creer que los ruidos que escucho son solo los de mis pies, tan desesperados como el resto de mi cuerpo por llegar al barro y la arcilla de la purificación. Mirar hacia atrás no es una opción, correr y correr es lo que se impone para que nadie vuelva a ver mi falso rostro de todos los días.
    Estoy cerca, del barro, de la arcilla, de la purificación, tal vez por eso mis pasos suenan tan fuertes, tan cercanos, y parecen ser tantos.

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En el Número 91 de la Revista Digital El Narratorio se ha publicado el relato: Desde el confín de la galaxia.

Pueden pasar a leerlo cuando gusten

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29 comentarios:

José A. García dijo...

Nada como mostrar un rostro que no sabemos si es verdadero o no.

Gracias a tod@s por las visitas y comentarios en la entrada anterior.

Nos leemos,
J.

Tot Barcelona dijo...

Un saludo. Espero que la presentación haya sido todo un éxito.
Salut ¡

lunaroja dijo...

A veces hay que mostrar ese rostro, más allá de las dudas que tengamos.
Muy buen texto, no siempre sirven las ceremonias purificadoras no?
Un saludo

Gabiliante dijo...

Tranquilo, solo fuiste el primero, a todos los demás también se les partió la cara. No sé si va a haber bastante arcilla para todos. si no vinieran todos detrás, pensaría que hsbia sido un complot de todos contra ti. Y más aún dependiendo de con quien te haya tocado el sexo.
abrazooo

Sergio Munari dijo...

Me has recordado a escenas y rituales de la magnífica cinta de Stanley Kubrik, Eyes wide shut, a esas danzas llenas de lascivia y deseo, previas a la cópula. Muy buen relato, J. La angustia del personaje nos ha tocado de lleno.

Beatriz dijo...

Se desveló el misterio, se rompió, y el efecto que deja es el de la huída, como si el personaje experimentara vergüenza, no sé porqué.

Como sea, es un ritual bastante telúrico, el de las máscaras con las que bailamos, saltamos, nos movemos, tenemos sexo, etc.

Felicidades por la presentación de tu libro, no me enteré a tiempo para pasar por instagram.

Saludos.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

La máscara se rebeló, revelando la cara que el protagonista pretendia ocultar.
Saludos, colega demiurgo.

Citu dijo...

Me gusto el relato por más que uno se oculte con una mascara esta se caerá con el tiempo. Te mando un beso.

Alfred dijo...

Al final, siempre, todas las caretas caen.

Saludos.

jfbmurcia dijo...

Las máscaras, esos mágicos artilugios, que tanto nos intrigan y nos inspiran. ¡Muchos éxitos!

Tatiana Aguilera dijo...

Todos tenemos nuestra máscara que nos protege de lo que realmente somos y del resto de las personas. Lo irónico de todo, es que esa otra parte también usan las suyas. El mundo es un festival de máscaras o un ritual donde todos acuden para intentar sobrevivir, pese a todo.
Muy buen relato y, no tengo la menor duda que la presentación de tu libro fue un éxito. Felicitaciones por aquello. Tienes muchísimo talento.
Abrazos José

Cabrónidas dijo...

Ritos ancestrales para volver a ser lo que somos no es cualquier cosa. Para eso hay que ir despojado de prejuicios... y de caretas.:)

ODRY dijo...

Tenga la sensación de que todos podemos fingir que somos algo que no somos, quizás por eso nos gusten tanto las máscaras.
Un abrazo

Gildardo López Reyes dijo...

Pues eso, nuestro falso rostro de todos los días. Pero es que está complicado mostrar el verdadero, quién lo aceptaría.
Abrazos José.

gla. dijo...

Creo que todos y cada uno de nosotros usamos muchas máscaras a diario y con distintas personas
Una máscara para cada ocasión
Todos miran horrorizados a quién se le rompe una máscara, por miedo
Abrazos

Recomenzar dijo...

Porque cubrirse -Yo muestro mi cara- es linda- aunque no me la he retocado - Me divierten las cosas mal escritas- y estoy como para retirarme- No odio a nadie- los quiero a todos -y soy fuerte ya que como mucha espinaca- Me voy unos días a Buenos Aires -viajo bastante seguido- Tengo un lugar muy bonito allá -y siempre sonrio-
Les dejo un abrazo inmenso aunque no me quieran soy feliz estoy contanta tengo salud y belleza
jajaja

Jose Casagrande dijo...

Es importante estas fiestas que permite que uno sea "otro", y que sienta una perspectiva diferente, en donde no estoy de acuerdo es que sea obligatorio, porque si fuera voluntario o poco frecuente se hace con gozo, pero si lo obligan a uno
a ser otra persona la cosa se pone un tanto oprimente.

(nota hoy envie este mensaje y preciso se me daño mi conexion a la red.... si sale duplicado.... bueno favor eliminar el mensaje mas feo...)

mariarosa dijo...

Muy bueno el ritmo que le diste al relato, es como ver una pelicula. Las máscaras van con nosotros siempre, perderla es mostrar nuestro verdadero ser.
Saludos.

Fackel dijo...

A veces la máscara innata, la que llevamos puesta con forma de piel y otros órganos, no acepta máscaras sustitutorias. Lo cual prueba la eficacia de nuestra máscara cotidiana que además gesticula, abre y cierra los ojos, encrespa los cabellos, sopla y mueve los labios...Y se deja acompañar por palabras y promesas. Me ha gustado tu relato, que me ha hecho pensar, ya ves.

Nuria de Espinosa dijo...

Hola José, como un aquelarre fangoso y angustioso he percibido tu relato. Muy bueno por cierto. La había leído en la antología, así que te aplaudo, pues somos compañeros de narrativa en ella. Un abrazo

lanochedemedianoche dijo...

Siempre nos preguntamos. Somos esto, aquello, lo otro? la duda siempre existe.
Abrazo

SÓLO EL AMOR ES REAL dijo...

Que esa purificación te (me) llegue y te (me) salve de la mascara que haz (he) creado por tantos años


Paz

Isaac

DULCINEA DEL ATLANTICO dijo...

Aquí esa forma de purificarse no fue lo que esperaba y como tal le llevó a una sitaución desagradable.
No siempre nos gusta lo que nos muestran los otros de nosotros
Un saludo Jose A
Puri

CarlosMxAx dijo...

excelente texto, me gusto el final
al final todos usamos mascaras
saludos!!!

Beauséant dijo...

Una buena metáfora de tantas cosas... me ha gustado.

Sigue corriendo, no dejes de hacerlo, no tendrán piedad...

Maia dijo...

Pasará tiempo pero, quizás fue el inicio de la aceptación de lo que somos, de todos los que somos, J.

Frodo dijo...

El uso misterioso de uno mismo como "otro" u "otros" y el ambiente descripto me trajo el recuerdo del cuento "La noche boca arriba" de don Julio.

En otro aspecto, ¿le conté? tengo un vecino veterano que está tan al pedo que junta maderas, ramas, papeles que otros vecino sacan a la calle, y una vez por semana hace una pira en la vereda de enfrente (que da al alambrado del ferrocarril) y le prende fuego. Y dependiendo del viento y el material incinerado, puede tener dos conclusiones: o intoxica a varios vecinos, o todo se desmadra y vienen los bomberos.
Eso sí: danzar no danza (al menos no en público)

Abrazos, herr J

Chafardero dijo...

Las máscaras que usamos son las que nos salvan de lo que verdaderamente somos.
Un saludo

Mara dijo...


Mejor que las máscaras se rompan y caigan José.
Ojalá todos vayamos estando cerca del barro y la arcilla.
Saludos.