En cada viaje que realizo y que, por cierto, no
son demasiados, repito algo que podría considerar como una rutina. Aun cuando
no pueda cumplir con todos los pasos, espero al menos haber logrado parte de
ellos a mi regreso.
Para
empezar, siempre planifico lo que debo hacer de tal forma de que, de no poder
hacerlo antes, el último día del viaje la única actividad pendiente sea visitar
los lugares que no aparecen en las guías turísticas. Entre ellos se encuentran
los edificios abandonados y en peligro de derrumbe; monumentos que nadie
recuerda pero continúan sobre sus pedestales; parques descuidados; obras de
infraestructura inacabadas; calles que no conducen a ningún sitio en particular
y que solo unas pocas personas conocen; y, lo que nunca puede faltar, el
cementerio.
Sé
que sonará raro, y la verdad es que tiendo a no compartir este deambular por las
zonas desconocidas de las ciudades porque, en oportunidades anteriores, me ha
causado más de un problema (los cuales no siempre logré solucionar de la mejor
manera).
Un
edificio abandonado y en peligro de derrumbe es una historia a punto de
acabarse y que supo estar cargada de futuro. A partir de sus cimientos cuenta los
prometedores inicios de lo que pretendía ser; los avatares que debió atravesar
su construcción se ven como claras huellas en sus paredes más o menos terminadas,
más o menos descascaradas con su pintura de mala calidad. La existencia o no de
un techo, una ventana rota, una puerta desvencijada, dice mucho más de la
cuidad a la que pertenece de lo que sus propios ciudadanos estarían dispuestos
a reconocer. Eso para no mencionar los grafitis ocultos en su interior.
Los
monumentos que nadie recuerda no sólo hablan de un pasado no oculto, sino que
son lo más cercano al olvido que nadie logrará encontrarse nunca. Algún militar
de baja estofa sobre su caballo, señalando hacia un horizonte siempre esquivo;
algún pensador que lleva más tiempo muerto de lo que logró vivir, y cuyas obras
nadie ha revisado en el último siglo; alguna figura que remite a la antigüedad
clásica en un intento por mostrarse cercano a dicha sensibilidad; algo similar
a una obra de arte (abstracta, cubista, moderna, o cualquier pseudo-escuela
similar), que no solamente su propio creador no supo entender, sino que la
sociedad a la que se la ofrendó
prefirió ocultar sin más. Las ideas que recorren, o recorrieron, la ciudad, se
adivinan en ellos.
¿Qué
decir de los parques descuidados? La naturaleza demuestra que a pesar de los
denodados intentos de la humanidad por lograr lo contrario, será ella quien
heredará la Tierra. El futuro anida en aquellos parques que nadie visita por no
encontrarlos aptos para la contemplación de los delicados ojos humanos.
De
un pasado cargado de ideales caducos hablan las obras de infraestructura
inacabadas que surgen del suelo como huesos de antiguas criaturas mitológicas,
hijas de algún sueño discursivo y la idea de un futuro mejor herido de muerte
en su camino a ser. Son el oprobio que nadie quiere ver, la oveja negra que cada
familia oculta con esmero, el recuerdo vergonzoso al que nunca quisiéramos
regresar. La ciudad ansía deshacerse de ellas tanto como de los edificios
abandonados al borde del derrumbe, pero siempre surge alguna traba burocrática
que lo impide; siempre hay algo más urgente de lo que ocuparse primero. Siempre
resulta más fácil mirar en otra dirección.
Aprender
a distinguir entre los pasajes al estilo parisino, replicados en ciudades que
han intentado copiar un estilo que no les pertenece, de aquellas calles que no
conducen a ningún lugar, lleva un cierto tiempo. Pero, una vez que somos
capaces de hacerlo, se abre ante nosotros un mundo de posibilidades. Paredes
que acaban en un muro sin revocar; aceras que terminan o comienzan en unas escaleras
que conducen a algún sitio poco frecuentado; giros y calles circulares cuyo
final siempre es un principio; plazoletas ocultas a espaldas de antiguas
mansiones; árboles que han visto el desarrollo de la humanidad y que sobreviven
en medio del concreto de las calles; declaraciones de amor a viva voz en
carteles que apenas serán leídos en calles sin tránsito; tiendas ocultas en un
recodo que apenas llaman la atención y que en su interior se ocultan tesoros
para unos pocos; pasadizos secretos para acortar camino entre un punto y otro;
el misterio de las venas de la ciudad completamente abiertas para quien se
atreva a internarse en ella. Calles oscuramente arboladas o radiantes de sol
resultan fascinantes por igual; de la misma forma en llama a mi interés el
último de los lugares mencionados en la lista.
