Luego de horas de ansiosa espera escondido detrás de la raleada pila de leña, debajo de las mantas sobre las que se echaban los animales en invierno, como Madre me había dicho que hiciera, pude escuchar los caballos alejándose. No entendía porqué habían venido hasta aquí, hasta nuestro rancho, tan apartado y lejos del camino, del pueblo, de la vida de los demás. Nadie pasaba por aquí, ni siquiera por error, por lo que tuvieron que venir sabiendo dónde nos encontrarían.
Los hombres de los caballos vinieron cuando Padre no estaba en el rancho, solo estaban las mujeres, que me enviaron a esconderme aquí, y yo, claro, el pequeño, como todavía me dicen. Tal vez hayan venido sabiendo que no encontrarían a Padre; así como sabían que si venían cuando la noche se acercaba no serían vistos, para que no se supiera quiénes eran o cuántos de ellos venían. Quería verlos, pero me mandaron a esconderme, por eso no sé qué querían, y tal vez nunca lo sepa, porque sé que cuando Padre regrese no me lo dirá.
Vinieron cuando llegaba la noche, cuando Padre no estaba, y las mujeres me enviaron a esconderme antes de que los hombres de los caballos llegaran. Luego comenzaran los gritos y llantos de las mujeres seguidos por las risas de los hombres que venían en los caballos. Aunque quise mantenerme despierto, en algún momento de la noche me dormí vencido por el frío y el hambre. Dormí hasta que me despertó el cabalgar de los mismos caballos alejándose, por el ruido que hacían debían de ser más de media docena. Me quedé escondido hasta que el sol llegó a la marca de la media mañana, cuando el pozo de agua comienza a dar sombra hacia el lado de la casa.
Entré en la cocina, por la puerta que permanecía abierta, quitándome las pulgas de los brazos y el cabello. Todas nuestras cosas estaban por completo revueltas, rotas, arrastradas por el suelo, casi nada podría volver a utilizarse. Detrás de las tablas de la mesa volteada sobresalían un par de piernas. Me acerqué hacia ellas y encontré a Madre con el rostro cubierto de sangre seca y golpes, con la ropa desordenada y rasgada, cubriendo con una manta sucia y manchada, el cuerpo desnudo y también ensangrentado de la otra mujer de la casa, Hermana.
―¿Por qué Hermana todavía duerme? ―pregunté―. Es tarde.
Madre lloró, sin mirarme. Terminó lo que hacía y se levantó. Caminó rengueando hasta el pozo, bombeó agua, se lavó el rostro, las manos, los brazos y allá abajo, entre las piernas, donde yo no debo mirar ni a ella ni a Hermana. Hizo todo sin decir una sola palabra, sin dejar de llorar.
Al atardecer, otro caballo se acercó al rancho. Un caballo solitario, con un jinete igual de solitario. Padre. Se demoró junto al pozo, donde Madre permaneciera sentada el día entero. Se miraron, pero si se dijeron algo no llegué a escucharlo.
Padre entró a la casa, me miró allí sentado junto a la mesa aún caída, pasó a mi lado y miró a Hermana, que seguía durmiendo como lo había hecho durante todo el día. Me dio la mitad de una hogaza de pan que traía en su morral, me miró masticar un rato antes de volver a salir de la casa y caminar hacia el lugar donde yo me escondiera la noche anterior.
―Esta noche dejarás de ser el pequeño de la familia ―dijo al regresar y me tendió una pistola, fría, pesada, con olor a bosta―. Esta noche nosotros seremos la familia.
No entendí lo que me dijo. Nunca entendía nada de lo que Padre me decía. No podía dejar de mirar la pistola en mi mano. Se sentía tan bien mientras se entibiaba poco a poco. La sentía parte de mí.
Cuando salimos con los caballos Madre ya no estaba junto al pozo. Miré a los lados de la casa, pero no pude encontrarla.
―Andando ―dijo Padre taloneando su caballo.
