Cuando sonó la campana de salida llevaba tanto tiempo pensando en lo que haría luego que no perdió tiempo. Dejó las herramientas junto a la máquina, bien a la vista de quien ocuparía ese puesto en el turno siguiente y para que no volvieran a acusarlo de robárselas, corrió luego hacia las duchas con el anhelo de llegar antes de que se acaba el agua caliente y lograr así quitarse al menos una parte del sudor, la grasa y el cansancio. Aunque extraño, la grasa era lo que más fácil se quitaba, con un poco de agua y con el jabón adecuado, para lo demás aún no encontraba una solución.
El último transporte, el que espera a los rezagados del turno, se incrustó en la oscuridad de la noche cerrada abriendo una cuña de luz de poco más de dos o tres metros hacia el frente. Por fuera de ese cono de luz el mundo bien podría haber desaparecido y solo quedarían las ráfagas de viento y arena que se azotaban contra las ventanillas. Se arrellenó en el asiento intentando que su cuerpo agotado no se acomodara demasiado y se durmiera, sino solo lo necesario para los dolores y molestias no fueran más que eso. Miró hacia el frente, aunque como cada noche, fuera del reflejo de las luces no había nada.
Después de una hora, tal vez más, tal vez menos, de viajar en esa oscuridad, bajó en un cruce de caminos indistinguible. El chófer del transporte lo miró como queriéndose asegurar de que efectivamente quería bajar en ese lugar. Le mostró el puño cerrado y el pulgar levantado. Se quedó con la mano en la misma postura hasta que las luces se perdieron en la distancia y el ruido del motor se alejó con el viento. Solo cuando no quedaba otra cosa en la noche más que su cuerpo cansado, el latir de su corazón en sus oídos y el viento agitando su ropa, comenzó a caminar por uno de los senderos más desdibujados, casi borrados en la arena.
El sendero que seguía se bifurcaba, se entrecruzaba y era cortado por otros tan parecidos entre sí que podrían haber sido el mismo. Senderos que dibujaban una geografía de pasos indistinguibles en la noche. El tronco partido y reseco de un solitario árbol con el que casi choca de frente, le aseguró que no había equivocado sus pasos. Le indicó también que faltaba menos para llegar.
Continúo hasta que en la lejanía comenzó a adivinarse una primera dubitativa claridad. Apretó el paso sintiendo la cercanía del día y la necesidad del descanso. La ruta había quedado tan atrás como los ruidos incesantes de la fábrica a la que pronto debería regresar, porque siempre regresaba, día tras día, para luego, noche tras noche, caminar hasta allí.
Se sentó, por fin, muy cerca de los restos chamuscados de lo que podría haber sido una casa, algo parecido a una cabaña, un puesto en medio de la extensión vacía, un punto que agigantaba la desolación.
Se sentó, por fin, sintiendo las piernas cansadas, agarrotadas.
Quien supiera mirar tal vez podría adivinar a su derecha un montículo estrecho y alargado y otro a su izquierda, también estrecho aunque menos alargado que el anterior. Podrían ser cualquier cosa, pero no lo eran.
Se sentó, por fin, entre ambos montículos a ver amanecer rodeado de toda esa soledad y sentir que nada tenía sentido, que tal vez alguna vez lo había tenido, pero ya no. Vio lo que quedaba del amanecer en silencio, escuchando el viento, los lejanos graznidos de algún ave y otros ruidos perdidos en la distancia.
Se acurrucó, abrazó sus rodillas y apoyó la cabeza entre ellas para soñar otra vez con aquella no tan lejana noche, soñar que esa vez sí había llegado a tiempo, que esa vez si había estado allí cuando lo necesitaban y que allí estaban ahora los tres, recibiendo el nuevo día, mirando el amanecer y no era solo él quien lo hacía. Deseó soñar con ello hasta que finalmente se durmió.
