sábado, 17 de agosto de 2019

Invitación


Desperté a medianoche, como lo hacía la mayor parte de los días (sí, llamo días a las noches y también a los días, para no innovar demasiado); en medio de aquel muladar al que aún consideraba, o al menos denominaba, mi hogar. Caminé sin mirar, tentando a la suerte de no pisar, en mi recorrido hacia el baño, nada que pudiera lastimar la suave planta de mis pies descalzos.
            La piel de gallina que inundó mis brazos no era producto del frío de aquella madrugada, sino porque, por la pequeña rendija en la parte inferior de la puerta, asomaba un sobre de papel color madera. Aquello solamente podía significar una cosa, ya que existía una única razón por lo cual preferir el antiguo formato de correo físico antes que la simpleza de organizar un evento en las redes asociales.
Había llegado el momento de rendir homenaje, una vez más, al gran hombre a quien todos seguimos; aquel cuyo nombre, aunque se conozca, no se menciona, y no por una cuestión de respeto. Era tarde para escapar, la invitación quemaría en mis manos, literalmente hablando, y él sabría que la había recibido.
            Podría hacerme el tonto, como en ocasiones anteriores; pero ya no era un niño, cualquier excusa a la que recurriera carecería de valor. Lo único que me salvaría de honrar aquella invitación era estar muerto. Y, como por lo pronto no lo estaba, ni lo estaría antes de la fecha elegida para la Gran Danza del Sol, nada justificaría mi ausencia. Algo semejante significaría el retiro de mis actuales privilegios, en el caso de que recordara cuáles eran.
            Con un movimiento del brazo limpié la mesa de la cocina arrojando al suelo cuanto había sobre ella; sabía que en algún otro momento no lo limpiaría. Necesitaba un lugar donde sentarme, extraer el cartulario que contenía el mapa que me enviaran y memorizarlo antes de su destrucción. Aquella mesa era la única superficie lo suficientemente grande para hacer todo esto. Clavé mi colmillo izquierdo, el que tenía mejor filo de ambos, en la yema de mi pulgar y marqué mis iniciales en el sobre para que el lacreado me aceptara como aquel ante quien debía abrirse, y esperé.
            Apenas necesité mirar el mapa para reconocer en qué lugar de las antiguas praderas se llevaría a cabo la próxima Gran Danza; inmediatamente el papel  comenzó a chamuscarse poco a poco desde las puntas con el fuego silencioso contenido en su tinta.
            Abrí la ventana de la cocina, la que miraba hacia el sur, por donde llegaba la brisa nocturna; su caricia sobre mi piel desterró las huellas finales del breve sueño. Frente al rectángulo de cielo negro realicé mi rutina de calistenia habitual para desentumecer los músculos.
            En algún momento terminé de desnudarme, aunque solamente llevaba unos viejos y rotos pantalones, para subir al alfeizar de la ventana. Era tarde para negarme o intentar cualquier otra cosa, por lo que abrí cuan extensas eran mis alas evitando mirar hacia abajo para que el vértigo que siempre me invadía en estos momentos no hiciera su aparición.
            —Amo de Toda la Vida —exclamé en voz alta—, hacia ti voy.
            Y me lancé hacia las praderas ocultas entre los rascacielos, el humo de la noche, el sudor de los malos sueños y el aroma del café recién preparado.

12 comentarios:

José A. García dijo...

Y se fue...

Saludos,

J.

Ginebra dijo...

Un vuelo la mar de inquietante.
Tener un amo siempre es una mala idea. El único amo debe ser uno mismo, es una opinión.
Saludos

Amapola Azzul dijo...

Me deja perpleja el relato, no se si se trata dd un suicidio o una metamorfosis
del personaje que extiende alas y se va.

En todo caso no deja indiferente.

Un abrazo.

lunaroja dijo...

Son tremendos tus relatos. Tienes el don de transmitir.
Por eso es siempre un placer leerte!
Estoy recién poniéndome al día después de unas semanas ausente.
Un abrazo!

Frodo dijo...

A esas mismas praderas que me lanzo todas los dias, las 5 de la mañana es el día o la noche? Bueno, según tu sujeto de enunciación, da igual.
En fin, se va acercando la medianoche... debo ir planchando mis alas

Abrazo

Recomenzar dijo...

se fue para no volver
y se dió cuenta que nadie lo extrañaba
Hasta el sol volvió a salir a la mnadrugAdA

mariarosa dijo...


Wawww que cuentito, es para ir leyendo e imaginando el final que no logré identificar hasta que leí final...
Muy bueno.

mariarosa

Guillermo Castillo dijo...

Confiar en el tiempo, es buscar salidas o, si se quiere, formas de escapar.
Saludos.

María dijo...

Hermoso relato... Se marchó...

Un placer leerte.

Besos.

ოᕱᏒᎥꂅ dijo...

pues aquí estoy pensando en el final...
tratando de entender si se fue el buena del evento al sol, o decidió quitarse del medio para no ir?? 🤔
besos

Doctor Krapp dijo...

Ícaro 2000 y pico. Mejor tener una alas para escapara que unas alas para obedecer.

José A. García dijo...

José: Andá a saber dónde.

Ginebra: ¿Cómo ser el amo de uno mismo si ni siquiera estamos seguros de quiénes somos?

Amapola: Las opciones quedan abiertas, mejor así, ¿no?

Luna Roja: Gracias. Me gustaría saber qué trasmiten para vos.

Frodo: Para los que trabajamos de noche, el día siempre es nocturno…

Julio: Y con ganas de acompañarlo, sin dudas.

Recomenzar: Muchos se van sin que nadie lo note y, aún así, tampoco hace falta que regresen.

María Rosa: Gracias, por la visita y el comentario. Tampoco sabía cómo terminaría cuando lo comencé.

Guillermo: ¿Escapar hacia dónde?

María Dorada: Se fue, tal vez para no volver.

Marie: Te dejo que tomes la decisión que mejor te parezca.

Dr. Krapp: Para algunos, obedecer es la mejor forma de escapar. No entiendo cómo, pero así parece ser.

Gracias a tod@s por las visitas.
Nos leemos,

J.