domingo, 18 de septiembre de 2022

La cartera

En esta oportunidad les contaré una experiencia vivida hace unos años y que, estimo, servirá de advertencia para muchos de quienes me escuchan aquí y ahora.
    Lo que quiero contarles sucedió una tarde de sábado. Esa tarde, junto con quien en ese momento era mi pareja desde hacía muy poco tiempo, nos proponíamos asistir a un espectáculo. No retengo si se trataba de una función de cine, de teatro, carreras de caballos, el circo, un encuentro de gladiadores americanos o un combate de gallos, pero estoy seguro de que era alguno de ellos. La cuestión es que cuando estábamos a punto de salir, ella, es decir, mi pareja, me pide que le sostenga una pequeña cartera de estilo bandolera unos instantes mientras visitaba por última vez el baño. Imaginen mi sorpresa al sentir el peso por completo desproporcionado de aquel pequeño estuche de ecocuero que tendría apenas unos quince centímetros de lado. Los músculos de mi brazo se tensionaron como llevaban años sin hacerlo y mi hombro me recordó las veces en las que había estado a punto de dislocarse, por lo que tuve que apoyar la cartera sobre una mesa cercana.
    ―¿Qué tienes aquí dentro? ―Pregunté cuando regresó aún masajeando mi hombro resentido.
    ―¿De verdad quieres saberlo? ―Respondió con una nueva pregunta como era su costumbre y consultando su reloj―. No creo que tengamos tiempo.
    ―Salvo que tengas la lápida de Palenque, no entiendo por qué pesa tanto.
    ―¿Estás seguro que quieres saberlo? ―Repitió acentuando la palabra seguro.
    ―Me gustaría, sí, pues sería una forma más de conocernos ―respondí creyendo que la falsa ciencia de la psicología por fin servía para algo, pero la estúpida sonrisa que ocupara mis labios fue desdibujándose poco a poco.
    Ella, visiblemente contrariada, abrió la cartera y comenzó a vaciarla.
    Primero salió un estuche de sombras para ojos. Luego el labial rojo que le había dicho que me gustaba. Le siguieron un chal de hilo, un pulóver grueso de lana, una campera de cuero, un pantalón también de cuero por si más tarde hacía frío, una bufanda de casimir y un par de guantes. La edición completa y anotada de El señor de los anillos junto con la Guía de la Tierra Media, porque sabía que se aburría si había que esperar. Un cuaderno con hojas en blanco y una caja de pinturas pasteles de cuando hacía dibujo (curso que dejó hacía unos diez años). Otro labial de un color diferente (y que no recordaba haberle visto usar). Un álbum de fotografías (que no me dejó abrir). Pañuelos descartables. El ticket por la compra del bolso de hacía seis meses. Los planos de un caza bombardeo B-12. El informe final sobre el accidente de Chernóbil mecanografiado en ruso (el alfabeto cirílico resulta tan inconfundible como incomprensible). Una copia en vhs de la autopsia del alíen de Roswell. La partitura original de la canción de la película Titanic. Una armónica afinada en la nota do (porque iba a aprender a usarla luego de termina el curso de pintura, pero todavía no tuvo tiempo). Las llaves de la casa de la abuela (casa que ya habían vendido, fue demolida y hoy es un edificio de dieciocho pisos y ochenta y cuatro monoambientes). Otro cuaderno con las páginas llenas de números (y que se negó a explicar qué significaban). Más pañuelos descartables. Varias docenas de protectores diarios. Cinco teléfonos celulares diferentes (sólo reconoció dos de esos teléfonos, los otros dijo no saber a quiénes pertenecían). Un mapa en escala 1:500 de la ciudad. Una reproducción tamaña original de Las Meninas de Velázquez. Un estuche con doce esmaltes de uñas de colores diferentes. Un par de medias de invierno. La oreja de Van Gogh (pero sólo los discos con Amaia Montero). Una réplica en pvc de la nariz de Cleopatra. El cerebro de Einstein (no creo que fuera una réplica). El cráneo con la bala incrustada en su interior de Hitler (no es real, me explicó, no es él, pero seguía siendo un cráneo humano). Un cuchillo de azófar quebrado. Una navaja del ejército suizo. Un alicate de uñas. Una pinza de punta, dos tenazas y un martillo de carpintería. Un par de zapatos sin tacos para cuando se le cansan los pies. Más pañuelos descartables. Varios ibuprofenos. Dos discos de vinilo de Queen (tengo que devolverlos, explicó sin mencionar a quién). Un contador geiger (no se consiguen las baterías por ningún lado). Varios pasaportes (todos con su misma foto, pero con nombres diferentes). Una miniatura del DeLorean de Volver al Futuro. Una fotografía en la que se la ve abrazando a un imitador de Elvis (el mejor de todos, según ella). Tequila, tabaco y ron (por si vamos a México, dijo, pero no entendí la referencia). Pesos, soles, reales, algunos dólares y monedas japonesas. Un alfajor de chocolate aplastado (de una marca que se había dejado de fabricar a fines de la década de 1980). Un envoltorio de caramelo y varios caramelos sin envoltorios. Una peluca rubia (que no recordaba haber guardado allí). Otro lápiz labial. Un boleto dorado para recorrer una fábrica de chocolates. Un hueso de dinosaurio (ya estaba muerto cuando lo encontré, aclaró). Otros pañuelos descartables, un ladrillo y pelusas de varios tamaños y colores.
    ―Esto es todo ―Miró el interior de la cartera―. Sí, es todo, pero vamos a llegar tarde ―agregó mirando otra vez el reloj.
    ―Pero ahora sabemos algo muy importante.
    ―¿Qué cosa? ―Su expresión de fastidio era tal que me supe al borde de mi muerte.
    ―Que la lápida de Palenque no estaba allí dentro y que aunque hubiéramos llegado a horario, no hubiéramos podido entrar.
    ―¡Las entradas! ―exclamó corriendo hacia la habitación.
    Mientras se encontraba en otra parte de la casa, miré todas esas cosas sobre la mesa y que ocupaban la mayor parte del espacio libre, luego miré el diminuto tamaño de la cartera en la que me resultaba imposible creer que todo ello volviera a entrar. La única explicación posible era que aquella cartera fuera uno de esos puntos en los que la continuidad espacio temporal en los que las magnitudes universales se comportan de otra manera, con otras leyes, un lugar único, una singularidad. Mirándolo sentí que debía hacerla mío, debía poseer esa cartera, nada más importaba. Pensar en los desarrollos que podrían surgir en la física cuántica a partir de ella escapaba a mi imaginación, por lo que hice lo único que correspondía hacer en un caso como ese: tomé la cartera y huí.
    Desde ese sábado por la tarde intento descifrar los secreto de ese maravilloso objeto, porque por más que lo intento no logro acomodar en su interior más dos o tres cosas pequeñas antes de verla llena por completo. Las esquinas comienzan a romperse y el cierre relámpago, tan nuevo y brillante al principio, apenas funciona ya. Pero debo continuar, debo encontrar la clave, debo descubrir la manera de hacerla funcionar. Sé que es más fácil de lo que aparenta, sé que daré con ella tarde o temprano.
    Tal vez si vuelvo a sacar todo y lo acomodo de otra manera…

