sábado, 23 de marzo de 2019

Una rosa que no es una rosa no deja de ser una rosa


Los pétalos de aquella rosa eran como tentáculos.
Corrección. Sus pétalos no eran como tentáculos, sus pétalos eran tentáculos.
Al toparnos, claramente por error, con aquel planeta, descubrimos que las categorías que utilizáramos en nuestro mundo carecían de utilidad allí. Lo que podría parecer un mineral tenía mucho más en común con una planta que con una inerte roca; así como lo que podría entrar dentro de la categoría de animal, por su aspecto o por algunas de sus características, mirándolo desde otro ángulo, era apenas un hongo. Incluso hayamos algo que dudamos de considerar como un protozoo, de no ser porque a medida que lo analizábamos en detalle le encontrábamos características que tornaban imposible categorización alguna.
Los reinos de la naturaleza se encontraban alterados de tal manera que solo confundían nuestros sentidos distrayéndonos de nuestra búsqueda de la mejor manera de salir de aquel lugar sin destruirlo todo a nuestro paso. Nos dábamos cuenta de que se trataba de algo realmente difícil, pero evitábamos ponerlo en palabras.
Como no podía ser de otra manera, se desarrollaron dos teorías antagónicas sobre lo que aquel mundo significaba.
—Es por demás claro —postuló el biólogo de la misión— que nos encontramos en un espacio preformativo. Esto quiere decir que se trata de un lugar similar a lo que, en teoría, podría haber sido nuestro mundo antes de que la naturaleza terminara de definir sus normas. Como sabrán —continuó con suficiencia—, cada aspecto del reino natural se constituye a partir de la prueba y el error; nada existe predeterminado, nada tiene un destino en sí mismo más que demostrar su utilidad natural y, de lograrlo, replicarse en la generación siguiente.
Bebió unos sorbos de agua de las cada vez más escasas reservas, pues nos resultaba sumamente difícil encontrar un elemento tan necesario como común a la vida aislado y factible de ser potabilizado. Era tal la cantidad de materia orgánica que se encontraba en lagos y ríos que no nos decidíamos sobre si se trataba efectivamente de agua o alguna forma de vida aún no catalogada.
—Claro que, antes de llegar a un, digamos, modelo terminado, debemos atravesar infinidad de ensayos y fracasos, a los que se le sumarán algunos triunfos menores que pasarán a formar parte de futuros ensayos antes de lograr una cierta estabilidad. La cual se lograría luego de un tiempo infinitamente extenso. Me refiero a más de un kalpa. Me arriesgaría a decir, a pesar de lo que esto pudiera implicar, que son necesarios el transcurso de, al menos, tres kalpas antes de que se logre algún avance en ese sentido —completó con una sonrisa de clara suficiencia.
Resultaba una teoría osada, pero válida ante las evidencias que se presentaban ante nosotros. Algo que también tenía en común la otra teoría pero que no resultaba tan alentadora.
—Farfullas incoherencias —dijo el encargado del mantenimiento de los sistemas—, como siempre que pretendes lucirte con tus razonamientos enrostrándonos tus conocimientos validados sobre quienes crees que no podemos comprender; pero en verdad utilizas un lenguaje semejante para ocultar tu desconocimiento sobre lo que sucede. ¿Cuántas veces has salido a recorrer este sitio desde que nos posamos sobre él? No te apresures en responder, puedo decírtelo. Ninguna. Este mundo no es nada de lo que dices. Este mundo no es el inicio de la naturaleza, es su final.
El resto de nosotros presenciamos en silencio mientras se desarrollaba la disputa en medio del refrigerio nocturno.
—Todo aquí está contaminado y decayendo hacia la muerte. Por eso mismo, en su desesperación, ha buscado la forma de sobrevivir un poco más, de no perecer sin dejar al menos una señal de que alguna vez existió algo en este infecto lugar. Tan tensionadas y cuestionadas se encuentran las leyes naturales que el más atroz de los híbridos, a pesar de lo que cabría esperarse, no sólo es capaz de reproducirse, sino que son estos los únicos que han logrado adaptarse en un medio cada vez más hostil.
El biólogo intentó contradecir algunas de de las ideas de encargado de los sistemas, pero este no le permitió interrumpirlo.
—El casco de nuestro transporte se encuentra cada vez más corroído, como saben quienes participamos de sus reparaciones, nuestras reservas se acaban rápidamente mientras no parece haber forma de salir de aquí con la mitad de los sistemas averiados. Podemos permanecer impávidos escuchando tonterías semejantes a las que postulas, pero antes deberíamos aceptar que no nos encontramos al inicio de camino alguno, sino, irremediablemente, en el final cuanto nos rodea.
Terminó con su diatriba y se sentó nuevamente recuperando la compostura antes de continuar con su libación como si nada.
En medio del silencio que nos envolvió, y aún sabiendo que aquello no podía ser real, pude sentir cada vez más cerca aquella extraña e imparable corrosión que devoraba el endeble casco que nos aún protegía.

