sábado, 25 de diciembre de 2021

El nuevo bibliotecario

Prácticamente desde el momento cero, desde su llegada, corrieron rumores sobre el nuevo bibliotecario. Aunque después de veinte años seguir diciéndole el nuevo bibliotecario pueda parecer un poco fuera de lugar, en la época en que llegó al pueblo nadie venía hasta aquí, al menos no para quedarse, cosa que él sí terminó haciendo.
    Cinco años antes de su nombramiento murió el bibliotecario anterior y el cargo vacante quedó formalmente ocupado por una de las viudas de la cosecha que formaba parte de las Damas de la Beneficencia local. Un grupo de mujeres de avanzada edad, viudas todas por igual, con algo de dinero en el bolsillo y mucho tiempo a su disposición. Esta mujer hizo de la biblioteca su reino personal, uno en el que según cómo le cayera quien solicitara algún libro o algo de lo que allí se guardaba, decidía prestarlo o no. Fue ella quien se encargó de purgar el catálogo de la Biblioteca de toda la literatura que considerara perniciosa para la juventud del pueblo, y llenó luego los estantes vacíos con las ediciones completas de los libros de Corín Tellado, Poldy Bird y la colección Robín Hood. Cualquier cosa diferente que quisiera leerse había que buscarla en la Biblioteca Municipal, a cuarenta y cinco kilómetros de distancia, o comprarlo por correo a alguna librería de la capital y esperar a que el envío no se perdiera en el camino.
    El primero de los cambios que se produjo cuando llegó el nuevo bibliotecario, con su nombramiento bajo el brazo, luego de que se escucharan durante horas los gritos de la mujer quejándose por el maltrato que ella, siendo una dama de prestigio en el pueblo, recibía por parte de un arribista que venía a matarse el hambre entre gente trabajadora, fue deshacerse de la mayor parte de los libros adquiridos en los últimos cinco años. La viuda expulsada de su reino fue quien comenzó con los rumores diciendo que había sido maltratada al no ser respondidas ninguna de sus imprecaciones y sugerencias dadas a viva voz mientras el nuevo bibliotecario sostenía la puerta abierta para que la mujer saliera del lugar. Fue la primera, pero no la única.
    ¿Quién era el nuevo bibliotecario? Para empezar era nuevo, no era alguien del pueblo, como queda por demás claro, por lo que nadie le conocía ―veinte años después seguía siendo más o menos igual―. Físicamente parecía un armario, alto como un jugador de básquet de casi dos metros, de espalda ancha como un boxeador, brazos marcados como los de un levantador de pesas y atravesados por viejas cicatrices que dejaba ver los días de calor y de manga corta, y unas manos enormes en las que cualquier libro parecía algo diminuto y se perdía entre sus dedos. Era además de pocas palabras, precisas, directas, que lo hacían parecer hosco y mal trazado.
    Antes de que se cumpliera un año de su nombramiento, sus extrañas costumbres habían llamado la atención más de una vez. Vivía en el pequeño departamento de dos ambientes en la trastienda del edificio de la biblioteca, del que cada mañana, siempre puntual a las seis, sin importar el clima, la época del año o si era día festivo, salía a correr y daba cinco vueltas a la redonda del pueblo. No era una vuelta, no eran dos ni tres, sino cinco, siempre la misma cantidad y en la misma dirección ―la contraria a las agujas del reloj―. Las curanderas del empacho, el mal de ojo, la culebrilla y otras cosas similares, decían que el círculo siempre es un símbolo peligroso, que había que cuidarse de ese hombre extraño, de corazón negro y mirada profunda; por eso recomendaban a las mujeres del pueblo llevar siempre una bolsita de alcanfor colgada del cuello, incluso si nunca se acercaban a la Biblioteca.
    Antes de que se cumpliera su segundo año en el pueblo consiguió prácticamente todo lo que hasta ese momento le había sido negado a la Biblioteca. Desde la Intendencia enviaron un arquitecto, un maestro mayor de obras, varios obreros y fondos suficientes para reformar el edificio por completo. Cambiaron las chapas carcomidas por la humedad y llenas de goteras por una losa sobre la que se construyó un primer piso destinado a ser un salón para presentaciones y conferencias, se pintaron las paredes, se cambiaron las aberturas, se colocó una escalinata de mármol en la entrada, y el viejo departamento de dos ambientes del bibliotecario se transformó en una casa de dos plantas con techo de tejas rojas y un extenso jardín privado ―el Jardín del Bibliotecario―. Su contacto directo con la Intendencia puso de muy mal humor al delegado del pueblo, quien se creía el único capaz de llevar adelante ese tipo de gestiones, por lo que terminó tomándole tal inquina que se alió con las Damas de la Beneficencia para esparcir junto con ellas rumores sobre el nuevo bibliotecario.
    Pero como no había sobre qué hablar se inventaba, se fantaseaba y se montaban calumnias descaradamente. Algún secreto debía de esconder ese hombre solitario y callado, y si no se sabía cuál podría ser ese secreto siempre se podía decir cualquier cosa esperando que alguna de ellas resultara más fuerte que la verdad y acaba imponiéndose como cierta.
