sábado, 2 de abril de 2022

Privilegiado

Soy un privilegiado.
    Sí, lo soy. Explico el porqué: Cuento en mi casa con un pequeño patio en el cual puedo recluirme y estar en contacto conmigo mismo. Por esto, por poseer ese patio en la época de los ambientes cada vez más diminutos, de balcones en peligro de desaparición, de edificios mal construidos y apilamiento de cuerpos sudados, cansados y hastiados de sí mismos de una realidad cada vez más parecida a las de Soylent Green, soy un privilegiado. El verme en la obligación de pensarlo de esa manera habla muy mal de la sociedad que permitimos que se construya a nuestro alrededor, todo bajo la noble pero peligrosa insignia de no perjudicar al prójimo de palabra, obra u omisión. Pero no es para criticar a la sociedad que escribo hoy, al contrario, quería hablarles de mi patio.
    Mi patio, mi privilegio, tiene diez metros cuadrados de pasto mal cuidado; un par de baldosas sobre las que apoyar una silla de hierro oxidado por la lluvia ácida y una mesa que no hace juego con la silla; un par de macetas con plantas sin nombre; y altos muros que me separan de todo lo que me rodea. Pero estos son meros detalles, lo más importante lo encuentro cuando miro hacia arriba, hacia un rectángulo de cielo por el que no pasa ningún cable ni ninguna otra cosa salvo alguna ocasional avión, o una de las pocas aves que quedan en la ciudad. Ese cielo, mi cielo, también es parte de mi privilegio.
    Días atrás, mientras preparaba la microcena cerca de la ventana de la cocina, comencé a escuchar el canto de un grillo entre el descuidado césped. Dejé lo que estaba haciendo y salí a la mortecina luz de la única lámpara que iluminaba el patio. En un rincón, junto a la pared, me senté a respirar la noche, a pensar en el día que se terminaba y aquel otro que amenazaba con comenzar. Arriesgándome a que se pasara mi horario asignado para el inicio de mi etapa de sueño, me arrellené en la incómoda silla lo mejor que pude y dejé que la noche se hiciera conmigo.
    El silencio era una ilusión. Además del, o de los, grillos, el rumor del tránsito junto con los ruidos de la ciudad hacían grandes esfuerzos por dejarse notar. Algunos de esos ruidos eran únicos, como puertas o ventanas que se abrían o se cerraban, otros resultaban ser rítmicos, como los pasos sobre la acera del otro lado del muro. Algunos de ellos llegaban acompañados por palabras sueltas o frases que se interrumpían a la mitad, cuando no llegaban ya comenzadas; otras veces eran murmullos o gritos al micrófono de algún aparato de incomunicación.
    ―¿Qué parte de que es urgente no se entiende? ―preguntó una mujer en voz estridente y un tanto asustada. Aunque se encontraba del otro lado del muro la sentí sentada junto a mí, dentro del patio, gritando en mi oreja.
    La frenada intempestiva de un auto en una esquina cercana. Una bocina que ocultaba el seguro insulto. Otros pasos apurados. El ladrido de un perro seguido de una infinidad de respuestas. Alguien llamando a los gritos a alguien más. La calle se empecinaba en penetrar en mi silencio. Así el silencio se rompe, se quiebra como esa fina capa de hielo que sobrevive al sol de primavera en un lago en medio del bosque hasta que es vencida en su empecinamiento y luego ya no queda nada de ella.
    ―Habrá que cambiar pañales ―dice una voz grave, seguida por pesados pasos―, es un asco, pero ya le queda poco. ¿Cuánto más puede vivir en ese estado? Seguro la queda antes de que llegue…
    Inspiré profundamente buscando el aroma de la noche rota, fragmentada, atravesada por todas aquellas cosas que no tenían por qué estar allí. Intenté recordar que allí era, que aquí soy, un privilegiado con mi patio, mi césped mal cuidado, mi cielo recortado entre cuatro paredes y los mosquitos que se encarnizaban en mi brazo. Hasta que noté que uno de esos ruidos, quizá el más importante de todos, no estaba allí. ¿Por qué había dejado de cantar el maldito grillo? ¿No era suficiente el esfuerzo que yo hacía con mi trabajo y todas mis privaciones para mantener ese lugar para que ahora el condenado insecto decidiera no cantar para mí? ¿Acaso mi dinero no valía tanto como para tener su canto…? Ah, ahí está.
    A pesar del smog, de la contaminación interpersonal, del mundo camino al desastre y la humanidad condenada al olvido, soy un privilegiado. Sí, lo soy. Digan lo que digan, nadie me convencerá de lo contrario.

