Cuando mi madre se mudó del pueblo en el que había crecido a la ciudad, se llevó solo dos cosas con ella. Una de ellas viajaba junto con varias bolsas y valijas destartalas con un poco de ropa en la caja de la camioneta, la otra iba escondida entre los pliegues de su vestido. La primera, la más grande y pesada, era una máquina de coser Singer, de las que venían con el mueble de madera que guardaba y protegía la máquina y además se convertía en una mesa de arrime con gruesas y pesadas patas y pedal de fundición. Esa máquina fue su sustento durante décadas. Esa máquina todavía funciona, aunque ella ya no está aquí para accionarla cada tarde durante horas y horas.
La segunda de esas cosas era una llave. Una que guardó en el cajón izquierdo de la Singer originalmente destinado a repuestos y bobinas de hilo. Dicen que el corazón se inclina hacia la izquierda, también dicen que esa metáfora. Yo creo que era mera casualidad ya que siendo diestra, el de la izquierda era el cajón que menos utilizaba. Si lo abría menos, también vería menos la llave.
Recuerdo las infinitas veces que durante mi infancia le pregunté a mi madre qué abría la llave que guardaba en aquel cajón y que nadie tenía que conocer ni tocar. Infinitas veces durante mi infancia mi madre se negó a responder. Ante ese silencio sin razón, sin explicación, por años creí que ocultaba un secreto, un misterio, algo maravilloso que algún día sería mío.
Dibujé la llave cada vez con más detalles y mayor precisión, en todos los lugares en los que podía hacerlo. Inventé historias sobre la puerta, el baúl, el arcón, el candado o cualquier otra cosa que tuviera cerradura y que pudiera abrirse con esa llave, y lo que encontraría en el interior de esos lugares. Lo hacía siempre en silencio, inventando esas historias en mi cabeza, todas esas palabras que hoy utilizo para escribir otro tipo de historias. No tengo dudas de que mi madre debe de haber encontrado alguno de todos esos dibujos y ese interés mío por la llave no le parecía bien. Por eso su silencio, por eso el secreto y el misterio que tanto me atraían.
En mi adolescencia, el momento de rebeldía obligada, olvidé todo lo referente a la llave. Mi enojo era tanto que cualquier cosa, incluso la más mínima, me hacía estallar y buscar nuevas formas de autodestrucción. Pero todo ya estaba creado en el mundo y mis intentos por llamar la atención alguien más los había llevado adelante antes que yo, seguramente con mejor éxito. Incluso esa rebeldía fingida tiene un límite, un punto en el que todo vuelve a encausarse, más que nada cuando nos damos cuenta que lo que intentamos carece de valor y que lo único que nos queda es continuar. Continuar aunque también sea fingiendo una sonrisa, porque con un poco de suerte, de tango fingir esa sonrisa nos acostumbraremos a ella.
Cuando mi madre enfermó, mientras muchas cosas perdían importancia otras la recuperaba. Entre estas últimas estaba la llave. Seguía guardada en el mismo cajón izquierdo de la máquina de coser, debajo de los medicamente y otras cosas que mi madre utilizaba en sus últimos años y que yo no podría decir para qué servían.
Le pregunté una vez más, quizá la última, sobre ella, creyendo que sería un buen tema para distraerla de su dolor. Resultó lo contrario. Me habló de su padre, de mi padre, de cómo tuvo que huir de su pueblo llevándose no dos, sino tres cosas con ella. Habló también de aquello que abría la llave. Yo, que ignoraba la mayor parte de lo que escuchaba, entendí por fin sus silencios, su mirada perdida en el horizonte al mirar a través de la ventana de la cocina antes de que construyeran ese edificio gris en la vereda del frente, ese que nos quitó el sol de la tarde. Pude comprender el dolor que yo sentía sin saber que lo sentía, ni por qué lo sentía.
Volví a ese pueblo sin nombre que nunca antes había pisado con una urna colmada de cenizas y una llave apretada en la mano. Busqué el cementerio construido junto a la vera del río para que el viento se llevara las posibles miasmas pestilentes, busqué la bóveda que me indicara entre los otros panteones familiares de finales del siglo XIX en un alarde de riqueza, poder y anhelo de inmortalidad. No encontré nada de lo que mi madre describiera con tantos detalles y precisión.
