Comencé este relato hablando de
mi abuelo paterno. Fue ese, y no otro, el inicio que di a mi familia, cuya
historia terminó, desde mi punto de vista, con la muerte de mi madre, en 2002.
En ese momento me encontré sólo en la ciudad, en una casa vacía y silenciosa,
pretendiendo dedicarme a la escritura, creyendo que era algo tan sencillo como
colocar palabra tras palabra para crear una historia. Creyendo que sin ningún
tipo de contacto con la industria editorial podría llegar a publicar, lograr
que mi obra fuera conocida. Creía que me estarían esperando en las editoriales
con los brazos abiertos dispuestos a leer todo cuanto les llevara y, más que
nada, les gustaría.
A
lo largo de esa búsqueda no encontré sonrisa alguna, palabras de aliento, ni
manos abiertas. Nada. Solo pude darme la frente contra puertas cada vez más
cerradas, muros que se volvían más altos y más gruesos, indiferencia y
desprecio. Necesité un poco más de esfuerzo para sobrevivir, para seguir
adelante, con las historias que no dejaba de crear como único estímulo. Se
sentía muy raro descubrir en las páginas web de las editoriales grandes,
pequeñas y medianas la misma justificación, las mismas razones para no aceptar
manuscritos, para no querer ver originales o, en el caso de sí recibirlos, las
mismas respuestas de rechazo prearmadas en los correos electrónicos.
Claro
que más raro aún era que quien no era hijo de nadie del medio, no poseía
contactos (como ya dije antes), el no haber estudiado en Filosofía y Letras, no
ir recomendado por nadie sino ser únicamente alguien que comenzó a escribir y
busca su espacio, obtenga algo. Con tanta frecuencia ignoraban mis correos que
comencé a creer que la casilla podría estar funcionando mal, al igual que
cuando intentara contactar a mis primos refugiados en España; pero, claramente,
no era así. L respuesta era más simple: a nadie le interesaban mis escritos, a
nadie le importaba si tenía algo para decir.
Golpe
feroz que debía asimilar de algún modo si pretendía continuar adelante, si es
que decidía sostener en el tiempo la idea de escribir hasta el último de mis días.
Cuestión de la que por momentos continúo dudando, pero de la que aún no le
renegado por completo.
En
2008, luego de analizar otras opciones, decidí que lo mejor sería generarme un
espacio propio donde mostrar lo que (creía) sabía hacer, en lugar de continuar
esperando por tiempo indeterminado, a que alguien más lo hiciera por mí. Nació
de ese modo Proyecto Azúcar, donde me propuse mostrar parte de mis escritos,
los que me resultaban que estaban mejor escritos, los que consideraba dignos de
ser mostrados. Y pensé: voy a publicar mil cuentos. Tarea creí que sería
sencilla, fácil y rápida de completar; claro que en ese momento escribía más
seguido que en la actualidad. Si tengo en cuenta que apenas comenzaba la
carrera y que no tenía trabajo, la única forma de entretenerme era,
precisamente, escribir.
Unos
años después noté que me demoraba en lograr mi cometido inicial más de lo que
había pensado, que la escritura no fluía del mismo modo a toda hora ni en todo
lugar, que la velocidad variaba y que, también, podrían pasar meses sin
escribir ni una sola línea. También me percaté de algo que hasta ese momento me
negaba a aceptar: no todo lo que escribía merecía la pena el ser mostrado.
Del
mismo modo noté que la mayoría de los textos no generaban el impacto en los
lectores que esperaba de ellos (de los textos, no de los lectores). Aquellos
que creía más interesantes, construidos con mayor detalle, pensados para atraer
la atención, no lograban su cometido; los textos más lúdicos, escritos a las
apuradas, para cumplir y evitar que la página quedara abandonada y sin
actualizarse por largos períodos, tenían más visitas, más comentarios,
despertaban mayor interés. Es algo que nunca comprendí, ni el cómo ni el por
qué, ni en dónde se encontraba la diferencia entre unos textos y los otros,
porque provenían del mismo sitio.
Ahora
que estoy llegando al final, luego de tanto tiempo, me doy cuenta que podría
haber hecho las cosas de otra forma. Podría haber escrito otra clase de textos,
otros relatos. Pero también podría no haber escrito nada en lo absoluto. Claro
que, sobre lo que sucedió, sobre los acontecimientos del pasado, sólo su
interpretación puede modificarse, su análisis, nunca los hechos en sí. Escribí,
escribo y escribiré, es la única constante que perdura en mi vida. Lo único que
aún no se ha modificado.