Digamos que el patio en cuestión se veía algo similar al de esta fotografía:


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Inicio del espacio Publicitario:

En el N° 34 de la revista digital La Ignorancia (España), pueden leer el relato: De Fuego.

Pueden pasar cuando gusten.

Fin del Espacio Publicitario.

34 comentarios:

José A. García dijo...

Qué sería de la vida sin privilegios, ¿no?

Saludos,
J.

lunaroja dijo...

Añoro mi patio, añoro mi jardín de Buenos Aires, ahora aquí donde estoy, tengo un gran ventanal que da a la calle. No veo verde. Solo a lo lejos una palmera.
Sin embargo, logro conectar con el silencio en determinados momentos, y es ahí donde todo cobra sentido.

Estupendísimo tu relato.
Como siempre!
Un saludo.

lanochedemedianoche dijo...

Eres un gran privilegiado en esta tempestad sin rumbo.
Abrazo

Mujer de Negro dijo...

Actualmente tengo unos mil metros de jardín, con manzanos, higueras, limoneros, un jardín botánico y un huerto, aparte de los árboles típicos de la región, ah, también dos rosales, un cielo amplio y estrellado y un silencio casi total, pero sabes¿, me hiciste recordar mi primer jardín, muy parecido al de la fotografía, mandarina, durazno y un limonero llegaron tiempo después y ese cachito de cielo que siempre me cobijó, el ruido de la gente, coches, música con el tiempo se vuelven imperceptibles, porque sí, es verdad, te sientes privilegiado.

Precioso y emotivo relato, José, como siempre

Frodo dijo...

El privilegio demuestra qué tal le va al resto del mundo.
En un mundo apocalíptico como el del relato, un patio como ese puede ser el paraíso perdido.
En el mundo actual en el que vivimos, en cambio, efectivamente lo es.

Salud, herr J

Recomenzar dijo...

Mi privilegio es vivir sola Me ha encantado tu entrada

J.P. Alexander dijo...

Se como te sientes ya que yo tambien tengo jardín y mi casa esta rodeada de edificios me siento como en la película up. Te mando un beso.

Tot Barcelona dijo...

No te quepa duda, eres un privilegiado.
En donde vivo no tengo patio ni jardín, con un balcón amplio de ocho metros de largo con la mirada a una plaza muy amplia, muy tranquila, donde al otro lado hay una casa baja que es una escuela municipal de música, y por las tardes se escuchan los acordes de diversos instrumentos, todos mal entonados, pero todos con la energía de gente joven que da cierta apacibilidad.
Sigue disfrutando
Salut

Amapola Azzul dijo...

Agradecer cada privilegio.
Un abrazo.

Guillermo Castillo dijo...

Nada es demasiado alto por el privilegio atemporal de ser uno mismo.
Un saludo.

Beauséant dijo...

Todo lo que no sea supervivencia es un privilegio, ¿no lo sabías? Lo único a lo que tenemos derecho a tomar una bocanada de aire justo antes de ahogarnos. Dos bocanadas ya es ser insolidario....

Y así nos va, claro, encima nos tendremos que sentir culpables, no hay más que encender la televisión... otro privilegio ahora que lo pienso, tener televisión y un lugar dónde enchufarla.

Dyhego dijo...

José:
tener un patio es tener un pequeño tesoro. Sobre todo si puede ver el cielo sin cables.
Salu2.

CarlosMxAx dijo...

Un privilegio.
Gran parte de mi vida he estado en departamentos con pequeños balcones, tratando de tener espacio para plantas.
Posee todos un tesoro con ese patio, si fuese mio ya estaría plantando, teniendo un huerto urbano, pondria una sombrilla para tener un rincón de lectura.
Saludos

Ginebra dijo...

Si necesitaba aislarse tanto , mejor se hubiera ido al monte a vivir en una cueva como un eremita y allí seguro que escuchaba el viento, los grillos, la lluvia y no escuchaba ninguna voz humana.
Un patio, un jardín siempre es un privilegio, pero para tener flores y macetas no es necesario tanto, con tener ventanas y algún balcón se prepara un edén, si se tiene buena mano con las plantas, claro.
Buen texto
Saludos

Mara dijo...


Hola José Antonio. Me ha encantado tu post porque yo también me siento una privilegiada. Y te gano je, je. Porque mi jardín es parecido al tuyo pero con la hierba bien cuidada, por mi hijo, una mesa, cuatro sillas y en cuanto avance un poco la primavera, pongo mi tumbona por el día al sol y por la noche a mirar las estrellas. Muy agradecida a la vida por todo como tú.
Un abrazo.

