domingo, 10 de enero de 2021

Fuera de tiempo

Su sueño era ser un bohemio romántico como sus héroes de la literatura del siglo XIX. El haber nacido cerca de dos siglos y medio después de esa época no tenía por qué ser un impedimento. Al contrario, debía ser un aliciente para lograrlo. Y si bien ya no moriría de tuberculosis, no contraería sífilis, ni se cortaría una oreja, porque esta se le regeneraría automáticamente, podía experimentar otro tipo de cuestiones similares. 
    Por ejemplo, podía trasladarse a vivir en una sucia, fría y maloliente buhardilla y mirar a través de su única ventana las callejuelas de París a sus pies. Cierto que vivía en otro país, de otro continente, pero ese detalle se solucionaría fácilmente; en cambio, encontrar una buhardilla resultó un tanto más complejo. La evolución de la arquitectura había desplazado los habituales trasteros desde las alturas a los sótanos. Las piscinas, los solariums, los multigimnasios y los salones de uso múltiples con un máximo de diez personas, ocupaban los espacios que tanto anhelaba. 
     A pesar de las dificultades no dejó que los sentimientos de derrota lo embargaran. Si había podido encontrar ropa, libros, muebles y elementos de higiene de la época, bien podría encontrar una buhardilla en la que residir como un eterno estudiante perdido en alguna capital europea. Entonces se dedicaría a escribir, pasear de café en café, declamar sus poesías, enamorarse estúpidamente de quien no debía y dejar que la tragedia jugara con su vida. 
     Buscó y rebuscó hasta dar con un altillo, que algunas veces puede confundirse con una buhardilla y viceversa, en una casa de campo apartada de las rutas y los caminos más transitados, cercana a uno de los pueblos recientemente repoblados. Tenía electricidad y wi-fi, por lo que contaba con algunas comodidades mínimas. 
     Se instaló allí, feliz como nunca en su vida, luego de pasar semanas vaciando ese espacio de muebles rotos, baúles con ropas de una época que no le interesaba, papeles sellados, cartas lacradas, documentos rubricados, telarañas de todos los colores con sus respectivas arañas y otras alimañas similares. Cuando completó los arreglos nadie que hubiera visitado antes ese altillo podría reconocerlo. 
     Los pocos vecinos que de vez en cuando pasaban cerca de la casa se preguntaban porqué ocupaba solamente el altillo, pero la única respuesta que obtenían era siempre la misma: 
     —Lo que pasa es que ustedes no me comprenden. 
     Lo dejaban hacer, con su fotografía de la torre Eiffel recortada de un folleto del ministerio de turismo tapando uno de lo vidrios faltantes en la ventana, calentándose en invierno con carbón y leña, dando largo paseos entre los árboles y matorrales a los que nombraba como calles parisinas con su traje de tres piezas, su bombín, sus zapatos de charol y el paraguas que nunca abandonaba. 
     Intentó dejarse un bigote a la Nietzsche, aunque nunca llegó a parecerse en lo más mínimo. Se dice que escribía cuentos de terror que a nadie le gustaban y nunca llegaba a publicarlos, lo que lo llevó a enflaquecer muy rápido mientras sufría un permanente insomnio y olvidaba apagar las luces en toda la noche —aunque hubo quienes dijeron que lo hacía porque le temía a la oscuridad. 
     Se convirtió poco a poco en parte del paisaje. Como el puente que cayó sobre el río que debía cruzar, el árbol partido por el rayo en la tormenta del ’63, los cráteres de las bombas en el campo de los López, la cruz celta en la cúpula de la iglesia. Cosas que están ahí y que levan tanto tiempo formando parte de nuestras vidas que sólo nos percatamos de ello porque ya no están allí. 
     Cuando dejaron de verlo por el pueblo, paseándose entre los árboles hablando en una mezcla de francés chapucero y castellano centroamericano, liando sus propios cigarros con algo que no parecía ser tabaco ni ninguna otra hierba conocida, cargando en su petaca de viaje una mezcla de alcoholes que nadie bebería, surgieron varias especulaciones sobre lo que podría haberle pasado. 
     —Se aburrió y se volvió a la ciudad —dijo el boticario que lo detestaba. 
     —Se murió allá arriba, en ese altillo suyo, de frío —dijo el matarife, pero ni él ni nadie más se acercó a comprobarlo. 
     —Regresó a su época —dijo el profesor de historia de la escuela, pero a él nunca nadie lo escuchaba, por lo que tampoco notaron el anhelo en su voz. 
     —Regresó, sí —dijo el párroco—, al infierno del que pretendía escaparse —pero a este nunca nadie le creía. 
     Las mujeres cuchicheaban, hablaban de amores no correspondidos —suspirando el nombre de su amada una y otra vez—, de maridos celosos —sin aclarar de quién—, y de cómo alguien —también sin aclararlo—, decía haberlo visto huir de noche a las apuradas y sin maleta alguna en dirección a la estación de trenes. De ser así todavía debe encontrarse por allí porque hace décadas que el tren dejó de pasa por esas vías muertas; pero tampoco nadie se atrevió a ir a comprobarlo. 
     Los jóvenes que brevemente lo frecuentaron, porque era una novedad y porque traía noticias de otros lugares, pero sabían que estaba tocado de la cabeza convirtieron su frase: 
     —Lo que pasa es que ustedes no me comprenden. 
     En un lema, en el santo y seña de toda una generación. Algunos incluso han llegado a tatuársela en la piel para no olvidarlo. Si no me crees, mira, yo también la llevo, aquí, en mi propio brazo. 


