sábado, 20 de junio de 2020

La Caja


La caja llegó a mis manos es uno de los pocos servicios de mensajería puerta a puerta que continuaban funcionando. Si preguntara cómo es que logra sobrevivir una empresa que se ocupa de tareas tan arcaicas como destinadas al olvido, no sabría qué respuesta recibiría, por lo que prefería no indagar demasiado.
Me encontraba en medio de la mudanza, en cualquier momento llegaría el camión en el que cargaría todo lo que había acumulado en mi vida y que pensaba conservar conmigo, pero aquel misterio se logró imponerse sin dificultad.
Aunque es cierto que la caja venía envuelta en una tela engomada que llevaba décadas sin fabricarse, la fecha en el matasellos no podía tratarse más que de un error de tipeo. Traía, además, en un sobre que colgaba en el exterior del paquete, una carta mecanografiada en dos cuartillas de papel que debían de ser viejas y estar amarillentas mucho tiempo antes del momento en que fueran utilizadas. A pesar de las dudas, el sobre estaba destinado a mi persona, por lo que al abrirlo y leer su contenido, no cometía ninguno de los delitos estipulados por la ley.
            Las manchas de tinta y las palabras mal tachadas hablaban más de la impericia de quien utilizaba una vetusta máquina de escribir tal vez por primera y única vez, que de posibles dudas al momento de la redacción.
Eran dos cuartillas, como ya dije, cubiertas de palabras apretadas que pretendían dar cuenta de las razones de quien me había hecho llegar aquella caja en plena mudanza. Sin presentación alguna, la carta comenzaba a enumerar las razones de quien la escribiera:

Primero. Estoy vivo. Como en la mejor trilogía en la historia del cine mundial, estoy vivo en el pasado. Pero no hace falta que vengas a buscarme. Porque todavía no se inventó el viaje en el espacio-tiempo en tú época. Lo sabés, y también lo sé.
            Esto es lo segundo. Vos sos yo, o yo soy vos. Es lo mismo. Pero hay una distancia de tiempo entre uno y otro que resulta insuperable de momento. Incluso aunque sé que te gustaría estar aquí, donde me encuentro ahora, y aunque sé que me gustaría estar allí, donde te encuentras ahora, no es posible.
            Tercero. Si por alguna razón sí es posible, si alguien del futuro se pone en contactó con vos antes de que llegara esta carta, o después, porque para el caso es lo mismo, no vengas a buscarme. No hace falta que me rescates de nada, ni de nadie. Al menos por ahora.
            Cuarto. Podrás decir que es imposible pero SÉ qué es lo que necesitas. Sí. Está en la caja. Me costó mucho saberlo, pero una vez que descifré el enigma, no dudé en hacerte llegar la respuesta de la única manera en que se me ocurrió hacerlo. Es decir, de la mejor manera.
            Quinto. ¿Cómo sabía que el correo iba a seguir funcionando luego de tanto tiempo? Esa respuesta me la guardo para mí. Tal vez algún día vos también la descubras. Tal vez no. Como sea, disfruta de lo que te envío. Muchos desearían que, en un momento de adversidad, alguien llegara para ayudarlos de la forma en que lo hago contigo.
            Sexto. Es lo mejor que vas a conseguir para superar tu situación. Sabelo.

Un garabato indescifrable ocupaba el lugar en el que debería encontrarse la firma en una carta. Se parecía, en parte, a la que decía que era mi firma, aunque llevaba tanto tiempo sin usarla que resultaba difícil estar seguro. Pero también podrían ser varias líneas tiradas sobre el papel al azar. No había manera de saber cuál era la opción correcta.
            Con el cutter que llevaba usando toda el día rasgué la tela engomada y saqué la caja de su envoltorio. Luego, con un poco más de precaución, corté la cinta que mantenía unidas las solapas, y la abrí.
            Debería de haberme dado cuenta antes, tal vez por el peso, de que la caja estaba vacía. Pero hasta ese momento había querido creer en lo contrario.
            Sin comprender muy bien qué estaba pasando, miré hacia los lados. Entre las cajas apiladas cerca la puerta descubrí varios libros que habían quedado sin guardar la noche anterior cuando descubría que me había quedado sin espacio en la última…
            —Qué hijo de… —murmuré al darme cuenta que esos libros entraban, a la perfección, en la caja que tenía en mis manos.

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16 comentarios:

José A. García dijo...

Y quién no quisiera recibir una ayuda semejante al menos una vez en la vida.

Saludos,

J.

Luiz Gomes dijo...

Boa tarde. Obrigado pela visita no meu blogue. Vim ao seu e aproveitei a oportunidade de lhe seguir e gostaria de ter o privilégio de você ser meu seguidor.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Entiendo la expresión.
Es inevitable esperar algo más de la ayuda enviada por una versión de un mismo, desde otra fracción de tiempo.
Saludos, colega demiurgo.

