Hablar de vida nocturna en
Atlántida, en la época en que realicé mi viaje o en cualquier momento del año,
era tan complicado como intentar definir algo que debería estar allí pero no lo
está. Algo que se espera encontrar con cierta facilidad para pasar un buen
momento, tal vez no uno memorable, pero sí al menos un tanto menos aburrido y,
sin embargo, no sucede de ese modo. Ni de ningún otro. Es decir, no había tal
cosa como vida nocturna en Atlántida.
Poco
después de medianoche bares y cafeterías comenzaban a cerrar, tal vez ayudados
por la escasa iluminación en las calles y la posibilidad de descubrir alguna
estrella del otro lado de los árboles. ¿Qué se hace en esos casos? Lo único
posible: caminar a tientas por el pueblo sabiendo que nada se interpondrá a
nuestro paso, que podremos ir allí donde queramos ir y, con un poco de suerte,
conseguiremos la compañía de algún perro tan noctámbulo y solitario como
nosotros.
Impulsado
por la sensación de soledad, volví al mar. Con la precaución de quedarme del lado
de la civilización. La oscuridad casi total, junto con aquel silencio humano,
acrecentaba la presencia de la naturaleza. Los gorjeos de los insectos, las
aves nocturnas, el viento meciendo algún árbol cercano y los animalejos que se
escabullían entre la arena se sentían más cercanos. Pero, sin dudarlo, la
presencia más fuerte era el constante arrullo del mar llamándome, jalándome hacia
él, como quien sabe que, a pesar de que pretendemos negarlo, le pertenecemos.
—Aquí estoy —dije en voz alta.
Tuve
como respuesta un grito ahogado y algunos movimientos bruscos desde un matorral
cercano que había imaginado movido por el viento. Al girar en esa dirección
llegué a atisbar dos cuerpos semidesnudos corriendo en medio de la oscuridad de
la calle en dirección al pueblo.
Al
fin de cuentas sí había vida nocturna en Atlántida, aunque no para mí.
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En la revista digital Teoría Ómicron Año 3 Número 2 (Ecuador), pueden leer el relato Pantano.
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17 comentarios:
Al parecer ya ni de noche ni de día se puede caminar tranquilo...
Nos leemos.
Saludos,
J.
Muy bueno el final, jajaja.
Pobre pareja, menudo susto debió de llevarse.
Un abrazo
El amor siempre está donde menos te lo esperas ¡¡¡
Salut
Otra vez será. Date otra oportunidad.
Un saludo cordial.
Que hermoso el mar de Atlántida. Uruguay tiene rincones maravillosos donde perderse y ser sorprendido.
Saludos
Jajajaja, bueno, a ver, la oscuridad y el aburrimiento de ese sitio se presta a actividades de esa índole:))). De alguna forma hay que matar el tedio.
Saludos
La noche, sugerente, oculta miradas.
Besos.
Creo que no Jose, ni de noche ni de día..no era tu día!
Un saludo!
Excelente tu texto, en algunos párrafos te diré casi todos nace un alma de poeta.
Abrazo
No, especialmente de noche. Yo recuerdo como diambulaba a deshoras por las calles de la ciudad. Casi nunca me sentí en peligro, pero ahora es distinto.
Que sigas disfrutando las vacaciones.
Saludos.
que inoportuno! aunque ahora según el ultimo comentario abría que cuidarse de cosas peores ahí...
Quizás era aquella pareja a la que llamaba el mar.
Quién te manda a molestar a los enamorados?'
La playa, la noche y el amor: es lógico.
mariarosa
¿Quiénes serían esos dos?
Abrazo
Toda una sorpresa.
Como la que se llevó esa pareja.
Saludos.
¡Cómo me recuerda la vida nocturna de La Paloma! Que debe tenerla en plena temporada... pero yo fui a fines de marzo.
Lindos atardeceres, eso sí. Se puede ver el sol ponerse sobre el mar
Abrazos! Vi que esto sigue, espero hayas retomado lo de los cuerpos semidesnudos en la noche...
SEguramente no tenían plata para el motel, no los hay en At´lantida, o el deseo los cogió haciéndose noche. Un abrazo. carlos
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