domingo, 9 de agosto de 2020

Crónicas Charrúas # 10

Unos días después de provocarme las quemaduras de segundo grado en la piel, siéndome imposible recordar qué había hecho con el libro que venía leyendo a lo largo del viaje, llegó el momento de partir de Atlántida. La siguiente parada era Montevideo.
            Pasé las últimas horas en el pueblo intentando recordar qué era lo que había llevado allí. El Águila continuaba cerrada, las otras atracciones las había recorrido varias veces y, salvo por la extensa playa, no quedaba mucho más. Eso en el caso de que lo hubiera habido alguna vez.
            —El nombre —dije, hablando en voz alta una vez más y ante el temor de que ocurriera algún otro imprevisto—. Me engañó con el nombre.
            Como un iluso permití que el nombre mítico de aquel pueblo me engañara, de una manera en la que pocas veces me había dejado engañar en mi vida —oportunidades que no numeraré en este momento—. Suponía que detrás de un nombre semejante podría encontrar algo que resultara, digamos, interesante. Pero lo cierto es que en mi credulidad, en mi expectativa, en mi esperanza, merecía ser engañado. Sí, nadie reconocería algo semejante. Pero hay momentos en los que es necesario hacerlo.
            Continuaría con mi viaje cargando de frustración, sin poder sacarme de la cabeza la idea de que podía haber aprovechado estos días en cualquier otra ciudad de Uruguay. Pensando que podría haberme quedado un par de días más en Piriápolis, o en Montevideo, o haber elegido conocer cualquier otra playa…
            Pero no, la playa no tenía la culpa. Podía enojarme con cualquier otra cosa, el sol, el calor, los hoteles de mala muerte, los ómnibus retrasados, el olor de las hamburguesas de la terminal, el exceso de sal en las papas fritas de mi última comida en aquel pueblo. Pero nunca, jamás, bajo ninguna consideración, podría enojarme con la playa.
            Sería incapaz de algo semejante —por ahora.

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En Teresa Magazine de México, han publicado el relato Diluvio.

Y, la también mexicana, Revista Entre Política y Literatura, se publicó el cuento Enemigos del Hombre.

Pueden pasar a leerlos cuando gusten.

Fin del Espacio Publicitario.

17 comentarios:

gla. dijo...

A veces pasa que no nos damos cuenta y es eso exactamente lo que merecemos
Quizás porque creemos que todo gira a nuestro alrededor
Nada tiene que ver con nada
Las playa siempre son hermosas
Y no importa donde
Abrazos

Recomenzar dijo...

Me gusta tu escrito
no se que hacer con el momento
te leo me encanta
te dejo un abrazo

AlmaBaires dijo...

Yo creo que siempre la desilusión o la decepción está más relacionada con nuestras propias expectativas que con qué o quién tenemos delante... repito, es una cuestión propia y no del otro, por lo cual sería necesario hacerse responsable y ya sabemos cómo se le escapa a esto último.

Un beso.

Doctor Krapp dijo...

La Atlántida o como los mitos nos mandan a lugares que no existen más que en los sueños perdidos y luego nos dejan caer estruendosamente en la realidad.

Saludos

lunaroja dijo...

Y,no sé,a veces las expectativas son desmesuradas,o simplemente a otra persona le gustó y te recomendó ese lugar,y llegás y no responde a nada de lo esperado.
Yo recuerdo a Atlántida como un bonito lugar sin embargo,pero,claro,son tantos años que seguro ahora no tiene nada que ver con el recuerdo que tengo del lugar.

Me ha encantado tu texto Jose,sabés profundizar en lo sencillo y eso no es tarea fácil.
Saludos.

Alexander Strauffon dijo...

Leí tus últimos dos posts. Cuidado con la piel y esas quemaduras, eh. Luego pueden ocurrir cosas muy desagradables.

Frodo dijo...

Apenas se levante la cuarentena le recomiendo que vaya a quemarse a Nueva Atlantis, al lado de Mar de Ajó- Su gran atracción es que se puede ingresar a la playa con el auto, claro, primero hay que tener uno.

Abrazos

Alís dijo...


Ese "por ahora" insinúa que llegará (tal vez porque haya llegado ya) la ocasión en que sí podrás.

No podemos culpar a nada, ni nadie de las frustraciones que nos generan nuestras propias expectativas. Atlántida podría convertirse en el símbolo de un aprendizaje para la vida y, de ese modo, hacer honor a su nombre...

Un abrazo

JLO dijo...

Pero ir a un lugar por el nombre? ja... tuviste tu merecido!