26 comentarios:
Estuve leyendo los cuentos de Haroldo Conti y algunas cosas quedan. Vaya este relato a modo de homenaje. Lo mal escrito es culpa mío y no suya.
Saludos,
J.
Velando unas tumbas hasta el amanecer.
Gran relato.
Un abrazo.
El trayecto es desgarrador, me vas introduciendo en un vacío y soledad que lacera constantemente el alma. Ese puesto continúo de velación en culpa es doloroso.
Buenísimo, como siempre, placer leerte.
Un abrazo
Lo único mal escrito que veo es un una solitaria "s" en el penúltimo párrafo, que alguien que supiera mirar, adivinaría a su derecha un palito vertical con una tilde encima.
Por lo demás me parece un relato tan maravillosamente sencillo como su protagonista. Cuando digo sencillo , digo "nada menos que sencillo".
No conozco sl tal Harold, pero echaré un ojo; ya me demostró Csrlos Perrotti con un tal Dalmiro Sáenz, que tenéis por ahí escritores que por aquí ni suenan.
Me pareció espantosamente genial " un punto que agigantaba la desolacion" y " pero no lo eran".
Ya sé que no participas en esto de retos semanales, pero me sorprendió que este texto encajaba como el zapato de cenicienta en el reto juevero quetrata sobre el sitio, el rincón, el refugio de uno mismo
Abrazoo
Uno se aferra a lo que tuvo, cuando no queda nada mas que el dolor.
Nadie es dueño de sus sueños, eso es bueno porque no los puedes hacer a tu medida.
Salut
Jajja. Aqui uno que no sabía mirar. No solo no faltaba la í, sino que también sobraba la s.
Saludoss
Es entrar en el túnel (ese viaje errático y negro) de la desolación, para encontrarte con la absoluta soledad y dolor.
Excelente.
Saludos
Guarda las tumbas hasta que llegué el momento de tener una propia al lado... al menos esa es la sensación que me ha dado, la de alguien que sigue vivo por inercia...
Muy bueno.
¡Qué penoso relato!. El protagonista regresaba al lugar donde estaban aquellos seres amados y, dormía allí. Intentando quizás, que lo vuelvan a buscar.
Muy bueno, pero me quedé con un nudo en la garganta.
Abrazos
Tu escrito es un relato que nos lleva directamente a la sinrazón...sin sentido de vivir
Abrazos
Me gusto la historia a veces no nos queda nada mas que el recuerdo y la tristeza. Te mando un beso. https://enamoradadelasletras.blogspot.com/
Buen cuento, bien narrado y con un gran final. Conmovedor
Es lo más cerca que estará de experimentar la tranquilidad absoluta estando vivo. Un privilegiado, según cómo.
Con sentimiento de culpa. Muy humano. Un abrazo. Carlos
He sentido soledad...Un relato precioso que no desmerece un premio.
Saludos
Este relato expresa de forma simbólica ese mundo de devastación, desamparo y tristeza que es habitual en todo lo que publicas en este blog.
Saludos
Lo felicito Sus palabras son arte del bueno
Lectura pendiente la de Conti, hay tanto por leer...
Tu relato impecable, tal como el personaje, uno recorre el sendero de lectura sabiendo que no ha equivocado el paso.
Salute!
Diario de un escritor que busca una reputación para poder ser menos que ella. Me gusta
Muy buena histroia José. Impresionante ese hombre solo velando sus dos amores.
mariarosa
Me encanta leerlo
hoy vengo ya
la segunda vez
:)
Bello, triste, injusto, como a veces parece ser la vida
Paz
Isaac
Nunca hubo algo más visible que la ausencia. Saludos.
Lo que une el amor, no lo separa ni la misma muerte.
Un relato magnífico.
SAludos.
Hermoso para este momento tan especial del año, en que el espíritu navideño se apodera de nuestros corazones, y cada uno (entre el olor a pólvora) hace sus balances
Conclusión: leer a don Haroldo.
Abrazos, y gran relato herr
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