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En el número 41 de Revista Próxima, pueden encontrar el relato inédito Eslabón.
Por el momento solamente se encuentra en formato papel.

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13 comentarios:

José A. García dijo...

Nadie quiere ser el encargado de bajar el telón. Pero alguien debe hacerlo.

Saludos,

J.

Cayetano dijo...

En otros planetas, hay seres maléficos que adoptan la forma de plantas. Desconfía del aroma engañoso de ciertas flores.
A veces no hay que salir de nuestro mundo para darnos cuenta.
Hay una planta tropical, creo que es la treculia africana (vista en el jardín botánico de Tenerife) cuyos filamentos parecen los tentáculos de una anémona, carnosos y sonrosados. En su día, hice una historia de terror sobre ello.
Tu historia me ha llevado a ello, inevitablemente. Creo que estoy obsesionado con esa flor. De tanto mirarla, como en el cuento de Cortázar y el ajolote, me he convertido en una de ellas.
Un saludo.

Amapola Azzul dijo...

Yo tampoco quiero bajar el telón.

Bueno, me he quedado en blanco, y casi sin nada que decir.


Toda realidad puede tomar una apariencia contraria a lo que es, y luego está lo que no es material ni medible de modo científico o biológico.


Un abrazo.

DULCINEA DEL ATLANTICO dijo...

Cuanta imaginación pusiste para contar esta historia de plantas que no son todo lo ideal que deberían ser .Utilizas un lenguaje muy acorde con sus protagonistas,esos biólogos que luchan por entender que sucede.
Un saludo Jose
Puri

Manuela Fernández dijo...

Yo no sé si en tu historia había alguna posibilidad de salvación para los protagonistas pero está claro que la llave no la tenía el biólogo que pasaba el tiempo hablando de teorías, haciendo estudios... ni tampoco el encargado de los sistemas que no hizo nada y se sentó a esperar. Yo diría aquello de que "los unos por los otros la casa sin barrer".
SAludos.

lunaroja dijo...

Un relato envolvente, con algo de magia, ciencia ficción y suspenso.
Realmente me atrapó en sus tentáculos!
Un saludo!

gla. dijo...

Es una hermosa historia además interesante...me gustaría saber mas
Creo que lo que va corroyendo el casco podría ser agua en otro estado...o tal vez sea el tiempo
Buen comienzo de semana
Abrazos

Mara dijo...


Muy interesante. Deberían de haber comenzado por reforzar el endeble casco antes de comenzar la aventura, muchos de nuestros políticos deberían comenzar también por ahí. Saludos.

taty dijo...

Lo que sí es claro es que hasta el final del universo estarán presentes las preguntas, en este caso parece que lo de si fue primero la gallina o el huevo. Saludos.

lanochedemedianoche dijo...

La fantasía es parte de este mundo, la naturaleza por si sola es plena, y pura a pesar del ser humano o de lo que obstruya su vida, excelente.
Abrazo

Doctor Krapp dijo...

Reconozcámoslo la felicidad rima con inconsciencia. Tomar consciencia del lugar que uno ocupa en el universo es empezar a sufrir.
Salud

Frodo dijo...

Más que una rosa parece una estrella federal empezando a sacar tentáculos, lo que le daría otra connotación
Abrazo J!

José A. García dijo...

Gracias a tod@s por sus visitar y tomar el tiempo no sólo de leer esta historia, sino también de comentarla.

Nos leemos,

J.