Guillermo Castillo dijo...

Profesor, yo no tengo la culpa de conocerlo como un singular escritor. El punto es que usted no necesita que se lo diga, porque de antemano, ya se lo habían dicho, así olvide lo que escribe y se envía usted mismo para tener la disculpa de ser leído.
Esto se lo reitero dentro de esta caja vacía que siempre deja para los comentarios. Otro asunto es que usted lo apruebe tratándose de mí como si asiduo lector.

Un saludo, también le dejo.

Alís dijo...


¡Qué bueno! De principio a fin.

Como tu protagonista, también quisiera que hubiera algo en la caja y al saberla vacía empecé a pensar en todo el simbolismo que podía tener. El final que le has dado (segundo final, a mi juicio, pues la caja vacía ya lo era) me parece genial, y con él también se me abren múltiples interpretaciones.

El relato me mantuvo absolutamente enganchada y ávida de saber cómo seguía. Te felicito

Un abrazo

Tot Barcelona dijo...

Habráse de felicitar también al servicio de mensajería; la caja llegó justo en el momento que se necesitaba, y el servicio, aunque no raudo si que se prestó adecuadamente.
Todos contentos, pues, y el recibidor más.
Salut

Cayetano dijo...

Las cajas siempre dan alguna sorpresa. Yo acabé harto de ellas tras haber hecho dos mudanzas en año y medio. Ya se acabó. Para mi último traslado solo necesito una. De pino.
Saludos.

Frodo dijo...

Ja, qué crack.

Cómo me hubiese gustado poder ayudarme así en alguna de mis mudanzas. No hay nada más desgastante (hablando de temas burgueses, dejando de lado lo trascendental) que una mudanza.

en varios pasajes me ha hecho sonreír... en la puteada final, sonreír
Lo abrazo.

Mista Vilteka dijo...

Si yo pudiera escribirme
a un yo del pasado o del futuro,
no me escribiría una poesía.
Si lo hiciese al yo de algún presente,
me enviaría una poesía vacía.
Quizás maldita.
Pero nunca me escribo
y quizás me lleguen mis letras.

MV

AlmaBaires dijo...

Estas letras son de las que más me han gustado, de las que te he leído... es más, lo hice un par de veces. El simbolismo; el “juego” de decir y no... me encantó, de verdad.

Un beso.

Doctor Krapp dijo...

Excelente relato de intriga con ese juego con el tiempo que tanto me gusta. A veces son los detalles nimios los que justifican un encargo.

Saludos

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Qué buen humor. El final nadie se lo espera. Un abrazo. Carlos

DULCINEA DEL ATLANTICO dijo...

No me imaginé ese final, eso indica que la intriga sobre el origen y el destino de la caja está conseguido.
Un saludo Jose A.
Puri

Raúl G.R dijo...

En ocasiones lo que uno necesita no es lo que uno desea.
Saludos.

José A. García dijo...

Jose: Exacto. Quién no lo quisiera.

Luiz Gomes: Gracias por tu visita también.

Demiurgo: Pero cuando no sabes qué esperar ¿qué podemos hacer?

Guillermo Castillo: Los únicos comentarios que rechazo son los spam o las publicidades de herbalife, porque sabemos que es una estafa piramidal, el resto bienvenido sea.

Alis: Bien puede ser un simbolismo la caja, ¿por qué no?

Tot Barcelona: Cierto, llegó en tiempo y forma, cosa que no siempre ocurre. Bueno, en verdad, nunca ocurre en Argentina.

Cayetano: Es cierto, mudarse en una gran molestia y pensar que hay gente que lo hace seguido. No lo comprendo.

Frodo: Nunca entendí la pasión de los yanquis, que se mudan cada 4 ó 5 años de una punta a la otra del país, como si fuera tan fácil decidir qué llevarse y qué dejar atrás. Aunque, pensándolo mejor, debería de ser fácil…

Mista Vilteka: De ser sincero, no sé si querría decirme algo a mi mismo, lo más probable es que no me escucharía.

Alma Baires: Gracias por el comentario. Lo bueno es que te divirtió.

Dr. Krapp: Y la sorpresa subsiguiente, claro.

Carlos Augusto: Gracias. Entonces algo bien debo de haber hecho.

Dulcinea: Gracias.

Raúl G. R.: Cierto, siempre se desea lo que no se necesita.

Gracias a tod@s por sus comentarios.
Nos leemos,

J.

la MaLquEridA dijo...

Es que si me llega una caja vacía me entraría una duda, si estaba vacía no me la podría haber mandado yo. Que no, lo vacío no va conmigo.

Te felicito pues por tu regalo.un saludito