-- 
Inicio del Espacio Publicitario: 

En el portal argentino Tren Insomne, se ha publicado el cuento: La tan ansiad hospitalidad

En Perú se publicó la Antología del cuento hispanoamericano sobre mundos distópicos “Y se hizo el caos”, donde pueden leer el cuento: En la Tierra del sol muerto.

La revista Digital El Narratorio publicó la antología de cuentos de temática de Trenes, donde pueden leer el cuento: No pueden detenerseLa antología pueden adquirirla aquí.

Fin del Espacio Publicitario.

18 comentarios:

José A. García dijo...

Pues, si me lo preguntan a mí. Yo creo que...

Saludos,

J.

Tot Barcelona dijo...

No se porqué, pero la frase me trae a la memoria otra similar que se utilizaba en mi niñez: Lo que pasa es que la maestra me tiene manía.

Salut

Pitt Tristán dijo...

"Ustedes no me comprenden" es un lema universal, y todos siguen sin querer comprendernos.

Gran relato.

Amapola Azzul dijo...

Fuera del tiempo, a contracorriente.

Besos.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

La regeneración no habría sido un obstáculo para cortarse una oreja. Podría haber sido un motivo más.
Logró cierta trascendencia, considerado misterioso. Podría decirse que triunfó.
Una frase que incluso puede ser autorreferencia. Comprenderse a si mismo puede ser un desafío.
Saludos, colega demiurgo.

lunaroja dijo...

Ves como los dioses te escuchan?
Tu don, está aquí, en cada texto que cuelgas.
Muy buen relato, vívido y por momentos angustioso.
Saludos!

Ginebra dijo...

Vivir lo que nos toca en el momento presente. Lo de distintas épocas se puede vivir, pero no de manera literal: más bien a través de libros de historia o docus... yo creo que bastante difícil es el día a día como para complicarlo buscando "utopías" imposibles...
Saludos

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Creo que no era de este tiempo, y como la propaganda estaba en el lugar equivocado. Fascinante. Un abrazo. Carlos

Alís dijo...


La frase es un buen recurso para evadir explicaciones, excusas o justificaciones. También para no tener que mostrarnos más de lo que queremos.

La columna que escribía en el periódico en el que trabajé por 14 años tenía el título genérico "A destiempo", porque más de una vez sentí esa sensación de haber nacido en un momento distinto al que me correspondía.

Un abrazo

Y feliz año

Doctor Krapp dijo...

Un Modigliani del siglo XXI quizás. Lástima que no se conformara con la posibilidad de un viaje virtual al pasado sin moverse de casa, quizás en streaming. Algo que ocurrirá dentro de un tiempo, seguramente.

Saludos

ოᕱᏒᎥꂅ dijo...

cada loco con su tema,
Pero querer emular a una persona de hace dos siglos... es no estar en sus casillas...
besos

Mujer de Negro dijo...

"Tú no perteneces a esta familia, eres muy distinta, debiste nacer en otro hogar", me decía mi madre cuando veía los intentos que hacía por acomodarme a sus ideas, al final lo aceptas y lo aceptan porque hay cariño.

A veces le decía a mi hija a tono broma, "no me comprendes", pero ella se lo tomaba como es, con toda sobriedad y me sentaba a darme la plática.

Buen relato, José

La utopía de Irma dijo...

A veces no nos entendemos ni nosotros, así que complicado que nos terminen de entender los demás.

Abrazote utópico.-

Manuela Fernández dijo...

Desde luego tenía razón en que nadie le comprendía, es más, de todos nosotros, los que estamos aquí leyendo su historia ¿quién le comprende?
SAludos.

A do outro lado da xanela dijo...

Y, al final, todos vamos y venimos como nos fuimos... e igual de incomprendidos.

Besos permanentes

Recomenzar dijo...

No entiendo nunca nada de lo que escribes mi mente anda volando por otro lado pero vine a desearte buen comienzo de año para vos y tu y todos los tuyos

Mista Vilteka dijo...

Quien configura su teatro, configura las evidencias de su vida. Sabio muchacho aquél.

José A. García dijo...

José A: Pues yo no, no creo en nada.

Tot Barcelona: Es que era verdad, todas las maestras, en todas las épocas, en todos los países, en todo el mundo, le tienen manía a sus alumnos. No hay duda de ello.

Pitt Tristán: Exacto. Gracias.

Amapola Azzul: Como se debe.

Demiurgo de Hurlingham: Podría ser que haya triunfado, pero ¿cuántos triunfos se sienten como un fracaso un tiempo después?

Luna Roja: Gracias por tus palabras.

Julio David: Es un relato en dos o más tiempos, puede ser.

Ginebra: Vivir se vuelve cada día más utópico por estas latitudes.

Carlos Augusto: Todos estamos un poco en el lugar equivocado, la mayoría sabe adaptarse, otros nunca lo aprendemos.

Alís: En algún momento de nuestro recorrido todos pensamos qué habría sido de nosotros de vivir en otro tiempo, en otro lugar, en otra vida. Nadie puede cumplirlo, por ahora…

Dr. Krapp: Tal vez llevó al extremo eso que llaman “realidad aumentada” que de realidad no tiene nada y de aumento sólo el costo.

Marie: Y cada tema con su loco, claramente.

Mujer de Negro: El diálogo intergeneracional siempre es complicado, más aún si la sangre se encuentra de por medio.

La utopía de Irma: Nadie se comprende, pero lo disimilamos, es cierto.

Manuela Fernández: Sin lugar a dudas, yo no la comprendo.

A do outro lado de xaneda: La incomprensión (mutua e individual) es lo que nos señala como miembros de una misma especie.

Recomenzar: Gracias por la visita y el comentario.

Mista Vilteka: Sabio, pero incomprendido al fin.

Gracias por sus visitas y comentarios. Nos leemos!

Saludos,

J.