La utopía de Irma dijo...

¡Qué suertudo! A disfrutarloooo como se merece.

Abrazote utópico.-

Mista Vilteka dijo...

Pienso en Borges cuando decía: "El patio es el declive por el cual se derrama el cielo en la casa".

Jose Casagrande dijo...

Si el patio es rectangular y tiene algunos matorrales como el de la foto aumenta el nivel de privilegio, contar con vejetacion verde y real ya es demasiado comparado a mi vecina que tiene meramente un tapete de plastico que imita a la grama y que ya esta bastante gastado.

Mas aun tener acceso a esas voces "del otro lado" de la tapia ya es de seres considerados de la "elite" que gobierna el pais.

Es bueno este articulo y me inspira a buscar para mi proxima vivienda una que tenga patio tambien.... la envidia me corroe.

mariarosa dijo...

Hay que salir de la capital Jose o de los centros muy poblados, solo en las afuras se encuentra un poco de paz.
mariarosa

Luiz Gomes dijo...

Boa noite José. Sou acostumado com uma grande metrópole desde criança. Mas as vezes um lugar do interior nos traz muita paz e serenidade.

Gra dijo...

Me encanto tu relato, me siento muy identificada, mi patio es muy parecido al de la foto, pero tiene piso y muchas macetas con flores, tiene un juego de sillones los tres diferentes pero muy comodos,una mesa de madera bien barnizada, por las noches de verano es mi lugar favorito donde comemos al aire libre, jugamos a las cartas, escuchamos musica suave, luego cuando todos se van a hacer sus quehaceres, me quedo leyendo algun libro y contemplando el cielo estrellado y puedo pasar horas disfrutando el fresco de la noche.
Lamento que tu silencio y paz sea interrumpido por los transeuntes.
te mando un fuerte abrazo.

Doctor Krapp dijo...

Esa sensación de placer no declarado de tener lo que otros no tienen aunque sea un espacio miserable en un rincón olvidado y con un grillo de canto arbitrario.

Saludos

Gildardo López Reyes dijo...

Me parece que el mayor privilegio es el de poder permitirte esos minutos de contemplación, a merced de los mosquitos que no parecen perder el apetito (en ellos fue en quienes pensé primero). Precisamente en este mundo que nos ha tocado, ese es el gran privilegio. Y si le sumas ese pedazo de patio en el que parece que también se debe poder escribir o dibujar o cualquier otra cosa muy bien, pues qué mejor.
Te dejo un abrazo.

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Un privilegio en un mundo donde la voracidad de los constructores y urbanista, ha hecho de la vivienda, cajas de cementerio. Un abrazo. Carlos

SÓLO EL AMOR ES REAL dijo...

Vivo generalmente en paz, ese es mi privilegio

Maravillosas tus letras

Paz

Isaac

Manuela Fernández dijo...

Los patios en las ciudades son los oasis en los desiertos. Sí, eres afortunado en tenerlo y disfrutarlo.
SAludos.

Tinta en las olas dijo...

Pues si, cada uno busca sus privilegios y tú encontraste el tuyo. Abrazos.

Cabrónidas dijo...

El Smog... ¿En qué novela he leído yo esa palabra?

Juan Carlos Eberhardt dijo...

Querido amigo hace mucho que no me ocupo del Blog pero también hace tiempo que tenía ganas de pasar a dejarle un abrazo, allá va cálido y grandote !!

Anónimo dijo...

Dispongo de un patio de luces para plantas ¡Son Grandes Amigas!¡Tengo Buena Estrella!(¡¡¡¡¡¡¡Y además , por La Noche, La veo en el cenit!!!!!!!)🌏

Joaquín Rodríguez dijo...

Eres un privilegiado porque sabes valorar lo que tienes, eso es el verdadero mérito: saber valorar las cosas. Un saludo

Beatriz dijo...

Pequeños privilegios que ayudan a hacer más llevadera la vida. Saludos y disfruta de ese privilegio.

Saludos, José.

Beatriz dijo...

José, me ha evocado mis propios privilegios, pequeños y maravillosos en un mundo de intolerancia.

Saludos.

José A. García dijo...

Gracias a tod@s por sus visitas y comentarios.
Aunque el texto está escrito en primera persona, aclaro que no se trata de un escrito autobiográfico ni nada parecido. Al menos esa no era la intención original.

Nos leemos.

Saludos,
J.