    El correo llegaba con mayor frecuencia trayendo cajas con nuevos libros, diarios de otras ciudades y revistas de divulgaciones varias. Los profesores de la escuela secundaria, “esos sabiondos que se creen mejores que el resto”, al decir de las Damas de la Beneficencia, estaban verdaderamente felices por los cambios en la Biblioteca. Pasaban por allí para renovar los viejos manuales de la década de 1950 que eran el único material con el que contaba la escuela y comenzaron a enviar a la Biblioteca a sus alumnos a estudiar.
    Este detalle también fue utilizado para esparcir rumores sobre el nuevo bibliotecario, a quien al parecer le fascinaba sodomizar a los adolescentes entre las estanterías atestadas de libros con su imponente miembro. Pero eso no era lo peor, lo peor era que a pesar de lo que les sucedía allí dentro, los chicos de la escuela continuaban yendo a la Biblioteca; así que tal vez las cosas fueran un tanto diferente a lo que se decía y era al nuevo bibliotecario a quien le encantaba ser sodomizado por los adolescentes, lo que por otro lado salvaba la hombría de los jóvenes del pueblo.
    Sobre este rumor importaba poco que el poeta del pueblo, el primer homosexual abiertamente declarado de la región, dijera que todo era mentira. Desde la llegada del nuevo bibliotecario no le quitaba los ojos imaginándose entre sus fuertes brazos, apretado por esas grandes manos. Por eso se prestó a realizar un curso sobre poesía figurativa no figurativa en el salón de la Biblioteca y pasaba horas enteras buscando temas con los que hablar con el nuevo bibliotecario, siempre con el mismo magro resultado. Llegó incluso a dedicarle su cuarto libro de poemas, Amor entre libros, si es cierto lo que se dice de que las siglas en la primera página, M.B.D.G.M., significan “mi bibliotecario de grandes manos”.
    Él mismo, el poeta, al igual que cualquier otra persona que se acercara a la biblioteca, había visto al nuevo bibliotecario siempre sentado en su escritorio, anotando y escribiendo cosas y no permitiendo pasar a nadie del otro lado, donde se encontraban las estanterías con los libros; él, el nuevo bibliotecario, era el único que buscaba los títulos solicitados y los acercaba hasta el escritorio para ser usados en la sala de lectura o para que se los llevaran a las casas. Nunca nadie pasaba del otro lado, ni adolescente ni adulto, eso estaba terminantemente prohibido por el reglamento de la Biblioteca cuyo bibliotecario era el primero en cumplir y en hacer cumplir.
    Por años continuaron circulando rumores. Que era un onanista descarado; que era sibarita en secreto; que era anarquista; que era ocultista; que era un antiguo guerrillero escondido de las autoridades y la justicia; que lo buscaba una exmujer abandonada; que lo buscaba la justicia por un crimen diferente al del rumor anterior; que tenía pedido de captura internacional; que lo buscaba la mafia ―italiana, rusa, coreana, china, japonesa, filipina, al igual que los narcos mexicanos o colombianos―; que había sido excomulgado y por eso no iba a misa los domingos; que había robado reliquias de templos antiguos para venderlas en el mercado negro; que era un enfermo terminal de alguna enfermedad desconocida; que esa enfermedad podía ser contagiosa y por lo tanto podía infectarlos a todos; que estaba mal de la cabeza; que debía mucha plata a gente a la que no hay que pedirle plata; que le gustaba apostar en la carrera de caballos; que regenteaba un prostíbulo en otro pueblo junto con el comisario; que era un espía de la Intendencia; que hablaba con los animales; que los espíritus se comunicaban con él las noche de luna llena, luna nueva o de tormenta. Una lista interminable, repetitiva y ridícula.
    Cuando veinte años después de su aparición en el pueblo, llegó su jubilación, el nuevo bibliotecario se retiró y vine yo a ocupar su lugar. Ahora soy el nuevo bibliotecario, aunque cuando algún vecino viene a la biblioteca todavía resulta un tanto confuso entender a cuál de nosotros dos se refieren cuando hablan del nuevo bibliotecario, pero eso no es ni siquiera lo más extraño. En uno de los cajones del escritorio encontré una carpeta de archivo con más de ciento cincuenta folios escritos con una letra pequeña e imprecisa, no imprecisa como la letra de alguien que no está acostumbrado a escribir, sino imprecisa como la de una mano para la cual no están hechas nuestras plumas ni nuestras lapiceras. En esos folios se detallaba uno a uno cada rumor que circuló en el pueblo sobre el nuevo bibliotecario, identificaba a su posible autor y a quienes lo habían repetido y de cómo los rumores más viejos eran vueltos a utilizar una vez renovados y remozados.
    Continuando mi lectura encontré que junto a los rumores que no parecían ser tenidos en cuenta había otros que no se repetían. Eran estos los más interesantes de todos porque resultaban ser los que más se acercaban a la realidad, tal vez por eso, por ser demasiado reales, no se consideraban tan atractivos como para que alguien quisiera repetirlos.

