sábado, 25 de julio de 2020

Crónicas Charrúas # 08


Hablar de vida nocturna en Atlántida, en la época en que realicé mi viaje o en cualquier momento del año, era tan complicado como intentar definir algo que debería estar allí pero no lo está. Algo que se espera encontrar con cierta facilidad para pasar un buen momento, tal vez no uno memorable, pero sí al menos un tanto menos aburrido y, sin embargo, no sucede de ese modo. Ni de ningún otro. Es decir, no había tal cosa como vida nocturna en Atlántida.
            Poco después de medianoche bares y cafeterías comenzaban a cerrar, tal vez ayudados por la escasa iluminación en las calles y la posibilidad de descubrir alguna estrella del otro lado de los árboles. ¿Qué se hace en esos casos? Lo único posible: caminar a tientas por el pueblo sabiendo que nada se interpondrá a nuestro paso, que podremos ir allí donde queramos ir y, con un poco de suerte, conseguiremos la compañía de algún perro tan noctámbulo y solitario como nosotros.
            Impulsado por la sensación de soledad, volví al mar. Con la precaución de quedarme del lado de la civilización. La oscuridad casi total, junto con aquel silencio humano, acrecentaba la presencia de la naturaleza. Los gorjeos de los insectos, las aves nocturnas, el viento meciendo algún árbol cercano y los animalejos que se escabullían entre la arena se sentían más cercanos. Pero, sin dudarlo, la presencia más fuerte era el constante arrullo del mar llamándome, jalándome hacia él, como quien sabe que, a pesar de que pretendemos negarlo, le pertenecemos.
            —Aquí estoy —dije en voz alta.
            Tuve como respuesta un grito ahogado y algunos movimientos bruscos desde un matorral cercano que había imaginado movido por el viento. Al girar en esa dirección llegué a atisbar dos cuerpos semidesnudos corriendo en medio de la oscuridad de la calle en dirección al pueblo.
            Al fin de cuentas sí había vida nocturna en Atlántida, aunque no para mí.

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En la revista digital Teoría Ómicron Año 3 Número 2 (Ecuador), pueden leer el relato Pantano.

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17 comentarios:

José A. García dijo...

Al parecer ya ni de noche ni de día se puede caminar tranquilo...

Nos leemos.

Saludos,

J.

Alís dijo...


Muy bueno el final, jajaja.

Pobre pareja, menudo susto debió de llevarse.

Un abrazo

Tot Barcelona dijo...

El amor siempre está donde menos te lo esperas ¡¡¡
Salut

francisco m. ortega dijo...

Otra vez será. Date otra oportunidad.

Un saludo cordial.

Pensando en Haiku, Karin Rosenkranz dijo...

Que hermoso el mar de Atlántida. Uruguay tiene rincones maravillosos donde perderse y ser sorprendido.
Saludos

Ginebra dijo...

Jajajaja, bueno, a ver, la oscuridad y el aburrimiento de ese sitio se presta a actividades de esa índole:))). De alguna forma hay que matar el tedio.
Saludos

Amapola Azzul dijo...

La noche, sugerente, oculta miradas.

Besos.

lunaroja dijo...

Creo que no Jose, ni de noche ni de día..no era tu día!
Un saludo!

lanochedemedianoche dijo...

Excelente tu texto, en algunos párrafos te diré casi todos nace un alma de poeta.
Abrazo

Beatriz dijo...

No, especialmente de noche. Yo recuerdo como diambulaba a deshoras por las calles de la ciudad. Casi nunca me sentí en peligro, pero ahora es distinto.

Que sigas disfrutando las vacaciones.

Saludos.

JLO dijo...

que inoportuno! aunque ahora según el ultimo comentario abría que cuidarse de cosas peores ahí...

Mista Vilteka dijo...

Quizás era aquella pareja a la que llamaba el mar.

mariarosa dijo...


Quién te manda a molestar a los enamorados?'

La playa, la noche y el amor: es lógico.

mariarosa

la MaLquEridA dijo...

¿Quiénes serían esos dos?

Abrazo

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Toda una sorpresa.
Como la que se llevó esa pareja.
Saludos.

Frodo dijo...

¡Cómo me recuerda la vida nocturna de La Paloma! Que debe tenerla en plena temporada... pero yo fui a fines de marzo.
Lindos atardeceres, eso sí. Se puede ver el sol ponerse sobre el mar

Abrazos! Vi que esto sigue, espero hayas retomado lo de los cuerpos semidesnudos en la noche...

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

SEguramente no tenían plata para el motel, no los hay en At´lantida, o el deseo los cogió haciéndose noche. Un abrazo. carlos