―¡Avancen!
La orden llegó desde el frente de la columna. Había, pues, que avanzar. El problema era que no había hacia dónde hacerlo. Nos encontrábamos en el borde del abismo, más allá no se extendía más que un vacío aterrador que nos devolvía la mirada con indiferencia. La orden era avanzar y eso hicimos, aunque no sin cierta reticencia de mi parte.
Con temor e incertidumbre vi ponerse en marcha a la vanguardia de la columna, con la mirada clavada en el frente, la cabeza erguida y el cuerpo rígido, como se nos enseña a marchar en la Academia. De esa misma manera marchamos todos, sin pensarlo, sin dudarlo, siguiendo órdenes sin demostrar cuando sabíamos que las órdenes eran absurdas, como en este caso, que no había hacia dónde avanzar.
―¡Avancen!
Repitieron la orden cuando la columna amagó con detenerse. Rápidamente quienes ahora ocupaban la nueva vanguardia continuaron su camino hacia la nada y lo que hubiera del otro lado, si es que existía ese otro lado y, de hacerlo, si existía algo allí.
Lo único que escuchaba era el repiqueteo de las botas sobre la grava del camino, el susurro del cuero de los uniformes y el alocado retumbar de mi corazón como queriéndose escapar de mi pecho. Debía avanzar, porque esa era la orden y no podía negarme a ella incluso sabiendo que no había hacia dónde avanzar y que lo ideal sería retroceder. O si no se quería retroceder girar sobre nuestros pasos, hacia la derecha o hacia la izquierda, avanzar en cualquiera de esas dos direcciones. Avanzar, sí, pero hacia otro lugar, no hacia el vacío, la nada, no dar un paso adelante desde el borde del abismo. Alguien debería decírselos a quienes nos dirigían, alguien debía de haberlo pensado antes de ordenarnos.
―¡Avancen!
Por tercera vez la misma orden electrificó mi cuerpo. Mis músculos actuaron por propia decisión, porque de ser una cuestión de voluntad estaría huyendo a la espera del disparo por la espalda que todo desertor, miedoso, traidor o persona con sentido común merece. Aunque nadie con sentido común formaría parte de algo como esto. Por otro lado, y por suerte, me encontraba en medio de la columna, siete hombres a mi derecha, otros siete a mi izquierda y una cantidad indefinida a mi espalda. Sólo estaba seguro de que quienes estaban frente a mi desaparecían poco a poco. Un paso, el abismo, eso era todo.
Mi mente divaga mientras no dejo de avanzar en la misma dirección. Me trae escenas inconexas, recuerdos reales, del pasado y del futuro. Me veo siendo cosas que nunca fui, que no hice, que siempre deseé y que ahora me arrepiento de ni siquiera haber intentado. No quiero pensar en nada de todo eso en este momento. No quiero pensar. Quisiera no saber pensar. Me resta por hacer una única cosa.
―¡Avancen!
Repiten por cuarta vez. La misma orden suena esta vez más cerca de mi oído, de mis pasos. Más cerca del abismo. Más cerca. Mucho más cerca. A tan solo dos pasos. Un único paso. Un paso. Adelante. Y el abismo. El abismo.
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Inicio del Espacio Publicitario: En el N° 76 de la Revista Digital El narratorio del mes de junio, se ha publicado el cuento: El nuevo bibliotecario.
En la Revista Digital Sinestesia (Colombia), se ha publicado el relato: Desde las tierras calientes.
En la Revista Blog Palabras Amarillas, se publicó el cuento: Una sonrisa suya.
Y en el N° 35 de la Revista Digital La ignorancia N° 35 (España), se publicó el relato: Quienes regresaron.
Pueden pasar a leerlos cuando gusten.
Fin del Espacio Publicitario.
18 comentarios:
Dudar de las órdenes que se reciben es un buen comienzo.
Nos leemos,
J.
Que tremendo tener que obedecer en esa circunstancias tan indefinidas, muy interesante narrativa. Hay ordenes sin valor, lo que no podemos es decir no.
Abrazo
No obedecer una orden así...sería algo lógico
Obedecer no te libra de ser cómplice de algo que hiciste porque tenias que seguir la orden
Abrazos
Genial relato, pobre por seguir ordenes ciegamente murió. Te mando un beso.
Si, y aunque hay varios motivos literarios y simbolicos,
puedo decir que ciertos oficiales han tomado las peores descisiones
en las guerras.