Tal
vez eso sea parte del problema, no haber sabido de qué manera canalizar mejor
ese impulso por hacer algo. La cuestión es que, 999 textos después, aún me
encuentro aquí, escribiendo. Los textos pasan, los libros se publican (y en
algunos casos se venden), los lectores señalan mis errores y lo único que
aprendí es que debo continuar.
La
historia de mi familia, que comenzó hace unos ciento veinte años, o hace
veinticuatro entradas, no se interrumpe, continúa, por otro lado, en otras
personas que no son yo. Se interrumpe, entonces, lo que podría continuar
indefinidamente, porque hasta aquí llega mí historia personal, carente por
completo de interés, porque no soy ni seré lo que han sido mis antepasados.
Ellos nunca podrán entenderme, así como yo no pretendo dar sentido a sus
acciones pasadas, ni era ese, realmente, mi interés al contarlas.
Pude haber
inventado más cosas, hacer más interesantes los tramos aburridos de lo cuanto
aconteció; aunque no sabría cómo hacerlo, las cosas sucedieron de un modo, por
una razón, por un motivo. El que desconozca los por qué o la mayor parte de la
historia, no vuelve menos válido aquello que decidí incluir. Verdad, mentira,
posibilidad, veracidad, aproximación, exactitud, verosimilitud, ficción o
recuerdo, son sólo términos que nos acercan a una forma de comprender una
realidad que de única posee sólo su pretensión.
La mayoría de
las veces, incluso sin que nos demos cuenta, o haciéndolo a sabiendas, creemos
avanzar para regresar siempre al mismo relato, al mismo punto de partida, al
inicio de todo, y desde allí, continuar, una vez más, la búsqueda en el mismo
exacto punto en que la dejamos la última vez que lo intentamos. Ahora, que ya
escribí esta historia, me toca salir a buscar cómo volver a contarla.
Quedan las
palabras, quedan las historias.
Aclaración: Esta vez no hay foto.
--
Inicio del
Espacio Publicitario:
En el
Número 49 de El Narratirio encontrarán el relato Diosa. Pasen a
leerlo cuando gusten.
Fin del
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16 comentarios:
Sabíamos que llegaría el final de esta historia así que, sin lágrimas por favor.
Nos leemos,
J.
Bueno, está bien, si quieren llorar, pueden hacerlo.
Yo ya lo hice.
Saludos,
J.
Y claro, no me extraña, si sos un llorón!
A todos los demás, suerte!
J.
los próximos 999 serán mejores, sin dudas... para algo debe servir el ponerse mayor...
Créeme que te entiendo, Es más: hago propias muchas de tus reflexiones y desencuentros, sobre todo con el mundo editorial. La mayoría de los que pertenecen a este mundillo no pierde el tiempo ni en contestar tus correos ni en leerse tus cartas de presentación o tus cuentos. Alguno hubo, educado y cortés, que me devolvió el correo diciendo que tendrían en cuenta lo mío. Hubo uno que hasta tuvo el detalle de quedar conmigo en el centro de Madrid y, compartiendo un café y una charla animada, decirme que le había gustado mucho lo que le envié, un par de relatos, pero que su editorial solo apostaba sobre seguro, que no iban a invertir un euro en aventuras con autores desconocidos. Era un negocio y no estaba la cosa como para perder dinero. Así está la cosa.
Un saludo y a seguir en la brecha.
Parece un domingo eterno, flota en el aire una extraña sensación de fin del mundo, de película de ciencia ficción. Me asomo en pijama y desde el balcón veo a una mujer que, precisamente, parece escapada de una película . Lo paradójico del coronavirus y su cuarentena es que, aunque nos hayan confinado a nuestras casas nos ha hecho comprender que todo ese discurso basura del individual. Para los problemas que enfrenta la humanidad.Y tendríamos que aplaudir a los trabajadores de la Sanidad Pública, de los supermercados, de las farmacias, etc
El futuro nos ha sido arrebatado: no solo es la actual pandemia, es también el calentamiento global, la amenaza de la tecnología, el auge del totalitarismo, la crisis de los refugiados, y un largo etcétera de escenarios distópicos.En mi barrio hay muchos a los que el apocalipsis les coge sentados en el banco de la plaza: son ancianos, chavales marroquíes, familias latinas que tienen casas tan pequeñas, oscuras y mal ventiladas que es imposible permanecer dentro tanto tiempo sin enloquecer. Hay mucha gente en Madrid que vive en infraviviendas y muchas que han perdido su hogar. Propongo que se abran pisos turísticos de AirBnB para paliar sus consecuencias ...Autor Sergio Fanjul
Me he alegrado de coincidir con tu blog.
