domingo, 12 de septiembre de 2021

No moriré en esta batalla

El olor del cuero mal curtido se mezclaba con el resto de los olores del campamento, el del excremento de los animales, el orín y los sudores nunca del todo bien lavados en nuestros cuerpos, el humo de las antorchas, el de las fogatas improvisadas para calentarnos y en donde preparaban ese mejunje que nos daban cada noche como cena. Al amanecer del día siguiente tendría lugar la batalla para la que llevábamos tanto tiempo preparándonos que nadie recordaba a quién atacaríamos, a quien defenderíamos, ni por qué.
    Las noches era el peor momento y esa noche en particular, la última, en la que los susurros indisimulados, los recuerdos infaltables, los anhelos recordados, los deseos no concretados, los sueños prontos a morir, las pesadillas prontas a volverse realidad, se mezclaban con el mal alcohol con el que intentábamos ocultar el pésimo sabor de la comida, era la peor de todas. El miedo era el condimento que más abundaba dejándose sentir a cada instante, aunque intentáramos no reconocerlo.
    Los centinelas del campamento tenían la orden de matar a los desertores que intentaban huir, pero nadie sabía cuántos centinelas habían escapado ante la inminencia de la batalla. A diferencia de ellos, al alba nosotros seguíamos allí cuando el cuerno llamó a las filas y el momento de morir estaba pronto.
    Alguien que no reconocimos galopó a lo largo del campamento arengándonos y recordando el motivo de lo que vendría. Ninguno de los que estábamos allí cerca entendimos sus palabras.
    Cuando el sol quebró en mil pedazos el horizonte pudimos ver al ejército enemigo, sintiendo el mismo miedo, el mismo pavor recorriendo huesos y músculos, pudimos vernos a nosotros mismos reflejados en ellos, cuando los tambores que señalaban el inicio de la marcha comenzaron a sonar.
    ―No sé ustedes ―dijo aquel a quien reconocíamos como el líder de nuestro pequeño grupo―, pero yo no moriré en esta batalla.
    Sabíamos que lo decía antes de cada batalla, como una oración, como un llamado a quien fuera que velaba por su destino, porque él mismo nos había contado que así lo hacía, y esperábamos ese momento para sentirnos un poco mejor ante lo que estaba por venir. Pero aunque era la primera vez que realmente se lo escuchábamos decir, pudimos ver que había algo diferente, que algo había cambiado.
    Tiró su espada al fango, escupió sobre ella y la pisó con su bota de cuero. El acero mal forjado se rompió y él se alejó ante nuestra atónita mirada cuando, entre el estrépito de los metales y el fragor de los gritos de guerra que, sabíamos, cuanto más fuertes eran menos ocultaban el miedo que se sentía, los tambores comenzaban a redoblar.
    Las flechas enemigas cayendo cada vez más cerca de nuestros pies fueron la señal que necesitábamos para seguirlo. Primero nos escondimos entre los árboles más cercanos, donde los ecos de la batalla aún podían oírse, luego en medio del bosque donde el silencio nos rodeaba, más tarde en los pueblos más cercanos, donde apenas se sabía que había una batalla, después lo hicimos en las ciudades portuarias, donde nadie le daba importancia a las guerras, mucho después llagamos del otro lado del mar, donde ni tan siquiera nuestros nombre sonaban familiares en nuestros oídos en esas nuevas lenguas.
    Pero, sin importar dónde nos encontráramos sabíamos que nos reconoceríamos como aquellos que aquel día habíamos decidido no morir en la batalla, los que habíamos decidido vivir, pues levábamos en nuestra piel la marca de aquella decisión.



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En la revista digital Herederos del Kaos (Barcelona, España) se ha publicado el relato Quienes regresaron.

Pueden pasar a leerlo cuando gusten.

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20 comentarios:

José A. García dijo...

Todavía dicen eso de que "soldado que huye sirve para otra guerra", así que...

Saludos,
J.

gla. dijo...

Según quién
Yo...finalmente no me presentaría en ninguna batalla, salvo el...combatir el miedo
Abrazos

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

No había nadie que vigilara a los centinelas, para evitar que escaparan.
Y parece que algunos siguieron su ejemplo, atreviéndose a escapar.
Bien logrado el clima, bien contado.
Saludos, colega demiurgo.

Tot Barcelona dijo...

Recuerdo haber leído las palabras de un prisionero republicano, humorista por más señas, cuando se lo llevaban a interrogar:
Me lo podeis quitar todo, menos el miedo que tengo.
Salut ¡

Beauséant dijo...

Siempre me ha llamado la atención esto sobre lo que has escrito. Cuando empieza la batalla lo normal sería correr en dirección contraria, es lo que haría cualquier persona cuerda. Sin embargo en el ejército no, gritan y corren hacia delante. Supongo que gran parte de la formación militar debe consistir en lavarte el cerebro para que eso sea lo normal :)

Enca Gálvez dijo...