24 comentarios:

José A. García dijo...

Siempre hay cuestiones que es mejor dejar en el misterio.

Saludos,
J.

gla. dijo...

Siempre...este es unos de ellos
Abrazos

J.P. Alexander dijo...

Uy genial misterio, te mando un beso.

Gra dijo...

Jajaja Jose estas exagerando!!! 😄😄😄, en la mia caben veinte cosas mas 😄😄😄.
Creo que las mujeres somos mas precavidas.
Lo bueno que ya no es mas tu pareja, porque en algo raro andaba 😊 tener muchos pasaportes con distintos nombres es para desconfiar 😄.
Excelente relato Jose una vez mas me hiciste reir 😄😄😄.
Besos.

Tot Barcelona dijo...

Falta algo imprescindible, el 2666 de Roberto Bolaño.
Quizá leyéndolo otra vez pueda descifrar el secreto.
Salut

Cabrónidas dijo...

Es mucho más práctico llevar esa bandolera que la chistera del mago.

neuriwoman dijo...

Muy buena la historia, tan llena de misterio que algún día estoy segura que descifrarás y llegarás incluso a meterte en la cartera para viajar en el continuo espacio-tiempo. Quizás por tu gran descubrimiento hasta te hicieron aquella estatua y desde ese universo cuántico en un futuro alternativo sonreirás al acordarte de nosotros, humildes seguidores del blog, que quedamos atrapados en la maraña del nuestro. Suerte 😜 y feliz inicio de semana

Carlos augusto pereyra martinez dijo...

Es increíble lo que cabe en la cartera de una mujer y lo inverosímil de kas cosas adentro. Buen lo precisa su cuento. Saludos. Carlos

Luiz Gomes dijo...

Boa tarde meu amigo. História e informações únicas. Bom início de semana.

Alfred dijo...

Hay cosas que son un misterio y luego está uno de esos bolsos femeninos en los que puede estar todo lo necesario para poder ir por el mundo con lo justo para sobrevivir, según ellas.

