Escribir para no perder la costumbre, no porque
tuviera nada para decir y/o contar, para sentir fluir las palabras.
Llevaba tiempo sin hacerlo, sin
escribir sin un rumbo fijo, sin una necesidad de llegar a algún sitio
determinado, sin contar una historia que sabía desde la primera palabra de qué
manera acabaría. Escribir tan sólo por escribir, sin caer en el absurdo de la
escritura automática, pues todo el mundo sabe que el subconsciente es apenas un
invento; ni recurrir, tampoco, al cadáver exquisito de ideas truncas de otros
textos con los cuales formar otra cosa y venderla como algo novedoso antes de
que la mezcla comenzara a denunciarse por el mal olor.
Tampoco
sería el diario de una escritura, porque lo que no hay es, precisamente,
escritura, sino tan sólo el deseo de escribir. Todo lo demás se encuentra
ausente. Y al decir “todo”, elijo una palabra lo suficientemente amplia como
para dejar abierta a la imaginación de los lectores supuestos (un texto siempre
supone la existencia de un lector, aun cuando ese lector solamente sea el mismo
escritor) engloben con ella lo que prefieran imaginar que se necesita para
concretar un deseo tan vano y egocéntrico como el querer hacer algo, no poder
hacerlo y, aun así, hablar de ello.
La
tentación del silencio, siempre presente, siempre latente, siempre anhelante de
un final definitivo, por alguna razón resultaba una salida fácil, sencilla por
demás, para escaparle al momento. Esperar a que surja la inspiración nunca,
bajo ningún aspecto, es una respuesta.
Las
palabras bullen, escuecen bajo la piel, arden en la punta de mis dedos
hundiendo delicadamente las teclas para formar una oración (la violencia
necesaria para marcar a tinta una palabra en un grueso papel de obra con una
máquina de escribir, una Remington, una Olivetti o una Underwood, hace
tiempo que dejó de ser necesaria). El silencio y lo aséptico de una página
siempre limpia reemplazaron a la pasión, la furia de las palabras disparadas
contra las teclas y las manchas de tinta. Algunos dirán que es para mejor,
otros que antes se escribía de otra manera.
Escribir
para continuar, escribir para señalar que seguimos vivos y aún podemos levantar
la cabeza por sobre la línea mínima de flotación.
10 comentarios:
Continuar, aunque la duda nos devore.
Nos leemos,
J.
Siempre...continuar siempre.
NO podría vivir sin la escritura...
Saludos!
yo he estado varias veces por cerrar mi casa, pero me pierde el seguir escribiendo, aunque sea de tarde en tarde...
un vicio imposible de dejar
besos
Me gusta escribir
A veces caigo en el error de no escribir por esto o por aquello
Otras veces escribo por la necesidad de llenar algo vacío que hay en mi
Incluso cuando estoy muy triste quiero escribir y no precisamente para dar pena
Solo escribir para confirmar que siento
Un abrazo
Lo lograste! y te salió redondo!
Picasso decía eso de "que la inspiración te encuentre laburando"...
mi pregunta a tu texto es ¿lo pensaste todo de antemano estando todo cuidadosamente estudiado o realmente los párrafos fluyeron?
Abrazo!
Escribir es una necesidad imperiosa del alma, no importa el objetivo, solo escribir como tu dices para sentirnos vivos.
Abrazo
Escribo porque dios me lo pide (para cada uno dios es alguien distinto)
Me encantó! recordé cuando escribia a máquina. Había una acción más contundente, cada letra valía, y los textos eran más agresivos (léase agresivos como certeros).
Lo que me sigue generando la hoja o pantalla en blanco... es la misma angustia, el mismo precipicio. Cuando dejo que ese miedo me invada, salen la primer letra,
Saludos desde Mundo Aquilante!
tanto tiempo que no pasaba por aca....
y sí seguir escribiendo es una forma de vivir...
saludos
Es bueno lo que decís, pero a veces es necesario escribir para darle vida a ciertos personajes que salen , hablan y molestan. Una vez grabados en el papel, te dejan tranquilo y comienza otro.
mariarosa
Escribe para continuar sea lo que sea que siga.
Un abrazo
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