La diosa Eris estaría, claramente, satisfecha por lo que allí sucediera durante generaciones. Desde el día en que aquel extraño manzano comenzara a crecer en lo que luego se convertiría el centro obligado del poblado.
Desde
las familias más antiguas de la región, hasta las recién llegadas, se sentían
atraídas por igual. Los ricos y los pobres, mujeres y hombres, niños, adultos,
ancianos, adolescentes y púberes imberbes; cada persona sentía la atracción de
aquel árbol.
Cuanto
más cerca se encontraba la persona del manzano, mayor certeza sentía crecer
dentro de sí de que aquel preciado árbol le pertenecía. Mas nadie lograba,
nunca, jamás, ni siquiera por error o casualidad, llegar a demostrarlo.
Todo
un pueblo se construyó en torno a aquel árbol para protegerlo. Un pueblo que
miraba atentamente crecer sus ramas, sus hojas, sus tan especiales como
apetecibles frutos, y aquella sombra tan acogedora en verano. Un pueblo en el
que nadie despegaba los ojos de quien osara acercarse a aquel tronco y
pretender, en un intento por señalar su posesión, tocarlo.
Quienes
llevaban algún tiempo allí sabían lo que sucedería si se acercaban demasiado,
si osaban pisar siquiera la sombra del árbol.
Pero
siempre había desprevenidos que llegaban al pueblo atraídos por una fuerza
irrefrenable que les decía que era allí, y no en cualquier otro lugar, donde
debían estar. Y, a medida que se acercaban, la determinación crecía opacando
cualquier otro sentir.
Sin embargo, en la mayoría de los
casos, lo ominoso del lugar era suficiente para desalentarlos; contemplar, apenas
llegar, las construcciones abigarradas en su constante vigilancia sobre el
manzano, echaba atrás a los más decididos, a los más valientes, a los más
sensatos. Emprendían el regreso sintiendo una desazón tan atroz sobre sus
hombros que muy pocos de ellos lograban escaparle al suicidio más ignominioso.
Los
insensatos persistían en su intento sin cuestionar la posibilidad de que un árbol
que en su vida hubieran visto les perteneciera o, siquiera, supieran de su
existencia, o que fuera capaz de llamarlos. Ellos nunca se cuestionaban nada.
Era
con ellos con quienes todo volvía a comenzar, porque no se detenían ante los
avisos ni los carteles luminosos, las amenazas ni las agresiones de la gente
del poblado, sino que continuaban avanzando creyendo que nada más importaba.
Continuaban embelezados por el
llamado del manzano sin preocuparse por nada ninguna otra cosa; los golpes, los
cortes, las heridas, y la posibilidad de su propia muerte, nada representaban
para ellos.
Los
golpes contra uno, que muchas veces acababan en golpes contra otro, que se
encontraba allí por la misma razón, daban inicio al enfrentamiento entre los
que allí se encontraban. Renacían viejas rencillas, rencores mal disimulados,
odios sempiternos, venganzas que llevaban aplazándose demasiado tiempo, pendencias
de borrachos, reyertas familiares y vecinales, viejos altercados de tránsito,
antipatías evidentes y no tanto, resentimientos y enconos sin sentido (como lo
son siempre), y las peleas que uno siempre quería tener con alguien que no
conocía pero que de todas formas imaginaba derrotado bajo sus golpes tan solo
para probar su propia destreza, su fuerza, su vigor, la resistencia de la que
era capaz a los golpes de un desconocido.
Pronto
el fuego hacía su aparición, junto con las dagas, antiguas espadas vueltas a
forjar, estiletes, alfanjes, arcabuces, mosquetes, pistolones, escopetas, revólveres,
metralletas, tanques resabio de pasadas guerras.
El pueblo sufría una destrucción sin
igual, las vidas se apagaban una detrás de otra. El cielo se ennegrecía, las
aguas se pudrían y se anegaba la tierra por la sangre vertida, ya que ni la
primera ni la última sangre ponían fin a todo aquello.
