domingo, 23 de junio de 2019

Mirto (Creencia popular)


Como leyera en el foro que encontrara en internet, condimentó la ensalada con algunas semillas de mirto, la mejor manera de atar a una persona por la que tenemos un sentimiento especial. Una manera de demostrar el aprecio que sentimos y, al mismo tiempo, que no se aleje de nosotros. Es decir, exactamente lo que buscaba; sabiendo que contaba cada vez con menos oportunidades para lograrlo, recurría a tácticas tan poco ortodoxas desconociendo si tendría éxito o no.
            La regó con abundante aceite de oliva para disimular el posible sabor entre amargo y dulzón, como también recomendaban, y preparó el resto de la cena limpiando y ordenando todo lo que usara. Seguramente para ahorrar tiempo y no tener que hacerlo más tarde.
            Como cada noche que cenaban juntos, la televisión encendida ocultaba la ausencia de tema de conversación, también servía para evitar el mirarse a la cara y darse cuenta de que ya no tenía sentido; pero la costumbre siempre acaba por imponerse, de una manera u otra.
            Cenaban mecánicamente, apartando los ojos de la pantalla apenas para asegurarse de que los cubiertos llevaban la dirección correcta hacia la boca, para recargar el plato e intercambiar comentarios vacíos entre una imagen y otra.
            —Pobre imbécil, mira que hacer eso —dijo quien le acompañaba luego de que el presentador del noticiario mencionara a un político que había reconocido ante la justicia el recibir frecuentes sobornos.
            —Otro inútil, mira lo que hace —comentó al ver en pantalla a un deportista fallando en su especialidad—, y le pagan por ello. No tiene que hacer otra cosa.
            Pasaban las noticias y los comentarios se volvían cada vez más agresivos; y eso que sobre la mesa únicamente había agua.
            —Ufff, siempre hablan de ese hijo de puta —dijo al ver a un actor sonriendo en la entrega de premios—, ni que hiciera las cosas bien. Actúa siempre haciendo el mismo papel. Así cualquiera —agregó viéndolo guiñarle un ojo a la cámara.
            La cena, y la incomodidad, avanzaban poco a poco.
            —Mira, ahora seguro muestran alguna estupidez sobre lo que pasa en Medio Oriente —dijo masticando con la boca abierta y escupiendo parte de su contenido—. Allí lo tienes —acotó cuando aparecieron en pantalla.
            —Prueba la ensalada —le dijo por lo bajo acercando el bol donde la preparara.
            —Si, si —le respondió hundiendo el tenedor entre los vegetales sin mirar esperando pescar alguno sin esforzarse demasiado.
            Le contempló comer sin preocuparse por otra cosa que no fuera la pantalla, sin siquiera preguntar cómo había estado su día, cómo había preparado aquella cena a pensar de haber trabajado y viajado de regreso; sin preocuparse por nada más que por seguir tragando hasta que ya no pudo hacerlo. Ni siquiera había notado que el suyo era el único plato sobre la mesa.
            Luego de tragar varias veces, y ya con el bol con menos de la mitad de su contenido, le vio apoyar el tenedor sobre la mesa lentamente y, por primera vez en la noche, atendía a otra cosa que no fuera lo que se dijera desde la televisión.
            —¿Estas bien? —le preguntó.
            —Si, si, pero no puedo respirar del todo bien.
            Vio como su rostro enrojecía a medida que la respiración se le hacía más y más difícil. La piel de sus brazos se llenó de erupciones y una picazón tan atroz que no podía evitar rascarse con tanta fuerza que las uñas marcaba surcos sobre su piel.
            Su lengua se inflamó tanto que apenas cabía en el interior de su boca, lo que le dificultaba aún más continuar respirando.
            —¿Estas bien? —le preguntó una vez más intentado al mismo tiempo disimular lo que sentía al mirarle y aparentar no percatarse de ello—. ¿No quiere comentar algo más de las noticias? —dijo volviendo la mirada hacia la pantalla.
            Sabía que faltaba poco para que todo terminara cuando le vio caer de la silla tomándose la garganta en un desesperado intento por lograr que un poco de oxígeno ingresara a sus pulmones.
            Escuchando como aún se esforzaba por lograr respirar esperó sin moverse de su sitio. Cuando los gorjeos terminaron, y mientras el noticiario terminaba mencionando cómo estaría el clima al día siguiente, se levantó acomodando la silla en su lugar. Arregló si ropa y se acercó hacia la puerta de salida, allí tomó el teléfono de línea que dormía junto a la puerta y marcó el número de emergencia. Le apreciaba tanto que haría en intento, claramente frustrado, de salvarle la vida para demostrarle su verdadero sentir.
Quien diría que la recomendación de tener sumo cuidado con el uso de las semillas del mirto, porque podía generar reacciones alérgicas terminales, sería verdadera. Se leen tantas cosas ridículas en internet en estos días que nunca se sabe.