Di en cambio con un viejo que caminaba, al igual que yo, entre los últimos árboles antes del río. A diferencia mía, él no estaba sorprendido. Por una de esas casualidades que sólo suceden una vez en la vida, resultó ser el cuidador del antiguo cementerio, retirado cuando el río, luego de décadas de carcomer la costa, se llevó la mayor parte de cuanto allí había. Mientras el viejo hablaba vino a mi memoria la noticia leída o escuchada años atrás junto con las risas que me causara imaginar a los muertos de ese lugar navegar alejándose por el río. No recuerdo la reacción de mi madre frente a esa noticia, fuera cual fuera, era tarde para arrepentirme.
Me contó también que luego de ese accidente, con los pocos muertos que pudieran ser recatados y los nuevos que fueron llegando, inauguraron el nuevo cementerio del pueblo varios kilómetros tierra adentro, alejado del río, alejado de los recuerdos. Antes de alejarse siguiendo un camino que solamente él veía entre los árboles, o improvisó un mapa en la tierra con una rama para explicarme cómo llegar al nuevo cementerio. Se lo agradecí y lo borré con el pie apenas me dio la espalda.
Me acerqué lo más posible al río y, mirando las aguas del río color de león, arrojé las cenizas despidiéndome de mi madre. Antes de regresar, antes de irme y olvidar para siempre ese lugar dejé caer también la llave que no abriría ya ninguna puerta, que no ocultaba ningún secreto, no escondía ningún misterio, ni nada maravilloso que algún día sería mío.
La máquina de coser Singer era de un modelo similar a éste.
31 comentarios:
Las historias familiares siempre nos atrapan, lo queramos así o no.
Saludos,
J.
Las historias familiares son inolvidables, la tuya lo es, muy especial.
Una máquina y una llave que fue el detonante que disparó tu imaginación, la que ahora disfrutamos quienes te leemos.
Mi madre tenía la antecesora de esa, la singer negra, si bien recuerdo, una como de metal; yo adoraba esa máquina, cuando niña ya tenía sus muchos años, de pedal, luego la mando hacer eléctrica, me parece, en breve fue sustituida por las modernas eléctricas.
Un abrazo
Mi madre también tuvo una. Sale en la novela que escribí. Era una simbiosis, una prolongación de sus brazos, una parte de su cuerpo.
También era una Singer, pero no iba con corriente, iba a pedal.
Salut
Mujer de negro:
Gracias por las indicaciones, son detalles que se me pasaron en las lecturas previas y, claro, son bienvenidas.
Sobre la máquina de coser, ¿qué madre no tuvo alguna alguna vez? Aunque más no fuera por un corto tiempo. Esas máquinas estaban en la mayor parte de las casas. Y quien no tenía una sabía quién se la podía prestar.
Este tipo de cosas ya no pasan en la actualidad.
Saludos,
J.
Hay circunstancias exteriores que pueden arruinar las historias y terminar con los potenciales secretos, las esperanzas de descubrir algún secreto.
Saludos.
Un detalle curioso del nombre AC/DC, es que salió de al algo escrito en una máquina de coser, que era de la hermana de los hermanos Young.
Saludos, colega demiurgo.
Muy buena historia Jose, un relato emocionante. Tambien mi madre tenia una Singer parecida a esa, solo que tenía cuatro cajones y era a pedal, con los años le puso pedal electrico. Me remontaste a la infancia.
mariarosa
Hasta hace poco había en casa dos máquinas de coser, una Singer y otra Alfa, una de mi madre y otra de mi suegra, negras, con pedales, una con mueble y la otra ya se lo habíamos quitado.
¿Seguro que la llave no abría la cueva de Alí Babá y los 40 ladrones?
Saludos
Cuando tu madre murió la idea de entregarte la llave y de saber que reposaria con los suyos fue un consuelo y el cumplimiento de un anhelo. Aquella llave sí abría algo metaforicamente en su interior igual que había guardado mucho tiempo el recuerdo de la pérdida. Gracias por compartir esta historia tan bella como bien escrita
Las llaves de lugares secretos son muy reveladoras e intrigantes a la vez como bien sabía la esposa de Barbazul.
Mi madre tenía una máquina parecida, también Singer, la tomé como modelo para una portada de una novela de Kafka: "En la colonia penitenciaria".
Saludos!
Borgo.