Sin
embargo, y sin una clara señal de que algo diferente había ocurrido, todo
terminaba. Los sobrevivientes dejaban allí donde se encontraran lo que tuviera
en sus manos y regresaban a lo que consideraban su hogar. Si lo encontraba en
pie se sentían brevemente satisfechos, para comenzar luego a ayudar a aquellos
cuyos hogares habían resultado dañados.
Con el correr de los días, el pueblo
volvía a levantarse una vez más, sin dejar de mirar al manzano que, regado por
la sangre vertida bajo su sombra, florecía sin importarle la época del año en la
que aquello sucediera, con aquellos extraños frutos que nadie jamás había
llegado a probar.
--
Inicio de Espacio Publicitario:
En la
revista digital NGC 3660 de ciencia ficción,
fantasía y terror de España, pueden encontrar el cuento Navegando las Cuerdas
del Acordeón.
Es un cuento largo, así que les recomiendo
leerlo con atención.
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15 comentarios:
De seguro serán las manzanas más dulces de toda la comarca. Pero nadie podrá nunca probarlas.
Nos leemos,
J.
Y ante tamaña insensatez, el manzano guardaba respetuosamente silencio...
Saludos.
Una vuelta de tuerca a la historia del manzano entre manzanos, de serpientes de por medio... o por qué no de aquel limonero de Shelvyville de numerosas peleas callejeras entre banditas y tantas primas ha conquistado
Abrazo!
"Todo un pueblo se construyó en torno a aquel árbol", pero olvidó sus raíces profundas; o sea, su origen.
Nos seguimos leyendo,
Guillermo.
microbrevedades.blogspot.com
Tremendo relato que es una alegoría a la testarudez y al fanatismo que acomete a los seres humanos cuando se trata de poder, de ambición y de posesión.
Excelente.
Me ha encantado.
La "sinrazón" de la sociedad. Tantos dogmas políticos, religiosos, tradiciones cruentas... que por falta de criterio individual devastan al mundo.
SAludos.
Muy interesante tu relato.
Me gusta tu texto está lleno de Ganas
La lucha, la desigualdad aún existe, todos perdidos en la lucha sin saber el por que.
Abrazo
Los manzanos tienen mala prensa aunque permiten escribir un hermoso texto.
Un texto precioso contado por una voz narrativa que cautiva por la persona y el tiempo verbal utilizado. Saludos, José.
La fuerza de la sinrazón hace que creamos nuestro lo que es de todos.
Muy interesante el mensaje que se desprende de tu relato Jose.
Saludos
Puri
¿Sabes que en España, en algunas zonas a la manzana se le suele llamar "pero" cuando tiene una forma ligeramente alargada?
¿Que hubiera pasado en este caso?
Seguro que ante las armas destructoras alguno hubiera comentado, "pero" ¿es necesaria esta destrucción?, "pero" ¿vamos a cargarnos este manzano por venganza?, "pero" ¿no será mejor que todos tuviéramos paz?
"Pero"...
Saludos
Cayetano: Esperaba y miraba pensando en cuándo acabaría todo aquello.
Frodo: Siempre es mejor culpar al otro de lo que nosotros mismos hacemos mal.
Guillermo Castillo: Siempre olvidamos algo, o alguien.
Luna Roja: El problema del fanatismo acompañará a la humanidad hasta el final, no tengo dudas de ello.
Manuela Fernández: La humanidad es una gran sin razón últimamente.
Trini Altea: Gracias por la visita y tu comentario.
Recomenzar: Gracias.
Julio David: Un árbol puede ser el centro del universo y también su final.
La noche de medianoche: Aún existe porque a alguien más le sirve que así sea, eso lo tengo bien claro.
Dr. Krapp: Gracias. La mala prensa de alguno son los triunfos de otros.
Raúl Ariel Victoriano: Gracias. No había pensado en la cuestión del tiempo verbal. Deberé volver a leerlo en esa clave.
Dulcinea: Gracias por tomarte el tiempo de comentar. Espero que se haya entendido la idea.
Un Jubilado: Para todo hay, y habrá, un “pero”. Sin dudas.
Gracias a tod@s por sus visitas y comentarios que vuelven interesante el blog.
Nos leemos,
J.
Eris podrá estar muy satisfecha.
Tal vez sea una de las deidades más exitosas.
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