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Inicio del Espacio Publicitario:

En el número 40 de la revista digital El Narratorio pueden leer el relato Gran Maestre.

Y, también, en la revista Extrañas Noches pueden leer el relato Nata

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16 comentarios:

José A. García dijo...

Algunas veces las cosas no salen del todo como se las espera...

Saludos,

J.

Pensando en Haiku, Karin Rosenkranz dijo...

Uyuuyuy. Que bárbaro. Lo más triste es que puede suceder de verdad. Una reacción alérgica muy grave, si no se ataja a tiempo, es así de rápida.
Por desgracia, puede pasar.
🤦🏽‍♀️ Saludos

Trini Altea dijo...

No siempre salen las cosas como esperamos y deseamos que salgan

lunaroja dijo...

Gran relato!
Muy bien construido y llevado.
La frialdad absoluta de ella es para mi la guía de todo el texto.
Genial.
Saludos!

mariarosa dijo...


Nunca escuche hablar de esas semillas, pero es bueno saberlo, una nunca sabe cuando las va a necesitar...

Muy buen cuento José.

mariarosa

José A. García dijo...

Karin Rosenkranz: Tal vez eso mismo sea lo que se buscaba…

Trini Altea: Algunas veces sí.

Lunaroja: ¿Ella? ¿Dónde lo especifica?

Maríarosa: Exacto, nunca se sabe cuándo este tipo de conocimiento puede resultar útil.

Nos leemos,

J.

Frodo dijo...

¿Viste Breaking Bad? Sino, deberías

Te dejo un link a la pasada...
http://frodorock.blogspot.com/2014/06/rock-gol-caballeros-de-la-quema.html

Abrazo y que viva el rock Medina Bello!

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Le salió el tiro por la culata. Saludos. carlos

Amapola Azzul dijo...

¡¡¡Ufff¡¡¡

¡Qué relato¡

La verdad es que te quedó genial.

Besos.

Dyhego dijo...

Enigmática mujer. No sabemos si se pasó con la dosis. Si la información de internet era falsa. Si realmente quería asesinar al marido. Si padecía un síndrome (no recuerdo el nombre pero es real: se trata de infligir daño a alguien querido para cuidarlo a continuación y demostrar más "amor"). Ya digo, enigmática mujer (y peligrosa) jajaja.
Salu2, José.

Manuela Fernández dijo...

Una manera muy drástica de conseguir que alguien esté junto a nosotros para siempre. Yo diría que prefiero, claramente, que me quieran menos.
Como nos tienes acostumbrados un relato excelente.

ოᕱᏒᎥꂅ dijo...

Porque querer atar a alguien a nosotros en y contra de su voluntad?
y encima tonto!

Doctor Krapp dijo...

Esplendido, con ese toque de humor negro que le da sabor a los platos literarios.

José A. García dijo...

Frodo: La empecé, luego me aburrí.

Carlos Augusto: Puede ser, o le salió muy bien.

Amapola: Gracias por el comentario.

Dyhego: ¿Por qué dices que era una mujer?

Manuela: Esta forma de querer sí que resulta problemática. En más de un sentido.

Magne: Exactamente.

Dr. Krapp: Gracias. Más que nada por la mención del sabor.

Nos leemos!

J.

la MaLquEridA dijo...

Semillas de mirto. Sin querer se aprenden cosas por si se ofrece.

Abrazo

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

O sea lo que realmente pretendía es un envenenamiento.
Bien contado.