Salí de la Terminal con el mapa de la ciudad en las manos. Pude enterarme de las interesantes sorpresas que guardaba Montevideo entre sus calles. Por ejemplo, y algo d suma utilidad siendo verano, tiene dos playas, además de una sobreabundancia de hoteles, hostels y similares, de diversas calidades y precios —esto ya lo había averiguado, no lo decía en el mapa—. Pero, primero lo primero, y con el recuerdo aún fresco de las playas de Atlántida, me propuse conocer las que proponía la cuidad.
A la distancia de un rápido viaje en ómnibus urbano, y todavía cargando con la arena de la anterior caída en la misma mochila, me dirigí hacia la más cercana.
Debería de haber sabido leer la escala en la que se encontraba el mapa, o interpretar la brevedad del viaje. De esa manera el encuentro con la playa Ramírez, a primera hora de la tarde pero con el sol alejándose cada vez más, no se habría sentido como el demoledor impacto de un golpe en el centro del pecho. Aquella playa, como muchas otras cosas que descubriría a lo largo de la ciudad, parecía de utilería y, tal vez, en parte, lo fuera.
La muralla de la rambla, y las escaleras que debía descender hasta la arena que aparentaba limpieza, era lo único sólido, real, en medio del montaje. Además de los carteles que invitaban a no bañarse en aquellas aguas, los mismos que una media docena de bañistas se empecinaban en ignorar. Porque, claramente, si hay agua, y algo así como una playa, ¿cómo lograr que la gente se quede sobre la arena y no dentro del agua?
No quise hundir demasiado mis pies en esa arena que de cerca no parecía tan limpia, por temor a descubrir que debajo de ella no había más que tierra, barro o, lo que sería mucho peor, asfalto.
Sin saber si era desilusión o decepción lo que sentía, porque al parecer era el único que se percataba de ello, preferí dejar ese lugar volviendo a subir todos esos escalones de concreto que me dejaron sobre la rambla. Una vez allí volví a mirar la playa sintiendo el frío que llegaba desde el mar golpeándome el cuerpo. Desdoblé el mapa, lo apoyé en uno de los pilares de cemento y busqué el hostel en el que me alojaría.
Caminé alejándose de ese lugar sin decidirme aún si todo —es decir, el viaje— había sido en vano o no. Claramente esperaba que no lo fuera.
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18 comentarios:
Hace un tiempo alguien me comentó que la letra le parecía muy pequeña. Espero que ahora se vea mejor.
En cuanto a la Playa Ramírez, es real, pueden buscar fotos.
Saludos,
J.
Que lástima una playa que se resquebraje con solo mirarla. Veremos cómo es la otra en tu relato entonces ja. Saludos.
Que contrariedad.
Saludos, colega demiurgo.
"...No quise hundir demasiado mis pies en esa arena que de cerca no parecía tan limpia, por temor a descubrir que debajo de ella no había más que tierra, barro o, lo que sería mucho peor, asfalto..."
Para averiguar lo que hay detrás debajo en este caso, hay que hundirse, meterse, arriesgarse. Sino sólo nos quedaremos con la "idea", y eso no es válido, porque no nos dará la experiencia para hablar de lo que hemos visto...pero no hemos probado.
Además, recuerde que, sólo se equivoca quien arriesga. Quién permanece inmóvil ciertamente nada perderá, pero jamás hará nada.
Un abrazo y un placer
salut
Debajo de la arena de playa casi siempre hay basura, esos restos que dejamos consciente o inconscientemente y que son un puro asco... a estos de siempre, plásticos los más, ahora se unen las famosas mascarillas... en fin, nuestros restos van al mar y sigue la cadena contaminante hasta el infinito y más allá.
Saludos
De todo se aprende y más de las decepciones y malos tragos... y aprender siempre vale la pena.
Un beso.
No creo que los viajes sean en vano. Porque aunque descubras que no deberías haber ido, has aprendido eso.
Saludos!
Es mejor así
Para el próximo viaje, ya sabrás que debes explorar otros lugares
Me gustó el relato
Abrazos
Como ahora ya lo sabes, mejor no
regresar, me parece.??
Siempre es bueno tener una aventura y conocer, aunque en este caso no te haya gustado mucho. Un abrazo y cuidate.
La letra ahora es estupenda porque quizás yo fui el que lo comenté, por supuesto desde mi personal punto de vista. Si es así, gracias.
Tengo un Montevideo soñado fruto de lo que un pariente descendiente de emigrantes me contaba en carta, por tanto quizás mi imagen sea tan de tramoya como tu playa.
Saludos
Un poco desconectada del hilo de tus relatos te comento sobre este que mi ciudad le faltaría al menos una playa como la de tu relato...
... para ser perfecta
besos
Boa noite José. Parabéns pela crônica.
Nada de lo que se hace es en vano, aunque no se cumpla lo que se pretendía, todo deja rastro.
SAludos.
Una playa bastante decepcionante, esperemos que la próxima parada sea más placentera. Un saludo
Vaya playa.
JLO: La vida es una sucesión de decepciones, no hay cómo seguir negándolo.
Demiurgo: Exacto, uno siempre espera otra cosa cuando sabe que no la habrá.
Tot Barcelona: El que no arriesga no gana, dicen. Pero, también, el que no arriesga vive más tiempo…
Ginebra: Claramente, somos la única especie que destruye su entorno de manera conciente. Y todo va a peor.
Alma Baires: Algunos nos acostumbramos tanto a las decepciones que es lo único que sabemos buscar.
Luna Roja: Algo es algo, cierto. Al menos así no me sentiría tan inútil.
Gla: Otros lugares, otras playas, otras personas.
Julio David: ¿Quieres decir que todo en la vida es falso? Sí, eso también lo sé.
Siby: Exacto, siempre es mejor no.
Ana Manotas Cascos: La experiencia es lo único que nos diferencia como individuos.
Dr. Krapp: Seguramente los recuerdos de tu pariente emigrado sean ciertos, uno siempre ve con mejores ojos el lugar al que llega para quedarse que aquel en el que sólo está de paso. Y más aún teniendo en cuenta en qué estado se encuentra el lugar al que inevitablemente deberá regresar.
Marie: A muchas ciudades les hace falta una playa. O algo que les de vida.
Luiz Gomes: Gracias por pasar y comentar.
Manuela Fernández: Claramente, la memoria es un campo de rastros de todo lo que nos pasó.
Neuriwoman: También lo espero. Y sigo haciéndolo.
Alexander Strauffon: Eso mismo. Vaya playa.
Gracias a tod@s por pasar y comentar.
Nos estamos leyendo.
Saludos,
J.
Convengamos que mejor que la playa de Vicente López, es.
Bah, casi cualquier playa es mejor que esa. Pero... no nos olvidemos que sigue siendo el Río de La Plata
Abrazo diabólico
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