Genial y tremendo relato, siempre que te leo me sorprendes gratamente...
Buen día un abrazo.

Jose Casagrande dijo...

Me parece que hay cierta esclavitud en ser soldado, esta uno obligado a ir a matar y a hacerse matar, por un fin misterioso.

Las guerras es una cosa en que las elites ponen la carne de aquellos que no tienen poder, en especial los mas jovenes.

Hacen bien en no pelar esas guerras absurdas.

La hicieron bien.

mariarosa dijo...


El miedo siempre presente y quién no lo ha sentido?
Imagino que en una guerra ha de ser peor aún.

Saludos.

Tinta en las olas dijo...

Una buena decisión, seguro que de los dos bandos tuvieron la misma idea. Buenos días.

miquel zueras dijo...

¿Te imaginas que haya una guerra y que nadie fuera? En la película "Enemigo a las puertas" se ve a los comisarios soviéticos detrás, apuntando hacia sus soldados por si alguien retrocede.
Me impresionó tu relato "Misión de rescate", describes muy bien el entorno y las situaciones haciéndolo todo muy real.
Voy a por ese relato "Quienes regresaron>".
Saludos!
Borgo.

Gra dijo...

Hola Jose!!
Leyéndote.... no pude ver reflejado a todos los jóvenes en Malvinas, que no tuvieron la opción de escaparse y murieron de miedo y los que regresaron los terminaron de matar con la desidia y el abandono del sistema.

Que bueno que tuvieron otra oportunidad... y llevan un tatoo con historia.
Un abrazo fuerte!!

Luiz Gomes dijo...

Boa noite. Um vez ouvi uma história de um palestino sobre uma prisão na Faixa de Gaza e nunca esqueci. Obrigado pelo texto maravilhoso.

SÓLO EL AMOR ES REAL dijo...

Verdaderamente un maravilloso escrito y con todo un excelente transfondo

Paz

Isaac

Amapola Azzul dijo...

Vivir es ya en sí mismo una gran batalla.

Besos.

María dijo...

Siempre me sorprendes. Un relato que impresiona.

Un abrazo

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Creo que en esto de las batallas, como en la novela de Germán Santamaría, todos aspiran, "Morir último". Un abrazo. Carlos

Doctor Krapp dijo...

Héroes son los que perduran porque saben que la vida no es un cochino juego en manos de otros.


Saludos

José A. García dijo...

José: Es cierto, frase vieja y remanida si las hay.

Gla: El miedo es la peor de todas las batallas, muy cierto.

Demiurgo: Todos alguna vez quisimos escapar de algo que no queríamos hacer, pocos efectivamente lo hicieron.

Tot Barcelona: Es una respuesta por demás válida. No conocía esa historia.

Beauséant: Habría que formar los ejércitos con locos para ver cómo resulta todo. Al menos una vez.

Enca Gálvez: Gracias por volver y por el comentario.

José Casagrande: Los antiguos griegos sostenían que habían vendido en las guerras médicas (o medas) porque ellos luchaban como ciudadanos, mientras que los persas lo hacían con esclavos. De todas formas, todo es debatible.

María Rosa: El miedo es parte de la vida.

Tinta en las olas: Todos huyeron y fueron felices sin decírselo a nadie.

Miquel Zueras: Todos los ejércitos tienen sus mecanismos para obligar a los “reclutas" a hacer lo que se les ordena. Algunos son más evidentes que otros.

Gra!: Ellos no tuvieron la opción de escaparse ni tampoco de decidir si querían estar allí o no. Mientras los que deberían estar, los “líderes” lo miraban todo muy cómodos desde BsAs…

Luiz Gomes: Gracias, Luiz, por la visita y el comentario.

Sólo el amor es real: Gracias por el comentario. Seguro nos leemos.

Amapola Azzul: Gracias por volver a visitarme y comentar.

María: Gracias, ojalá pueda seguir haciéndolo.

Carlos Augusto: No leí esa novela, pero más que a morir último, muchos aspirarían a no morir. Al menos sé que así lo haría yo.

Dr. Krapp: Y los que sabiéndolo intentan hacérselo ver a los demás.

Gracias a tod@s por sus comentarios.

Nos leemos,
J.

eli mendez dijo...

Un relato estupendo que nos trae a la memoria tantas guerras y tantas situaciones de panico que se dan naturalmente en aquellos que se ven obligados a dar batalla, a cumplir ordenes..lo mas cercano a mi es Malvinas y duele..
Te felicito por la destreza del relato. Saludos.

Frodo dijo...

Condenados, Salvados y Olvidados, tiene pinta de novela. Lo delata el detalle del borrador (01) que le quedó en la barra del navegador.

Atentamente, Frodo botonazo