Cabalgamos hacia el poniente. Esta vez el sonido no se alejaba, era uno conmigo, como con mi caballo, con mi pistola, con Padre y con la familia, en un futuro muy cercano.
Llegaba la noche, otra vez.
27 comentarios:
Hay familias y familias, como suele decirse.
Saludos,
J.
Una narración dura, compleja. Al igual creerá que la pistola le abrirá todas las puertas.
Salut
Salvo la mención de las pulgas, el cuento es excelente, cerca de la perfección.
Es acierto que el narrador sea un personaje incapaz de entender la situación, incluso el concepto de la muerte.
Hay una efectiva elipsis, no se describe lo que pasa pero es evidente.
Sin duda, el personaje y su padre le llevarán el sueños a los atacantes, que no despertarán.
Saludos, colega demiurgo.
Yo diria que este cuento HA OCURRIDO, es posible que estas cosas hayan sido faena regular en muchos rincones del mundo. Puede incluso pasar ahora mismo. Es una espiral de violencia sin fin. Eso si, me encanta el estilo de narracion. El relato es EXCELENTE.
Entrar en el mundo adulto de golpe y a lo bestia.
Un relato crudo pero muy bueno.
Un relato muy duro,y en el que la inconsciencia del púber aviva la intensidad del drama. Por momentos me recordaba a Quiroga o al recientemente desaparecido Cormac Mc Carthy. Una violencia flamígera y sin esperanza.
Maestro, de lo mejor que le he leído. Mi saludo desde Colombia.
No entendía lo que su padre le decía, pero sin darse cuenta entraba al mundo de los adultos. Debía vengar la afrenta cometida por esos hombres que se llevaron los caballos y la honra de su madre y hermana. Aquello de “Esta noche nosotros seremos la familia” lo decía todo.
Excelente relato José.
Abrazos
me has recordado al mejor Cormac Mccarthy, y eso ya es mucho decir...
Las balas escriben la verdadera ley de los hombres.
De la niñez a la madurez sin darle tiempo ni a entenderlo. Muy buen relato. Me gustó. Un abrazo
La vida es así. Mejor siempre estar preparados...
Abrazos.
Impresionante. Un relato muy bien narrado y una historia donde la violencia es tan real que duele.
mariarosa
Te leo y leo a cada uno de los que te escribe- Los conozco a todos grandes personas.Cada dia entiendo más lo que dices Antes no lo entendía
A galoparrrrrr hasta enterrarlos en el mar.
Abrazote utópico.-
Beautiful blog
Un relatazo admirable!
Como ha comentado alguien por aqui, tiene ese toque de los relatos de Quiroga, y deja ese sabor entre lo trágico y el placer de leerte.
Saludos.
Un relato muy duro, pero a la vez muy convincente, me ha gustado leerlo, esperando el final.
Saludos
Crudo, seco y contundente texto. Como el camino de la venganza.
Saludos
Ser capaz de escribir un drama como el que nos has contado, a través de los ojos de un niño que no comprende lo que ocurre y sin embargo hacernos absolutamente explícito todo a nosotros a a través de tus letras, es un arte al alcance de muy pocos. Enhorabuena! Una pena que ese padre no se de cuenta que va a fulminar de un tiro la infancia de su hijo.
Un placer y un abrazo fuerte, mil gracias.
Pobre niño le tocó crecer. genial relato me gusto como lo narraste. Te mando un beso.
Tremenda historia, aunque sabemos que hay familias similares viviendo así.
Abrazo
La trágica historia que lamentablemente una y otra vez se ha repetido...
Paz
Isaac
Aquí en Colombia, es muy dada la retaliación entre familias. En el pueblo de Barichara, donde pasé parte de mi niñez,la inquina entre dos familias era de vejaciones físicas, sexuales y de muerte. Un abrazo. carlos
Como siempre, llegan hondo tus letras.
Besos.
Qué historia más fuerte. Corta y engancha el relato. Ahora falta la continuación de la historia... Caramba! qué buen relato!
Beautiful blog
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