sábado, 19 de febrero de 2022

Al acecho

Al abrir la puerta acristalada de la cafetería la azotó con la furia de una tromba marina. El llamador de bronce aún tintineaba cuando gritó mi nombre mezclándolo con insultos y palabras en varios idiomas desconocidos e inventados.
    Ninguno de los parroquianos, que ya me conocían, así como también la conocían a ella, volteó a verme mojar mi segunda medialuna en el café con leche y hacer equilibrio para meterla en la boca antes de que se rompiera por su propio peso. Casi lo había logrado ―énfasis en ese casi―, cuando la puerta se abrió y llegaron sus gritos.
    Levanté apenas la mirada y la encontré vestida de guerrillera vietnamita, del viet-cong, uno de sus trajes favoritos. Este disfraz al menos cubría la mayor parte de su cuerpo, no como otros que algunas veces elegía para salir a buscarme y resultaban, cuando menos, llamativos para quien la viera por primera ―o segunda, o décimo quinta― vez paseándose de ese modo por las calles del pueblo. Tal vez fuera la réplica del fusil de asalto liviano que colgaba de su hombro lo que le daba mayor sensación de seguridad, de poder, y por eso lo elegía tan a menudo. No la miré, no hacía falta; esto también era parte de nuestro juego: el fingir que no sabía quién era ella ni quién era yo, que no era a mí a quien se dirigía.
    Gritó una vez más mi nombre y amenazó con sus gestos a alguien que se encontraba en una mesa cercana. Las manchas de pomada para zapatos sobre sus pómulos y la frente ayudaban a completar su personaje que se desvirtuaba un poco cuando la veías llevar unas simples sandalias de yute, o no, no se desvirtuaba, porque esos detalles nos daban igual, a mí y a ella, y lo que pudieran pensar los demás nos tenía sin cuidado. A la fuerza había aprendido a no salir descalza de la casa.
    El único mozo de la cafetería, que nos conocía desde nuestra llegada al pueblo, se acercó a ella y le señaló la puerta. No dijo nada, sólo se paró junto a la puerta y esperó a que ella saliera para volver a cerrarla.
    Ella gritó por tercera vez mi nombre completo y salió, con furia y odio en el rostro, hacia la calle. Aun sabiendo que me encontraba allí, iría a la cafetería siguiente, al almacén, a la farmacia, a representar la misma pantomima o de regreso a la casa, lo mismo daba. Ya se cansaría de buscarme y solo en ese momento yo me dejaría encontrar.
    Terminé con la última medialuna y lo que quedaba de café casi frío en la taza, me limpié la boca y les dedos le mejor que pude con esas las servilletas que parecen de papel enmantecado y que no limpian nada. Pagué la consumición, dejé la propina pactada para estos casos, me levanté y caminé despacio hacia la puerta para asomarme hacia la calle. El mozo seguía allí mirando hacia la otra esquina.
    ―¿Día difícil hoy? ―me preguntó cuando me acerqué a él señalando en una dirección.
    ―Todos lo son.
    ―Suerte.
    ―Gracias ―respondí―, voy a necesitarla.
    Creí ver una sonrisa de complicidad en el rostro del mozo, o tal vez sólo fuera una expresión de cansancio, de aburrimiento, de fastidio. Pero me inclinaba más por la primera opción, la gente del pueblo cree que lo que hacemos es divertido y fingido, pero no, no es ninguna de las dos cosas. Lo dicen porque no nos conocen, opinan a partir de lo que ven, no conocen los motivos de lo que hacemos. Por eso, aunque sabía que ella había corrido en dirección al centro, me encaminé hacia la casa, sabiendo que podría estar vigilándome, acechándome como si fuera su presa, desde cualquier lugar. Sabía, además, que tenía que llegar rápidamente y vestirme con mi uniforme del ejército de ocupación cuanto antes y salir, yo también, a buscarla.

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En el N° 72 de la Revista Digital El Narratorio pueden leer el cuento: No moriré en esta batalla.

Pasen cuando quieran.

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19 comentarios:

José A. García dijo...

No todo tiene por qué ser tan aburrido en la vida...

Saludos,
J.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Y parecer que no se aburren.
¿Se acechan con intenciones agresivas o con otras intenciones? O tal vez una extraña fusión.
Tal vez sean preguntas que nunca tendrán respuestas.
Saludos.

José A. García dijo...

Digamos que lo hacen un poco por esto, un poco por aquello...

Gracias por pasar Demiurgo.

Saludos,
J.

Tot Barcelona dijo...

Creo que estamos cargados de pre-juicios, eso hace que se juzguen los comportamientos sin saber nada de lo que sucede.
Veremos si cuando él vaya a buscarla le grita o le llama con cariño, a partir de ahí podremos empezar a juzgar.
Salut

Amapola Azzul dijo...