Hay un video en youtube, titulado 'los peores generales de la historia' y sin hacen cumplir sin saber o sabiendo ordenes absolutamente letales.
Un mal general puede cambiar el curso de la historia.
Es real y la vida no es otra cosa que esa realidad de tu historia porque no podemos quedarnos al borde del camino y esperar que el tiempo nos perdone.
Gran texto.
Saludos
Metáfora de las decisiones inútiles, a sabiendas de su futileza.
Un abrazo. Carlos
No sé porqué, solo puedo decirte que al leerte, iba recordando el horror de Malvinas. Pensando en esos chicos, en esa generación mutilada..obeciendo órdenes sin poder sustraerse a ellas.
Impresionante tu relato.
Como siempre,sorprendes con tu excelente narrativa.
Un saludo!
Es porque en la vida, avanzamos hacia la nada, en dirección a un abismo de nada. La oscuridad, bueno, es la luz del vivir.
Caer al abismo o volver y que le disparen por la espalda. Había una tercera opción: Probocar unan rebelión. Pero hay poca gente que nace con el gen de liderazgo.
Magnífico relato.
SAludos.
Siempre me he preguntado lo que lleva a los militares a hacer cosas tan antinaturales. Es decir, yo al primer tiro saldría corriendo, a la primera orden estúpida me haría el loco para no cumplirla... y sin embargo hay gente que esta ahí de forma voluntaria... No sé, es algo que me cuesta mucho entender...
Buen relato, como de costumbre.
Cuidado con los corderos disfrazados de lobos, que se creen valiente por obedecer las órdenes de un líder. Lo que puede llevarlos al abismo.
Que en este caso, es literal.
Valiente es desobedecer una orden, para no avanzar hacia un abismo,
Bien contado.
Cuantos abismos hay llenos de personas que simplemente siguieron la orden de un inútil.
Sí, dudar de las órdenes es un primer paso... pero hay contextos en los que ha sido imposible, recordar los movimientos fascistas de entreguerras, el stalinismo, la China de hoy mismamente... en regímenes de terror no se puede dudar, hay que obedecer, está prohibido pensar y expresar. Control
Buen relato
Besos
Que desesperacion Jose!!! Nunca saltaria al vacio, seguro seria una desertora 😊.
Me hiciste recordar, en la dictadura militar, las ordenes superiores que recibian los subalternos y la famosa obediencia debida. Una parte oscura y triste de la argentina.
Excelente texto Jose, de una desicion muy border 😊
Besos.
Se hace camino al andar. detecto un punto de egoismo en la actitud el protagonista. hay que sacrificarse por la comunidad. cuando hayan caido unos cuantos ya se llenará el abismo y prodrase caminar en llano.
suerte
abrazoo
Es una hermosa metáfora, aunque todavía no se exactamente de qué.
Un abrazo, herr J
José: Pero el que duda se detiene, así que…
La noche de medianoche: La mayor parte de las órdenes carecen de valor, pero terminamos creyendo lo contrario.
Gla: Muchos pensaron que sí, que por estar obedeciendo no eran culpables de sus actos. Por suerte eso cambió.
J. P. Alexander: Exacto, eso pasó.
José Casagrande: Hay generales que solo saben hacer eso, encaminarse hacia el fracaso sin más.
Dr. Krapp: No podríamos hacer eso ni aunque fuera lo único que deseáramos en la vida.
Carlos Augusto: Metáfora, sí, digamos que sí.
Luna Roja: No lo pensé desde ese lado, pero podría ajustarse a eso sin dificultad. Gracias por hacérmelo notar.
Mista Vilteka: Ese es el sentido de la vida, avanzar hacia la nada. Regresar a ella.
Manuela Fernández: Iniciar algo semejante es un poquito más difícil de lo que nos hacen creer las películas y series yanquis.
Beauséant: Los entrenan, casi que desde el día 1, para eso, para seguir órdenes y nada más.
Demiurgo de Hurlingham: ¿Quién es peor en ese caso? ¿El que ordena o que sigue la orden?
Tinta en las Olas: Y cuántos más habrá en el futuro.
Ginebra: Los ejemplos no dejan de multiplicarse.
Gra: Llegados a ese punto, ¿quién no desertaría?
Gabilante: Pero, ¿si la comunidad entera se sacrifica quién quedará para continuar adelante?
Frodo: La verdad, yo tampoco,
Gracias por sus visitas y comentarios.
Nos leemos,
J.
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