Llevaba un tiempo indefinido caminando sobre lo que sonaba como grava, aunque no podía estar seguro de que lo fuera. El visor del casco estaba en parte empañado por dentro y manchado por fuera con ese polvo de azufre que flotaba en la atmósfera que ni el más fuerte de los vendavales parecía capaz de dispersar. Y había habido varias tormentas en los últimos días. Días pasados bajo socaires improvisados que apenas servían de algo antes de continuar adelante.
―Nada en el sector kappa ―dijo al silencioso intercomunicador. Con un poco de suerte los inconvenientes técnicos sólo afectarían la recepción de su equipo y no el envío de la señal, la falta de estática, el silencio absoluto dejaron de resultarle tan pesados después de un tiempo―. Procedo hacia el sector lambda.
El paisaje se veía fantasmal entre ese polvillo permanente que flotaba en nubes como niebla baja y constante de color amarillento enfermizo. Según los instrumentos de medición no había sucedido ningún accidente, no había incendios en todo el continente y la actividad volcánica continuaba siendo nula. Sin embargo, fuera por causas naturales, o fuera por un voluntariamente involuntario error allí estaba todo ese azufre asfixiando poco a poco e indefectiblemente la vida.
Una estructura de concreto artificial, cristales plásticos y madera no orgánica surgió ante él en medio del camino. Un cartel de hierro fundido lo identificaba como el cubículo habitacional N° 356. Penetró en las ruinas buscando algo que resultara de interés o de utilidad más allá de los cuerpos macilentos y resecos de los que no tenían siempre preparados sus trajes de protección y los tubos de oxígenos reglamentarios cargados porque preferían confiar en lo que decían los que decían saber. Esos que habían muerto por miles esforzándose por llevar un poco más de aire a sus pulmones,.
―Intelectuales ―murmuró―, siempre son los primeros en morir.
Se alejó rápidamente de allí sabiendo que no encontraría nada.
Continuó por ese camino que sonaba como grava, sin saber si lo era o no; aunque pensaba que no le importaba demasiado, en verdad sí lo hacía.
En algún sitio cercano se encontraba el observatorio, si había habido sobrevivientes sin dudas estarían en ese lugar y sabrían lo que habría sucedido y, por lo tanto, sabrían qué hacer a continuación y cómo hacerlo. Allí sabrían cómo sobrevivir a esta nueva crisis. Al menos así lo esperaban y por eso lo habían enviado en esa dirección. La falla en las comunicaciones que, aunque era algo esperable, no estaba entre lo previsto era lo único que le hacía dudar en si al final de su viaje, encontrara lo que encontrara, vendrían a buscarle.
―Procedo hacia el observatorio ―dijo al comunicador―. Espero que al menos ustedes ya se encuentren allí y no me hagan esperar.
La brújula se proyectaba sobre mapa en el visor del casco, que continuaba empañándose y desempañándose al ritmo de su respiración, por lo que le resultaba imposible perderse. Así como no podía dejar de ver eso, tampoco podía perder de vista el indicador de los niveles de oxígeno marcando números cada vez más bajos, abandonando el naranja de precaución y acercándose al rojo del peligro.
―También espero que me estén escuchando ―murmuró con miedo a decirlo en voz alta y, de ese modo, hacer real su miedo―. Maldito azufre.
La grava, porque tenía que ser grava, continuaba crujiendo bajo sus pies. Esperaba ver surgir entre las nubes de azufre la estructura del observatorio de un momento a otro.
20 comentarios:
Peor si no era grava, ¿sobre qué caminaba?
Saludos,
J.
Dudaba, asumo, hasta de estar vivo. Un abrazo. Carlos
¿Sobre qué caminaba?
¿Serian huesos calcinados por resultado de de algún fallido experimento?
Si llegaba lo iba a saber....
Mucha tensión, muy buena narrativa.
mariarosa
Super blog
No hay que perder nunca la esperanza, sino es difícil avanzar.
Besos.
Me gustó relato.
Obviamente la vida de pioneros y exploradores siempre esta en peligro, mientras los amos en la Metropolis estan tomando los mas finos manjares. Probablemente nadie salga vivo de esta catastrofe. Lo aconsejable es que rescaten al protagonista y envien robots a terminar el trabajo
yo me convencería de que es grava y no haría nada por salir del error :)
Ay,tremendo relato. Claustrofóbico, ya solo de pensar en caminar en un espacio desconocido con un casco...
Saludos!
(Ni quiero pensar lo que estaría pisando!)
José:
momentos de auténtico miedo y desesperación, notar que falta el aire.
Como sigamos así, nuestro planeta también acabará siendo una bola de azufreo de yo qué sé qué.
Salu2.
Hola!
El relato me dio una sensación de distopía, pero un futuro tal vez no tan lejano.
Excelente, me gustó mucho.
Un abrazo
Todo pasa, y el miedo se vuelve sol en la oscuridad.
Abrazo
No se sobre que caminaba lo que deduzco es que la situación le es angustiosa
Muy bien contada la historia Jose A
Un saludo
Puri
Buen relato... falta el final...
Paz
Isaac
Yo...¿tendría miedo de ver, saber? ¿era grava o huesos calcinados?
Abrazos
La intranquilidad propia de no saber donde, o sobre donde, se está parado.
Muy buen relato! la atmósfera se hace protagonista en la imagen mental.
Salute!
Hola José!!
Que relato atrapante, de principio a fin mucho misterio, incertidumbre y yo en lugar de el estaría entrando en pánico, al ver que su nivel de oxigeno esta bajando y pasando a un nivel rojo oh oh!!
Espero haya encontrando el observatorio pronto.... o lo que queda de el....
abrazos!!
Un relato apocalíptico y futurista con su tono irónico. Más cercano a lo que podrís ser si las cosas no cambian.
Muy bueno
Saludos
Que buen relato, un poco angustioso, pero buenisimo. Un saludo.
Que angustia no saber sobre qué pisaba, el azufre flotando y la bombona de oxígeno llegando al rojo. Me encantó. Saludos
Hola Herr, perdón la demora en visitarlo.
Hermoso detalle el de la "grava". Seguro no eran cucarachas, esas sí sobreviven.
Abrazos!
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