Desde luego no se aburren.

Un abrazo.

mariarosa dijo...


¡¡Que par de locos!!

Interesante relato, pero si fuera en la vida real: me mandó a mudar de ese pueblo en el primer micro que pase.

mariarosa

lunaroja dijo...

Yo iba por un camino bien segura de lo que leía, y como siempre,acertás haciendo magia con finales inesperados.
Me ha encantado.
Me parece un relato delicioso,más allá de las motivaciones que tuviera la pareja.
Por un instante,pensé que él sencillamente le seguía la corriente a ella quién sabe por cuales motivos...tal vez una depresión,o una enfermedad mental,o sencillamente un profundo dolor del cual solo podía salir de vez en cuando de esa manera.
Pero eso es tema para otro cuento creo.
Saludos!

J.P. Alexander dijo...

Buena historia con mucha acción y sospeso. Me gusto el final. Te mando un beso.

Anónimo dijo...

¡Con esta narración recuerdas que tener imaginación es el mejor y más certero salvoconducto! De lejos, es de las tuyas la que más me gustó.
¡Qué magia, chaval! 🧙‍♂️

Jose Casagrande dijo...

Muy enigmantico. He quedado encantado con esta historia.

Esa chica no hay que perderla. Supongo fue ella la que propuso este "estilo de vida"

Beauséant dijo...

es lo que pasa cuando haces algo divertido y lo repites hasta la saciedad... cualquier cosa, hasta la más divertida del mundo, puede acabar convertida en rutina, en puñetera rutina..

no recuerdo si era en la pantera rosa, que el inspector tenía siempre a alguien esperando en casa para atacarle :)

Doctor Krapp dijo...

Una novia tan vintage, con traje del Vietcong, suena como muy sugerente solo espero que el traje del protagonista sea más parecido al del explorador colonial con sombrero salakov y preferiblemente con traje impecablemente blanco, la de los soldados americanos de los 60 da un poco de grima como se ve en Platoon, La Chaqueta metálica y demás.
Hace unos años entre la progresía lo que se llevaba era una chaqueta Mao como la del viejo dictador chino.

Un saludo

Nuria de Espinosa dijo...

La verdad es que da miedo, ¿Quién encontrará a quien? Me impacto. Es genial. Abrazos

Beatriz dijo...

Buena narración como siempre José, te atrapa desde el principio.

Saludos.

DULCINEA DEL ATLANTICO dijo...

Interesante historia, ahora toca saber que pasará cuando se encuentren cara a cara los dos con sus ansias de venganza.
Me gustó como narraste toda las escenas.
Un saludo Jose A
Puri

Luiz Gomes dijo...

Boa tarde meu querido amigo. Uma excelente quinta-feira.

Frodo dijo...

Espectacular. Otro de tus grandes éxitos.
Cada vez que pongo esto andá marcándolos y separalos que armamos la antología seleccionada de lo-mejor-de-lo-mejor-de-proyectoazúcar

Abrazos, querido Herr.

Tinta en las olas dijo...

El aburrimiento aquí no tiene espacio. Buen fin de semana. Saludos

José A. García dijo...

Tot Barcelona: El prejuicio siempre es lo primero que aparece, lo difícil es hacerlo a un lado.

Amapola Azzul: Claramente no, no lo hacen.

María Rosa: Tal vez ellos debieron escaparse de algún otro lado antes de llegar a ese lugar en el que la gente intenta no entrometerse en la vida de los demás, tal vez no.

Luna Roja: Quizá todas esas fueran sus razones, o hubiera otras, diferentes, que se sumaban a las mencionadas, para hacer lo que hacía.

J. P. Alexander: Gracias por el comentario.

Juan El Portoventolero: “La imaginación al poder”, dicen que decían los jóvenes del 68 antes de convertirse en los grupos dominantes que decían enfrentar y dejar de sostener ideas semejantes.

José Casagrande: Todas las suposiciones son válidas.

Beauséant: Tampoco recuerdo quién es que hacía eso, pero sí, la amenaza de que algo se vuelva rutina es la peor parte de la vida.

Dr. Krapp: Traje blanco, con sombrero de corcho para el calor, como buen Lord inglés, sin dudas.

Nuria de Espinosa: Quizá no sea del todo importante quién obtenga el triunfo. Quizá sí, para ellos…

Beatriz: Gracias, espero poder repetirlo.

Dulcinea: Algunas cosas son preferiblemente secretas.

Luiz: Muchas gracias por pasar y por el comentario.

Frodo: Podría ser, pero ¿quién para ese libro?

Gracias a tod@s por sus visitas y comentarios.
Nos leemos,
J.