PD: Frodo entra a la playa con el auto... espero que le digas lo que tenes que decirle jaja

Ana Manotas Cascos dijo...

Cuidate que las quemaduras son muy malas. Un abrazo.

Manuela Fernández dijo...

Dejarse llevar por el nombre de una ciudad, no es una buena idea. Pero estoy de acuerdo, si hay playa, se le perdona todo.
SAludos.

Siby dijo...



A veces nos hacemos ideas
de como sera y cuando lo
conocemos no lleno nuestras
expectativas, lo que le agrada
a uno, no nos agrada y bueno.

Besitos dulces
Siby

Gustavo dijo...

Jaja. Yo estuve en 2012. Lo bueno que de Montevideo a Atlanida tenes como una hora en colectivo. Aca para ir al mar tenes mas de cinco horas reservando micros de larga distancia. Jamas me voy a olvidar lo que camine. Habre llegado a Atlantida a eso de las 11. Como era semana santa a finde de marzo hacia calor y me meti al rio-mar. Mezcla de agua dulce y salada con arenas doradas. Empece a caminar para ver como una supuesta sombra que se veia en el horizonte. Deberian ser medanos. Volvi al centro de Atlantida a eso de las 16. Comi algo en un bar que estaban dando un partido de liverpool contra no se quien. Despues como estaba lindo aun volvi a la playa. Me meti de nuevo en el agua y me quede sentado en la lona mirando como el sol se iba poniendo sobre el rio. Luego llegue a Montevideo. No sabba mas del cansancio jaja.
No me acuerdo si fue ron dos o tres dias despues, ya con el tiempo mas fresco tome el colectivo hasta Malvin y de ahi empece a caminar por la rambla. Despues como esta teminaba compre unos sandwiches, y agua y los comi en la playa. Segui por ahi hasta que aparecian casas, un bosque. Llegue al parque Rooswelt. Estaba la criolla con jineteadas y payadores. Me quede un poco a ver que onda. Nunca habia visto en vivi esos eventos. Al anochecer llegue al shoping portones y volvi a Montevideo. Sera el cansancio que termine con migrañas, dolor de cabeza y un par de lanzadas. Le pregunte a un uruguayo que vive en Buenos Aires y me dijo que ese lugar ya es Canelones. Que habre caminado como 10 kilometros. Que loco
Muy bueno el relato. No se porque me vino a la mente este recuerdo. Te mando un abrazo

Enca Gálvez dijo...

Hola amigo, te leo y decirte que tus crónicas bien merece hacer un novela con ellas. ¿No lo has pensado? pues yo te animo a que lo pienses, así tendría las oportunidad de llegar a más personas. Me ha encantado! Un gran abrazo

Gustavo dijo...

Ahora lo volvi a reller y si. A veces pasa que nos ilusionamos con algo, creemos tal cosa y cuando llega el momento se nos cae todo como un castillo de arena. Como dice el dicho. Detras de una gran ilusion hay una gran desilusion. Con la playo no hay que enojarse. Mejor a veces hay que hacerlo con la ciudad jaja. Saludos

José A. García dijo...

Gla: Muy ciertas tus palabras. Gracias

Recomenzar: Gracias por el comentario, es suficiente con que te guste lo que estás leyendo.

Alma Baires: Claramente, siempre es culpa de las expectativas que tenemos sobre lo que no conocemos.

Dr. Krapp: Pero sí que es difícil aceptar que se perdió el sueño, o que no era lo que decía ser.

Luna Roja: Sin lugar a dudas tenía sus cosas, pero la publicidad siempre es engañosa.

Alexander: Como creer que todo es posible, muy cierto.

Frodo: ¿Y me puedo meter en el agua con auto también? De otra forma no tiene gracia.

Alís: Siempre hay que dejar las puertas abiertas, o al menos no trancarlas del todo.

JLO: ¿Qué puedo decir? Era joven e idealista… No, bueno, tampoco tanto.

Ana Manotas: Me las cuidaré. Un abrazo.

Manuela Fernández: Estará perdonado, pues.

Siby: Exacto, pensar sin saber, o sin conocer, no resulta siempre útil.

Gustavo: Si leyendo esta entrada te trajo todos esos recuerdos ya me doy por pagado. Gracias.

Enca Gálvez: Podría pensarse, pero haría falta agregar mucho más para convertir unas pocas páginas en una novela.

Gustavo: A algunos nos pasa más seguidos que a otros eso de ilusionarnos por algo que no puede (o no debe) ser.

Gracias a tod@s por sus comentarios.
Nos leemos,

J.

Dyhego dijo...

El mar resarce de todo.