21 comentarios:

José A. García dijo...

Un texto un poco más extenso de lo habitual para despedir el 2021. Nos leemos en enero.
Buen fin de año para tod@s.

Saludos,
J.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Nos dejas a los lectores con una duda, ¿cuáles eran esos rumores más probables de ser reales?

Muy interesante el personaje que reemplazó a esa Dama de la Beneficencia, con tan lamentables criterios. Y que hizo mucho por mucho por la Biblioteca.
Me cayó bien aunque no haya sido muy sociable.

Nos leeremos en enero. Que tengas un buen año nuevo, colega demiurgo. Y que el próximo año te sea positivo.

Totbarcelona dijo...

Me ha gustado sobremanera la narración, pero como al Demiurgo, me gustaría saber cuál de los rumores era el más acertado.
Un abrazo y hasta enero

Ginebra dijo...

Siempre se critica lo desconocido, es el miedo o la remisión a la lo nuevo, en fin. Buen relato el del bibliotecario. Saludos

Ernesto. dijo...

Felices Fiestas!

Saludos.

J.P. Alexander dijo...

Genial relato me gusta que a pesar de que fue rechazado el bibliotecario cumplió su labor. Te mando un abrazo y te deseo un feliz año a ti y a tu familia.

Recomenzar dijo...

Saludos muchacho se feliz vale la pena

Beatriz dijo...

El que nunca dejo de ser "el nuevo bibliotecario" extraño adjetivo. Quizá es que para ese pueblo cada día es diferente?...
Largo pero bien narrado, no me dejó caer de su lectura.

Saludos, feliz fin de año 2021.

beatriz dijo...

Qué raro que año tras año siguiera siendo "el nuevo bibliotecario" como si en ese pueblo cada día se renovara distinto.

Saludos y feliz fin de año, José.

Jose Casagrande dijo...

Fue un buen bibliotecario, no traiciono el espiritu y mision de un lugar tan sagrado como debe ser la biblioteca publica.

Eso si, no se le perdona que haya descartado tan lijeramente la obra de Corin Tellado, pero en fin nadie es perfecto.

Luiz Gomes dijo...

Boa tarde. Obrigado pela visita e carinho. Desejo um ano de 2022 com muita paz e saúde.

Doctor Krapp dijo...

Me gusta tu homenaje a una profesión a la que he dedicado casi 30 años de mi vida.
Curiosamente hay bastante de verdad en tu ficción. En España hasta buen mediados los 80 la profesión bibliotecaria en el plano municipal, al menos, era territorio para escritores y eruditos locales a los que se nombraba directores o directoras por méritos extraprofesionales, es decir, por ser quienes eran en otros asuntos.
En esa década hubo un cambio, una ampliación y entraron en masa generaciones de bibliotecarios, más bibliotecarias, y documentalistas que rompieron con los antiguos moldes y adoptaron una visión más académica y funcionarial. Estoy hablando de las bibliotecas municipales, en el resto, universidades, regionales etc... las cosas cambiaron mucho antes.

