Aunque,
es cierto, no puedo evitar preguntarme si no habré hecho algo mal, si es que no
habré perdido el manual de instrucciones de lo que se supone que estoy
haciendo, o algo similar. Dudo, claramente, que demore tanto tiempo el lograr
alguna cosa, cualquier de ella, sea lo que sea que uno se haya propuesto. En
otras cuestiones, por ejemplo, nunca tardé tanto tiempo.
Aprender
a hablar me llevó dos años.
Escribir,
ocho años.
Hablar
otro idioma, dos años.
Nadar,
seis meses.
Odiar,
un instante.
Cocinar,
tres cursos.
Crochet,
nueve tutoriales.
Título
de nivel secundario, seis años.
Título
de grado, ocho años.
Maestría,
cuatro años.
Doctorado,
seis años.
Conseguir
subsidios para investigación, cinco años.
Volver
a odiar, otro instante.
Semejante
lista me lleva a pensar en lo opuesto, en aquellas cosas que nunca logré
superar. Cosas como el nudo de la corbata, el saber conducir, como usar una
tarjeta de crédito, las reglas del póker o las de cualquier otro deporte. A
pesar de estas dificultades, en la hipotética sumatoria que acabo de realizar,
debería tener más a mi favor que en mi contra.
Pero,
y siempre hay un pero, en todo, en todos, para todo, y que, en definitiva, nada
significa, esto me está llevando de por sí demasiado tiempo. Se trata del
proyecto más extenso en el que pretendí embarcarme y, a pesar del tiempo que le
he dedicado, conservo la misma sensación de no lograr el menor avance que tuve al
inicio, en el día uno, en el día cinco mil y en el nueve mil seiscientos
setenta y tres. Porque no sé cómo se hace ni sé qué se supone que hay que hacer.
Tal
vez estuvieran erradas las premisas de las cuales partí. Tal vez debería de
haber sido diferente la idea original. Tal vez la hipótesis debería de ser
revisada, cuando no la metodología. Tal vez las herramientas no sean las
adecuadas. O tal vez todo lo anterior haya estado bien al principio, al menos
hasta que en uno de estos 13.697 días te conocí y, también, en otro de estos
13.697, ya no estabas allí.
Desde
entonces ya nada de lo que hago tiene sentido.
Mañana
serán 13.698 días y tampoco sabré qué es lo que debo hacer.
21 comentarios:
Los días y su costumbre de nunca dejar de sucederse uno detrás de otro...
Nos leemos.
Saludos,
J.
¿Y cuántos años son 13.697 días? Parece toda una vida ya vivida. Sin vuelta atrás de lo que sea que haya pasado alguna vez. Moriste y renaciste muchas veces desde entonces. ¿Y te sigues encontrando ahí?
Otro abrazo.
Lo ideal es no abandonar nunca lo que te propones. Por ahi si parar un tiempo depende de las ganas o el cansancio. Pero eso no significa abandonar. Yo tampoco aprendi nunca a jugar al ajedrez. Solo se el idioma español. De ingles me acuerdo algo de la secundaria jaja. Saludos
Mi opinión difiere de las anteriores. Una retirada a tiempo es una victoria segura.
Si me encuentro inseguro y tengo dudas, no hubiera dejado que trascurrieran tantos días.
Un abrazo
Sustituir cada pero por un y obra milagros y altera los resultados de todas las cuentas que hacemos.
Me preguntaba cuánto has tardado en amar, me preguntaba si eso es lo que todavía no has logrado aprender, o será encontrar el sentido, o... En lo que sea, la intuición me dice que sobran hipótesis, metodologías, herramientas... A veces basta con soltar el control.
El texto me gusta mucho, cómo lo has ido hilando. Me fue llenando de curiosidad y sigo con ella al terminar de leer, Y (no pero) habiéndolo disfrutado mucho.
Un abrazo
si son días solitarios es mucho, si son días amando son pocos...
depende como se mire... saludos
La culpa no es del tiempo sino de nosotros que los contamos, que somos finitos, y que conocer (o no) a alguien es lo único que puede darle sentido a todo el resto. A TODO.