Saludos.

JLO dijo...

Si que es un gran misterio ese. Lástima que no pudiste revelarlo y me ahorrabas un trabajo ja. Saludos.

Mujer de Negro dijo...

😊
En una ocasión hice una publicación (que quedó en borrador) justo de esto, del bolso femenino, sucedió después de una salida a una especie de día de campo, era lejos y soy puntual, esa vez amenazaba con hacérseme tarde, cogí el bolso sin revisarlo y salí, íbamos en caravana, o un cuarto de caravana, porque éramos ochos vehículos, en el transcurso de las cuatro horas, alguien enfermó, otro necesitaba esto o aquello, ya alguno se le olvidó tal cosa, de mi bolso salió absolutamente todo, en su momento no me di cuenta, pero al llegar y sujetar el bolso para salir, casi lo tiro estaba tan ligero, empecé a recordar y analizar, hilos de colores, tijeras, agujas, ensartador, botellitas de agua, manzanas, obviamente maquillaje, llaves a cantidad, cartera, tarjetas, hasta un rompevientos, leggins, un par de libros, protector solar, humectante, medicamentos varios, encendedor (y no fumo), cerillos (insisto, no fumo), celular, por supuesto, de hecho dos, algunas joyas, por si acaso, algunas cosas al fondo que no presto, pilas, creo traía una pequeña muñeca y un par de hot wheels que fueron a parar con unos pequeños, dulces (no me gustan), nueces, arándanos, etc., eso en un bolso pequeño, como de unos veinte centímetros.

Luego de eso caí en cuenta por qué siempre me dolía el hombro, compré bolsos más pequeñitos pero lo único que logré sin darme cuenta es que, las prendas, empecé a comprarlas con bolsas, si no traían, no venían conmigo, o sea que, la solución no fue la adecuada, al final, resignación y volver a los bolsos normales.

Un abrazo

Tatiana Aguilera dijo...

La cartera de una mujer es un universo indescifrable para los hombres. En la mía guardo los elementos más increíbles...Muy buen cuento José. Muy creativo y divertido también. Me gustó muchísimo.

Abrazos

Tinta en las olas dijo...

No conseguirás colocarlo todo, eso tiene su secreto. Un abrazo y genial la historia.

Beauséant dijo...

Creo que fue una mala elección, una mujer con tantos y variados intereses es una mujer con la que nunca podrías haberte aburrido. En cambio un bolso, aunque sea un bolso infinito... no sé.. ¿has probado a meter un pie, luego el otro y ver si llegas a otra dimensión? Por mi experiencia en bolsos infinitos son todos portales a otras dimensiones, no existen los bolsos infinitos como tales, son una estafa, son eso, simples portales.

mariarosa dijo...

Las carteras sólo las mujeres sabemos manejarlas, nunca vas a poder lograr que tantas cosas entren en ella.

Muy bueno!!!
mariarosa

Jose Casagrande dijo...

Lo curioso es que ellas pueden escarbar y escarbar y siempre encuentran luego de algunos minutos lo que uno esta buscando.

Yo a veces aprovecho y les pongo a cargar mi celular y las llaves del auto.(un dia voy a meterles mi billetera a ver que pasa)

Claro toma tiempo recuperar mis objetos, pero he descubierto que nunca se pierden con ellas.

DULCINEA DEL ATLANTICO dijo...

Es lo que tienen los bolsos de las señoras, que ceden según se le van metiendo cosas, lo malo es luego encontrar el móvil cuando suena je je je
Saludos Jose
Puri

Mara dijo...


Muy divertida tu anécdota, José.
La Lápida de Palenque, ¡Me encantó! Pero sí pesar debe de pesar lo suyo je,je
Saludos.

unjubilado dijo...

Misterio no, ¡que va!
Toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.
Me suena de alguien muy conocido.
Saludos

Doctor Krapp dijo...

Éche de menos la muerte de Kennedy y la lista de sospechosos.
Tener un Aleph en el bolso es cosa seria y como para reflexionar como pensaría el amigo Jorge Luis.


Saludos

Gabiliante dijo...

Creo que es todo inventado, y que tu subconsciente, al dictarte esta historia esta, "a traves de la falsa ciencia de la sicologia", hacerte comprender a las mujeres.
La imposibilidad de comprender, queria decir.
Abrazooo

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Creo que era una TARDIS, una dd esas naves espacio temporales que son más grandes poe dentro. Camuflada como cartera.
Por lo que estás o estuviste saliendo con una Señora del Tiempo, con dos corazones.

Saludoa

Frodo dijo...

El ecocuero siempre me ha resultado muy sospechoso.

abrazos J.