En el último día de mi estadía en Piriápolis visito
el cerro Pan de Azúcar y la reserva natural que lo rodea. No lo hago para
preguntarme por qué construyeron una horrenda cruz de acero y concreto en la
cima, ni tampoco por qué la mantienen allí; sé que es una de las tantas cosas
que nadie podría responderme, por lo que evito preguntarlo. La gente de la
reserva natural no lo sabe y, la verdad, tampoco me interesa la respuesta que
pudiera obtener.
Subo
hasta la cumbre del cerro, y por el interior de la cruz, hasta el punto más
alto. Desde allí miro hacia la costa, hacia ese inmenso mar que sería todavía más
bello sino estuviéramos allí para arruinarlo todo. Pero lo estamos, es posible
darse cuenta por la sucesión de casas mal construidas y peor pintadas que
arruinan el paisaje entre los cerros más bajos a medida que se acercan a la
playa. El humo, el smog, las cicatrices de la tierra que llamamos rutas, los
tocones de los árboles que osaron competir en orgullo con los hombres, la
constante estridencia de la actividad humana, y un etcétera mucho más largo de
la palabra.
El
viento llega frío desde el mar, el sudor de la subida, ya seco, hace que sienta
más incomodad que otra cosa, y no sólo porque me encuentro dentro de la cruz. Va
siendo hora de volver, lo sé, no hace falta mirar el reloj.
Tras
varios tropezones y caídas frustradas, vuelvo a los pies del cerro, a la ruta,
al ómnibus que me devolverá a la ciudad y, desde su terminal, ese otro ómnibus
que paseará por un buen trecho de la ruta costera mientras desfilan por la
ventana agrestes playas que separan Piriápolis de las ciudades cercanas. Cada
una de ellas es una invitación a quedarme, a olvidar lo que pudiera haber del
otro lado del río, suponiendo que en verdad haya algo.
Misma
sensación que tuve esa mañana, al dejar del hotel, cuando me encontré con una
recepcionista diferente, una que hasta el momento no había visto. Le sonreí, me
sonrió. Me fui. Algo, tal vez la fantasía que siempre me acompaña, me dijo que,
seguramente, ella sí hubiera aceptado mi invitación a cenar. Pero ya era tarde.
Adiós Piriápolis.
19 comentarios:
Adiós Pirápolis, tal vez, algún día, si el dólar lo permite, regresemos...
Saludos!
J.
Si te sirve de consuelo, todos los últimos días (en cualquier lugar) son más o menos así. No es el lugar, es el final.
Abrazo.
¿Y si te digo que no me sirve de consuelo qué hacemos?
¿Nos peleamos a machetazos?
Ojo, podría ser... ¿Tenés brazos largos?
Saludos,
J.
Vvimos en un escenario como de ficción, o de terror, pero que, para nuestra desgracia, es real. Despiadamente real. Saludos.
Varia el continente, no el contenido. Hay cruces iguales en todos lados, horadadas por dentro del cemento, para otear el horizonte que por lo que se ve, a ran de tierra resulta imposible ver más allá, y estatuas con la misma utilidad, y colonizadores, y exploradores y símbolos, y señales y todas con agujero interior, para recordarnos que somos huecos, porosos, endebles y frágiles.
Un abrazo desde Barcelona.
Tal vez algún día, depende del dólar, pero también del grado de confinamiento por la expansión de la maldita pandemia.
Un saludo.
Ventajas y inconvenientes de la fantasía, quedarse con lo que pudo haber pasado.
Ya lo desafiaste a pelear a Frodo.
Si me desafías a mí, que sea con ataques de poderes demiurguicos.
Saludos.
Gracias por compartir tus experiencias y emociones.
Besos.
Ay, te entiendo... me suele suceder a mi también!
Abrazo solidario!
me encantó.
Todo final es así; pera nostalgia de lo que no fue y podría haber sido.
saludos
Feliz regreso. Guarda el machete.
Salud-os.
Sabes que...me gusta la caña de azúcar
Es triste la despedida, sin embargo es una alegría volver
Abrazos
Piriapolis siempre estará ahí, y así, tu posibilidad de volver.
Un beso.
Piriápolis, el balneario uruguayo, en el ensamble de estas crónicas, le deja al lector una emoción ambigua de tu estancia, Pareciera que no te dejó felicidad. Un abrazo. carlos
Me has hecho recordar otros espacios parecidos, aquí al otro lado del Atlántico.
Tanto la vida como la naturaleza todo está muy mal repartido, cómo es posible que pueda ver tanta belleza en una isla griega y sin embargo en otras partes del planeta todo sea árido y feo de mirar?
besos
¿Qué sería de la belleza si no estuviéramos ni ahí ni aquí?
No tengo brazos largos pero mucha puntería. Y en algún momento me han apodado "el hijo del viento", después de lanzar el machete corro los cien metros llanos en 9,9 segundos
Buen domingo J
JfbMurcia: La realidad siempre es mucho peor de lo que nos atrevemos a pensar.
Tot Barcelona: El problema es que siempre viajamos en plan de conquistadores, agresivos, activos, nunca meramente a contemplar.
Cayetano: Claro, pensaba para el año 2025, con suerte.
Demiurgo: Una vez entré a la biblioteca de uno de los colegios en los que trabajé brevemente y me encontré a dos alumnos tirándose libros entre ellos. Cuando les pregunté qué hacían me respondieron que estaban jugando a ver quién era más inteligente, el que recibía mas golpes en la cabeza, o el que arrojaba el libro. La verdad no quise saber cómo llevaban el marcador. Ni, tampoco, quise competir.
Amapola Azzul: Gracias por leerme Amapola.
Julio David: Si empujaba la cruz hasta hacerla caer, pero no hubiera sido capaz.
Luna Roja: Gracias Luna, el entendimiento siempre es reconfortante.
María Rosa: Exacto, y algunas veces con nostalgias de no saber qué es lo que deberíamos haber hecho.
Guillermo Castillo: Gracias por los saludos, ya lo guardé.
Gla: La alegría siempre encuentra por dónde colarse, es como la primavera a finales del invierno.
Alma Baires: Así lo espero.
Carlos Augusto: Pretendía, al menos, crearles la necesidad de ir a conocerlo.
Dr. Krapp: De una forma u otra, todas las playas de occidente terminan pareciéndose entre sí. Esa es la peor parte.
Marie: ¿Y quién tiene la culpa de la aridez de esos lugares? ¿O del hambre en África?
Mista Vilteka: La belleza es una categoría moral, es decir, racional, es decir, humana. De no estar ahí para catalogarla de ese modo, no lo sabría nadie.
Frodo: ¿Corres el alpargatas o con las Air Jordan? Porque no es lo mismo, viste…
Gracias por sus visitas y comentarios, lo único que da valor a este espacio.
Nos leemos,
J.
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