Abrazos f
La vida es demasiado fugaz. ¿Esto es un relato de ficción o de carácter autobiográfico?
Comparto la opinión de Alis, me he quedado con la intriga de otros tiempos para otras cosas.
Me ha encantado todo este inventario temporal...
Quizás lo que en un principio era un proyecto tuyo, se fue convirtiendo con el tiempo en algo que tal vez ahora encararías de otra manera.
Pero eso no está bien ni mal, sencillamente cuando lo empezaste creías que tenía que ser así. Ahora,pasado el tiempo puedes plantearte que podría haber sido de otra forma.
Muy interesante,y es de los textos en que dejas que veamos algo más de vos.
Un saludo.
Hola, José A. De tu relato, que me ha gustado e interesado, me sorprende que, siendo tu blog un "Proyecto azúcar", confieses que para odiar necesites solo un instante.¿Y para amar? Tal vez tu proyecto necesite una buena dosis de amor, que es el motor de todo proyecto.
Un abrazo.
Contar , hacer números por lo menos distrae.
Un abrazo fuerte.
José: Lo raro sería que los días dejaran de pasar, ¿o no?
Julio David: Si no saqué mal la cuenta son más o menos 37,5 años.
Gustavo: Claramente, olvidamos más de lo que efectivamente recordamos.
Tot Barcelona: Pero retirada muchas veces es sinónimo de fracaso.
Alís: Son muchas cuestiones para plantearle al personaje de esta historia.
JLO: ¿Y sin son sólo días?
Frodo: Exacto, es lo único que le da sentido (aunque no siempre).
Puzzle Narrativo: Todo relato tiene un cierto porcentaje de ficción y un cierto porcentaje de autobiografía, ¿no te parece así?
Luna Roja: El tiempo todo lo cambia, todo lo transforma, incluso (o más que nada, a nosotros mismos).
Fany: Mucha azúcar también puede generar amargura.
Amapola Azzul: Eso mismo, distraerse en la cuestión en estos días.
Gracias a tod@s pos sus lecturas y comentarios.
Nos leemos,
J.
cuanto tiempo te llevó aprender a hacer bien el amor?
abrazos siempre
Creo que nos hemos vuelto números desde la aparición del neolibrealismo. SE cuentan los días, el capital, pero nada importa el sentimiento, el dolor, el hambre, porque ahí no entran los números. Los números son productividad. Un a brazo. Carlos
Al final solo son números que usamos para justificar presencias, ausencias, éxitos y fracasos.
Saludos
No me interesa hacer las cuentas de lo que no... lo que no sé ni nunca sabré; de lo que no pude y no alcancé; de lo que no tengo... prefiero concentrarme en lo que suma... aquel(lo) que suma, se queda... aquel(lo) que no: arrivederci e grazie...
Un beso.
No hay que buscarle sentido a todo, a veces las cosas son más simples y, sencillamente, no tienen sentido.
Besos
Qué preciso lo de los aprendizajes. Yo no aprendí a odiar al instante. Fue hasta cuando estuve en la pre-adolescencia que supe lo que era sentir odio, y en qué forma.
Ya lo sabes, ya es ayer.
Saludito
Recomenzar: Un caballero no tiene —cierta— memoria.
Carlos Augusto: Todo es producto de los números, ciertamente.
Dr. Krapp: Para justificar lo que quisimos ser y nunca lo logramos.
Alma Baires: Pero la memoria es impredecible…
Ginebra: Exacto. Y en muchos casos así es mejor.
Alexander Strauffon: ¿Pero cuánto tardaste en aprender a odiar? No a reconocer la sensación, sino a utilizarla.
La Malquerida: Y ya será mañana.
Gracias por sus lecturas.
Saludos a tod@s,
J.
Lamento constatar su paso por la universidad sin saber jugar al poker. ¡Qué cojones se hacía en esa cafetería!
Por favor, seguro que es una buena persona y que algo sabrá hacer, por su bien intente omitir ese detalle que puede arruinar cualquier reputación.
Un abrazo.
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