Tengo por herencia uns vieja máquina de coser Singer, sin cajones para llaves, pero con la posibilidad de encogerse sobre sí misma. Lamentablemente ya no hay una costurera que cosa, antes las costureras iban de casa en casa y ahora su tablero de arriba sirven de aposento para macetas de plantas o flores. No sé si los muertos tienen otra finalidad fertilizado la tierra para el bien de los supervivientes.
Saludos
Si, tambien teníamos una maquina de esas y de niño me encantaba darle vueltas y vueltas a la rueda y ver como se movía sola con el pedal mecánico.....
y un dia sin querer mete el pie justo debajo de ese pedal moviéndoselo a toda velocidad.....
casi me parte el pie.
Ahora bien en cuanto al cuento.... je je (a lo que vamos)
pues no se porque la generación anterior TODO lo volvía misterio y secretos....
todo era prohibido.
y si había alguien como un tío o un abuelo y se nombraba alguno de esos temas, empezaba un legado
y Salian viajas disputas.
comprendo entonces el silencio de la llave.
Teoricamente mi padre tambien compro unos lotes en un cementerio para enterrarnos todos.....
pero la verdad parece tambien se perdieron PARA siempre.....
uno por cada hijo....
pero yo pienso utilizarlos....
parece los del cementerio vendieron diez veces esos mismos lotes.....
Tengo dos máquinas de esas por casa, ya han perdido su función, ahora sostienen macetas y lucen sus heridas, pero en tiempo fueron el sustento de una familia. Una de ellas, la más antigua, es del 1920, ha vivido más que nadie en esta casa, pero nunca nos cuenta nada.
Es lo que pasa con las historias de las familias, que se acaban perdiendo en la bruma del tiempo, no así las maldiciones, esas son eternas...
Como todo buen relato nos hace pensar en otras cosas y ahí llegan mi mamá de la cual no era fan de la máquina pero la usaba, de Evita donde uno de sus regalos fetiches era éste, de los cementerios y nosotros y nuestros seres queridos.... de recordar simplemente, que tan bien nos hace a veces. Saludos master...
Disfruto muchísimo con tus relatos- que- aunque narren detalles cotidianos, siempre guardan un tono misterioso,algo como que en cualquier momento el texto dará un giro que nos sorprenderá aún más...
En este, sencillo,limpio y muy emocionante, esperaba yo también descubrir el secreto de la llave.
Me encantó!
Che belle queste storie di famiglia.
Grazie per la condivisione.
Tantos años tu madre guardando esa llave que la llevaría a reposar eternamente con los suyos. Lástima que no pudo cumplir su deseo...Te contaré que en casa de mi padre tenemos guardada la máquina de coser de mi madre, era una Singer negra a pedales con cajoneras. Yo compré una más antigua que venía en una caja de madera sin pedales. Me gustan los objetos antiguos porque hablan historias pasadas.
Un abrazo. Bonito relato.
Buena historia siempre hay secretos en las familias que es mejor no descubrir. Te mando un beso.
José: me ha cautivado este relato. Una llave así abre las expectativas, la imaginación y el anhelo. Aunque al fin y al cabo todo acabe en la expulsión.
La máquina de coser también fue un elemento de mi infancia. La tenían unas tías pantaloneras que trabajaban duro para sobrevivir de sol a sol. Digo esto porque nunca borraré de mi mente aquellas tardes ardientes de verano que tenían que realizar el trabajo -coser, planchar, hilvanar- en una galería donde el sol les cedía luz pero también fuego. Gracias por el cuento.
Se dice que hay puertas que es mejor no abrir. Incluso aunque tengamos la llave para ello.
Fenomenal escrito el presentado en estas postrimerías agosteñas en este blog. Mencionar una "Singer"...¡¡¡¡¡¡¡ Y me electrizo: Mi abuela tenía en su antigua mansión una, en el piso superior ; y allí, en aquella casa era todo enigmático y sobrecogedor: Fantasmas, familiares muuuuy aancianos, animales, sombras numinosas.....y todo eso me lo recuerda la máquina de coser.................🧙♂️
Boa tarde meu querido amigo José. Obrigado por dividir um pouquinho da história da sua família conosco. Uma excelente terça-feira.
Hermosa historia, muy bien escrito
Abrazos
Esas máquinas son todo un símbolo de la familia Argentina, de otra época, de cuando había algo llamado "familia".
Mi vieja todavía la tiene, una pieza de museo.
abrazo, herr J
PD: le debo una contestación por mail, ya se la daré.