Nunca dejo de visitar los
cementerios antes de mi partida; tal vez
porque son el final de cualquier camino, o quizá por otras razones. Los
que pretenden salvarse del olvido, junto con los que anhelan el no recuerdo, se
acumulan unos sobre otros en aquellos pequeños espacios aprisionados por el
propio crecimiento de las ciudades.
La
verdad que cualquier ciudad pretende ocultar se expone abiertamente a quien visite
su cementerio. Esto tal vez se deba a que los muertos no se interesan en mantener
las mentiras de los vivos. De allí que se acumulen monumentos faltos de
criterio artísticos junto con las fotografías de baja resolución adosadas en el
falso granito, o mármol de mala calidad, de quienes no pueden pagarse un
monumento de cuerpo entero o un mero busto. Junto a todo esto, las simples
cruces de madera de quienes apenas sí tienen con qué cubrir la tierra removida.
En
estas visitas, no me mueve la simple y mera morbosidad. No me encuentro en
búsqueda de inspiración para futuros escritos, aunque nunca me negaría a tal
posibilidad. Pero, por sobre todas las cosas, nunca, jamás, ni siquiera por
error ni ante la insistencia del impulso, he sentido la necesidad de tomar
fotografía alguna. Cuanto registro necesito de mi solitario deambular por las
ciudades que visito es lo que perdura en
mi memoria.
15 comentarios:
Es posible conocer gente muy interesante de este modo también.
Saludos,
J.
Querido J. lo confirmo, lo suyo es diabólico.
Le recomiendo Epecuén, para Vd. no va a tener desperdicio
Abrazo!
Me gusta tu forma de hacer turismo, y en algunos puntos hasta coincidimos. Yo no me meto en edificios abandonados o por derrumbarse, aparte del miedo, me producen mucha angustia... pero sí paseo mucho caminando, recorriendo sus calles, sin guía ni nada... y voy a los cementerios, creo sea un sitio que dice mucho de la ciudad o pueblo al que pertenece, de su gente, de los que aún quedan.
Un beso.
Cuando visitas una ciudad, a veces no coincide con la que conocen otros, sobre todo los que la habitan a diario. Disfrutas de su parte turística, una ciudad distinta de la sufrida por sus ocupantes.
Saludos.
No entiendo ese concepto de vivir la vida tan esquematizada,
siempre he sido muy anárquica, y tampoco espero que nadie me entienda, pero prefiero ver y dejar que la vida me sorprenda
Bueno, pues sí estimulan la imaginación narrativa, y puedes enfrentar los posibles percances, malos olores, reptiles, criaturas que se mudaron a vivir allí, qué sé yo, ya está.
Saludos.
Dices "Un edificio abandonado y en peligro de derrumbe es una historia a punto de acabarse.".
Discrepo, cuando se derrumbe será una historia continuación de los túneles que se iniciaron en tiempos pasados para... Habrá que buscar información y encontrar el motivo de esos túneles y los restos óseos encontrados en ese lugar, por supuesto las obras que deberían de culminar en una gran edificio, ya se han cancelado hasta que se encuentre la autoría de esas instalaciones subterráneas.
Un saludo.
Memoria emotiva, casi como fotografías.
Éso de los parques descuidados tienen tanto que contar.
Besos.
Hay muchas formas de viajar: la que te llevan a lugares turísticos donde todo es mentira y contrahecho, la histórica que incluso también hay cosas que son plagios y la de verdad que conoces a pie de calle sus gentes sus casas, todo en su estado natural.
A mí también me gusta ir a pie, eso sí: yo hago muuuuuuchas fotos :) :) :)
Después de la crisis del 2008 y si vivieras en España podrías apreciar todo lo que dan de sí edificios, barrios y ciudades dejados a medio construir. Un paraíso para los amantes de estos intentos baldíos y fracasados pero la salvación para otros que nos libramos del urbanismo salvaje y sin contemplaciones.
Estimado viajero, solo tus palabras y tus pasos nos saben llevar por las palabras que escribes y cuyo fondo son aquellas cosas que ves y que no ven los demás.
Con eso basta.
Una original manera de vacacionar. Lo de la tierra removida resulta impresionante.
mariarosa
Los lugares se resignifican, dependiendo de quien sea el visitante de turno.
En estas recorridas, la curiosidad suele dar buenas recompensas.
me gustas cuando callas lo que escondes adentro
Gracias por la oda a la naturaleza que será la dueña de todo. Visité una vez un edificio, ruinas de una batalla poco mencionada, y disfruté enormemente que de tanta muerte surgieran frondosos helechos por cada recoveco: cementerio y jardín botánico, dos pájaros de un solo tiro.
Saludos.
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