Realizaba cada día la misma caminata por el
exterior de la vieja y destartalada mansión. Siempre salía a la misma hora, solamente
podría retrasarle la lluvia o alguna dolencia pasajera. Pero, a pesar de la
lluvia o el dolor, o del dolor y la lluvia, daba el mismo paseo por el mismo
sendero de guijarros que rodeaba la construcción.
Decir que recordaba por qué lo hacía
sería una mentira. Desde su infancia, tras las muertes de sus padres, obligado
a vivir en esa anticuada construcción, acompañaba a su abuelo a realizar ese
mismo paseo cada mañana. Nunca necesitó conocer el por qué de aquello, lo
sentía como una obligación antes que cualquier otra cosa y, por ello mismo,
continuaba con las caminatas matutinas. Era una de las tantas tareas que cumplir
en aquella casona antes de comenzar el día; un deber al que resultaba imposible
negarse y del cual no sabía cómo desentenderse. Tampoco era capaz de olvidarse
de aquel paseo que le servía, entre muchas otras cosas, para percatarse del
paso del tiempo sobre todo cuanto rodeaba el sendero.
Tan
extrañas caminatas podrían llamar la atención de los visitantes de aquel páramo,
si alguien lo visitara; semejantes caminatas resultan por completo
innecesarias, ninguna señal explica el por qué de esos paseos circulares a
través de ruinas tan vetustas como la propia mansión, sino más, de una figura solitaria
a la que sólo su sombra acompaña. Y eso únicamente los días en que el sol lograba
imponerse entre las nubes.
El círculo encierra un espacio en su
interior. El círculo es una prisión mejor que cualquier otra construida por el
hombre, una que no necesita muros, rejas ni vigía alguno. Una prisión que
ningún ojo puede ver y en la que todos pueden entrar y salir a su gusto. La
única excepción es aquel para quien la prisión fue construida.
Alguien al que nadie conoce, al que
contadas veces se lo ha visto hacer otra cosa que no sea caminar en círculos.
Alguien que carece de recuerdos sobre el por qué de sus acciones.
Quizá pretendió ser el relato acerca
de un pobre y desquiciado espíritu que sale a caminar en círculos todas las
mañanas, para conservar alguna migaja de su pasado; luego devino en otra cosa. Tal
vez nunca haya sido un relato en sí mismo, ni tampoco haya pasado el tiempo, y
hoy, como mañana, como ayer, se despertará, se calzará las viejas sandalias de
cuero pardo y saldrá a dar su vuelta, confiando en que siempre existen motivos
para lo que hace y tal vez algún día acabe por comprenderlos.
Lo duda, claro que lo duda. Prefiere
que todo carezca de una explicación, racional o mística, hasta llegar al final
de su historia.
13 comentarios:
Por mi parte también lo dudo.
Principalmente porque desconozco qué es lo que pretendía lograr.
Nos leemos,
J.
A veces desconocemos de dónde viene el impulso que nos lleva a contar algo que bulle en nuestra mente. Las historias circulares están en el origen de nuestra existencia: volver, siempre volver... Y cometer, una y otra vez, los mismos errores. Es la naturaleza humana.
Un saludo.
El principio de la incertidumbre, incluso en esa grandiosa etiqueta.
Abrazo!
Las acciones no siempre tienen un porqué ni un motivo para hacerse, aquí tu protagonista daba vueltas en circulo sin más, salvo en los días de sol que entonces lo hacía acompañado de su sombra.
Saludos Jose.
Puri
He aprendido que no siempre es necesaria una explicación,o entenderlo todo no?
Dejarse llevar por las palabras como en este caso, es un viaje placentero al relato!
Un abrazo!
Extraño personaje. Pero muchos de nosotros tenemos algo de ese caminante que realiza sus paseos en círculos por costumbre y sin motivo.
Saludos José.
Que tengas una buena semana
El camino nace del caminante, sin embargo,la historia de los hombres es un instante entre dos pasos de un caminante.
Saludos.
Nada más perfecto que un círculo, el lugar ideal para perderse.
Nuestra vida también gira en círculos de rutinas, pocas veces salimos de ellos. Saludos.
A veces obedecemos a impulsos que no son imposibles de buscarle alguna explicación,
besos
El circulo es una manera de quedarte sin respuestas, gracias.
Abrazo
El círculo es ideal para perderse, no tiene fin, siempre se vuelve y se cometen los mismos errores
Un abrazo
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