sábado, 11 de julio de 2020

Crónicas Charrúas # 06


El ómnibus me dejó frente a uno de esos locales de comidas rápidas de la gran M amarilla que, a pesar de ser mediodía, estaba tan desolado como el resto de la calle. Como bien podría estarlo el resto del mundo.
            —¿Esta es la terminal de Atlántica? —pregunté en voz alta, pero nadie me respondió. Algunos de los pocos que masticaban sus hamburguesas me miraron de reojo antes de continuar atorándose las venas con grasa.
            Guiado por lo que recordaba haber visto mientras el ómnibus ingresaba al pueblo, me dirigí hacia el mar, a la playa, al sol, al lugar donde debían encontrarse los que faltaban en aquel extraño lugar. Sin olvidar que extraña era, también, su playa.
            Como una hondonada, la arena penetra en el mar casi en picada; la extensa playa se perdía a lo lejos, en lo que debía ser el este y el oeste, porque creía estar mirando hacia el sur, aunque nunca supe utilizar una brújula ni ubicarme en cuanto a los puntos cardinales.
Si mirabas desde el borde de la última calle del pueblo había unos ¿diez, quince metros? de altura. De un lado la civilización, en la altura; del otro la playa, a la distancia. Levanté un pie para dar ese pequeño salto, ese diminuto paso hacia la felicidad siempre prometida, siempre frustrada, que me esperaba allí abajo.
            Sin poder evitar que fuera de otro modo, pisé mal, resbalé sobre la arena seca que cubría el final del asfalto y caí, sin posibilidad de hacer equilibrio ni de sostenerme siquiera con una raíz reseca de algún árbol, ni cosa parecida, hasta que la propia inclinación del suelo me detuvo.
            —Gracias por la bienvenida, Atlántida —murmuré antes de que mi cabeza se llenara de arena.

Para que tengan una idea, si es que no conocen, 
así se ven las playas de Atlántida (algunas, no todas):


17 comentarios:

José A. García dijo...

Cosas que pasan, dicen.

Nos leemos,

J.

Mucha dijo...

José
Vos

sos
genial
a
veces
muchas veces
Gracias por leerme y comentar

lunaroja dijo...

Uhh qué gratísimo recuerdo!
Mi tía tenía una casa en Atlántida, a la que íbamos de pequeños.
Mientras te leía hacía el mismo recorrido que vos.
Me encantó leerte. Espero que el porrazo solo te dejara con arena en el pelo como consecuencia!
Un saludo.

JLO dijo...

con tu pesimismo clásico sabía que algo malo iba a pasar jaja...

igual esa descripción de la playa me dió felicidad, no hay otra cosa en mi mente ahora que el que pueda ir a un lugar así en el verano... saludos

Frodo dijo...

Me causó mucha gracia tu pregunta sobre la terminal de AtlántiCa
Menos mal que es gente pacífica (en el sentido no geográfico claro).

Abrazos, diabólico.

Tot Barcelona dijo...

Voy a ver la playa por Google.
Me fijaré para no pisar mal ¡¡
Un saludo
salut

Amapola Azzul dijo...

¡¡Qué linda la fotografía¡¡


Besos.

Doctor Krapp dijo...

He vivido demasiados años tan cerca de la playa que ahora me produce hastío pero entiendo que para muchas personas sea un territorio casi de pura libido.

Saludos

ოᕱᏒᎥꂅ dijo...

a mimi me lala plata me gusta dede tarde /noche, sin bullicio... 😉
besos

Ginebra dijo...

Lo de la orientación, la mala orientación, no es sólo cosa del género femenino, como aducen algunos... en tu escrito está la prueba.
Un accidente que viene a chafar los planes, y es que en la vida poco o nada puede planificarse.
Saludos

gla. dijo...

Excelente escrito
Es la vida
Abrazo

Ana Manotas Cascos dijo...

Me ha encantado tu relato, me ha hecho pasar un buen rato. Un abrazo.

Mista Vilteka dijo...

Que la terminal sea terminal y Atlática y por tanto Atlántida es un augurio. La caída no terminal no pudo caer en mejor momento ni en mejor lugar.

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Creo que la pluma que lo caracteriza, le da fuerza a un relato, que pareciera nimio, pero que le crea a la crónica cierto aire de misterio, que uno como lector trata de desvelar. Un abrazo. carlos

lanochedemedianoche dijo...

Bello relato y playa, muy interesante es no caer de cabeza.
Abrazo

José A. García dijo...

Mucha: Gracias por pasar y comentar, como siempre.

Luna Roja: Casualidades de la vida, haber pasado por un mismo lugar, sin saberlo, claramente. Qué bueno que el cuento te despertó esos recuerdos.

JLO: Yo lo llamo realismo, pero bueno, son puntos de vista. También quiero poder volver al sol, sin dudarlo.

Frodo: Exacto. Pero es que no había ningún cartel. ¿Cómo iba a saberlo? ¿Creerle al chófer? ¡Jamás!

Tot Barcelona: Pasa a menudo, la arena es muy fina y resbalosa.

Amapola Azzul: Gracias, pero la foto no es mía.

Julio David: Los sueños han logrado mejorar la realidad, al menos brevemente, claro. Por eso no nos gusta despertar.

Dr. Krapp: Libido y libertad no condicional, aunque todavía depende del clima.

Magne: Pero en época de verano siempre hay gente en la playa, sin importar la hora.

Ginebra: Las cosas pueden fallar, como quien dice.

Gla: Gracias por tu visita y tus palabras.

Ana Manotas Cascos: Gracias, nos leemos.

Mista Vilteka: La caída no es más que eso, una caída. Digamos.

Carlos Augusto: El misterio sería saber cuándo me pasaba algo, seguro.

La noche de medianoche: Esa es la parte más difícil, no dejarse caer ante semejante imagen.

Gracias a tod@s por sus palabras.
Nos leemos,

J.

Anónimo dijo...

¿Es del aldo del Pacífico? un panorama tentador, aunque confieso que no encuentro mucho sentido a la experiencia de la playa, enarenarse, y sopearse en agua salada para luego de bañarse en el mar, ir a bañarse nuevamente. En cambio disfruto el panorama, los sonidos del mar,las distancias y los contrastes, los disfruto cualquier otra estación del año que no sea verano.Típico de mí.

Saludos José.