Que hermosa y triste historia a la vez, leyendote recorde muchas preguntas que le queria hacer a mi mama, pero nunca me anime ,quizas, para no hacerle recordar malos momentos.... respuestas que se llevo.... y que entendi que eran propias.
Me gusto tu relato muy emotivo, me imagine esa madre muy valiente que guardaba su dolor junto a esa llave. Y que duro tener que huir de su pueblo llevando solo lo imprescindible.
Lo bueno que su hijo pudo lanzar las cenizas de su madre, en ese rio que quizas muchas veces recorrio con su padre. Muy lindo......
Te mando un abrazo fuerte Profe!!
Qué maravilla es la memoria. Y qué miedo perderla y no poder recordar historias familiares, ni siquiera con la imaginación.
Muy buena narración.
Saludos, José-
Cuantos recuerdos me trae ver esa foto de la máquina de coser, me quedé atrapada en ese recuerdo. Abrazos.
Great blog
En las historias familiares está la razón de seguir siendo lo que somos. Salud-os
Tot Barcelona: Una parte inseparable de su ser, claramente. Y creo que es así como debía de ser.
Demiurgo: No conocía ese detalle sobre el nombre de AC/DC, sí de a qué hacía referencia. Gracias por el dato.
María Rosa: Prácticamente todas las madres tuvieron una, fue una gran pérdida cuando dejó de ser así.
Un Jubilado: No conozco la marca Alfa, no sé si en Argentina se habrá comercializado, es muy común quedarse sólo con el mueble cuando el mecanismo se volvía obsoleto, aunque todavía hay quienes las arreglan.
Joaquín: No es mi madre, es la del personaje. Pero sí, es lo que quería esa madre.
Miquel Zueras: Algunos secretos sólo tienen valor mientras lo siguen siendo.
Dr. Krapp: Las costumbres cambian cada vez más rápido, y no siempre para mejor. Eso es una pena. Aunque también le dicen progreso, en fin.
José Casagrande: ¿Qué abuelo no compró los lotes en el cementerio para toda la familia y a plazos? Es parte de otra anécdota, sin dudas.
Beauséant: Esas máquinas se hacían para durar y sobrevivir a sus dueños. En nada se parecen a las máquinas actuales.
JLO: Los pueblos del interior están plagados de anécdotas similares, con detalles particulares, pero con el mismo fondo.
Luna Roja: Gracias por tus palabras, sé que no siempre están del todo bien logrados, intento seguir mejorando.
Stefania: Grazie per la visita e il commento.
Tatiana: Todas las familias tienen o tuvieran una de estas máquinas, esa es la mejor parte del relato (no es mi madre, es sólo un relato)
J. P. Alexander: Exacto, algunas cosas mejor dejarlas en el misterio.
Fackel: Gracias por el comentario. La anécdota de tus tías bien podría servir de inicia para un relato.
Cabrónidas: En esos casos lo mejor es perder o destruir esa llave.
Juan El Portoventolero: Las abuelas, con sus años y sus experiencias, siempre guardan algo de misterioso bajo sus arrugas. La cuestión es aprender a escucharlas.
Luiz Gomes: Gracias, Luiz por tu comentario. Qué bueno que te haya gustado el relato.
Gla: Gracias! Qué bueno que te haya gustado.
Frodo: La Singer es para la mujer casi lo mismo que el Torino para hombre, ¿no? ¿Una cosa así?
Gra: En cierta forma todos los relatos tienen algo de hermoso y triste si están bien logrados. Gracias por tus palabras.
Beatriz: La desarticulación actual (2022) de las familias, lleva a esa pérdida del pasado. Si sólo importa el hoy, ¿qué valor tiene el ayer?
Tinta en las olas: En ese caso habrá que decir que la foto cumplió su función. Gracias.
Rajani Rehana: Thank you for the comment!
Guillermo Castillo: Y de no cometer los mismos disparates, esos que algunos llaman errores.
Gracias a tod@s por sus visitas y comentarios, no esperaba que este relato les gustara y resultara tan interesante para ustedes.
Saludos,
J.
Aquí en Colombia recuerdo en la niebla de memoria que era tanto la popularidad de esta Singer que la firma patrocinaba un dúo llamado las hermanitas Singer y en sus presentaciones cantaban una canción publicitaria de la maravillosa maquina de coser
Un abrazo
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