Un saludo.
Este viaje por la historia de tu familia,me ha resultado precioso! He revivido cosas de mi propia historia familiar,aunque a vos y a mi nos separen muchísimos años.
Gracias por estos momentos de tanta belleza.
Un saludo!
Has hecho una reflexión bastante fecunda y autoterapéutica, mis felicitaciones por ella y por lo que te supone a ti mismo
Si tuviera que ponerte un pequeño pero es la pequeñez de la letra, pero eses es un problema personal no muy relevante.
Saludos
Estudié Letras y, de hecho, me sirvió poco, el hecho es que aprendí mucho más solo, con libros y con mis propios ojos que en la universidad. La publicación es una cosa muy complicada (si es poesía es aún más). Pero hay otras formas hoy en día, que no dependen de los editores. Pero tienes razón, la gente no está interesada, al menos la mayoría.
Y sobre el Día Mundial de la Poesía, también tienes razón, pocas personas recordaron ese día. Dijiste que las personas tienen más cosas que hacer, todo se trata de prioridades, hay personas que están más preocupadas por tener que por ser algo en la vida.
Cuídate, abrazo.
Interesante todo lo que decis. No cualquiera se anima. Y si. a veces uno esta mas creativo y se le ocurren un monton de cosas que escribir. Despues onda que viene un tiempo y no aparece nada. Es lo que me parece a mi. Lo bueno que pese a todas las adversidades seguiste adelante y armaste tu proyecto. Abrazos
Ay no! me sonó a despedida. Espero que aunque el proyecto de azúcar finalice aquí, siga José A. García dando letras, y que no sea lo último que escuchemos de él.
Serás siempre bienvenido a Una Luz Más.
Deseo que te conserves con salud,
Abrazo a distancia.
Un nadaista colombiano escribió, que escribir es un acto de fe, por eso quizás se tengan o no lectores, y uno no decline la escritura. Pero que tantos te leamos, ya dice de tu pluma, si es que aún podemos emplear esta figura. MI abrazo y aprecio. carlos
JLO: Va a pasar mucho tiempo para poder comprobarlo. Pero gracias.
Cayetano: Claro, sólo van sobre seguro. Salvo que demuestres que lo que escribes es seguro para ellos. En Argentina muchos han comenzado pagando sus primeras publicaciones hasta que lograron llamar la atención de algún “editor importante”.
Recomenzar: Una crisis que, como las anteriores, la pagarán los mismo de siempre y serán beneficiados, también, los pocos de siempre.
Lovelyriam: Gracias por la visita, nos estaremos leyendo.
Luna Roja: Desconozco cuántos serán esos años pero, a la larga, las experiencias siempre acaban pareciéndose un poco. Gracias por tus palabras.
Dr. Krapp: Gracias por tus comentarios. En cuanto a la letra, ¿te refieres al modo en que se ve la pantalla cuando entras al blog?
Julio David: No lloro, sólo le doy golpes a la realidad. Y cómo duelen.
Ulisses: Las prioridades que se nos imponen, y que no son las propias, acabarán con el individuo. Gracias por tus palabras.
Gustavo: Seguir adelante, muchas veces, es lo único que podemos hacer. Gracias.
Beatriz: Es una despedida, sí. De la historia que venía contando. Seguiré escribiendo. Gracias por preocuparte.
Carlos Augusto: Gracias. Pensé que era de los pocos que recordaba en nadaismo. Qué suerte saberme equivocado.
Gracias a tod@s por sus comentarios.
Nos leemos,
J.
has probado con la autopublicacion?
ahora está muy de moda...
Yo empecé hace 12 años, cansada de la lucha con la rutina,
mezclaba recetas de cocina con mis pensamientos...
Pero si es el mundo de la blogosfera...
imprevisible y desagradecido...
Besos
No te he leído todos los posts. No hay "lágrimas" pero si un largo suspiro como esos que se escapan del subconsciente, inesperados.
Te dejo un abrazo
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