—Te conozco —dijo iniciando un intento de
seducción destinado al fracaso irremediable, acodándose junto a la chica en la sucia
barra de aquel tugurio de mala muerte.
—Lo
dudo —respondió ella dejando la puerta abierta para un nuevo intento por parte
del insistente muchacho.
La
música aturdía y la única forma de entenderse era mirándose directamente a los
labios para adivinar las palabras y ansiando reconocer una invitación siempre
esquiva a conocerlos de una manera todavía más cercana.
—Soy
de los que nunca olvidan un rostro —sonrió con suficiencia—, por eso puedo
decirte que te conozco. Aún no sé de dónde, ni de cuándo… pero sé que así es.
Una
sensación de fastidio general recorrió el cuerpo de la chica al escucharle; fue
incapaz de evitar que parte del mismo se reflejara en su expresión. Algo de lo
que él también se percató, entendiéndolo como el inicio de su triunfo.
—Si…
Estoy seguro de eso —dijo—. ¿Pero dónde habrá sido…? —continuó esperando a que
ella se decidiera a participar del juego.
—No
soy de salir mucho —dijo ella bebiéndose lo que quedaba de su trago con un
movimiento rápido y certero.
—Nunca
dije que te conociera de estos sitios —dijo él en tono comprensivo—. Nadie
viene aquí por gusto.
—A
ti no se te ve para nada incómodo —respondió la chica esbozando un rictus de
hastío que fácilmente se confundiría con una sonrisa mal disimulada.
—Uno
hace lo que puede por adaptarse —confesó el muchacho sonriendo ampliamente,
intuyendo que con unas pocas frases más tendría su ansiado triunfo—. Pero
siempre resulta más interesante cuando uno conoce con quien habla. Me llamo…
—Detente
—lo interrumpió.
Sobresaltado
por la fuerza que sintiera emanar de aquellos labios al pronunciar en medio de
tanto ruido una única palabra, no supo cómo continuar.
En
silencio la chica se levantó y se alejó de la barra caminando entre la gente.
Sin necesidad de mirar hacia atrás sabía que él le seguiría, aun a pesar de que
había mucha gente allí dentro. No se trataba de ninguna clase de invitación,
pero ante la imposibilidad de darse por vencido recorrería, de ser necesario,
el más intrincado de los laberintos con tal de que no perderla de vista.
Junto
a la puerta habían colocado un gran espejo que ocupaba la mayor parte de la pared
que conducía a la salida. Nadie sabría explicar por qué se encontraba ese
espejo allí, que obligaba a que, ineludiblemente, a pasar frente a él a todo quien
decidía huir de aquel sitio.
Allí
se detuvo y, aún sin darse la vuelta, porque continuaba siendo innecesario, se quitó poco a poco la máscara con la que
cubría su rostro sin dejar de mirar los ojos de su reflejo. Descubrió que, debajo
de la máscara, llevaba un rostro que en nada se distinguía de la réplica que,
en silencio, dejó atrás antes de atravesar la salida.
Cuando
el muchacho llegó junto al espejo aplastó, sin darse cuenta de lo que hacía,
los últimos restos de una máscara que se hiciera añicos al golpear contra el
suelo.
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Inicio de Espacio Publicitario.
En el número 22 de la Revista La Ignorancia pueden leer el relato La Inundación, que forma parte, también,
del libro Fábulas del Cuaderno Verde,
publicado en 2014.
Fin del Espacio Publicitario.
17 comentarios:
Algunas situaciones resultan por demás molestas...
Saludos y Suerte,
J.
Muchas veces es lo que vemos al mirarnos al espejo: una máscara que representa su papel. Dependiendo del momento y de la situación.
Me he llevado una sorpresa al comprobar hoy que somos compañeros de viaje en la revista La Ignorancia. En todo caso, habrá que estar alerta ante la inundación.
Saludos.
Inquietante, aunque portar máscaras es de lo más común. Creo que todos y todas , en situaciones concretas, nos disfrazamos con una. Lo verdaderamente terrible es que hay gente que nunca se la quita.
Saludos
Cayetano: Muchas veces ni siquiera nos damos cuenta de que llevamos una máscara. Es mi primera participación en esa revista. Espero repetir.
Ginebra: El problema es cuando la máscara se vuelve más real que el rostro verdadero y este comienza a desdibujarse inevitablemente.
Gracias por sus comentarios.
J.
Muy interesante el planteo de las máscaras.
Creo que todos llevamos máscaras dependiendo de cada situación a la que nos enfrentamos.
Un relato,como siempre eficaz e inteligente.
Saludos!
Es primordial conocerse a sí mismo y no interpretar papeles, lo contrario solo puede llevar a convertirte en el papel que representas.
SAludos, estupendo relato.
Me ha encantado el relato, yo creo que de alguna manera en la vida real también nos ponemos máscaras para protegernos de alguna manera.
Te felicito por tu participacion en la revista.
Mil gracias por siempre acompañarme en mi ronconcito.
Besos.
Eres muy creativo.
Besos.
Claro que sí, todos somos impostores.
Excelente relato, algo borgiano, algo siniestro; perfecto acompañamiento del grafiti
Abrazo J!
Eu também sou desses que nunca esquecem de um rosto (e creio que todos, em um momento ou outro, usamos algum tipo de máscara). Abraço.
Casi todos los bloggers usan máscaras Pocos son los que muestran el rostro por lo tanto me he quedado sin comentario Saludos always
Muy buen relato José. A veces las máscaras están tan unidas a nuestra piel que cuesta arrancarlas.
mariarosa
Creo que todos nos ponemos alguna máscara de nosotros mismos cada al despertar,
o según la situación en la que nos vamos encontrando a lo largo del día...
Sugerente la máscara que revela otra cara que a su vez puede ser otra máscara de si misma que se desvelará tiempo después hasta un infinito indeterminado de máscaras.
Máscara, espejo,
lunas recurrentes
para reflejar
lo que no somos.
Un saludo desde: microbrevedades.blogspot.com
Algunos se ponen una máscara para tratar de pasar inadvertidos y no se dan cuenta que se han puesto la misma cara que tienen en su vida real.
Inquietante relato.
Saludos
Lunaroja: Todos llevamos máscaras, lo notemos o no.
Manuela Fernández: Conocerse uno mismo es lo más difícil que podemos intentar en la vida; siempre será más fácil fingirnos quienes no somos.
María Dorada: Nos ponemos máscaras y muchas veces no olvidamos de ello.
Amapola Azzul: Gracias.
Frodo: Impostores frente a los espejos de los demás. Siempre.
Ulisses: Gracias por la visita y el comentario.
Recomenzar: ¿Quién sabe cuál es su verdadero rostro?
Maríarosa: Gracias. Es cierto lo que dices.
Magne: Exacto, todos lo hacemos. Muchas veces sin pensarlo, otras sabiendo muy bien lo que estamos haciendo.
Doctor Krapp: Una máscara sobre otra máscara que oculta otra máscara. Siempre.
Guillermo Castillo: Somos meros reflejos de algo más.
Un Jubilado: Pasar inadvertidos es el deseo de muchos hoy día. Pocos lo logran.
Julio David: La dignidad siempre es el límite.
Gracias por sus visitas, lecturas y comentarios.
Nos leemos,
J.
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