Un saludo y Feliz Año

Tinta en las olas dijo...

Un texto mas largo de lo habitual, pero interesante, cuando uno lleva la profesión por dentro, la defiende. Feliz año nuevo.

Anónimo dijo...

Abracadabrante texto, donde a la postre-y eso les perjudicaría a muchos del pueblo-la realidad ontológica del hombre de la biblioteca, únicamente la sabía él, y lo mejor es que pensaba "¡A mí, Plim!"
¡A por el año MMXXII que muestre infinitas bondades!!!🌳🎈

Amapola Azzul dijo...

En los pueblos, tan dados a la rumurología con los forasteros, haz tratado muy bien el tema.

Besos.

Amapola Azzul dijo...

¡¡Feliz 2022¡¡

Besos.

Beauséant dijo...

Un poco más largo, pero se lee en un suspiro... has dejado muchas puertas abiertas y eso dispara las interpretaciones...

Un pueblo extraño, pero en cierto modo todos lo son, supongo, pasan demasiado tiempo viéndose las caras, buscando algo con lo que entretenerse y, claro, surgen las mentiras y las rencillas...

Raul Ariel Victoriano dijo...

Muy buen relato, José, me gustó mucho la tensión que le agregás con los puntos de quiebre, sobre todo el de la viuda que se siente maltratada, para llegar, con tus lectores, con el interés puesto en el desenlace, queriendo saber acerca de los rumores "interesantes", y que como buen cuentista, te ocupaste de no revelar.
Saludos.
Ariel

José A. García dijo...

Demiurgo: Creo que mi duda sería ¿cómo sabe el nuevo-nuevo bibliotecario cuáles son los rumores más reales? Por otro lado, creo que ser sociables y caerle bien a la gente no tiene necesariamente que ser sinónimos, pero tal vez esté equivocado.

Tot Barcelona: Gracias por el comentario, como en la vida real, siempre algún misterio queda.

Ginebra: El prejuicio siempre llega primero.

Ernesto: Felicidades.

J. P. Alexander: Tal vez cumplió con su labor no a pesar de eso, sino por eso.

Recomenzar: Felicidades.

Beatriz: Tal vez lo olvidaban y cada vez que se lo encontraban lo veían como alguien nuevo.

José Casagrande: Criterios sobre literatura hay muchos, casi tantos como sobre la Sra. Tellado…

Luiz Gomes: Gracias, Luiz. Buen 2022.

Dr. Krapp: Parte de lo que tu recuerdo trae a la actualidad también pasaba en algunos lugares de Argentina (en muchos sigue pasando), en donde “cultura” es sinónimo de “vagos que no hacen nada y cobran un sueldo del Estado”, entonces no vale la pena sostenerlo. En esta época de cambio permanente en la tecnología y en las formas de aprender, algo que se quede quieto, como una biblioteca, resulta incomprensible.

Tinta en las Olas: Gracias por la visita, el comentario y el saludo. Gran 2022 para ti también.

Juan El Portoventolero: En los pequeños pueblos que alguien pretenda tener un secreto es casi un sacrilegio. De seguro por eso lo odiaban.

Amapola Azzul: Gracias, es cierto, cada pueblo es un mundo de rumores. Buen 2022.

Beauséant: Por lo general en los pueblos del interior hay mucho tiempo libre, mucho tiempo para pesar sin hacer nada, ahí es cuando comienzan los rumores y las fantasías.

Raúl Ariel: Gracias por lo de buen relato y por considerarme cuentista, queda mucho por aprender todavía.

Gracias a tod@s por sus visitar y comentarios.

Buen 2022, nos leemos,
J.

Frodo dijo...

En la escuela conocí uno que empezó la cursada a mitad de año, y le quedó, para siempre, el apodo de "el-chico-nuevo"

Abrazos

lanochedemedianoche dijo...

El texto excelente, lo releí para exprimirlo mas por las dudas. Creo que este señor tubo un trabajo que le agradaba, y todo lo demás es chimento pueblerino, me gusto mucho. Feliz 2022.
Abrazo